Por qué debemos tener a Santo Tomás como maestro, P. Diego Pombo, IVE

Santo Tomás de Aquino - Cornelio Fabro - instituto verbo encarnado

POR QUÉ DEBEMOS TENER A SANTO TOMÁS COMO MAESTRO

P. Diego Pombo ive.

Roma, 7 de marzo de 2009, 735º aniversario de la muerte de Santo Tomás.

santo tomas 3Introducción

No es difícil darse cuenta que la figura del Aquinate ha suscitado por una parte, gran admiración y su doctrina ha sido objeto de recomendación continua por parte de los Sumos Pontífices, pero por otra, ha sido y es aún hoy fuertemente rechazada. Se puede decir, creemos sin exagerar, que no ha habido en la historia de la Iglesia un teólogo tan admirado, recomendado y más aún, mandado que se estudie, sobre todo por parte de la suprema autoridad de la Iglesia, y al mismo tiempo, tan criticado, rechazado e incluso combatido. Conocidas son las dificultades surgidas poco después de la muerte del Aquinate. El Obispo de París Esteban Tempier condena, el 7 de marzo de 1277, 219 proposiciones entre las cuales algunas tomistas. Sabida es también la hostilidad de los franciscanos en relación a Tomás, oposición vehemente que llevó a enfrentar a franciscanos y dominicos, «lucha fratricida tan poco gloriosa como infecunda»[1]. Desde aquellos tiempos hasta nuestros días el Angélico Doctor no ha dejado de tener acérrimos opositores.

Mons. Jean Louis Bruguès, actual secretario de la Congregación para la Educación Católica, en un discurso pronunciado en la Pontifica Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum) cuenta su experiencia como profesor en la facultad de teología del Institut catholique di Tolosa. Eran los años ’70, los estudiantes pertenecientes al clero se caracterizaban por una mentalidad crítica. La idea misma, afirma Bruguès, de hacer referencia a los maestros de la tradición suscitaba en ellos una reacción alérgica. «Era imposible tan solo pronunciar el nombre de Santo Tomas de Aquino». Confiando esto a su maestro, el padre Labourdette, recibió el siguiente consejo: «enseñe siempre a Santo Tomás, pero jamás pronuncie su nombre». Por tanto, continua el Bruguès, «he practicado por años un tomismo por así decir anfibio». Poco después advierte un cambio, le piden lecciones de teología moral pero sobre la base de la teología de Santo Tomás. «El tiempo del tomismo “clandestino”, – afirma Mons. Bruguès – había terminado»[2].

Nos proponemos mostrar primero cómo la doctrina de Santo Tomás ha sido objeto de permanente recomendación por parte de la autoridad de la Iglesia, particularmente en el Concilio Vaticano II y magisterio post-conciliar (I); luego veremos cómo el nuevo código de derecho canónico se hace eco de las recomendaciones del Concilio, convirtiéndolas en norma canónica (II); terminando con una referencia a Santo Tomás como «Doctor universal», (III).

 I. Importancia de la doctrina, método y principios de Santo Tomás en la Iglesia

 1. El testimonio de los papas

Los testimonios pontificios que con énfasis resaltan el valor que tiene la doctrina de Santo Tomás para la Iglesia católica son numerosísimos. Prácticamente no ha habido Sumo Pontífice, desde Gregorio X, quien gobernaba la Iglesia cuando murió Santo Tomás, hasta Benedicto XVI, que no haya recomendado, alabado y mandado que se siga la doctrina del Angélico Doctor. Son más de 80 Papas[3].

La influencia del tomismo en el pensamiento de la Iglesia tiene su inicio en la canonización del Angélico Doctor por el Papa Juan XXII en el año 1323. Esta influencia fue cada vez mayor a lo largo de los siglos, llegando a manifestarse claramente en el Concilio de Trento[4]. El Papa San Pío V, el 15 de abril de 1567 proclamó a Santo Tomás Doctor de la Iglesia. Pero como nota el P. Fabro, fue en los tiempos modernos cuando la Iglesia ha declarado a Santo Tomás de Aquino su Doctor oficial[5]. El iniciador de la vuelta al tomismo de los tiempos modernos es sin duda el Papa León XIII y su encíclica Aeterni Patris del 14 de agosto de 1879, que lleva por título: De philosophia christiana ad mentem s. Thomae Aquinatis Angelici in scholicis instauranda. Se trata de un documento pontificio del todo singular, con gran claridad y firmeza de ideas, de carácter imperativo.  Documento que León XIII sculpsit potius quam scripsit dijo el papa Pio XII[6]. En la Aeternis Patris, León XIII, recordando la indefectible asistencia de Dios a su Iglesia, denuncia la avalancha de nuevos errores que en los tiempos modernos se han desencadenado contra los fundamentos de la fe, con el pretexto de que la fe anula y suprime los derechos de la razón[7]. El Pontífice recomienda sobre todo la obra y la doctrina estrictamente filosófica de Santo Tomás. De manera que el camino recto para encontrar la verdad perdida es la vuelta a la filosofía del Aquinate[8]. El papa, hacia el final de la encíclica, exhorta a los Obispos a que «para defensa y gloria de la fe católica, bien de la sociedad e incremento de todas las ciencias, renovéis y propaguéis latísimamente la áurea sabiduría de Santo Tomás». Y agrega: «Por lo demás procuren los maestros elegidos inteligentemente por vosotros, insinuar en los ánimos de sus discípulos la doctrina de Tomás de Aquino, y pongan en evidencia su solidez y excelencia sobre todas las demás. Las Academias fundadas por vosotros, o las que habéis de fundar, ilustren y defiendan la misma doctrina y la usen para la refutación de los errores que circulan. Mas para que no se beba la supuesta doctrina por la verdadera, ni la corrompida por la sincera, cuidad de que la sabiduría de Tomás se tome de las mismas fuentes o al menos de aquellos ríos que, según cierta y conocida opinión de hombres sabios, han salido de la misma fuente y todavía corren íntegros y puros; pero de los que se dicen haber procedido de éstos y en realidad crecieron con aguas ajenas y no saludables, procurad apartar los ánimos de los jóvenes».

Un año después, el 4 de agosto de 1880, León XIII promulgaba el breve Cum hoc sit, con el cual proclamaba a Santo Tomás patrono de todas las escuelas católicas de cualquier orden y grado[9].

Su sucesor, San Pío X, sigue por el mismo camino. El documento más importante de su pontificado a favor del tomismo es el Motu proprio Doctoris Angelici [10], del 29 de junio de 1914. Con el Papa San Pío X, la vuelta a Santo Tomás ha llegado a la cumbre y a la fórmula más precisa y resuelta[11].

El papa Benedicto XV aprueba una respuesta emanada por la Congregación para los estudios, donde se reafirma la obligatoriedad del estudio de las llamadas «24 tesis tomistas»: «Todas esas XXIV tesis filosóficas expresan la genuina doctrina de santo Tomás y deben ser propuestas como normas directivas seguras»[12].

Hay que mencionar también, que el 27 de mayo de 1917 el papa Benedicto XV promulgaba el Codex Iuris Canonici, el cual establecía que tanto en filosofía como en teología los profesores de seminarios debían atenerse por completo al método, doctrina y principios de Santo Tomás[13].

El mismo papa Benedicto XV en la encíclica Fausto appetente die, del 29 de junio de 1921 afirma: «La Iglesia declara que la doctrina de santo Tomás es la suya (Cum Thomae doctrinam Ecclesia suam propriam edixit esse[14].

El Papa Pío XI, en la encíclica Studiorum ducem, le otorga el título de Doctor Universal de la Iglesia[15].

Numerosas son también las alusiones a la doctrina de Santo Tomás en el magisterio del papa Pio XII[16]. El documento de mayor importancia al respecto, como veremos, es la encíclica Humani generis, que lleva por título: «sobre las falsas opiniones contra los fundamentos de la doctrina católica» (De nonnullis falsis opinionibus, quae catholicae doctrinae fundamenta subruere minantur).

Juan XXIII (1958-1963), en el discurso Singulari sane, del 16 de setiembre de1960, a los participantes en el V Congreso tomista internacional afirmó que la Iglesia llamó Doctor Común al Aquinate por ser, entre todos, el más conforme con las verdades reveladas, con los documentos de los Santos Padres y con los principios de la recta razón[17].

Como veremos, numerosas son también las intervenciones de los papas Pablo VI y Juan Pablo II a favor de la doctrina de Santo Tomás.

 2. Santo Tomás en el Concilio Vaticano II

No solamente los Sumos Pontífices han remarcado la importancia de la doctrina del Aquinate, también el Concilio Vaticano II. Es la primera vez en la historia de la Iglesia que un concilio recomienda la doctrina de un teólogo con nombre y apellido. El Concilio dos veces recomienda a Santo Tomás de manera explícita, y una vez lo hace de modo implícito.

 La primera referencia explícita la encontramos en el n. 16 del decreto Optatam totius (OT):

Ordénese la teología dogmática de forma que, ante todo, se propongan los temas bíblicos; expóngase luego a los alumnos la contribución que los Padres de la Iglesia de Oriente y de Occidente han aportado en la fiel transmisión y comprensión de cada una de las verdades de la Revelación, y la historia posterior del dogma, considerada incluso en relación con la historia general de la Iglesia; aprendan luego los alumnos a ilustrar los misterios de la salvación, cuanto más puedan, y comprenderlos más profundamente y observar sus mutuas relaciones por medio de la especulación, siguiendo las enseñanzas de Santo Tomás[18].

El decreto lleva por título De institutione sacerdotali (sobre la formación sacerdotal) En el proemio se lee que el Concilio afirma la suma importancia que tiene la formación sacerdotal y por tanto, declara algunos principios fundamentales. En este contexto es necesario interpretar el valor que tiene la afirmación del n. 16 sobre Santo Tomás. No podemos detenernos en toda la discusión que generó este texto en aula conciliar. Nos limitamos a señalar que para a algunos, la referencia al Aquinate era insuficiente y tímida. En este sentido se manifestó el Arzobispo de Palermo, Cardenal E. Ruffini, afirmando además que no era ese el modo como habían tratado a Santo Tomás 80 sumos pontífices, quienes lo alabaron máximamente y lo tuvieron como maestro de estudios[19]. Para otros en cambio la importancia que se le daba a Santo Tomás en el texto era sobria y suficiente[20]. No faltó quienes querían que se quitase toda referencia a Santo Tomás. En nombre de 30 obispos de Indonesia se presentó una propuesta en este sentido. El motivo que dieron fue que la Iglesia oriental tiene sus propios doctores y por tanto, no se le podía imponer la doctrina escolástica y además, que el Concilio no podía preferir a Santo Tomás antes que, por ejemplo, a San Agustín y San Buenaventura[21].

