TEOLOGÍA LATINOAMERICANA
El punto de partida de la Teología Latinoamericana es el antropocentrismo profesado por la nueva iglesia. Antropocentrismo no significa ocuparse de los problemas del hombre teológicamente. Ya hemos expuesto cómo la concepción de la naturaleza humana está viciada de un falso sobrenaturalismo de origen protestante, que hemos asimilado a la doctrina condenada ya de Miguel Bayo; según Rahner, Metz y otros, la Redención está cumplida y acabada en cada uno de los hombres; Cristo no asume una naturaleza humana sino la naturaleza humana. Estas son las bases que fundamentan la teología latinoamericana. “El Dios de la revelación cristiana, dice Gutiérrez Merino, es un Dios hecho hombre, de ahí la célebre expresión de Karl Barth sobre el antropocentrismo cristiano: «el hombre es la medida de todas las cosas, desde que Dios se hizo hombre»”.
Esto significa, y Gutiérrez Merino lo pasa por alto, que en la encarnación se considera asumida toda la naturaleza humana; o bien la naturaleza humana en sí misma y la elevada por la gracia se consideran unívocamente, sin ninguna distinción. Agreguemos que no es ningún “redescubrimiento de la unidad indisoluble del hombre y Dios” (TL, 29), sino el fruto de tres errores convergentes, comunes a los teólogos de la nueva iglesia (Congar, Schillebeeckx, Rahner, Metz, etc.). Tales errores son los ya señalados: un falso sobrenaturalismo; negación de la naturaleza pura o como es en sí misma. Los fines de la naturaleza humana, en su quehacer en el mundo, se consideran los propios del cristiano[1].
De aquí se desprende que el hombre no tiene más fines en su acción externa que los fines del mundo: el desarrollo de la técnica, las condiciones de vida, la convivencia, la paz, los derechos humanos, etcétera.
Entre estos fines del mundo tenemos la lucha sorda, pero real, entre los fines del mundo capitalista, de un capitalismo individualista, y los fines del mundo marxista, de un capitalismo estatal, en que todo es el estado.
Los teólogos latinoamericanos han optado por el marxismo. Ya el capitalismo masónico y laicista de la UNESCO y de las Naciones Unidas renunció a las soluciones inspiradas en la fe cristiana, o sea, en la doctrina católica. La masonería desde 1884 intenta la apostasía de nuestra Patria. Hoy el marxismo le disputa el terreno y su instrumento de penetración en Latinoamérica es la mal llamada teología latinoamericana.
La Teología Católica no tiene que decidir entre capitalismo o marxismo; no tiene que decidir porque propone una doctrina de acuerdo a las exigencias de la fe y al estado real e histórico de la naturaleza humana. Tiene en cuenta el fin sobrenatural del hombre y el sentido de su acción en el mundo. La teología de la liberación desconoce la doctrina cristiana convirtiéndola en los prejuicios de un humanismo impermeable a lo sobrenatural, apóstata y hereje, agresivo y estéril.
La doctrina social de la Iglesia es llevada a propiciar la lucha de clases, como en la Teología de la Liberación, de Gustavo Gutiérrez Merino. Monseñor Alfonso López Trujillo, en Liberación Marxista y Liberación Cristiana[2], habla casi exclusivamente del marxismo dulcificándolo, tratándolo de “humanismo”, denominación ambigua que sirve para todo. La contraposición que anuncia el epígrafe no aparece clara; más bien la liberación cristiana se disuelve en la otra. “El humanismo marxista —dice— es síntesis superior del idealismo y del materialismo” (p. 64). No sabemos si esta síntesis superior será la de Castro, la de Mao o de Brezhnev.
En estos momentos, el marxismo tiene las armas en la mano y sus centros de inteligencia en todo el continente latinoamericano. Quiere decir que no podemos presentarlo echando un velo a su materialismo y agresividad contra la Iglesia de Cristo.
En su etapa marxista, el Progresismo Católico asume como propios los nobles patronímicos de teología de la liberación o teología latinoamericana. Bajo estos nombres lo tratamos nosotros, aunque no existe en toda esta temática ni teología ni liberación. Todo el esfuerzo especulativo va ordenado a dejar la teología; por eso se ha llegado a proponer la Liberación de la Teología.
La llamada liberación latinoamericana parte de la teología del mundo y la política de Juan Bautista Metz, como ya hemos insinuado.
La teología del mundo es un mundo divorciado con la fe; la política es la organización de las cosas mundanas por el hombre, fuera del ámbito de la revelación y de la fe.
Gutiérrez Merino dice que la inteligencia de la fe comienza a hacerse también en nuestros días, siguiendo pistas inéditas: ciencias sociales, psicológicas, biológicas (TL, 25).
Aquí la fe, de la cual se menciona la inteligencia, es la fe de Metz y la nueva iglesia; no es la fe católica.
La fe católica mira a Dios; tiene por objeto la Primera Verdad, los misterios revelados, la vocación sobrenatural del cristiano.
La fe de Metz y la nueva iglesia mira al mundo; contempla el proceso histórico, no para salvarlo, sino para contemplarlo y colaborar en su desarrollo.
En la fe católica el Verbo asume una sola naturaleza humana, que por el misterio de la Cruz y los sacramentos comunica la gracia y todos los bienes de salvación.
En la fe de la nueva iglesia y la teología de la liberación, el mundo está ya redimido o asumido en el Logos. Por tanto coinciden, se da “el desposorio” entre la historia del mundo y la historia de la salvación.
Siguiendo a Metz, el movimiento liberacionista de hecho deja de ser teológico pues concibe lo político “como movimiento de emancipación y autonomía en el terreno político que llega a su madurez en la Ilustración” (p. 289). Pero en la teología latinoamericana de la liberación este movimiento madura mucho más, es un movimiento armado que siembra en el interior de los pueblos el caos de la lucha subversiva; es un tipo singular de madurez que lleva a la sedición, y por la sedición al imperialismo comunista.
