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Un santo para el tercer milenio (Homilía) – P. Dr. Marcelo Navarro

La homilía, predicada en la abadía de Fossanova, se concentra en algunos aspectos de la vida personal de Santo Tomas de Aquino que marcaron su vocación intelectual y religiosa. Él “eligió todo” como recuerda Josef Pieper: no eligió entre la razón o la fe, entre la naturaleza o la gracia, entre la filosofía o la teología. “Eligió todo” porque estaba convencido de la compatibilidad de ambos extremos en la única verdad que es Dios. Su ejemplo de vida religiosa y amor por la verdad sirva de inspiración tanto para estudiantes como profesores que buscan la verdad en un Tomismo esencial siempre vivo para dar respuestas a los interrogantes del hombre contemporáneo.


Un santo para el tercer milenio

P. Dr. Marcelo Navarro

En su libro Guía a Tomás de Aquino recuerda Josef Pieper que Tomás parece haber sido el primer santo canonizado por ser teólogo y profesor.[1]

Cuarenta y dos testigos habrían declarado que no existía nada de extraordinario en la vida del santo con respecto a sus penitencias, hechos milagrosos o mortificaciones. Repitieron que él era puro, humilde, simple, promotor de la paz, dado a la contemplación, moderado y amante de la pobreza. Él mismo había repetido varias veces que la perfección de la vida consiste más en la justicia interior que en los actos externos de ascetismo.

Uno de los testigos, también discípulo suyo y luego su biógrafo, Guillermo di Tocco, decía que en sus oraciones Tomás sólo pedía sabiduría, si bien esto no parece del todo acertado, pues nos ha llegado otra oración en la que pide “ser sereno sin frivolidad y maduro sin arrogancia.”

Por lo tanto su canonización parece haberse concentrado sobre los aspectos de profesor y escritor: Non solum virtutes, sed doctrinam etiam… Este aspecto de su obra continuó a afirmarse hasta que en 1567 fue declarado Doctor de la Iglesia. El Código de Derecho Canónico de 1917 regulaba que los sacerdotes deben recibir su educación teológica y filosófica según el método, las doctrinas y los principios de santo Tomás.

Tanto Pieper como Fabro sostienen una idea similar: que la Iglesia no llama a una repetición estéril de santo Tomás ni a mantener artificialmente vivos elementos condicionados por la época. Fabro dirá que el tomismo esencial debe trascender cualquier sistema o figura histórica y aun el mismo Tomás del siglo XIII en sus limitaciones culturales e históricas.

El status especial que se confiere al santo se debe a que en sus obras pudo presentar la totalidad de la verdad de un modo único y ejemplar. Pero aun así podemos preguntarnos a qué se debe su grandeza como doctor communis de la Cristiandad. Lo que hace a algunos grandes entre los grandes, dice Pieper, consiste precisamente en aquellas cualidades que no les permiten ser parte de un “movimiento”. En el caso de nuestro santo, su obra es demasiado vasta y rica, y sin que él buscase nada de especial.

Santo Tomás rehusaba ser selectivo, así tomó la tarea enorme de “elegir todo”. No elige entre la gracia o la naturaleza. No elige entre la fe o la razón, la teología o la filosofía, la ciencia o la revelación… Santo Tomás fue tan fiel a los objetivos de la razón humana como de la fe divina. Por eso afirmaba Gilson que su éxito al tratar el tema de la revelación y la razón fue tal porque vio que era un problema de orden: cada cosa en su lugar según su propia esencia. Y lo pudo hacer porque poseía dos habilidades intelectuales: una perfecta modestia intelectual, por la cual aceptaba las cosas como eran no queriendo conformarlas a sus definiciones, y una audacia intelectual incansable, con que trataba cada cosa según su naturaleza sin hacer componendas. Hasta ese momento el problema era que los teólogos querían teologizar en filosofía y filosofar en teología. Santo Tomás cortó por lo sano tratando los problemas filosóficos como filósofo y los problemas teológicos como teólogo.[2]

Y no sólo siguió a Aristóteles, sino también a Platón y al neoplatónico Dionisio Areopagita. Al dejar Montecasino para ir a Nápoles siendo muy joven se encontró con dos elementos nuevos para el siglo XIII y que marcarían su vocación religiosa e intelectual: el movimiento voluntario de la pobreza de las órdenes mendicantes y en la universidad encontró a Aristóteles. En los Dominicos encontró por una parte una gran pasión por la enunciación de la verdad, de tal modo que esta se revela en sí misma y por sí misma aún a sus opositores, de lo cual deja testimonio al inicio de la Summa Contra Gentiles.