 La segunda vez que el Concilio se refiere explícitamente al Aquinate es en la declaración Gravisimum Educationis, sobre la educación cristiana n. 10:

 La Iglesia tiene también sumo cuidado de las escuelas superiores, sobre todo de las universidades y facultades. E incluso en las que dependen de ella pretende sistemáticamente que cada disciplina se cultive según sus principios, sus métodos y la libertad propia de la investigación científica, de manera que cada día sea más profunda la comprensión de las mismas disciplinas, y considerando con toda atención los problemas y los hallazgos de los últimos tiempos se vea con más exactitud cómo la fe y la razón van armónicamente encaminadas a la verdad, que es una, siguiendo las enseñanzas de los doctores de la Iglesia, sobre todo de Santo Tomás de Aquino[22].

 Del texto aparece claro que la Iglesia quiere que en las universidades y escuelas superiores que dependen de ella, se sigan las huellas de sus Doctores, sobre todo, de Santo Tomás, particularmente en lo que hace al modo de resolver los problemas que plantea la relación entre la fe y la razón.

En el esquema De Educatione Christiana que fue discutido por los padres conciliares el 17 de noviembre de 1964, en el n. 9 De facultatibus et uiniversitatibus catholicis, que será después el n. 10 del documento conciliar Gravisimum Educationis aprobado el 28 de octubre de 1965, no se encuentra alguna mención al Aquinate. La referencia al Santo Doctor fue introducida en la redacción definitiva del texto. Con la inclusión de Santo Tomás en esta declaración conciliar, la Iglesia presenta al Aquinate a todas las universidades católicas como su Doctor preferido, se dice en efecto: praesertim (principalmente) S. Thomae Aquinatis; reafirmando de este modo la dimensión universal de la importancia asignada a la doctrina de Santo Tomás[23].

 Una referencia implícita a la doctrina de Santo Tomás la encontramos en el decreto OT n. 15, sobre los estudios filosóficos:

 Las disciplina filosóficas hay que enseñarlas de suerte que los alumnos se vean como llevados de la mano ante todo a un conocimiento sólido y coherente del hombre, del mundo y de Dios apoyados en el patrimonio filosófico siempre válido[24], teniendo también en cuenta las investigaciones filosóficas de los tiempos modernos sobre todo las que influyen más en la propia nación, y del progreso más reciente de las ciencias, de forma que los alumnos, bien conocida la índole de la época presente, se preparen oportunamente para el diálogo con los hombres de su tiempo[25].

El texto del documento conciliar después de las palabras innixi patrimonio philosophico perenniter valido tiene una nota que manda a la Humani Generis de Pío XII. Aunque un poco extenso, vale la pena transcribir las páginas 571 a 575 de las Acta Apostolicae Sedis a las cuales hacer referencia la nota para entender el significado de la expresión «patrimonio filosófico perennemente válido»; el resaltado es nuestro:

Todos conocen bien cuánto estima la Iglesia el valor de la humana razón, cuyo oficio es demostrar con certeza la existencia de un solo Dios personal, comprobar invenciblemente los fundamentos de la misma fe cristiana por medio de sus notas divinas, establecer claramente la ley impresa por el Creador en las almas de los hombres y, por fin, alcanzar algún conocimiento, siquiera limitado, aunque muy fructuoso, de los misterios».

«Pero este oficio sólo será cumplido bien y seguramente, cuando la razón esté convenientemente cultivada, es decir, si hubiere sido nutrida con aquella sana filosofía, que es como un patrimonio heredado de las precedentes generaciones cristianas, y que, por consiguiente, goza de una mayor autoridad, porque el mismo Magisterio de la Iglesia ha utilizado sus principios y sus principales asertos, manifestados y precisados lentamente, a través de los tiempos, por hombres de gran talento, para comprobar la misma divina revelación. Y esta filosofía, confirmada y comúnmente aceptada por la Iglesia, defiende el verdadero y genuino valor del conocimiento humano, los inconcusos principios metafísicos —a saber: los de razón suficiente, causalidad y finalidad— y, finalmente sostiene que se puede llegar a la verdad cierta e inmutable.

En tal filosofía se exponen, es cierto, muchas cosas que ni directa ni indirectamente se refieren a la fe o las costumbres, y que, por lo mismo, la Iglesia deja a la libre disputa de los especialistas; pero no existe la misma libertad en muchas otras materias, principalmente en lo que toca a los principios y a los principales asertos que poco ha hemos recordado. Aun en estas cuestiones esenciales se puede vestir a la filosofía con más aptas y ricas vestiduras, reforzarla con más eficaces expresiones, despojarla de cierta terminología escolar menos conveniente, y hasta enriquecerla —pero con cautela— con ciertos elementos dejados a la elaboración progresiva del pensamiento humano; pero nunca es lícito derribarla o contaminarla con falsos principios, ni estimarla como un gran monumento, pero ya anticuado. Pues la verdad y sus expresiones filosóficas no pueden estar sujetas a cambios continuos, principalmente cuando se trate de los principios que la mente humana conoce por sí misma o de aquellos juicios que se apoyan tanto en la sabiduría de los siglos como en el consentimiento y fundamento aun de la misma revelación divina. Ninguna verdad, que la mente humana hubiese descubierto mediante una sincera investigación, puede estar en contradicción con otra verdad ya alcanzada, porque Dios la suma Verdad, creó y rige la humana inteligencia no para que cada día oponga nuevas verdades a las ya realmente adquiridas, sino para que, apartados los errores que tal vez se hayan introducido, vaya añadiendo verdades a verdades de un modo tan ordenado y orgánico como el que aparece en la constitución misma de la naturaleza de las cosas, de donde se extrae la verdad. Por ello, el cristiano, tanto filósofo como teólogo, no abraza apresurada y ligeramente las novedades que se ofrecen todos los días, sino que ha de examinarlas con la máxima diligencia y ha de someterlas a justo examen, no sea que pierda la verdad ya adquirida o la corrompa, ciertamente con grave peligro y daño aun para la fe misma.

Considerando bien todo lo ya expuesto más arriba, fácilmente se comprenderá porqué la Iglesia exige que los futuros sacerdotes sean instruidos en las disciplinas filosóficas según el método, la doctrina y los principios del Doctor Angélico[26], pues por la experiencia de muchos siglos sabemos ya bien que el método del Aquinatense se distingue por una singular excelencia, tanto para formar a los alumnos como para investigar la verdad, y que, además, su doctrina está en armonía con la divina revelación y es muy eficaz así para salvaguardar los fundamentos de la fe como para recoger útil y seguramente los frutos de un sano progreso.

Por ello es muy deplorable que hoy en día algunos desprecien una filosofía que la Iglesia ha aceptado y aprobado, y que imprudentemente la apelliden anticuada por su forma y racionalística (así dicen) por el progreso psicológico (…) Agregan, además, que la filosofía perenne no es sino la filosofía de las esencias inmutables, mientras que la mente moderna ha de considerar la existencia de los seres singulares y la vida en su continua evolución. Y mientras desprecian esta filosofía ensalzan otras, antiguas o modernas, orientales u occidentales, de tal modo que parecen insinuar que, cualquier filosofía o doctrina opinable, añadiéndole —si fuere menester— algunas correcciones o complementos, puede conciliarse con el dogma católico. Pero ningún católico puede dudar de cuán falso sea todo eso, principalmente cuando se trata de sistemas como el Inmanentismo, el Idealismo, el Materialismo, ya sea histórico, ya dialéctico, o también el Existencialismo, tanto si defiende el ateísmo como si impugna el valor del raciocinio en el campo de la metafísica.

El texto de la encíclica Humani Generis nos habla de una filosofía sana que nosotros hemos recibido como un patrimonio de las precedentes generaciones cristianas. La Iglesia ha utilizado sus principios para dar razón de la misma revelación divina. Se trata de una filosofía que afirma la capacidad que tiene el conocimiento humano para conocer la verdad; de una filosofía que se fundamenta en los primeros principios del ser y que afirma que es posible llegar al conocimiento de la verdad inmutable. Después de constatar esto, el Papa Pío XII pasa a presentar la figura de Santo Tomás, diciendo que se comprende por qué la Iglesia exige que «los futuros sacerdotes sean instruidos en las disciplinas filosóficas según el método, la doctrina y los principios del Doctor Angélico». No se puede no ver una relación entre la «sana filosofía»; la filosofía cuyos «principios y principales asertos» utilizó el Magisterio de la Iglesia; la filosofía «confirmada y comúnmente aceptada por la Iglesia»; la «filosofía perenne» y la figura de Santo Tomás. Es verdad que no se puede afirmar que la sana filosofía, la filosofía perenne, con todos los otros calificativos con los cuales el Papa se refiere a esta filosofía, se identifique con la doctrina del Angélico Doctor. Pero sí hay que afirmar que el autor que como ningún otro garantiza una formación de acuerdo a los principios de esa filosofía que la Iglesia aceptó e hizo suya, es Santo Tomás de Aquino, en concreto, su método, doctrina y principios. Es esto lo que afirma la encíclica de Pío XII en el texto que hemos citado. Hay que decir por tanto, que el decreto conciliar OT en el n. 15 recomienda la filosofía del Angélico Doctor sin mencionar a Santo Tomás.

