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Morder la realidad, P. Carlos M. Buela, IVE

Santo Tomás de Aquino - Cornelio Fabro - instituto verbo encarnado

Morder la realidad, P. Carlos M. Buela

images-jmj-JMJ_Group2Una de las preguntas que muchas veces nos hacen es la siguiente, ¿por qué ustedes “muerden” la realidad? Por ejemplo, en misiones populares solemos tener mucho fruto, como se decía antes, solemos “dar vuelta los pueblos”; en ejercicios espirituales también solemos tener muchos frutos en conversiones, vocaciones, etc.; en los apostolados con niños, con jóvenes, con hombres, con los enfermos…; en las jornadas; en los campamentos; en los colegios, nuestros alumnos suelen tener entusiasmo por ir al colegio; en la formación de sacerdotes…; en las fiestas; en la predicación; en la celebración de la Santa Misa, etc.

Ese “morder” la realidad, es como un clavar los dientes en la misma, en el sentido de saberla cambiar enseñoreándola para Cristo. Es saber obrar de manera eficaz.

Ciertamente que es por gracia de Dios, a pesar de nuestros innumerables pecados, defectos y fallas. Pero ¿cómo, en concreto, se nos posibilita “morder” la realidad?

Tratando de hacer una aproximación, como buscando una respuesta, como insinuando algunas líneas de posible búsqueda, a mi modo de ver, se debe a algunas ideas previas; a presupuestos que a veces no solemos tener en cuenta porque simplemente los vivimos. Creo que eso se debe fundamentalmente a la formación metafísica.

I

Notable es la diferencia entre la metafísica de Aristóteles y la de Santo Tomás. A éste la noción de creación le permite llegar:

– al actus essendi,

– al esse ut actus, como acto de todos los actos; y

– al Ipsum esse subsistens, al mismo Dios, al Dios vivo y verdadero, al Yahve de la revelación del Sinaí.

¿Por qué la noción de creación: “creatio ex nihilo sui et subjecti”, que no tenía Aristóteles, le permite a Santo Tomás, usando solo de su razón, llegar a una concepción tal del esse?

Porque la noción de creación, que Santo Tomás ciertamente conoce por la revelación, le asegura un corte, una fractura, entre el esse de Dios y el esse de las criaturas. No se puede, por así decirlo, transitar de manera homogénea, del ser de Dios al ser de las criaturas y viceversa. Ese corte es, hablando en absoluto, de distancia infinita –simpliciter diversa– y, solo en algún aspecto, iguales –secundum quid eadem–.

De ahí que la noción de creación, tal como la tiene Santo Tomás por la Revelación, impide todo panteísmo, toda cosmogonía, toda teogonía, todo antropomorfismo en Dios, todo gnosticismo. Y, si se me permite decirlo, impide toda filosofía aburrida, nominalista y formalista, porque la realidad es un himno: “Los cielos cantan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento” (Sal 19,2). Por tanto, ¡el Esse es un himno!

El olvido u oscurecimiento de la noción de creación traerá aparejado, necesariamente, una velación de la correcta concepción del esse, un desconocimiento del acto de todos los actos y de la causalidad trascendental y, por tanto, producirá, ineluctablemente, distintas formas de ateísmo.

Por eso, así como por sobre la creación primordial aletea el Espíritu Santo (cf. Gen 1,2), así sobre el esse también aletea el Espíritu Santo.

II

Pero hay más aún. Hay algo que permite que realmente se trabaje por la evangelización de una manera eficaz, mordiendo la realidad. Por encima de Aristóteles y por encima de la escolástica decadente, esencialista, formalista… estimo que no solo campea la noción de creación, sino, además, la noción de encarnación redentora.

No que el filósofo católico haga una suerte de filosofía confesional, que tuviese como punto de partida los datos de la revelación y como luz de su investigación la fe. No.

Sino que manteniéndose estrictamente en su campo propio, basándose en la realidad natural y a la sola luz de su razón natural, encuentra que su campo de visión se amplía, su intelecto se potencia y trabaja mejor, porque es un entendimiento sanado, elevado y perfeccionado por la gracia y que, por así decirlo, entra en contacto con los verdaderos misterios que son plenitud de ser, que lo iluminan.

