[Publicamos este texto tomado de: MCINERNY, R., Aquinas, Polity Press, Cambridge 2004, 148-149. Nos parece un texto simple y sintético que puede ayudar a la distinciàon de las diversas líneas que ha asumido el neo-tomismo y que coincide con la propuesta de otros autores (Cfr. Alain Contat). Lo hacemos aun cuando disentimos en algunas apreciaciones, en especial la de caracterizar la postura del P. Cornelio Fabro como la afirmación del binomio esencia-existencia que él explícitamente rechazó afirmando, en su lugar, el binomio esencia-ser].
Se han hecho muchos esfuerzos por caracterizar las figuras y formas del tomismo a medida que el resurgimiento leonino llegaba a su culmen. Yo propongo una triple división: tomismo trascendental, tomismo existencial y tomismo aristotélico.
El tomismo trascendental puede caracterizarse aproximadamente como basado en la creencia de que la crítica kantiana está justificada. En consecuencia, si el tomismo ha de ganarse la atención de un mundo en el que se comparte esa visión de Kant, se debe moldear un Tomás post-crítico. Marcechal puede ser considerado el padre de este movimiento, que incluye figuras como Karl Rahner y Bernard Lonergan, todos jesuitas. La influencia de Maurice Blondel en Henri de Lubac es una variante del tomismo trascendental. Para simplificar aún más, el tomismo trascendental, habiendo abandonado el realismo epistemológico, busca encontrar en el funcionamiento de la mente humana la justificación de las verdades objetivas. Este tipo de tomismo es favorecido por los teólogos más que por los filósofos, como incluso lo reconocen sus defensores.
El tomismo existencial, si bien tiene alguna relación incidental con el existencialismo de posguerra, se basa en la convicción de que la composición real de esencia y existencia que se da en todo menos en Dios es la clave del tomismo. Etienne Gilson y Cornelio Fabro son los gigantes de esta escuela, pero existen importantes diferencias entre ellos. Lo que se comparte es la suposición de que la distinción de esencia y existencia proporciona una garantía para la metafísica sin dependencia alguna de una filosofía de la naturaleza. Lo peculiar de Gilson es su insistencia en que el orden de la teología es el orden de la filosofía para Tomas y que su relación con Aristóteles es, en última instancia, antagónica. A los ojos de los críticos, el tomismo existencial, en sus últimas fases gilsonianas, es el abandono de la filosofía en favor de una filosofía cristiana indistinguible de la teología.
El tomismo aristotélico se ejemplifica en la Parte II de esta presentación. Me parece claramente que es el acercamiento más fiel y fructífero a Tomás. Además, al enfatizar la autonomía de la filosofía, aunque, por supuesto, para el creyente, filosofar nunca está separado de su fe, es más capaz de ingresar al mercado filosófico más amplio. Por supuesto, Aristóteles no domina la filosofía contemporánea, aunque sigue siendo un punto de referencia permanente. Obviamente, hay méritos en las otras aproximaciones a Tomás, y es una marca del tomismo aristotélico el estar siempre en alerta por tales méritos, ya que aspira a asimilarse de modo coherente con el mismo pensamiento de Tomás.
Cabe señalar que los teólogos a menudo se quejan de que ha habido una tendencia a convertir a Tomás en un filósofo puro e ignorar el hecho de que era un teólogo de profesión. También se escucha la contra-preocupación de que hacer hincapié en Thomas como teólogo tiene el desafortunado efecto de alejarlo del filosofar actual. La respuesta a ambas preocupaciones se encuentra en el mismo Tomás, como se muestra en la discusión de la relación entre filosofía y teología en la Parte II (capítulos 29, 47-51).
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