No podemos entrar a exponer en detalle la encendida discusión que el n. 15 del decreto OT provocó en el aula conciliar, en favor y en contra de una mención explícita a Santo Tomás. De hecho en los primeros esquemas presentados por la comisión preparatoria De studiis et seminariis (1960-1962) y también en los que posteriormente elaboró la comisión conciliar De seminariis, de studiis et de educatione catholica (1962-1965) se hacía referencia explícita a la filosofía de Santo Tomás. Así por ejemplo en el esquema De Alumnis ad sacerdotium instituendis que la comisión conciliar elaboró a fines de 1963 y que debía ser presentado en aula conciliar para la discusión se leía: «In cursu philosophico Philosophia perennis, secundum S. Thomae rationem, doctrinam et principia, accurate…»[27]. Este esquema pasó por dos sucesivas redacciones. Cuando finalmente se presenta en el aula conciliar para la discusión, que tuvo lugar del 12 al 17 de octubre de 1964 no se encuentra más el nombre de Santo Tomás. Permanece solo la expresión philosophia perennis sin las palabras secundum S. Thomae rationem.

Numerosos fueron los padres conciliares que pedieron que se incluyese en el texto el nombre del Angélico. Además, desde la conclusión de la discusión en aula conciliar, el 17 de noviembre, hasta julio de 1965 la comisión recibió 450 pedidos a favor de la inclusión del nombre de Santo Tomás en el texto en cuestión. La comisión no juzgó conveniente enmendar el texto e incluir el nombre del Aquinate, alegando que las dos terceras partes de los padres conciliares había manifestado su conformidad con el texto presentado en aula, es decir, sin la mención explícita a Santo Tomás[28]. Por otro lado, Mons. Carraro en la relación con la cual presentaba el texto del esquema para la votación definitiva el 11 de octubre de 1965 afirmaba que «la comisión entendió significar con patrimonio filosófico perennemente valido, los mismos principios de Santo Tomás»[29]. Con esto se quitaba toda duda sobre el significado de la expresión utilizada por el concilio para indicar los fundamentos de la formación filosófica en los seminarios. La recomendación de la filosofía de Santo Tomás permanecía re y no nomine en el n. 15 de Optatam totius[30].

Se note que el Papa en la Humani Generis, así como también el n. 15 del decreto OT, están hablando de filosofía. Es especialmente en esta disciplina donde se debe seguir a Santo Tomás y no solo su doctrina, sino también su método y principios. Es importante remarcar esto ya que muchas veces se dice que en filosofía no hay verdades que se deban aceptar como «dogmas». El objeto de la filosofía no es la verdad revelada. Sin embargo es evidente que un error en este campo puede causar grave daño a la fe. San Pío X afirmaba que si se rechazan los puntos más importantes de la filosofía de Santo Tomás, ni siquiera será posible entender el significado de las palabras con las cuales el magisterio de la Iglesia expone las verdades de la fe[31]. Es por esto que en filosofía se hace aún más necesario que la inteligencia humana tenga una guía segura para que no se aparte de la verdad en el pensar, con grave daño incluso para las mimas verdades de la fe.

Puede ser útil recordar aquí las palabras de Juan Pablo II en su libro Memoria e Identidad, como ejemplo de lo que sucede cuando el pensar se aparta de la verdad objetiva. El Papa afirma estar convencido de que «las ideologías del mal están profundamente enraizadas en la historia del pensamiento filosófico europeo»[32] y prosigue:

Para esclarecer mejor este problema, hay que remontarse al período anterior a la Ilustración y, específicamente, a la revolución que supuso el pensamiento de Descartes en la filosofía. El cogito, ergo sum —pienso, luego existo— comportaba una inversión en el modo de hacer filosofía. En la época precartesiana, la filosofía, y por tanto el cogito, o más bien cognosco, estaba subordinado al esse, que era considerado primordial. A Descartes, en cambio, el esse le pareció secundario, mientras estimó que lo principal era el cogito. De este modo, no solamente se producía un cambio de rumbo en el modo de filosofar, sino también un abandono decisivo de lo que había sido la filosofía hasta entonces y, particularmente, para santo Tomás de Aquino: la filosofía del esse. Antes todo se interpretaba desde el prisma del esse y desde esta perspectiva se buscaba una explicación a todo. Dios, como el Ser plenamente autosuficiente (Ens subsistens), era considerado el fundamento indispensable de todo ens non subsistens, ens participatum, de todos los seres creados y, por tanto, también del hombre. El cogito, ergo sum supuso la ruptura con este modo de pensar. Lo primordial era ahora el ens cogitans. Así pues, a partir de Descartes, la filosofía se convierte en la ciencia del puro pensamiento: todo lo que es esse —tanto el mundo creado como el Creador— permanece en el campo del cogito, como contenido de la conciencia humana. La filosofía se ocupa de los seres en la medida en que son contenidos de la conciencia y no en cuanto existentes fuera de ella[33].

El papa menciona la consecuencia de un tal modo de pensar:

En la lógica del cogito, ergo sum, Dios se reducía sólo a un contenido de la conciencia humana; no se le podía considerar como Quien es la razón última del sum humano. Por ende, no se podía mantener como el Ens subsistens, el «Ser autosuficiente», como el Creador, Quien da la existencia, más aún, como Quien se entrega a sí mismo en el misterio de la Encarnación, de la Redención y de la Gracia. El Dios de la revelación dejaba de existir como el «Dios de los filósofos». Quedaba únicamente la idea de Dios, como tema de una libre elaboración del pensamiento humano[34].

Se comprende por qué es necesario, sobre todo en filosofía, tener un maestro seguro que permita al hombre elaborar un ordenado y verdadero pensamiento que lo ponga en contacto con la realidad objetiva y pueda también acceder a una sana y fructuosa especulación teológica.

Es por eso que la Iglesia no sólo tiene el deber de custodiar la verdad revelada, sino también de velar sobre las disciplinas filosóficas. En este sentido, Pío XII afirmaba que sería «inútil deplorar tales desviaciones de la verdad si, aún en el campo filosófico, todos mirasen con la debida reverencia al Magisterio de la Iglesia, la cual por divina institución tiene la misión no sólo de custodiar e interpretar el depósito de la verdad revelada, sino también vigilar sobre las mismas disciplinas filosóficas para que los dogmas no puedan recibir daño alguno de las opiniones no rectas»[35].

3. Constante referencia a la doctrina de Santo Tomás después del Concilio

No obstante ser claro el texto de la encíclica Humani Generis, de donde el Concilio toma la expresión patrimonio philosophico perenniter valido, y no obstante la explicación que se dio durante el mismo Concilio sobre el sentido de esta expresión, no faltó, y no faltan, quienes negaron que exista una relación directa entre la filosofía perenne y la figura de Santo Tomás. Para quitar otra vez toda duda, la Sagrada Congregación para los seminarios y universidades, a la consulta que se le hizo sobre el sentido exacto que debe darse a la expresión conciliar respondió, el 20 de diciembre de 1965, que por patrimonio filosófico perennemente válido: S. Thomae principia significari intellexisse. (se debe entender ser significados los principios de S. Tomás)[36].

3.1 Carta circular sobre la enseñanza de la filosofía en los seminarios

La Congregación para la educación católica va a confirmar esta interpretación en una carta circular sobre la enseñanza de la filosofía en los seminarios, del 20 de enero de 1972, allí se lee:

Ciertamente no hay dificultad en admitir un sano pluralismo filosófico, debido a la diversidad de las regiones, de las culturas, de las mentalidades. Existen múltiples vías a través de las cuales alcanzar las mismas verdades y que pueden presentarse y exponerse de manera diversa; lo que no puede admitirse es un pluralismo filosófico que comprometa el núcleo fundamental de afirmaciones que tienen conexión con la revelación, pues no cabe contradicción entre las verdades naturales de la filosofía y las sobrenaturales de la fe. (…) Este núcleo fundamental de verdad, que excluye todo relativismo historicista y todo inmanentismo materialista o idealista, corresponde a aquel conocimiento sólido y coherente del hombre, del mundo y de Dios, del cual habla el Concilio Vaticano II (OT, 15), el cual quiere que la enseñanza filosófica en los seminarios no descuide la riqueza que el pensamiento pasado nos ha transmitido («innixi patrimonio philosophico perenniter valido» ibid.) y al mismo tiempo, esté abierto a las riquezas que el pensamiento moderno continúa aportando («ratione habita quoque philosophicarum investigationum progredientis aetatis» ibid.) En este sentido, son plenamente justificadas y continúan permaneciendo válidas las recomendaciones de la Iglesia acerca de la filosofía de Santo Tomás, en la que los primeros principios de la verdad natural son clara y orgánicamente enunciados y armonizados con la revelación, y en la cual está también encerrado aquel dinamismo innovador que, como dan testimonio los biógrafos, caracteriza las enseñanzas de Santo Tomás y debe también hoy caracterizar la enseñanza de cuantos quieren seguir sus huellas, en una continua y renovada síntesis de las conclusiones válidas recibidas por la tradición con las nuevas conquistas del pensamiento humano[37].

Santo Tomás aparece como el mayor exponente de una filosofía sana que la Iglesia recibió en heredad y también como aquel cuya filosofía contiene un sano dinamismo innovador, siempre en armonía con la revelación.

3.2 Carta Lumen Ecclesiae

Con ocasión del séptimo centenario de la muerte de Santo Tomás de Aquino, el papa Pablo VI envió una extensa carta al Maestro General de la orden de los Predicadores, el 20 de noviembre de 1974. Aunque puede discutirse a cerca de cómo calificar este genero literario de «carta» que el papa envía a determinadas personas u organismos de la Iglesia en ocasiones particulares, si con ellas el papa intenta o no ejercer el poder magisterial, más allá de esta problemática, es indudable que esta carta Lumen Ecclesiae es de gran importancia para comprender el lugar que ocupa Santo Tomás en la vida de Iglesia. «Lumbrera de la Iglesia y del mundo entero, así es aclamado con razón Santo Tomás de Aquino» comienza diciendo el papa en la carta. Quiere Pablo VI manifestar públicamente su conformidad con aquellos que sostienen, aún después de setecientos años, la actualidad y validez de la doctrina y método del santo Doctor. A una tal manifestación, dice el papa, «no nos mueve sólo el respeto a la autoridad de nuestros predecesores, sino también la consideración objetiva de la validez de su doctrina, el fruto que se obtiene estudiando y consultando sus obras —como sabemos por propia experiencia— y la comprobación del poder persuasivo y formativo que ejerce en sus discípulos», n. 2. El papa reafirma el valor perenne de la doctrina y método de Santo Tomás: «La figura del Aquinate desborda el contexto histórico y cultural en que se movió, situándose en un plano de orden doctrinal que trasciende las épocas históricas transcurridas desde el siglo XIII hasta nuestros días. Durante esos siglos la Iglesia ha reconocido la importancia y el valor perenne de la doctrina tomista, especialmente en algunos momentos señalados, como en los Concilios Ecuménicos de Florencia, de Trento y Vaticano I, con ocasión de la promulgación del Código de Derecho Canónico, y en el Concilio Vaticano II», n. 14.