Así por ejemplo:

* No ve en las realidades metafísicas como un ocultamiento nominal de la realidad de las cosas. No son para él “flatus vocis”: esencia y esse, esse in actu y esse ut actu, acto y potencia, sustancia y accidente, forma y materia, causas –final, eficiente, formal, material– y efectos… no son en absoluto meras invenciones o artificios del pensamiento, sino realidades vívidas y vividas porque sobre ellas aletea el Espíritu de Dios, pero, también, porque ellas son figura, a su modo, del Verbo: “Todo se hizo por Él y sin Él no se hizo nada de cuanto existe…El Verbo era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo… En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por Él…” (Jn 1,3. 9-10). Y si es verdad que “Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura…”, no sólo por las realidades físicas como el cielo, la tierra, los mares y montañas, sino también por lo más real de lo real, por las realidades metafísicas, por la esencia y el esse, por esse in actu y esse ut actu, acto y potencia, sustancia y accidente, forma y materia, causas –final, eficiente, formal, material– y efectos, trascendentales del ser, predicamentos … “y yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de su hermosura”(1). Todo el universo del ente móvil, del ente animado, del ente lógico, del ente matemático, del ente en cuanto ente, de su conocimiento, del obrar del ente racional y libre, del ente en cuanto bello… todo eso ha quedado vestido con la hermosura del Verbo, del “Ipsum esse subsistens”. Y sabemos que sólo Dios es Dios y sólo Él es adorable.

* Primado de la Persona del Verbo, de la unión hipostática: “un solo y el mismo Hijo… se ha de reconocer a un solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito… en una sola persona y en una sola hipóstasis… uno solo y el mismo Jesucristo…” según la fórmula inmortal de Calcedonia (2). ¿No verá aquí el filósofo católico, que la realidad de las realidades lo lleva como de la mano a la “reductio ad unum“?, ¿A no aceptar ningún tipo de visión dualista y maniquea de la realidad?, ¿A no caer en falsas dialécticas en un mundo en que Hegel es el maestro de casi todos, incluso de los católicos?

* Las dos naturalezas… “él mismo perfecto en la divinidad y él mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente y él mismo verdaderamente hombre … Consustancial al Padre en cuanto a su divinidad y él mismo consustancial a nosotros según su humanidad… que se ha de reconocer uno sólo… en dos naturalezas…” ¿No nos lleva a respetar al máximo la realidad, consistencia, autonomía y fines de realidades aparentemente opuestas y aún excluyentes? Naturaleza y gracia, razón y fe, filosofía y teología, mundo e Iglesia… ¿no encuentran su resolución e iluminación última en el misterio de los misterios, en la encarnación del Verbo?, ¿acaso no es eso lo que nos impide desbarrar en falsos monismos que pretenden uniformar toda la realidad, como hace toda forma de gnosticismo?

* Que se unan “sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación”, por la asunción de la naturaleza humana por parte de la divina, ¿no nos hace entender que la realidad no puede ser el “toju baboju” primordial, el caos, sino el cosmos, y que la multiplicidad se resuelve en cosmos por la unión de orden, unión jerárquica de los aparentemente opuestos?, ¿cómo no ver en ello la primacía de lo eterno sobre lo temporal, de la fe sobre la razón, de lo moral sobre lo técnico, de la gracia sobre la naturaleza? Y ¿por qué no… del acto sobre la potencia, del esse ut actu sobre el esse in actu, del esse sobre la esencia, de la sustancia sobre el accidente…? No, no hay una suerte de unión amorfa, indeterminada, gnóstica, más parecida al caos que al cosmos… Nos lo dice la noción de creación, de encarnación redentora y nuestra razón…

* “No borrada la diferencia de naturaleza por causa de la unión, conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona… no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo…”. No borrada la consistencia propia de las realidades metafísicas y aún temporales, sino, por así decirlo, como transfiguradas. La redención que debe llegar a toda la realidad auténticamente humana, debe llegar específicamente al mundo del pensamiento del hombre, por eso la pastoral de la inteligencia debe ser la primera pastoral, recordando siempre que:

     – “nada de lo humano me es ajeno”;

     – “no es redimido lo que no es asumido”, y no podemos ayudar a la redención del hombre si no conocemos lo que constituye y distingue al hombre que es su pensar… De allí la suma importancia de conocer de verdad el pensamiento moderno, para saber vacunar al hombre moderno contra la cultura moderna, atea, inmanente, laicista, consumista, hedonista, permisiva, de la muerte…

III

Estimo que es la luz superior de la fe en estos sagrados misterios, que iluminan las mismas realidades humanas del conocimiento y la voluntad, la que nos permite “morder la realidad”:

* En espiritualidad, sin caer en poses, en ostentación, en falsa mística, en exterioridades, en sensiblería, en falso pietismo…

* En lo doctrinal, siendo fieles a Pedro y a los Obispos unidos a él, al auténtico Tomás, a los Santos Padres…

* En lo pastoral, predicando auténticos ejercicios espirituales (sin olvidar nunca que la esencia de los mismos está, sobre todo, en la conversión y la recta elección), misiones populares (que deben buscar la conversión de los pecadores), catequesis: con hombres, jóvenes, niños… que deben llevar siempre al conocimiento y amor de Jesucristo vivo.

Asumió carne real …“se hizo carne” (Jn 1, 14). Debemos saber llegar a la realidad para evangelizarla, y estimo que por un proceso inverso al del conocimiento de la naturaleza de Dios: en esta es primero la vía de afirmación, luego, la de negación y, más tarde, la de eminencia; por el contrario, en la evangelización de la cultura, primero debe ser la negación, luego la afirmación y finalmente la elevación, según aquello del Beato Isaac Stella acerca de la encarnación del Verbo “Suprimió lo diabólico, asumió lo humano y le comunicó lo divino”.

Así como San Beda, el Venerable, decía que San Juan Bautista “había evangelizado la libertad de una paz que viene de arriba” (3), debemos evangelizar la inteligencia en lo que tiene de más profundo, que es la metafísica, y sólo así se podrán evangelizar auténticamente las culturas del hombre.

Sabiendo tener una visión sacerdotal de la realidad, que deriva del misterio del Verbo Encarnado –contra los socinianos– por la cual toda la realidad auténticamente humana es camino para llegar al Padre, adorándolo en espíritu y en verdad (cfr. Jn 4,23-24), dándole la gloria y la alabanza de la que sólo Él es digno, en el Espíritu Santo.

Nosotros estamos convencidos, que tanto los dos esbozos de cristiandad que ha conocido la historia: la bizantina de Constantino y la romano-germánica de Carlomagno, ambas, imperfectas, en cierto sentido, han fracasado, así como han fracasado tantas “espiritualidades” insustanciales, tantas “teologías” sin fundamento y tantas “pastorales” que terminan en estruendosos fracasos. Y, ¿cuál es la razón profunda de tanto fracaso?: “Han fracasado porque, en la práctica, han desconocido el gran misterio de la Encarnación…” (4).

La Virgen del Ángelus nos lleve siempre de su mano para que conozcamos plenamente el misterio que luego de su sí, se realizó en sus entrañas de Madre.


NOTAS

(1) San Juan de la Cruz, Poesías.

(2) Dz. 148

(3) Liturgia de las Horas, t. IV, p. 1331.

(4) cf. Julio Meinvielle, Hacia la Cristiandad, Adsum (Bs. As. 1940), 89.

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Comments 1

  1. Hola P. Carlos:
    Estoy totalmente de acuerdo con usted. La falta de una “pastoral de la inteligencia” lleva al fracaso de diversas acciones pastorales. Le comento que cuando explico cómo actua Logos en nuestros loguitos, pocos se interesan: parece que no gusta hacer uso de la inteligencia por todo lo que acarrea en la conciencia.
    Muchos anhelamos una pastoral fuera de clichés.
    Reciba muchos saludos,
    María Elena Ruiz Cruz

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