En el segundo capítulo de esta obra él ve en el estudio de la sabiduría la más perfecta tarea del hombre porque en ella el hombre participa de la beatitud. El sabio confía en la bondad divina y afronta su tarea que es superior a nuestras fuerzas. Tomás busca de exponer según su capacidad la verdad que profesa la fe católica; citando a san Hilario dice: “pienso que mi tarea principal sea mostrar a Dios en cada palabra y en cada uno de mis sentimientos”. Santo Tomás ve que la confutación del error es difícil por dos motivos: porque no tenemos conocimiento de las afirmaciones de cada uno de los opositores como para deducir argumentos válidos a partir de las razones adoptadas por ellos. Y en segundo lugar [y principalmente] porque muchos de ellos no aceptan la Escritura como autoridad, y por ello es necesario recurrir a la razón natural, a la cual todos deben replegarse, la cual sin embargo, para las cosas de Dios no es suficiente (CG I, 2).

Pero todo ello tenía una motivación evangélica, y por eso Tomás promovía el retorno a las Sagradas Escrituras y una dedicación renovada al ideal de la pobreza, dos elementos que nunca deberían pasar desapercibidos cuando se habla de su talla espiritual y que encuentra un lugar en su filosofía, lo cual conduce a la imitación de Cristo, pobre en deseo y en la realidad. Santo Tomás creía que quien proclama la Palabra de Dios debe conversar con ella (Contra impugnantes, 3, n. 121).

Ambas cosas, la pobreza de la nueva orden mendicante y el descubrimiento de Aristóteles hicieron caer la estructura del orden intelectual de la Cristiandad medieval, a pesar de que ambas parecían a algunos herejías. En Nápoles, Tomás supo reconocer lo bueno de ambas cosas, y “rehusó” elegir entre la una y la otra, siendo ambas posibilidades extremas. Junto a su atracción por la pobreza extrema—al decir de los testigos fue un praecipuus paupertatis amator, ni siquiera tuvo material suficiente cuando escribía su Summa Contra Gentiles, lo hizo en pedazos de papel—lo que lo atrajo a la nueva orden fue también su pasión por la enseñanza. Él buscaba que la verdad de lo dicho alcanzase los oídos de los oyentes, saliéndoles al encuentro donde se dejaban encontrar, ya que el aprendizaje es un “encuentro” donde la verdad se revela en el verdadero diálogo, en la conversación, y esperaba al mismo tiempo de los alumnos la misma pasión por aprender.

Su encuentro con Aristóteles es del todo iluminador, habiendo entrado en contacto con él a través de su profesor Pedro de Hibernia, profesor más “moderno” en el sentido que puede darse a esa palabra en aquel contexto, más moderno que los comentadores de las Sentencias y las Summas. Tomás asimiló este material aparentemente incompatible con la radicalidad bíblica y la pobreza evangélica para demostrar que ambas direcciones en realidad se unen.

A la pregunta de por qué falló la apertura del mundo a santo Tomás hacia fines del siglo XIX, según Pieper, sería porque se presentó a Aquino como puramente “aristotélico”. Y parafraseándolo nos preguntamos ¿por qué es importante para nosotros, a casi 750 años de su muerte, más allá del aspecto histórico, que santo Tomás fuera el fundador del “Aristotelismo cristiano” de la Edad Media? No es por esto solo que se lo llama doctor communis de toda la Cristiandad o gloria de la Iglesia. Y no es sólo aristotélico: en sus obras hay más de 1,700 citas de Dionisio, tantas veces defiende a Platón contra el mismo Aristóteles, ¡cuánto cita a san Agustín y a los Padres…!