El papa se refiere también a la doctrina de Santo Tomás como fiel expresión del magisterio de la Iglesia: «De esta manera la Iglesia ha querido reconocer en la doctrina de Santo Tomás la expresión particularmente elevada, completa y fiel de su Magisterio y del sensus fidei de todo el pueblo de Dios, como se habían manifestado en un hombre provisto de todas las dotes necesarias y en un momento histórico especialmente favorable», n. 22.

Son estos algunos textos de la extensa carta que el papa dirigió al general de la Orden dominica y que muestra el pensamiento no sólo de un papa sino de la Iglesia en relación a la figura de Santo Tomás.

3.3 Documento: «La formación teológica de los futuros sacerdotes»

Numerosas son las referencias al Santo Doctor en el documento promulgado el 22 de febrero de 1976 por la Congregación para la Educación Católica «La formación teológica de los futuros sacerdotes». Ante todo, el documento recuerda el n. 16 del decreto OT; leemos en el n. 34: «La situación actual, caracterizada por un cierto desapego hacia la filosofía, requiere ante todo que se sitúe en su debido puesto la necesidad y la naturaleza de la reflexión teológica querida por el Concilio, el cual, “para explicar, lo más íntegramente posible, los misterios de la salvación”, prescribe que, “los alumnos aprendan a ahondarlos y a ver su nexo por medio de la especulación, teniendo a S. Tomás por maestro”». En el n. 48 otra vez se recuerda el documento conciliar OT, ahora el n. 15: «En el mismo contexto del Magisterio de la Iglesia se recuerda la fidelidad al “patrimonio perennemente válido” del pensamiento cristiano y especialmente de la enseñanza de Santo Tomás, del cual habla el Concilio (…) Bajo el impulso y en la línea de aquella tradición y a la luz de la doctrina del Doctor Común puede y debe progresar la teología, y puede y debe ser impartida la enseñanza de la misma».

El documento constata en el n. 51 que la Iglesia está abierta a cualquier filosofía, antigua o nueva y que, al mismo tiempo, no puede dejar de manifestar su preferencia por aquella filosofía cuyas afirmaciones fundamentales se armonizan con los datos de la revelación puesto que no es posible una contradicción entre las verdades naturales y las sobrenaturales de la fe. Es por eso, continúa el documento en el n. 52, que no se puede aceptar una filosofía que presente una concepción de la realidad en contraste con la revelación. Como sucede con algunas filosofías afectadas por el relativismo hitorisístico o por inmanentismo. «A causa de este su defecto radical, se explica por qué hoy no es tan fácil realizar una síntesis filosófica tal como fue realizada por Santo Tomás de Aquino con el bagaje intelectual de los pensadores antiguos». Por tal motivo, afirma el documento en el n. 53, «aparece justificada la alusión a Santo Tomás en el decreto Otatam totius (n.16), cuando se habla de la teología especulativa, porque en la filosofía de éste se enuncian y armonizan nítida y orgánicamente con la Revelación los primeros principios de las verdades naturales, no de forma estática, sino con aquel dinamismo innovador propio de S. Tomás, que hace posible una continua y renovada síntesis de las conclusiones válidas del pensamiento tradicional con las nuevas conquistas del pensamiento moderno».

En cuanto a la enseñanza de la teología moral, el documento afirma en el n. 97: «a este respecto, conviene remitirse a la gran concepción, tan bien puesta de relieve por S. Tomás de Aquino que, como otros maestros, no ha separado nunca la teología moral de la dogmática y la ha insertado, en cambio, en el plan unitario de la teología sistemática, como parte concerniente al proceso en el que el hombre, creado a imagen de Dios, y redimido por la gracia de Cristo, tiende hacia la plenitud de su realización según las exigencias de la vocación divina, en el contexto de la economía de la salvación históricamente efectuada en la Iglesia».

3.4 Documento: Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis

No faltan las referencias explícitas a Santo Tomás en la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis, de la Congregación para la Educación Católica, del 19 de marzo de 1985. Se trata de un documento que pretende dar normas fundamentales para la formación de los candidatos al sacerdocio.

En el n. 71 de la ratio se cita la encíclica Humani Generis de Pío XII y el decreto OT n. 15, afirmando que la «formación filosófica debe apoyarse en el patrimonio filosófico perennemente válido». En cuanto a la teología dogmática, «ha de explicarse integra y ordenadamente, de forma que ante todo se expongan los textos bíblicos, luego la contribución de los Padres orientales y occidentales en la transmisión y sistematización de las verdades reveladas, la evolución de la historia de los dogmas y por fin, con la ayuda de la especulación, siguiendo el magisterio de Santo Tomás, aprendan los alumnos a calar los misterios de la salvación y a observar los nexos que hay entre unos y otros», n. 79. La ratio, cuando habla de la doctrina que hay que enseñar, insiste en que «consideren a Santo Tomás de Aquino como uno de los máximos maestros de la Iglesia, y reconozcan también su debida importancia a los autores modernos», n. 86.

3.5 Encíclica Fides et ratio

En esta encíclica[38], el Papa Juan Pablo II dedica dos largos número a la «novedad perenne del pensamiento de Santo Tomás de Aquino». En una época donde los pensadores cristianos, afirma la encíclica, redescubrían los tesoros de la filosofía antigua, y más directamente aristotélica, el Aquinate «tuvo el gran mérito de destacar la armonía que existe entre la razón y la fe» No puede haber oposición entre razón y fe puesto que la luz de la razón y de la fe provienen del mismo principio que es Dios. «La fe por tanto no teme la razón sino que la busca y confía en ella», n. 43. De esta armonía Santo Tomás es elocuente testimonio, por eso «la Iglesia ha propuesto siempre a santo Tomás como maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología», n. 43. Y más adelante la encíclica insiste sobre este punto cuando afirma que «A la luz de estas reflexiones, se comprende bien por qué el Magisterio ha elogiado repetidamente los méritos del pensamiento de santo Tomás y lo ha puesto como guía y modelo de los estudios teológicos. Lo que interesaba no era tomar posiciones sobre cuestiones propiamente filosóficas, ni imponer la adhesión a tesis particulares. La intención del Magisterio era, y continúa siendo, la de mostrar cómo santo Tomás es un auténtico modelo para cuantos buscan la verdad. En efecto, en su reflexión la exigencia de la razón y la fuerza de la fe han encontrado la síntesis más alta que el pensamiento haya alcanzado jamás, ya que supo defender la radical novedad aportada por la Revelación sin menospreciar nunca el camino propio de la razón» n. 78.

Estos son algunos testimonios pontificios y del magisterio de la Iglesia acerca de la importancia de la doctrina de Santo Tomás en la Iglesia. Otros documentos magisteriales citarán los números 15 y 16 del documento conciliar OT para indicar la preferencia que se debe dar a la doctrina del Aquinate cuando se trata de la formación filosófica y teológica[39]. Además, son numerosos los discursos, alocuciones, cartas y otros escritos de los papas, sobre todo Pablo VI y Juan Pablo II, que elogiaron y honraron la doctrina del Doctor Angélico[40].

II Santo Tomás en el nuevo código de derecho canónico

Terminado el Concilio, comenzaron los trabajos de reforma del código de derecho canónico. Durante los días 21 a 26 de octubre de 1968 se reunió el grupo encargado de revisar y redactar las normas relativas a los seminarios. El grupo llevaba el nombre de De magisterio ecclesiastico (De seminariis) aunque después se vio que no era conveniente incluir bajo este título las normas concernientes a la formación de los futuros sacerdotes.

1. Los primeros trabajos de la comisión

El grupo en esa primera reunión quería tratar algunas cuestiones previas, antes de comenzar a revisar los cánones del código del ’17 que trataban sobre esta materia, los cánones 1352-1371. El can. 1366 era el que hacía referencia explícita a Santo Tomás[41]. Cuando el grupo afronta el tema de la formación doctrinal en relación al can. 1366 comienza la discusión. Un consultor propone que en el código, como se hizo en los documentos del Concilio, se haga una mención a la filosofía tomista. Otro consultor, en contra, estima que no se debe hacer tal mención, ya que es difícil explicar de qué modo se debe hacer uso de la doctrina de Santo Tomás. El primero insiste y quiere que claramente conste en la relación su opinión a favor de la mención que se debe hacer de la filosofía tomista. Un tercer consultor interviene y dice que algo ha de decirse en el código sobre la filosofía de Santo Tomás, sin embargo no cree conveniente que en el código se pongan las palabras S. Thomas magister. Vuelve a intervenir el segundo consultor diciendo que por razón de brevedad no se debe hacer mención a Santo Tomás. Otro consultor propone que solamente en una nota se haga referencia al Santo Doctor. El primer consultor interrumpe nuevamente diciendo que lo que está en nota no es ley y que además le parece insuficiente el argumento de la brevedad. Además, estima que una omisión del nombre de Santo Tomás es quitarle peso a los documentos conciliares. La discusión no llevó a una conclusión satisfactoria para todos. El relator encontró una salida elegante: propuso que en una próxima reunión se establezca qué es lo que debe decirse sobre la filosofía y la teología[42].

Esa reunión tuvo lugar entre los días 7 al 10 de abril de 1970. Se propone un nuevo canon sobre la formación filosófica que no tiene correspondiente en el código de 1917. La fuente principal de este nuevo canon es el n. 15 de OT. No aparece el nombre de Santo Tomás, pero si la expresión «patrimonio filosófico perennemente válido»[43].

Se propone otro canon relativo a la formación teológica, que tiene como fuente principal el n. 16 del decreto OT. En tres parágrafos el canon hace referencia a todo el n. 16 del documento conciliar. El parágrafo 1º corresponde a OT 16a; el 2º a OT 16b y el 3º a OT 16 c y d., pero en el texto del canon se pasa por alto la parte en que ese número del documento del Concilio menciona a Santo Tomás[44].

