[Sermón predicado por el P. Buela en nuestro Seminario “María, Madre del Verbo Encarmado”, con motivo del cierre de las Jornadas Tomistas, 30 de agosto de 2002]
– ¿Cuál fue la motivación principal de las Jornadas Tomistas?
Fue, y espero que lo siga siendo, incentivar en los formandos el estudio serio de Santo Tomás como lo prescribe el Concilio Vaticano II, por ejemplo en la Optatam Totius[1], en el Código de Derecho Canónico[2], en la Ratio fundamentalis, etc.
– ¿Y por qué ya desde el principio se puso de hecho el énfasis de manera adrede en la filosofía de Santo Tomás?
Porque nos pareció, y lo seguimos pensando, que era más formativo ya que nos encontramos en un campo no dogmático como es el de la fe y es, por tanto, un campo en el cual el argumento de autoridad tiene un peso menor o ínfimo. En general nuestros formandos, tanto seminaristas como hermanas, no tienen objeciones serias contra la fe, pero sí lagunas filosóficas –que en algunos son océanos– y que luego, sino ahora, pueden llevarlos a tener dificultades contra la fe, porque lo sobrenatural supone lo natural, y si hay una mala base después el edificio sobrenatural puede caer.
La discusión filosófica, además, ayuda a formar jóvenes que piensen. Y es la mejor vacuna que conocemos, junto con la vida de oración y la práctica de las virtudes, para impedir después ser engañados en un mundo que es cada vez más sofista y mentiroso.
– ¿Qué es lo que defiende a un sacerdote, qué es lo que defiende a una religiosa?
Los defiende la fe, la razón iluminada por la fe; que permite saber discernir cuando escucha algo, qué corresponde al Evangelio, para aceptarlo, y qué no, para rechazarlo.
Nos referimos al tomismo, pero ¿a qué tomismo nos referimos? A lo que el Padre Cornelio Fabro llama tomismo “esencial”, que es un tomismo capaz de trascender tres deficiencias.
I. Trascender la escolástica antitomista.
La primera gran deficiencia: las deficiencias de la escolástica decadente. Con “una doctrina incolora hecha de tesis y definiciones abstractas, sin problemática y sin garra alguna… de manuales áridos y rancios, presentados por profesores a menudo ineptos, y aún ellos poco convencidos…”[3]. Eso hay que superarlo. He tenido oportunidad en Seminarios, donde he dado clases, tener alumnos que aprendían filosofía como si fuese un catecismo. Algunos ejemplos: repetían como loros: “Forma dat esse”. Y uno les podía preguntar: ¿Qué quiere decir “dat esse”?, y te respondían: “¡Ah!, no sé”.
Se ponía una dificultad cualquiera, y no sabían aplicar las cuatro causas. Te decían: Son la formal, material, final y eficiente. Le preguntabas: – A ver, en este mate que estamos tomando, ¿cuál es la causa material, cuál es la final, cuál es la formal, cuál es la eficiente? Nada respondían, su filosofía era una cosa totalmente desconectada de la vida.
Así, me recuerdo de un profesor de filosofía, sacerdote, que decía: “La filosofía es buscar un sombrero negro en un cuarto oscuro”. Había otro que tenía su propio principio. Y ¿cuál era su principio?: “El ser pone, la nada quita”. Escribió todas sus tesis. (Un libro del tamaño de una caja de zapatos). Su tesis no tiene enemigos, porque nadie la conoce.
II. Trascender la escuela tomista
Por eso no solamente hay que trascender las deficiencias de la escolástica formalista, sino que también hay que trascender las deficiencias de la misma escuela tomista que a través de los tiempos ha tenido graves “cambios de terminología, choques doctrinales debidos a intemperancias o ingenuas polémicas, voluntad de sistema buscada a todo coste y complicadas superposiciones racionalistas de desacreditada evidencia…”[4]. Me acuerdo de un profesor que amaba los esquemas y lo que tenía en la cabeza era un esquema. No pensaba la realidad, ni sabía lo que era la realidad, no distinguiría un zapallo de un melón. Fue un alumno y le preguntó: ¿El ser es o puede ser? Le respondió: – Si es, puede ser o no ser. Y escribió en el pizarrón la doble posibilidad hasta llenar todo hasta abajo. Y terminó: Sí, tiene razón.
El primer criterio para comprender a Santo Tomás no es, como decía Juan de Santo Tomás[5], la fidelidad a la escuela sino que la primera regla para conocer a Santo Tomás son los textos, los escritos auténticos, del mismo Santo Tomás.
