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La murmuración, pecado de división

 La murmuración, pecado de división

falsedad

“El Señor ha oído vuestras murmuraciones contra Él. Pues ¿qué somos nosotros? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra el Señor” (Ex 16,8).

Dice Alonso Rodríguez en su magnífico libro Ejercicio de perfección y virtudes cristianas al hablar de la unión y caridad fraternal: “Si los soldados que se habían de unir para pelear contra los enemigos, se vuelven a pelear entre sí unos con otros, claro está que no solo no vencerán, sino que ellos se destruirán y asolarán a sí mismos… y así dice el Apóstol a los Gálatas: si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros (Ga 5,15). Si entran entre vosotros discordias, envidias y murmuraciones, sin duda os iréis consumiendo y destruyendo unos a otros. Y esto es lo que hay que temer en la Vida Consagrada, no los enemigos de fuera, ni las persecuciones y contradicciones que en el mundo se nos pueden levantar, que esas no nos dañarán. Dice muy bien San Bernardo, hablando a este propósito con sus religiosos[1]: ¿Qué cosa os podrá venir y suceder de fuera, que os pueda turbar o entristecer, si acá dentro os va bien y gozáis de la hermanable paz y caridad?[2].

Ya les decía el Apóstol a los Filipenses: “Haced todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa” (Flp 2, 14-15). Y a los cristianos de Corinto, recordándoles la triste experiencia de los Israelitas rebeldes en el desierto, les advertía: “Ni tampoco murmuréis como algunos de ellos murmuraron y perecieron bajo el Exterminador” (1Co 10, 9-10).

Santo Tomás dice, comentando estas últimas palabras:

Ni tampoco murmuréis… Después del pecado de obra y de pensamiento, se refiere al de palabra, donde disuade del vicio de murmurar, y a fin de lograr su intento, les pone por escarmiento en la culpa y en la pena a algunos judíos del Antiguo Testamento. Dice: Guardaos, pues, de murmuraciones inútiles, preservad vuestra lengua de la maledicencia; que la palabra más secreta no se pronuncia en vano, y la boca mentirosa da muerte al alma (Sab 1,11), como algunos de ellos murmuraron contra Moisés (Núm 16,11: contra Yahveh os habéis amotinado, tú y toda tu cuadrilla; porque ¿quién es Aarón, para que murmuréis contra él?).

Toda la asamblea de los hijos de Israel murmuró contra Moisés, por cuyo motivo fueron muertos por el exterminador, por el Ángel, que fuera de los términos de la tierra les dio muerte. Exterminados fueron y descendieron a los infiernos (Bar 3,19)”[3].

“Seis cosas aborrece Dios, y la séptima que detesta” –dice el libro de los Proverbios– siendo la séptima “al que siembra discordias entre sus hermanos” (Pro 6, 16.19), y esto se hace a veces por medio de la murmuración.

Aún los mismos demonios –escribe Alonso Rodríguez– con ser espíritus de división y sembradores de cizaña, el mismo Cristo dice que no se debe creer que entre sí mismos anden en división, por esta misma razón: Si pues satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo puede mantenerse en pie su reino? (Lc 11,18)”[4]. Y ahí mismo cita a Platón, quien afirma que “no hay en la república cosa más perniciosa que la discordia y desunión” (cf. República, lib. 5).

Un pasaje obligado al hablar de la murmuración, en el que se ve la sombra de discordia y mal espíritu que arroja el que murmura, es el capítulo 6 del Evangelio de San Juan. En una escena que evoca la de Moisés en el desierto frente al rebelde pueblo de Israel, los fariseos murmuran de las palabras de Cristo. No murmuréis entre vosotros, les contesta nuestro Señor.