Se propone además otro canon que retoma el 1366 del código del ’17 pero solamente los parágrafos 1º y 3º con algunas modificaciones. El parágrafo 2º del canon 1366 que hacía referencia explícita a Santo Tomás desaparece. Lo curioso es que todos manifestaron su placet a estos tres cánones propuestos. No se sabe qué sucedió con el consultor que insistía en que se incluyese el nombre de Santo Tomás tanto en lo que hace a la formación filosófica como teológica. No aparece en las actas propuesta alguna en este sentido[45].

2. El esquema de 1977

Estos tres cánones sobre la formación filosófica y teológica pasan a formar parte del esquema de 1977. Entre los días 17 a 22 de diciembre de 1979 la comisión se reúne para examinar las observaciones hechas al esquema, ahora con el nombre De populo Dei. Cuando se examina el canon relativo a la formación filosófica, el canon 104 del esquema, todos manifiestan estar conformes con la redacción. El relator sin embargo aclara que «no se hace una explícita referencia a la filosofía tomista, como había sido solicitado por algunos organismos consultivos, porque esto está ya indicado en la expresión clásica: patrimonio philosophico perenniter valido»[46].

Se pasa a examinar después el can. 105 del esquema sobre la formación teológica. Se hacen algunas modificaciones de menor importancia. El texto permanece en sustancia como estaba en el esquema, sin la mención a Santo Tomás. Lo mismo sucede con el canon siguiente que retomaba el can. 1366 del código de 1917. Una omisión llamativa, dada la importancia que el magisterio de siempre e incluso el mismo Concilio, dio a la doctrina del Aquinate. A todos pareció bien la redacción de los cánones propuestos y nada se dijo sobre la inclusión de una mención explícita a Santo Tomás[47].

3. El esquema de 1980

Entre los meses de julio y agosto de 1981 una comisión de peritos en cada materia examina todas las observaciones que se hicieron al esquema del código realizado en el año 1980. Toca el turno al canon sobre la formación filosófica, ahora con el número 222. Tres padres piden que se haga expresa mención a la doctrina de Santo Tomás de Aquino en este canon: «Addatur expressa mentio doctrinae S. Thomae Aquinatis, iuxta praescripta Concilii Vaticani II»[48]. La respuesta del relator fue: Providetur in can. 223. Es decir, ya se hace mención a la doctrina del Aquinate en el canon siguiente. Claro que ese canon siguiente habla propiamente de la formación teológica. No se da lugar a la propuesta de los tres padres. De todos modos ya se había dicho que con la expresión «patrimonio filosófico perennemente válido» se quería hacer referencia a la filosofía de Santo Tomás. El canon sobre la formación filosófica permanece sin la referencia explícita al Aquinate. Es el 251 del nuevo código: «La formación filosófica, que debe fundamentarse en el patrimonio de la filosofía perenne y tener en cuenta a la vez la investigación filosófica realizada con el progreso del tiempo, se ha de dar de manera que complete la formación humana de los alumnos, contribuya a aguzar su mente y les prepare para que puedan realizar mejor sus estudios teológicos»[49].

Se pasa a examinar después el canon sobre la formación teológica, el 223 del esquema. Dos padres miembros de la comisión pidieron que en el canon 223 § 3 se haga mención a Santo Tomás, de acuerdo a la doctrina y a las mismas palabras del Concilio: «Dicatur in § 3, iuxta doctrinam ipsaque verba Concilii: “Lectiones habeantur theologiae dogmaticae…semper innixae, in quibus alumnni mysteria salutis, ope speculationis, S. Thoma praesertim magistro, intimus penetrare addiscant…”» El relator respondió así: Propositio recipitur iuxta modum, etiam quia iam Summus Pontifex sententiam hac de re protulit, per Litteras N. 56190 Secretariae Status, die 22 decembris 1980 datas. Textus ergo § 3 ita completur: «…innixae, in quibus alumni mysteria salutis, S. Thoma praesertim magistro, intimius penetrare addiscant, itemque…»[50].

Juan Pablo II ya había pedido, a través de Secretaría de Estado, varios meses antes, que se haga mención explícita a Santo Tomás en el código. El parágrafo 3º del canon se enmienda y se incluye el nombre del Aquimate. Hoy leemos en el can. 252 § 3 del nuevo código: «Ha de haber clases de teología dogmática, fundada siempre en la palabra de Dios escrita, juntamente con la sagrada Tradición, con las que los alumnos conozcan de modo más profundo los misterios de salvación, teniendo principalmente como maestro a Santo Tomás…»[51].

Se puede decir que la referencia al Aquinate en este canon se debe fundamentalmente a Juan Pablo II.

De manera que en el nuevo código encontramos una mención explícita a Santo Tomás cuando se habla de la formación teológica, can. 252; y una referencia implícita, bajo la expresión «patrimonio filosófico perenne», cuando se habla de la formación filosófica, can. 251. En el código de 1917 en cambio, se mandaba que tanto en filosofía como en teología los profesores de seminario se atengan por completo al método, doctrina y principios del Angélico Doctor, cc. 1366 § 2 y 589 § 1.

Finalmente, hacemos notar que el Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, cuando habla de la formación de los clérigos, utiliza también la expresión conciliar del decreto OT n. 15 en el canon 349 § 1:

La formación filosófica se ha de dar de forma que complete la formación de las ciencias humanas; por lo cual, teniendo presente la sabiduría antigua y reciente tanto de toda la humanidad como de la propia cultura, se busque conocer sobre todo el patrimonio filosófico perennemente válido[52].

Notamos además, que Pío XII promulgó tres quintas partes de lo que iba a ser el Código de Derecho Canónico Oriental. El 9 de febrero de 1952, con el Motu proprio Postquam apostolicis litteris, el papa promulgaba los cánones del Código de Derecho Canónico Oriental sobre los religiosos. En el can. 128 § 2 se leía:

1° En la enseñanza de la disciplina teológica los profesores tengan delante de los ojos la doctrina de los santos padres y de los doctores de la Iglesia.

2° Igualmente los profesores en el transmitir los estudios de la filosofía racional y de la teología, y en el formar en estas disciplinas a los alumnos, sigan y tengan santamente el método, la doctrina y los principios que, sobre las huellas de Juan Damasceno, el doctor Angélico Tomás de Aquino ha transmitido y profesado[53].

Este código no llegó a promulgarse por entero, ya que convocado el Concilio Vaticano II, previendo que la disciplina canónica de la Iglesia sería revisada de acuerdo a los principios del Concilio, la redacción del código oriental fue interrumpida. Sin embargo esas tres quintas partes estuvieron en vigor y tenían fuerza de ley hasta la promulgación del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales en 1990.

III Santo Tomás de Aquino Doctor universal

Diferentes «títulos» se le han dado a Santo Tomás a lo largo de los siglos. Como el de Doctor eximius, desde 1282; o el de Venerabilis doctor (pater, vir, magister) en las actas de los capítulos generales desde 1278. Tolomeo de Lucca asegura en 1317 que ya se le llamaba communis Doctor en la universidad de París[54]. También se le llamó Doctor angelicus, título atribuido al santo en la segunda mitad del siglo XV.

Pero el título que de algún modo compendia todos los demás es el que le dio Pío XI en la encíclica Studiorum ducem: el de doctor universal. Así se expresaba el papa:

Y nosotros, mientras nos hacemos eco de este coro de alabanza dado a aquel sublime ingenio, aprobamos que no solo sea llamado Angélico, sino que también le sea dado el nombre de Doctor Universal, puesto que la Iglesia ha hecho suya su doctrina, como muchísimos documentos lo atestiguan. Y como sería demasiado largo exponer aquí todas las razones adoptadas por nuestros predecesores en relación a este argumento, bastará que nosotros demostremos que Tomás escribió animado por el espíritu sobrenatural y que sus escritos han de juzgarse de naturaleza universal[55].

Sus escritos deben juzgarse de naturaleza universal porque conoció a todos los grandes doctores de la iglesia, los de oriente y los de occidente, y los conoció de tal manera que mereció que se diga de él que tuvo la inteligencia de todos ellos: «así como tuvo en gran veneración los antiguos doctores, así pareció que de todos ellos heredó la inteligencia»[56], y también Juan XXII, poco de después de la muerte del Aquinate, dijo a los Cardenales reunidos en consistorio que Tomás «iluminó a la Iglesia de Dios más que cualquier otro doctor; y saca más provecho quien estudia sus libros por un año solo que el que sigue la enseñanza de otros por el curso de toda la vida».

Es universal por la influencia que tuvo y tiene en el magisterio de la Iglesia. San Pío X en el Motu proprio «Angelici doctoris » afirmaba: «Después de la muerte beata del Santo Doctor, no ha habido en la Iglesia algún concilio donde él no haya estado presente con su preciosa doctrina».

Es universal porque la filosofía del Angélico, su «método, principios y doctrina», trasciende el tiempo y el espacio. El papa Pablo VI escribía:

La filosofía de Santo Tomás posee una aptitud permanente para guiar al espíritu humano hacia el conocimiento de la verdad, la verdad del ser mismo, su objeto primero, al conocimiento de los primeros principios, y al descubrimiento de su causa trascendente, Dios. Ella escapa por tanto a la situación histórica particular del pensador que la liberó e ilustró como “la metafísica natural de la inteligencia humana”. Así nosotros podemos decir que, “reflejando las esencias de las cosas realmente existentes en su verdad cierta e inmutable, no es ni medieval ni consustancial a alguna nación particular; sino que trasciende el tiempo y el espacio, y no es menos válida para todos los hombres de hoy”[57].

Es universal porque su filosofía nos pone en contacto con el ser. Pío XI afirmó:

En el Tomismo se encuentra, por así decir, una especie de Evangelio natural, un cimiento incomparablemente firme para todas las construcciones científicas, porque el Tomismo se caracteriza ante todo por su objetividad; las suyas no son construcciones o elevaciones del espíritu puramente abstractas, sino construcciones que siguen el impulso real de las cosas (…) Nunca decaerá el valor de la doctrina tomista, pues para ello tendría que decaer el valor de las cosas[58].