III. Trascender a Santo Tomás
En segundo lugar, también hay que aprender a trascender los límites y defectos del mismo Santo Tomás que con toda su genialidad no deja de tener los límites de toda obra humana. Si nosotros, por ejemplo, ahora quisiésemos en las clases del Seminario seguir el mismo esquema que tiene Santo Tomás en los artículos de la Summa, en donde primero pone las dificultades, después pone el argumento de autoridad, después responde la pregunta en el cuerpo del artículo, y después va respondiendo las dificultades, en ese momento ¿quién ser acuerda cuál era la primera dificultad? Quieran o no, ustedes son hijos de la época de la televisión. Entonces, hay que saber trascender eso también. O también, la terminología que usa Santo Tomás, que “la usa con una libertad exuberante”, dice Fabro[6]. Como sucede, por ejemplo, con el término “esse” que tiene muchas acepciones, y no explica en cada momento a qué se está refiriendo. Entonces, uno tiene que investigar para saber a qué se refiere. Además, modifica opiniones anteriores sin decirlo. O el uso que hace de las fuentes aplicándoles su genial noción de “esse”, que es una conquista suya personal, única, genial. Pero le aplica la noción de “esse” a Boecio, a Dionisio, al De Causis, al mismo Aristóteles y por eso durante siglos se habló de la filosofía aristotélico-tomista, cuando es filosofía tomista a secas. Se trata de trascender cualquier sistema cerrado o cualquier figura histórica particular, aún de Santo Tomás, en los puntos en que está condicionado por los límites de la cultura de su tiempo.
IV. ¿Y qué es lo que debe profundizar el tomismo “esencial”?
Es aquí donde enganchamos con el tema de estas Jornadas.
Hay que saber insertarse en la problemática de la cultura moderna, sobre todo “debe poder interpretar desde lo más profundo las nuevas exigencias de libertad”[7]. Yo conozco profesores de la escuela tomista que se pasan refutando a Siger de Brabante, pero ¿quién lo hace con los errores de Rahner, los de Teilhard de Chardin, los de Schillebeeckx, los de todos los teólogos pluralistas? Las problemáticas actuales son evidentemente distintas de las problemáticas del siglo XIII a las cuales hay que darles una respuesta adecuada según el Evangelio.
También se debe profundizar en el problema del comienzo del pensamiento, la percepción originaria del “ens”.
La elección de Santo Tomás no tiene un carácter personal o confesional sino universal y trascendental “ya que quiere ser la expresión más vigorosa de las posibilidades de la razón en su quehacer de fundamentación de la ciencia y de la fe”[8].
¿Qué significa entonces tomismo esencial? “Significa intensidad de problemática, profundización de principios, clarificación de diferencias… antes que nada, en relación con la dialéctica moderna de la inmanencia, que en su principio inspirador más profundo, es decir en la subjetividad trascendental ha conducido la filosofía a la muerte…”[9]. Y añade: “Un tomismo ‘esencial’ comporta pues un juicio activo sobre el pensamiento humano y cristiano en general y sobre el mismo tomismo en relación con el pensamiento moderno”[10].
Recuerdo que, una vez que fuimos varios a visitar al Padre Fabro, en ese momento nos dijo: “El nuevo milenio será el milenio de Santo Tomás”.
Quiere decir que debemos poner todas nuestras fuerzas para conocer muy bien a Santo Tomás y hacerlo conocer bien, y como corresponde. Alguien dirá: “Pero, Padre, ¿esta problemática no es secundaria?” De ninguna manera, estamos frente a una problemática -por ejemplo, en el caso del ser y de la libertad- que es de una realidad y de una trascendencia tremenda.
Acabamos de terminar el siglo donde más se ha atacado la libertad del ser humano. Pensemos en el terror staliniano, en las aberraciones de los nazis, pensemos en los campos de concentración en China, las matanzas de miles de personas en Camboya y en Ruanda, en tantas partes. Pensemos en la libertad al margen de la verdad -propia del Liberalismo-, en la esclavitud informática a la que nos someten los medios, en la explosión incontrolada de todas las adicciones por el eclipse de la ética y de la moral, en el progresismo que está asolando a la Iglesia que es el furgón de cola de todas las modas culturales pasajeras. Por eso para nosotros la problemática de la libertad es una problemática fundamental.
V. El ser y la libertad en nosotros
Alguien podrá decir: “eso es solamente una preocupación intelectual”. No, nuestras Constituciones dicen que queremos formar hombres y mujeres libres, con la libertad de Cristo, dóciles al Espíritu Santo, que “donde está el Espíritu del Señor, dice San Pablo, allí está la libertad” (cfr. 2Cor 3,17).
Y formar hombres libres y mujeres libres es una cosa difícil porque nunca faltan, como ocurrió en la época de los apóstoles, quienes en nombre de la libertad abusan de la libertad y caen en el libertinaje, es decir, usan mal de la libertad. Pero aunque esa es una posibilidad real y que de hecho se da, hay que formar en la libertad. No se gana absolutamente nada teniendo clones. Es una desgracia, una falta de respeto a la dignidad del ser humano y es una falta de respeto a la dignidad que debe tener todo religioso y toda religiosa. Es preferible que haya incluso cierto desorden, antes que atentar contra la libertad.