Dice Santo Tomás, ilustrando estas palabras: “Conociendo Jesús su murmuración y reprimiéndola (comprimens), les dice no murmuréis… Pues enseñanza saludable es esta, ya que el que murmura muestra que su mente no está firme en Dios. Y por eso se dice Guardaos, pues, de murmuraciones inútiles (Sab 1,11). Pues la causa de la murmuración es su falta de fe (infidelitas)”[5]. Y un poco más abajo añade: “Como dice Agustín, de ninguna cosa se dice que Dios se ofendió más de su pueblo que de que murmuraran contra Él[6].

murmuración

Sin embargo, las murmuraciones de los fariseos nacen de su “complejo de superioridad”. Ellos mismos lo afirman, despreciando la sumisión de los simples: ¿También vosotros habéis sido engañados? ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos? Mas esta gente que no sabe la ley, es maldita (Jn 7, 47-49).

Por esto es muy llamativo lo que trae Alonso Rodríguez acerca de las tres dificultades que preveía San Ignacio para conservar la unidad en la Compañía, especialmente la segunda dificultad: “La segunda dificultad [para conservar la unidad] es que los de la Compañía por la mayor parte han de ser gente de letras; y la ciencia hincha y cría en el hombre estima de sí mismo y desestima de los otros, y cría también dureza de juiciocuanto más letrado y de mayores prendas fuere uno en la Compañía, sino tiene mucha virtud y mucha mortificación, tanto más hay que temer la desunión[7].

Por esta razón San Ignacio indicaba claramente en las Constituciones: Quien se viese ser auctor de división de los que viven juntos, entre sí o con su cabeza, se debe apartar con mucha diligencia de la tal congregación como peste que la puede inficionar mucho, si presto no se remedia (Const., parte VIII, cap. 1).

P. Pablo Trollano ive


[1] Quis ergo a foris vos conturbare, aut contristare poterit, si intus bene estis, et fraterna pace gaudetis? Serm. 29 super C. Cantic.

[2] Alonso Rodríguez, Ejercicio de perfección y virtudes cristianas, T. I, tratado cuarto, cap. 2, pág. 151.

[3] In I Cor., 528. Deinde, cum dicit Neque murmuraveritis, etc., post peccatum cordis et operis dehortatur peccatum oris. Ubi primo dissuadet murmurationis vitium; secundo adducit quosdam in exemplum, et primo culpae, ibi Sicut quidam, etc.; secundo poenae, ibi Et perierunt a serpentibus. Dicit ergo Neque murmuraveritis contra me, vel minores contra maiores. Sap. I, 11: Custodite vos a murmuratione… Sicut quidam eorum murmuraverunt contra Moysen. Num. c. XVI, 11: Murmuravit omnis congregatio fitorum Israel contra Moysen, et ideo perierunt ab exterminatore, ab Angelo scilicet, qui extra terminos terrae eos percussit. Bar. c. III , 19: Exterminati sunt, et ad inferos descenderunt.

[4] Alonso Rodríguez, Ejercicio de perfección y virtudes cristianas, T. I, tratado cuarto, cap. 2, pág. 148.

[5] Lectio 5 (933-934): Cognoscens ergo Iesus eorum murmur, respondit; et comprimens ipsum murmur eorum, dixit eis nolite murmurare et cetera. Hoc namque est salubre documentum: qui enim murmurat, ostendit mentem suam in Deo non esse firmatam, et ideo dicitur Sap. c. I, 11: custodite vos a murmuratione, quia nihil prodest. Causa autem murmuris est infidelitas eorum…

[6] Lectio 6 (953): sicut Augustinus dicit, de nulla re magis Deum offendisse populus dictus est, quam contra Deum murmurando.

[7] Alonso Rodríguez, Ejercicio de perfección y virtudes cristianas, T. I, tratado cuarto, cap. 2, pág. 152.153.

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Comments 5

  1. Muchas de las Congregaciones de la Vida Religiosa sufren de continuas murmuraciones (cultural brollil) y están prontas a desaparecer. Ojalá pudieren tener este comentario para ser leído en el refectorio.

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