Es universal además porque sus principios, método y doctrina filosófica, están en consonancia con el recto modo de pensar y en armonía con la divina revelación, lo cual hace que sea muy eficaz para salvaguardar los fundamentos de la fe. Es la filosofía que defiende el valor del conocimiento humano, de su capacidad para conocer el ser y todos los principios de la metafísica. En este sentido, el papa santo Pío X en el Motu propio Doctoris Angelici, decía: «así pues, todos cuantos se dedican al estudio de la filosofía o de la sagrada teología saben ya lo que dijimos en otra ocasión: que se exponen a grave detrimento si se apartan en lo más mínimo de Santo Tomás, sobre todo en cuanto a la metafísica». Y Pío XI afirmaba que «su metafísica, si bien hoy no raramente impugnada, mantiene todavía toda su fuerza y esplendor, como oro que ningún ácido pueda alterar; por eso bien agrega nuestro predecesor: alejarse del Aquinate, especialmente en la metafísica, no puede ser sin grande daño»[59].

Conclusión

La Iglesia ha sido constante a lo largo de los siglos en proponer a Santo Tomás como maestro a seguir tanto en filosofía como en teología. Particularmente desde León XIII hasta nuestros días todos lo papas se han referido a Santo Tomás como el filósofo y teólogo «oficial» de la Iglesia católica. Lo han hecho de diferentes maneras, de acuerdo a los tiempos y circunstancias. De manera más incisiva León XIII en la Aeterni patris. Imponiendo como verdadera obligación el tener a Santo Tomás como maestro Pío X en la Pascendi: «Lo principal que es preciso notar es que, cuando prescribimos que se siga la filosofía escolástica, entendemos principalmente la que enseñó Santo Tomás de Aquino, acerca de la cual, cuanto decretó nuestro predecesor queremos que siga vigente y, en cuanto fuere menester, lo restablecemos y confirmamos, mandando que por todos sea exactamente observado. (…) A los obispos pertenecerá estimular y exigir, si en alguna parte se hubiese descuidado en los seminarios, que se observe en adelante, y lo mismo mandamos a los superiores de las órdenes religiosas».

El código de 1917 imponía también a los profesores de seminarios una verdadera obligación de exponer la filosofía y la teología ateniéndose por completo al método, doctrina y principios de Santo Tomás, en el can. 1366 § 2 y 589 § 1 para los religiosos.

Con otro tono el concilio vaticano II se refiere a Santo Tomás como maestro a seguir. Decimos con otro «tono», ya que el Concilio no insiste en sus textos en el carácter vinculante de sus disposiciones en relación a Santo Tomás. Tanto es así que Pablo VI y Juan Pablo II han tenido que aclarar más de una vez que el Concilio no ha cambiado la postura de la Iglesia en relación a la importancia del pensamiento del Aquinate. Pablo VI afirmaba en la carta Lumen Ecclesiae: «También el Concilio Vaticano II ha recomendado a Santo Tomás, dos veces, a las escuelas católicas (…) Es la primera vez que un Concilio Ecuménico recomienda a un teólogo, y éste es Santo Tomás. En cuanto a nosotros, entre otras cosas, baste repetir las palabras que pronunciamos en otra ocasión: “Los que tienen encomendada la función de enseñar… escuchen con reverencia la voz de los Doctores de la Iglesia, entre los que ocupa un lugar eminente Santo Tomás”»[60].

Juan Pablo II decía: «El hecho de que no se haya insistido en los textos conciliares y postconciliares sobre el aspecto vinculante de las disposiciones sobre el seguimiento de Santo Tomás como “guía de los estudios” – según quiso llamarlo Pío XI en la encíclica Studiorum Ducem – lo han interpretado bastantes como autorización para dejar la cátedra del antiguo Maestro y abrirse así a los criterios del relativismo y del subjetivismo en los diversos campos de la “sagrada doctrina”»[61] Y continúa el papa: «En cuanto a su función de guía de los estudios (la de Santo Tomás), la Iglesia ha preferido, al confirmarla, apoyarse más que en las directrices de tipo jurídico, en la madurez, y sabiduría de los que intentan acercarse a la Palabra de Dios con deseo sincero de descubrir y conocer cada vez más a fondo su contenido y comunicarlo a los demás, especialmente a los jóvenes que se le confían para que les enseñe».

No se puede negar que el Concilio haya confirmado las precedentes prescripciones de la Iglesia en relación a la doctrina de Santo Tomás. Las circunstancias en las cuales se produjo esta reafirmación de la doctrina del Angélico, nada menos que un Concilio Ecuménico, circunstancia del todo extraordinaria, le dan a esa reafirmación una solemnidad del todo singular y sin precedentes. Además, considerando el contexto en el cual aparece, en el marco de la renovación de la Iglesia trazado por el mismo Concilio, hace que la importancia atribuida a la doctrina de Santo Tomás resulte en cierto modo todavía más importante de lo que lo fue en el pasado[62].

El nuevo código sigue los pasos del Concilio, aunque tratándose de norma canónica no se puede decir que el tener a Santo Tomás como maestro, tanto en filosofía como en teología, no tenga carácter de obligación.

Lo mismo se debe decir del magisterio post-conciliar. Incansablemente ha propuesto a Santo Tomás como maestro y mandado que se estudie. Lamentablemente este magisterio no ha sido suficientemente escuchado. Hecho que constaba con toda verdad Juan Pablo II: «Si en diversas circunstancias ha sido necesario intervenir sobre este tema, reiterando el valor de las intuiciones del Doctor Angélico e insistiendo en el conocimiento de su pensamiento, se ha debido a que las directrices del Magisterio no han sido observadas siempre con la deseable disponibilidad. En muchas escuelas católicas, en los años que siguieron al Concilio Vaticano II, se pudo observar al respecto una cierta decadencia debido a una menor estima, no sólo de la filosofía escolástica, sino más en general del mismo estudio de la filosofía»[63].

La Iglesia no entiende con esto proponer a Santo Tomás como maestro exclusivo, como si no pudiesen estudiarse también otros, sino que lo propone como principal y primero, como maestro y guía. Podemos estudiar y conocer a otros filósofos y teólogos, pero distinto es tenerlos como principales «maestros». Pablo VI decía: «Al declararlo Doctor Común y hacer de su doctrina la base de la enseñanza eclesiástica, el magisterio de la Iglesia no ha pretendido constituirlo maestro exclusivo, ni imponer cada una de sus tesis, ni excluir la legítima diversidad de escuelas y de sistemas, y menos aún proscribir la justa libertad de investigación. La preferencia dada al Aquinate – preferencia y no exclusividad – se refiere tanto a la realización ejemplar de la sabiduría filosófica y teológica como al armonioso acuerdo que él ha sabido establecer entre la razón y la fe»[64]. No seríamos fieles al método tomista si excluyésemos a priori el estudio de otros autores. Santo Tomás nos enseña ante todo a dialogar y confrontarnos con los distintos pensadores, en orden a descubrir y hacer brillar más la verdad. Debemos nosotros también seguir su ejemplo. «Se sabe que [S. Tomás] entablaba con todos los pensadores del pasado y de su tiempo —cristianos y no cristianos— una especie de diálogo intelectual. Estudiaba sus sentencias, opiniones, dudas y dificultades, intentando comprender su íntima raíz ideológica y no pocas veces sus condicionamientos socio–culturales. Luego, exponía su pensamiento, especialmente en las Quaestiones y en las Summae. No se trataba sólo de un inventario de dificultades que había que resolver o de objeciones que había que refutar, sino de un planteamiento dialéctico del procedimiento, que lo impulsaba a la búsqueda y a la elaboración de tesis seguras sobre los puntos que eran objeto de reflexión o de discusión»[65].

Pero para poder entablar un diálogo con los hombres de nuestro tiempo, sin apartarnos de la verdad, es necesario tener la cabeza bien formada, lo cual no es posible si no se tiene a Santo Tomás como primer maestro.

Nosotros afirmamos fuertemente que es necesario estudiar a Santo Tomás, y no sólo conocerlo a través de otros autores, sino ir directamente a la fuente. No sólo debemos seguirlo en teología, sino que también, y sobre todo, en filosofía.

Con el papa Pablo VI decimos: «también nosotros, como hizo Pío XI, recomendamos a todos los que deseen formarse un criterio maduro acerca de la postura que hay que adoptar en esta materia: ¡Id a Tomás! Buscad y leed las obras de Santo Tomás – repetimos con gusto – no sólo para encontrar alimento espiritual seguro en aquellos opulentos tesoros, sino también y ante todo, para daros cuenta personalmente de la incomparable profundidad, riqueza e importancia de la doctrina que contienen»[66].


[1] Cf. Jean Pierre Torrell, Iniciación a Tomás de Aquino, Pamplona 2002, p. 325.

[2] Cf. J. L. Bruguès, Discurso pronunciado el 28 de noviembre de 2008 en el Angelicum, con ocasión del congreso organizado por los 30 años de la fundación de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA), en L’Oservatore Romano, edición cotidiana en lengua italiana, 29 de noviembre 2008, p. 4.

[3] No podemos traer aquí el testimonio de todos los Papas que alabaron y honraron la doctrina de Santo Tomás. León XIII en su encíclica Aeterni Patris menciona algunos testimonios de sus predecesores: «Pero lo que es más, los Romanos Pontífices nuestros predecesores, honraron la sabiduría de Tomás de Aquino con singulares elogios y testimonios amplísimos. Pues Clemente VI (Bulla In Ordine), Nicolás V (Breve ad FF. ad. Praedit. 1451), Benedicto XIII (Bulla Pretiosus) y otros, atestiguan que la Iglesia universal es ilustrada con su admirable doctrina; San Pío V (Bulla Mirabilis), confiesa que con la misma doctrina las herejías, confundidas y vencidas, se disipan, y el universo mundo es libertado cotidianamente; otros, con Clemente XII (Bulla Verbo Dei ), afirman que de sus doctrinas dimanaron a la Iglesia católica abundantísimos bienes, y que él mismo debe ser venerado con aquel honor que se da a los Sumos Doctores de la Iglesia: Gregorio, Ambrosio, Agustín y Jerónimo; otros, finalmente, no dudaron en proponer en las Academias y grandes liceos a Santo Tomás como ejemplar y maestro, a quien debía seguirse con pie firme. Respecto a lo que parecen muy dignas de recordarse las palabras del B. Urbano V: “Queremos, y por las presentes os mandamos, que adoptéis la doctrina del bienaventurado Tomás, como verídica y católica, y procuréis ampliarla con todas vuestras fuerzas” (Const. 5ª dat die 3 Aug. 1368 ad Cancell. Univ. Tolos). Renovaron el ejemplo de Urbano en la Universidad de estudios de Lovaina Inocencio XII (Litt. in form. Brer., die 6 Febr. 1694), y Benedicto XIV (Litt. in form. Brer., die 21 Aug. 1752), en el Colegio Dionisiano de los Granatenses. Añádase a estos juicios de los Sumos Pontífices, sobre Tomás de Aquino, el testimonio de Inocencio VI, como complemento: “La doctrina de éste tiene sobre las demás, exceptuada la canónica, propiedad en las palabras, orden en las materias, verdad en las sentencias, de tal suerte, que nunca a aquellos que la siguieren se les verá apartarse del camino de la verdad, y siempre será sospechoso de error el que la impugnare” (Serm. de S. Tom.)». ASS 11 (1878-1879) 97-115.

