- Filosofía del ser
Las problemáticas que hemos querido destacar: antropología, fe y razón –vistas ya desde la Aeterni Patris– y la crisis ética del mundo contemporáneo tienen como fondo un problema metafísico, cuya raíz es el olvido del ser. La necesidad apremiante de la filosofía del ser y de la metafísica, son otros de los temas que Juan Pablo II remarcó en los discursos que estamos siguiendo. Decía el Papa en el año 2002 a la III asamblea plenaria de la Academia Santo Tomás:
Se están produciendo algunos olvidos importantes: el olvido de Dios y del ser… Es necesario, ante todo, volver a la metafísica. En la encíclica Fides et ratio, entre las exigencias y tareas actuales de la filosofía, indiqué como «necesaria una filosofía de alcance auténticamente metafísico, capaz de trascender los datos empíricos para llegar, en su búsqueda de la verdad, a algo absoluto, último y fundamental» (n. 83)[1].
Esta necesidad es más apremiante aún en la formación sacerdotal y religiosa, ya que una mala filosofía –como la del moderno principio de inmanencia, que hemos señalado– puede llevar a un error radical acerca de Dios, del hombre, de la relación entre naturaleza y gracia, etc., y por eso terminar en un «naufragio en la fe y en la vida consagrada». En una de las primeras menciones de Santo Tomás que hace el Papa, en el año 1979, les dice a los sacerdotes y religiosas de la Parroquia Romana San Pio V:
Muchos naufragios en la fe y en la vida consagrada, pasados y recientes, y muchas situaciones actuales de angustia y perplejidad, tienen en su origen una crisis de naturaleza filosófica. Es necesario cuidar con extrema seriedad la propia formación cultural. El Concilio Vaticano II ha insistido en la necesidad de tener siempre a Santo Tomás de Aquino como maestro y doctor, porque solo a la luz y sobre la base de la «filosofía perenne», se puede construir el edificio tan lógico y exigente de la doctrina cristiana[2].
Más explícitamente, hablando sobre la formación de los seminaristas, y recordando la «contestación radical» que sufre la misma metafísica en nuestros días, les dice a los obispos de Francia:
En un tiempo donde la posibilidad misma de una metafísica es el objeto de una contestación radical y donde una suerte de «sfumato» impresionista tiende a menudo a remplazar el rigor de un justo pensamiento, es necesario que los jóvenes que entran a los seminarios descubran lo más rápidamente posible –profundizándolo después– lo que legitima y condiciona el esfuerzo intelectual que les será pedido durante seis años y a lo largo de toda su vida. El acceso a Dios por la ontología propiamente dicha, centrada sobre la intuición del ser, desde la perspectiva Tomista, permanece irremplazable[3].
El olvido del ser conduce ineludiblemente al olvido de Dios, y es desde esta perspectiva que se comprende la urgencia de la filosofía del ser y la necesidad de una metafísica que trascienda no solo lo empírico, sino también las esencias, es decir, una metafísica del ente real, y no de la esencia pensada. El significado de las nociones centrales que definen a toda metafísica (ente, ser, esencia) es diferente en Santo Tomás que en el resto de la escolástica, y es por eso que no es inocuo adoptar la filosofía de este o aquel, aunque se trate de autores católicos, o incluso santos.
La metafísica de Santo Tomás no es una metafísica de la forma, de la sustancia o de la esencia, sino del ser como acto. En el discurso del año 1979, el Papa señalaba que de la «proclamación del ser la filosofía de Santo Tomás saca su capacidad de acoger y de afirmar todo lo que aparece ante el entendimiento humano», y que «el entendimiento no puede renunciar absolutamente a este camino, si no quiere renunciar a sí mismo»[4]. En efecto, la analogía, en cuanto camino de regreso que se remonta de las cosas al Absoluto, es el método de la metafísica y puede alcanzar toda la realidad:
Al poner como objeto propio de la metafísica la realidad sub ratione entis, Santo Tomás indicó en la analogía trascendental del ser el criterio metodológico para formular las proposiciones acerca de toda la realidad, comprendido en ella el Absoluto[5].
La analogía se puede considerar entonces como el mismo exitus de la participación del ser por parte de Dios, pero recorrido como reditus por la inteligencia, trascendiendo la experiencia y descubriendo los planos más profundos de la realidad, fundada toda en última instancia en el ser, el «primer y más íntimo de todos los efectos», y así, del ser participado llegar al Ipsum Esse subsistens:
de esta afirmación del ser la filosofía de Santo Tomás deduce la posibilidad y al mismo tiempo la exigencia de sobrepasar todo lo que nos ofrece directamente el conocimiento en cuanto existente (el dato de experiencia), para llegar al ipsum Esse subsistens… Ipsum enim esse –afirma el Angélico– est communissimus effectus, primus et intimior omnibus aliis effectibus; et ideo soli Deo competit secumdum virtutem propriam talis effectus (De potentia, q. 3, a. 7)[6].
Esta «apertura a la trascendencia» propia del ser es para Juan Pablo II el camino más directo para llegar a Dios, y hace a la filosofía de Santo Tomás una «proclamación, un canto en honor de lo existente»:
la filosofía de Santo Tomás es filosofía del ser, esto es del actus essendi, cuyo valor trascendental es el camino más directo para elevarse al conocimiento del Ser subsistente y Acto puro que es Dios. Por este motivo, esta filosofía podría ser llamada incluso filosofía de la proclamación del ser, canto en honor de lo existente[7].
P. Lic. Pablo Trollano IVE
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[1] Mensaje (21 de junio de 2002), 2.
[2] Alocución a los sacerdotes, religiosos y religiosas de la parroquia San Pio V (28 de octubre de 1979), 1.
[3] Discurso a los obispos de la región centro-este de Francia (10 de diciembre de 1982), 3; AAS 75 I (1983) 157.
[4] Discurso (17 de noviembre de 1979), 6.
[5] Discurso (17 de noviembre de 1979), 6.
[6] Discurso (17 de noviembre de 1979), 6. [El mismo ser es el efecto más común, primero y más íntimo que todos los demás efectos; y por esto solo a Dios, según su virtud propia, compete tal efecto].
[7] Discurso (17 de noviembre de 1979), 6.
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