En la historia del pensamiento occidental Platón no puede ser “desplazado” o “remplazado” por Aristóteles. Gilson recuerda que el encuentro del occidente cristiano con Platón durante el primer milenio fue un encuentro de dos modos religiosos de pensamiento, pero el encuentro con Aristóteles en el segundo milenio fue el encuentro entre la religión y la filosofía. Aristóteles rehusaba retirarse de la realidad que le presentaban los sentidos, de lo que era evidente a los ojos, y Tomás aceptó este principio de la realidad empírica del mundo. En el occidente cristiano se había venido preparando una visión del mundo más acorde con la filosofía aristotélica, que veía que las realidades en sí mismas fundan el conocimiento, la lengua, el arte, más allá del mundo de los símbolos. El mundo aristotélico de la naturaleza, del alma humana y de la metafísica, mostraba en primer lugar la superioridad de su inteligencia, algunos lo llamaron un fenómeno de la naturaleza, era alguien en quien los problemas reales se clarificaban, pero santo Tomás no hizo un culto de Aristóteles, y supo encontrar en esta visión del mundo respuestas válidas a los desafíos de su época, del cristianismo del segundo milenio.

En las primeras doce cuestiones de la Summa lo cita 55 veces pero por el modo en qué dice las cosas arrojando luz sobre los problemas. En él parece encontrar un testigo de la verdad, va más allá del Aristóteles histórico, o del Agustín histórico. En ellos busca la verdad del mundo objetivo que está encarnado en las Sagradas Escrituras. Su elección de Aristóteles no fue el resultado “de elegir entre filosofías rivales”, sino un acto teológico, el trabajo de una teología en posesión completa de su fe (Chenu); ya desde su juventud Tomás completa una tarea única en favor del Evangelio y de Aristóteles: la tarea de crear intelectualmente y existencialmente, un fundamento sobre el cual se alza toda la estructura del mundo cristiano, una estructura que perdura hasta nuestros días.

A quienes acusaban a Alberto Magno y Tomás de ser “mundanos” y de arrogarse la sabiduría, el segundo respondía que mantienen una opinión falsa quienes dicen que con respecto a la verdad de la religión no importa lo que uno piense de la creación mientras tenga una opinión acertada de Dios. Un error acerca de la creación afirmaba, acaba en una falsa idea de Dios (CG 2, 3). Santo Tomás es profundamente humano y realista, podríamos decir, porque es profundamente evangélico.

El padre Cornelio Fabro nos dice que “Tomás de Aquino estuvo destinado por la providencia a la más extraordinaria obra de pensamiento, la de realizar la síntesis entre fe y razón, entre naturaleza y gracia, obra que exigía la máxima concentración interior”, aunque no le faltaron “contradicciones y oposiciones”. Sin embargo en este “alternarse de tantos casos adversos se revela un plano de armonía superior que su conciencia sabía recoger y elaborar con deliberación lúcida, como si marchase al ritmo de los problemas, de los cuales él sólo sentía, por primera vez en la historia de la cristiandad, el íntimo aguijón, el exacto significado y las etapas esenciales.”[3]

Hubo un encuentro del cristianismo con Platón en el primer milenio, un encuentro con Aristóteles en el segundo, y a esto quería arribar, ¿no habrá un encuentro también con santo Tomás en el tercer milenio? A quien le parezca demasiado utópico quizás le ayuden las palabras de nuestro fundador en su libro Sacerdotes para Siempre. Refiriéndose al padre Fabro como “el más profundo y científico conocedor de Santo Tomás” decía: “Quiera Dios que se cumpla lo que él [el padre Fabro], en una confidencia, nos aseguró: ‘El próximo milenio será el milenio de Santo Tomás’”. Continúa el padre Buela con la cita de Fides et ratio, 43.