[4] Cf. C. Fabro, Breve Introduzione al Tomismo, Opere Complete vol. 16, EDIVI Segni 2007, 67.

[5] Cf. Ibid.

[6] Pio XII, Discurso en la Pontificia Universidad Gregoriana, 17 de octubre de 1953, en AAS 45 (1953) 682-690.

[7] Cf. C. Fabro, Breve Introduzione al Tomismo, 68.

[8] Cf. C. Fabro, Breve Introduzione al Tomismo, 69.

[9] ASS 13 (1879-1880) 56-59.

[10] AAS 6 (1914) 336-341.

[11] Cf. C. Fabro, Breve Introduzione al Tomismo, 75.

[12]  Cf. Dubia ‘Cum Summus’, 7-III-1916, en AAS 8 (1916) 156-157.

[13] Can. 1366, § 2: «Los profesores han de exponer la filosofía racional y la teología e informar a los alumnos en estas disciplinas ateniéndose por completo al método, sistema y principios del Angélico Doctor y siguiéndolos con toda fidelidad». Y el can. 589, § 1 disponía: «Los religiosos debidamente instruidos en las disciplinas inferiores, han de aplicarse con solicitud a los estudios de Filosofía durante un bienio, al menos, y a los de Teología, siquiera durante un quadrienio, siguiendo la doctrina de Santo Tomás a tenor del can. 1366, § 2, según las instrucciones de la Sede Apostólica».

[14]  AAS 13 (1921) 329-335.

[15] Pío XI, enc. Studiorum Ducem, en AAS 15 (1923) 314.

[16] Puede verse: carta Quandoquidem qui sacris al Maestro General de la Orden de los Predicadores, 7 de marzo de 1942; Alocución Quamvis inquieti al nuevo General de la Compañía de Jesús (17-IX-46); Discurso De Grand Coeur a los miembros del Congreso Internacional de Estudios Humanísticos (25-IX-49); Discurso Animus noster  con ocasión del cuarto centenario de la Universidad Gregoriana (17-X-1953: AAS 45 [1953] 682-690).

[17] AAS 52 (1960) 823.

[18] «Theologia dogmatica ita disponatur ut ipsa themata biblica primum proponantur; quid Patres Ecclesiae Orientis et Occidentis ad singulas Revelationis veritates fideliter transmittendas et enucleandas contulerint necnon ulterior dogmatis historia -considerata quoque ipsius relatione ad generalem Ecclesiae historiam- alumnis aperiatur; deinde ad mysteria salutis integre quantum fieri potest illustranda, ea ope speculationis, S. Thoma magistro, intimius penetrare eorumque nexum perspicere alumni addiscant». Aquí el texto conciliar tiene una nota, la n. 36, que manda a un discurso de Pío XII, Sollemnis conventus, del 24 de junio de 1939 y a uno de Pablo VI en la universidad Gregoriana, del 12 de marzo de 1964. Ambos discursos son importantes para entender el significado que tiene la referencia a Santo Tomás.

[19] «Propositio 15 “De studiis philosophicis reconoscendis” nullam mentionem facit S. Thomae Aquinatis et in propositione 16, quae inscribitur “institutio theologica communicanda integra, harmonica et vitalis” caute, et quasi timide, in linea 26 nominatur. Non ita Doctorem Angelicum tractarunt octoginta ferme Summi Pontifices…qui eum laudibus quam plurimis extulerunt, et studiorum ducem habuerunt» Acta Synodalia, vol. III, pars VII, p. 706.

[20] Card. Döpfner, archi. di Monaco: «Momentum S. Thomae in schemate nostro modo sobrio et vere sufficenter commemoratur» Acta Synodalia, vol. III, pars VII, p.712. También el Card. Léger se expresaba en este sentido, ibid., p. 709.

[21] «Rationes sunt, 1- Ne orientalibus, qui propriis gaudent Doctoribus, imponatur doctrina scholastica; 2- Ne ipsum Concilium praeferat S. Thomam prae, e.g. S. Augustino et S. Bonaventura» Acta Synodalia, vol. III, pars, VII, p. 301. En cuanto a lo que se dice en la propuesta de los obispos de Indonesia de «no imponer la escolástica a los orientales», para darse cuenta de lo infundado de la afirmación puede verse: Josyf Slipyj, «De valore S. Thomas Aquinatis pro Unione eiusque influxu in theologiam orientalem», en Opera Omnia, Roma 1968, vol I, pp. 191-210; y también Josyf Slipyj, «S. Tommaso e la Scienza Teologica e Filosofica nell’Oriente, en Angelicum 46 (1969) Fasc. 1-2. El autor, Cardenal ucraniano, muestra cómo también en Oriente hay que cultivar el estudio de S. Tomás, en primer lugar porque la escolástica del primer período nació en Oriente y se desarrolló a partir de la teología y filosofía patrística; en segundo lugar, porque ciertamente la teología y la filosofía Oriental reflorecieron bajo el influjo de Santo Tomás y de la Escolástica, y de esa manera la unión entre ambas Iglesias ha sido promovida. En efecto, creciendo la influencia del Aquinate en Oriente, al mismo tiempo se sigue que la unión de las Iglesias ha sido confirmada.

[22] «Altioris ordinis pariter scholas, praesertim Universitates et Facultates Ecclesia sedula prosequitur cura. Quin etiam in iis quae ab ipsa dependent, organica ratione intendit ut singulae disciplinae propriis principiis, propria methodo atque propria inquisitionis scientificae libertate ita excolantur, ut profundior in dies earum intelligentia obtineatur et, novis progredientis aetatis quaestionibus ac investigationibus accuratissime consideratis, altius perspiciatur quomodo fides et ratio in unum verum conspirent, Ecclesiae Doctorum, praesertim S. Thomae Aquinatis vestigia premendo».

[23] Cf. G. Perini, «Continuità ed evoluzione delle disposizioni della Chiesa sul ruolo della dottrina di S. Tommaso nelle scuole cattoliche», en Seminarium 3 (1977) p. 666.

[24] Pío XII, enc. Humani Generis, 12 de agosto de 1950, en AAS 42 (1950), pp. 571-575.

[25] «Philosophicae disciplinae ita tradantur ut alumni imprimis ad solidam et cohaerentem hominis, mundi et Dei cognitionem acquirendam manuducantur, innixi patrimonio philosophico perenniter valido, ratione quoque habita philosophicarum investigationum progredientis aetatis, praesertim earum quae in propria natione maiorem influxum exercent, necnon recentioris scientiarum progressus, ita ut alumni hodiernae aetatis indole recte percepta ad colloquium cum hominibus sui temporis opportune praeparentur». El resaltado es nuestro.

[26] Aquí la encíclica cita el can. 1366 § 2 del código de 1917: «Los profesores han de exponer la filosofía racional y la teología e informar a los alumnos en estas disciplinas ateniéndose por completo al método, sistema y principios del Angélico Doctor y siguiéndolos con toda fidelidad». (Philosophiae rationalis ac theologiae studia et alumnorum in his disciplinis institutionem professores omnino pertractent ad Angelici Doctoris rationem, doctrinam et principia, eaque sancte teneant). Para abundar en información, como fuentes de este canon aparecen: León XIII, encycl. Aeterni Patris, 4 ag. 1879; Litt. Iampridem, 15 oct. 1879; encycl. Etsi Nos, 15 feb. 1882; ep. Officio sanctissimo, 22 dic. 1887; encycl. Providentissimus Deus, 18 nov. 1893; ep. Inter Geves, 1 may. 1894; encycl. Depuis le jour, 8 set. 1899; Pio X, litt. Ap. In praecipuis, 23 en. 1904; encycl. Pieni l’animo, 28 jul. 1906; ep. Sub exitum, 6 may. 1907; encycl. Pascendi, 8 set. 1907; motu proprio Sacrorum antistitum, 1 set. 1910, n. I; motu proprio Doctoris Angelici, 29 jun. 1914; Benedictus XV, motu proprio Non multo post, 31 dic. 1914; S.C. de Prop. Fide, instr. Ad Vic. Ap. Sin., 18 oct. 1883, n. IV, 6; S. Studiorum C., 27 jul. 1914; S.C. de Seminariis, 7 mar. 1916.

[27] Cf. Acta Synodalia, vol III, pars VII, Apendix III, pp. 793-804.

[28] Cf. «De institutione Sacerdotali» Textus emendatus et Modi a Patribus Conciliaribus propositis a Commissione de Seminariis, de studiis et de educatione catholica examinati. Typis polyglottis Vaticanis 1965, p. 89.

[29] «Ceterum in patrimonio philosophico perenniter valido ipsa S. Thomae principia significari Commissio intellexit», Cf. Ibid, p. 34.

[30] Cf. G. Perini, «Continuità ed evoluzione delle disposizioni della Chiesa sul ruolo della dottrina di S. Tommaso nelle scuole cattoliche», p 664.

[31] Cf. Motu proprio Doctoris Angelici.

[32] Memoria e Identidad, Milano 2005, p. 18.

[33] Ibid., p. 19.

[34] Ibid., p. 21.

[35] Pio XII, enc. Humani Generis, AAS 42 (1950) p. 575.