Para ello deberíamos formar mejor la libertad, la voluntad libre de nuestros formandos. Sí, nosotros tenemos técnicas: son las técnicas de la ascética cristiana. La técnica del sacrifico, pequeños actos de sacrificio diarios van formando una voluntad fuerte, libre que cuando llega el momento de tener que hacer actos grandes es capaz de ponerlos. La técnica de la repetición de actos buenos para formar hábitos, de la responsabilidad en lo que se hace, de premios, de castigos, etc. Pero probablemente, si se desentrañase más y mejor todos los problemas relacionados con la libertad podríamos ser más eficaces en la tarea educativa.
¿Y en qué aspecto deberíamos insistir? Yo creo que deberíamos insistir de hecho, en concreto, en la libertad mayúscula que da al religioso la práctica auténtica de los votos religiosos: castidad, pobreza, obediencia. ¡Qué libertad que dan los votos religiosos! ¡Qué señorío frente a todas las cosas, la renuncia a tener familia según la descendencia, la renuncia a bienes materiales de cualquier tipo, la renuncia a la voluntad propia! ¿Quién puede haber más libre que ese hombre? Una vez tuve un caso de un joven que vino y me dijo: “Padre, yo obedeciendo no me siento libre”. Me dio mucha tristeza y casi ni le respondí porque ese no había entendido el Evangelio: no tenía fe, “si el grano de trigo no muere no da fruto” (Jn 12,24), “quien busca su vida la perderá quien pierda su vida por mí la encontrará” (Mt 16,25). Y Cristo fue obediente hasta la muerte y muerte de Cruz (cfr. Flp 2,8). Si después de años de vida religiosa alguien no ha descubierto que se plenifica con el cumplimiento de los votos religiosos, está de más en esta Congregación.
También, creo yo, debe enseñarnos a todos, de manera especial a los superiores, a respetar al máximo la libertad de los súbditos, asimismo respeto que se tiene que dar entre los súbditos entre sí y respeto que se tiene que dar entre el súbdito y el superior. Del mismo modo se debe respetar la conciencia y la libertad del superior, en todo lo que es legítimo. Por eso no se consigue nada, como algunas veces ha pasado en algunos lados en nuestras casas, superioras histéricas o superiores histéricos que tienen a los súbditos trepando las paredes, porque llega un momento que ya no se sabe qué hacer: si se abre la ventana, dice está mal; pero si la cierra, también está mal; si se prende la luz: se gasta, si la apaga: porqué no la enciende.
Y ¿cómo vamos en este tema? De lo que yo veo y me parece no engañarme, pasa como pasan con todas las cosas, con todos los valores evangélicos. Hay quienes lo viven el cien por cien en plenitud: gran alegría, mucho fruto. Hay quienes aprovechan solamente el sesenta por ciento: siguen con su juicio propio, con la búsqueda secreta de sí mismo, con sus egoísmos. Otros aprovechan el treinta y algunos no aprovechan nada: están como el clavel del aire.
Por eso es que todos tenemos que hacer el esfuerzo para realmente alcanzar esa libertad, esa libertad verdadera que es una libertad que cuesta, es una libertad que implica sacrificio, una libertad que implica renuncia, pero en la cual se encuentra el verdadero amor.
Pidámosle la gracia a la Santísima Virgen, a Ella que fue la criatura más libre de cuantas criaturas libres han existido sobre la tierra, que nos enseñe a gustar la auténtica libertad de los hijos de Dios.
[1] N. 16.
[2] Canon 252, §3.
[3] AA.VV., Las razones del tomismo, EUNSA 1980; Cornelio Fabro, Cap. 1. Santo Tomás frente al desafío del pensamiento moderno, p. 37.
[4] Ibidem, p. 38; Cfr. Cornelio Fabro, Problemática del tomismo de escuela, en Diálogo, nº 32, donde critica la metafísica de J. Maritain.
[5] AA.VV., Las razones del tomismo, EUNSA 1980; Cornelio Fabro, Cap. 1. Santo Tomás frente al desafío del pensamiento moderno, p. 38.
[6] Ibidem, p. 39.
[7] Ibidem, p. 42.
[8] Ibidem, p. 43.
[9] Ibidem, p. 43.
[10] Ibidem, p. 44.
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Comments 1
El artículo es Muy bueno debo de preocuparme día con día y preguntarme ¿si todo lo que hago me hace libre y estoy haciendo la voluntad de Dios? ¿o estoy haciendo la mía? En un crecimiento espiritual, debo de estar vigilante en este aspecto. Gracias por compartir tan importante tema en el que debo trabajar diariamente. ¡QUE DIOS LES BENDIGA Y LO SIGAN PROPAGANDO PARA LA SALVACION DE LAS ALMAS!