“…la Iglesia ha propuesto siempre a santo Tomás como maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología. En este contexto, deseo recordar lo que escribió mi predecesor, Pablo VI, con ocasión del séptimo centenario de la muerte del Doctor Angélico: “No cabe duda que santo Tomás poseyó en grado eximio audacia para la búsqueda de la verdad, libertad de espíritu para afrontar problemas nuevos y la honradez intelectual propia de quien, no tolerando que el cristianismo se contamine con la filosofía pagana, sin embargo no rechaza a priori esta filosofía. Por eso ha pasado a la historia del pensamiento cristiano como precursor del nuevo rumbo de la filosofía y de la cultura universal.”

Hasta aquí Sacerdotes para Siempre; el n. 43 de la encíclica continúa: “El punto capital y como el meollo de la solución casi profética a la nueva confrontación entre la razón y la fe, consiste en conciliar la secularidad del mundo con las exigencias radicales del Evangelio, sustrayéndose así a la tendencia innatural de despreciar el mundo y sus valores, pero sin eludir las exigencias supremas e inflexibles del orden sobrenatural.”

Pidamos en esta santa Misa, primero de todo, imitar a santo Tomás en aquello que más lo define como religioso y como pensador: su amor por la pobreza evangélica que conduce a la Verdad que es Jesucristo el Verbo Encarnado. Que no hagamos falsas dialécticas tratando de elegir entre una cosa u otra, sino sigamos su ejemplo de “elegir todo”, todo lo que es útil y conduce a la verdad particularmente en el área de las relaciones fe-razón. Pidamos la gracia de vivir sin pretensiones un tomismo esencial, pero sobre todo un tomismo vivo, que como decía el padre Fabro nos ayude a afrontar los problemas de la cultura moderna, especialmente el problema de la libertad sin repetir mecánicamente a santo Tomás, prestando mayor importancia a la subjetividad, al sujeto espiritual que es libre, atributo fundamental de la vida del espíritu, para anular la falsa subjetividad de la filosofía moderna. Que seamos capaces de ver los problemas y recurrir a los principios, y sobre todo proveer soluciones movidos por el espíritu del Evangelio.

Que María Santísima, Sedes Sapientiae, nos asista en esta vocación. Amén.

 

[1] Sigo algunas ideas fundamentales de Josef Pieper, Guide to Thomas Aquinas (San Francisco: Ignatius, 1991), 17-55.

[2] Etienne Gilson, Reason and Revelation in the Middle Ages (New York: Scribner’s sons, 1938), see 72-75.

[3] Cornelio Fabro, Introducción al Tomismo (Madrid: Rialp, 1999), 11.

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Comments 1

  1. Buen día querido padre Marcelo,

    Disculpe que le escriba por aquí pero busqué algún medio para contactarlo y no encontré. No he visto este video (ya lo puse en mis pendientes de ver) pero lo buscaba porque el día de hoy leí su poesía al Sagrado Corazón y quería agradecerle. Es bellísimo lo que hizo el Espíritu Santo por su medio.

    Desde hace dos años vivo en Alemania y el misterio del Amor de Dios relacionado con el vino, las uvas y la vid me conmueve entrañablemente ¡cuánto Amor y cuánto significado en estos elementos!

    Supongo debe estar muy ocupado pero si le interesa que le comparta un par de fotografías de cómo el arte es representado en estos símbolos por estas tierras me dará muchísima alegría mandarle para contemplar. Vivimos (mi familia y yo) cerca de Trier, donde se conserva el manto de Jesús utilizado en la Pasión y también está la reliquia de Santa Elena y muchísimas más en el centro de la ciudad. Además tenemos la bendición de contar con el patrono de la diócesis ¡San Matías! en su abadía, también en Trier. Si algún día viene en peregrinación me dará muchísimo gusto recibirlos.

    Reciba mis oraciones del día por usted y su comunidad. Entiendo que se encuentra en Italia.

    En oración y ofrenda unos por otros.

    Rosana R. Vela.
    Terciaria del IVE, para gloria de Dios.
    Ave María ¡y adelante!

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