[36] He aquí el texto completo de la consulta y de la respuesta: Quaedam verba decreti conciliaris «De institutione sacerdotali» declarantur. Quaesitum fuit quid proprie et in concreto significent verba «patrimonio philosophico perenniter valido» quae leguntur in n. 15 Decreti Conciliaris «Optatam totius» de institutione sacerdotali. Respondetur relatorum verborum significationem inveniri in Litteris Encyclicis Humani Generis diei 12 augusti 1950 (AAS 42, 1950, pp. 571-575), quae indicantur in nota ad eadem verba. Constat insuper e documentis Sacrosancti Concilii, in patromonio philosophico perenniter valido Commissionem de Seminariis, de Studiis et de Educatione Catholica «S. Thomae principia significari intellexisse». Die 20 dicembris 1965.

Iosephus Card. Pizzardo Praef./ Dinus Staffa, a Secretis. Cf. Seminarium 18 (1966) p. 65.

[37] Texto original en lengua francesa, en Enchiridion Vaticanum, vol. 4, pp. 973-975: «Il n’y a aucune difficulté, certes, à admettre un sain pluralisme philosophique correspondant à la diversité des régions, des cultures, des mentalités. Il existe ainsi des voies multiples pour rejoindre les mêmes vérités qu’il est possible de présenter et d’exposer de diverses façons. Mais il est impossible d’admettre un pluralisme philosophique qui compromettrait le noyau fondamental des affirmations connexes à la révélation: il ne peut y avoir en effet de contradiction entre les vérités naturelles de la philosophie et les vérités surnaturelles de la foi. (…) Ce nœud fondamental de vérités, excluant tout relativisme historiciste et tout immanentisme matérialiste ou idéaliste, correspond à cette connaissance solide et cohérente de l’homme, du monde et de Dieu dont parle le II Concile du Vatican (Décret Optatam totius, n. 15). Le Concile veut que l’enseignement philosophique dans les Séminaires se fonde sur les richesses que le passé nous a transmises (innixi patrimonio philosophico perenniter valida, ibid.), mais qu’il n’en soit pas moins ouvert aux richesses que la pensée moderne continue d’apporter (ratione habita quoque philosophicarum investigationum progredientis aetatis, ibid.). En ce sens sont pleinement justifiées et continuent de demeurer valables les recommandations répétées de l’Eglise touchant la philosophie de saint Thomas dans laquelle ces premiers principes de vérité naturelle sont énoncés clairement et organiquement, en harmonie avec la révélation et dans laquelle se trouve en outre ce dynamisme créateur qui, tous les historiens en font foi, caractérise l’enseignement de saint Thomas et doit encore aujourd’hui caractériser l’enseignement de tous ceux qui veulent marcher sur ses traces, en opérant cette synthèse continue et nouvelle des conclusions valables reçues de la tradition et des conquêtes nouvelles de la pensée humaine».

[38] Juan Pablo II, enc. Fides et Ratio, 14 de setiembre de 1998, en AAS 91 (1999) pp. 5-88.

[39] Puede verse por ejemplo: S. Congregación para la Evangelización de los Pueblos, Algunas normas sobre la formación en los seminarios mayores, 25 de abril de 1987, n. 7; Congregación para la Educación Católica, Instrucción sobre el estudio de los Santos Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal, 30 de noviembre de 1989, n. 13. En el n. 25, el documento se refiere a Santo Tomás como «fidelísimo a la doctrina de los padres»; Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Pastores Dabo Vobis, 25 de marzo de 1992, n. 54.

[40] Cf., Pablo VI: Alocución a la Universidad Gregoriana, del 12 de Marzo de 1964, en AAS 56 (1964) 365; Pablo VI, Alocución Nous sommes particulièrment heureux al VI Congreso Internacional Tomista, del 10 de Setiembre de 1965, en AAS 57 (1965) 789 – 791; Juan Pablo II, Discurso del 17 de Noviembre de 1979 al Pontificio Ateneo Angelicum en el primer centenario de la encíclica Aeterni Patris, en AAS 71 (1979) 1472 – 1483; Juan Pablo II, Discurso del 13 de Setiembre de 1980 a los participantes en el VIII Congreso Tomista Internacional: El método y la doctrina de Santo Tomás en diálogo con la cultura contemporánea, en AAS 72 (1980) 1036-1046; también en L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de enero de 1981, p. 7; Juan Pablo II, Discurso del 4 de Enero de 1986 a los participantes del Congreso Internacional: De anima in doctrina Sancti Thomae de homine, en AAS 78 (1986) 633-637; Juan Pablo II, Discurso del 29 de setiembre de 1990 a los participantes del IX Congreso Tomista Internacional, en AAS 83 (1991) 404-410; Juan Pablo II, Discurso del 28 de Setiembre de 1991 al III Congreso de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino: Ética y sociedad contemporánea, en AAS 84 (1992) 602-606; Juan Pablo II, Carta Apostólica Inter munera Academiarum, 28 de enero de 1999, en AAS 91 (1999) 849-853; Juan Pablo II, Mensaje a los participantes del congreso internacional sobre el humanismo cristiano a la luz de Santo Tomás, 21 de setiembre de 2003, en Pontificia Academia Sancti Thomas Aquinatis, Atti del congresso Internazionale su L’umanesimo Cristiano nel III millennio, Vatican City 2004, vol I, pp. XVII- XX; Benedicto XVI, Angelus del 28 de enero de 2007.

[41] Cf. Communicationes 8 (1976) p. 108.

[42] Cf. Communicationes 8 (1976) pp. 118-119.

[43] Cf. Communicationes 8 (1976) p. 146.

[44] Cf. Communicationes 8 (1976) p. 147.

[45] Cf. Communicationes 8 (1976) p. 147ss.

[46] Communicationes, 14 (1982) p. 52.

[47] Cf. Communicationes 14 (1982) p. 52-54.

[48] Communicationes, 14 (1982) p. 165.

[49]Can. 251 – Phiosophica institutio, quae innixa sit oportet patrimonio philosophico perenniter valido, et rationem etiam habeat philosophicae investigationis progredientis aetatis, ita tradatur, ut alumnorum formationem humanam perficiat, mentis aciem provehat, eosque ad studia theologica peragenda aptiores reddat.

[50] Communicationes, 14 (1982) p. 165

[51] Can. 252 § 3 – Lectiones habeantur theologiae dogmaticae, verbo Dei scripto una cum sacra Traditione semper innixae, quarum ope alumni mysteria salutis, s. Thoma praesertim magistro, intimius penetrare addiscant…

[52] Can. 349 § 1 – Philosophica institutio eo tendat, ut formationem in sentiis humanis perficiat; quare, ratione habita sapientiae tum antiquae tum recentis aetatis sive universae familae humanae sive praesertim propriae culturae, quaeratur imprimis patrimonium philosophicum perenniter validum.

[53] «§2.1° In Theologicis disciplinis tradendis professores prae oculis habeant sanctorum patrum ac doctorum ecclesiae doctrinam; 2° Iidem professores in philosophiae rationalis ac theologiae studiis tradendis et in instituendis, in his disciplinis, alumnis, sectentur sancteque teneant rationem, doctrinam et principia, quae, praeeunte Ioanne Damasceno, angelicus doctor s. Thomas Aquinas tradidit ac professus est».

[54] Cf. Jean Pierre Torrel, Iniciación a Tomás de Aquino: su persona y su obra, Pamplona 2002, 346-347.

[55] «Nos vero haec tanta divinissimo ingenuo tributa praeconia sic probamus ut non modo Angelicum, sed etiam Communem seu universalem Ecclesiae Doctorem appellandum putemus Thomam, cuius doctrinam, ut quam plurimis in omni genere litterarum monumentis testata est, suam Ecclesia feeerit. At enim, quia prope infinitum est, quascumque rationes in hac causa decessores Nostri explicarunt, cunctas hic exsequi, tantum videtur Nobis ostendere, et Thomam supernaturali animatum spiritu, unde vivebat, scripsisse, et eius scripta, in quibus omnium sacrarum disciplinarum principia legesque tradantur, universalis dicenda esse naturae».

[56] Cf. León XIII, Encíclica Aeterni Patris, 4 de agosto de 1879.

[57] Alocución Nous sommes particulièrment heureux al VI Congreso Internacional Tomista, 10 de Setiembre de 1965, p. 790: «La philosophie de saint Thomas possède une aptitude permanente à guider l’esprit humain vers la connaissance du vrai, la vérité de l’être même qui est son objet premier, la connaissance des premiers principes, et la découverte de sa cause transcendante, Dieu. Elle échappe par là à la situation historique particulière du penseur qui l’a dégagée et illustrée comme “la métaphysique naturelle de l’intelligence humaine”. Aussi avons-Nous pu dire que, “reflétant les essences des choses réellement existantes dans leur vérité certaine et immuable, elle n’est ni médiévale ni propre à quelque nation particulière; mais qu’elle transcende le temps et l’espace, et n’est pas moins valable pour tous les hommes d’aujourd’hui” (Lettre au T.R.P. A. Fernandez, Maître général des Frères Prêcheurs, le 7 mars 1964; A.A.S. LVI, 1964, p. 303)».

[58] Discorsi di Pio XI, vol. I, Turín 1960, pp. 668-669.

[59] Encíclica Studiorum ducem: «Eiusdemque de metaphysicis dottrina, quamquam frequenter adhuc iniquorum iudicum acerbitatem natta est, tamen, quasi aurum, quod nulla acidorum natura dissolvitur, vim splendoremque suum etiam nunc integrum retinet; recte igitur idem decessor Noster: « Aquinatem deserere, praesertim in re metaphysica, non sine magno detrimento esse».

[60] N., 24.

[61] Discurso del 29 de setiembre de 1990 a los participantes del IX Congreso Tomista Internacional, n. 5.

[62] G. Perini: «Continuità ed evoluzione delle disposizioni della Chiesa sul ruolo della dottrina di S. Tommaso nelle scuole cattoliche» p. 666-667.

[63] Enc. Fides et Ratio, n. 61.

[64] Alocución Nous sommes particulièrment heureux al VI Congreso Internacional Tomista, 10 de Setiembre de 1965, p. 791.

[65] Pablo VI, Lumen Ecclesiae, n. 19.

[66] Ibid.

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