Sin perseguir ningún bien real y concreto, pero con ambiciones de poder, este movimiento latinoamericano se lanza a la guerra sediciosa, rompiendo la unidad interna de los pueblos para establecer la dictadura comunista, donde el hombre pierde toda iniciativa personal y las posibilidades de una vida con cierta autonomía.
Gutiérrez Merino critica a Metz “la coexistencia pacífica de la fe (privatizada) con un mundo secularizado”. “En América Latina, agrega, la fe debe evitar la trampa de una «inocencia» ante los condicionamientos de la sociedad capitalista” (TL, 297).
Tal es el programa de acción propuesto. Combatir la sociedad llamada “capitalista” en América Latina, para establecer el comunismo. Por sociedad capitalista se entiende el actual estado de cosas, donde los comunistas no detentan el poder. Donde no tienen el poder en sus manos, llega la propaganda, la denuncia de situaciones que contribuyen a empeorar o llegan los tanques y carros de asalto. Actualmente llega la técnica de la guerrilla que promueve la sedición.
En nombre de la teología de la liberación, Gutiérrez Merino encomienda a la Iglesia hacer la denuncia profética de toda la situación deshumanizante, contraria a la fraternidad, etc. (p. 345). Claro que “la situación deshumanizante” no se refiere a Rusia ni a Cuba… Allí donde no existe el comunismo, es donde se “debe criticar la sacralización de las estructuras opresoras”. La línea de misión asignada a la doctrina social de la Iglesia no es promover un Estado Católico, o por lo menos respetuoso del derecho natural y divino, respetuoso de la libertad y vocación del hombre en el mundo y para el Cielo. Es increíble, pero lo hemos visto, que la Iglesia se comprometa a colaborar con el diablo en la instauración de un régimen ateo que lleva el odio y el terror a las sociedades humanas.
El acuerdo entre cristianos y marxistas es imposible, lo dice el sentido común, y las tentativas se han hecho siempre sobre la base de concesiones irritantes en la doctrina católica, como en el presente caso, en el cual la doctrina católica adopta la forma de un desteñido humanismo, para pasar al protestantismo, renunciar a la cristianización verdadera del mundo y arrojarse sin fuerzas en la urdimbre dialéctica del materialismo ateo.
El problema del acuerdo entre comunistas y católicos ha venido presentándose en estos últimos treinta años, Los católicos que han accedido al “diálogo”, han llevado consigo un catolicismo como el descripto más arriba.
A propósito, escribe el P. Bochenski: “Un acuerdo entre cristianos y materialistas dialécticos es totalmente imposible. Son dos formas de fe que se excluyen radicalmente”[3]. Y es evidente cómo la fe católica ha tenido que ser reinterpretada en sentido protestante por Rahner-Metz y otros, y ha tenido que ser distorsionada por los teólogos liberacionistas, para llevarla a la unión con el marxismo.
Por este motivo mencionemos a Pío XI: “Pueblos enteros están en peligro de caer de nuevo en una barbarie peor que aquella en que aún yacía la mayor parte del mundo al aparecer el Redentor. Este peligro, ya lo habéis comprendido, es el comunismo bolchevique y ateo, que tiende a derrumbar el orden social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana”[4].
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[1] GUSTAVO MERINO GUTIÉRREZ, Teología de la liberación, 43; Salamanca 1973.
[2] Mencionamos el trabajo de LÓPEZ TRUJILLO por tratarse del secretario del Celam (Conferencia Episcopal Latinoamericana). El cargo nos haría pensar en una buena refutación del materialismo ateo. Pero encontramos lo siguiente: “¿Dónde se descubre la causa del éxito del marxismo?… Últimamente hemos presenciado las terribles represiones de Hungría y Checoslovaquia… No parece buen camino explicar los triunfos del marxismo por sus desaciertos. No es esto lo que lo hace simpático a tantos hombres en la actualidad. Vibra en el fondo del marxismo una mística, una fuerza apoyada en un humanismo especial, en una determinada concepción del hombre. Sus posiciones están siempre alimentadas por esta savia” (LM y LC, p. 4). El autor descubre “una ética” y ésta a su vez una “concepción del hombre” (p. 8), “un humanismo apoyado en la realidad” (ib). Más adelante: “El marxismo es una religión, una religión del hombre. Afirmarlo —agrega— no es osadía nuestra, es declaración de Marx: «La religión de los trabajadores es sin Dios, porque busca restaurar la divinidad del hombre». Tendremos la oportunidad de ver que esta frase no es una sentencia suelta, menos feliz, es… un trasunto fiel de su pensamiento, que ha querido revelar el misterio del mundo y del hombre” (p. 20). Al final, un pálido comentario al Primer Encuentro de Cristianos para el Socialismo (p. 25 y sig). El autor no podrá ser tachado de materialista, pero su doctrina político-social no se evade del naturalismo.
[3] JÓZEF MARIA BOCHENSKI O. P., El materialismo dialéctico, p. 222.
[4] Pío XI. Divini Redemptoris, 2-3.
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Comments 3
Lo que más preocupa es la dejadez, cómplice con intención pogre o no, de obispos con la formación del clero.
Buen día he estado investigando sobre el progresismo cristiano y la teología de la liberación y tengo una duda sobre cómo relacionarlo.
He estudiado a Meinvielle, EL PROGRESISMO CRISTIANO, y la Pacendi de Pio X. Quisiera saber cómo explicar la relación entre el Modernismo y el Tercermundismo. La fuente filosófica es la misma, el Marxismo, pero ¿podría decirse que son dos lineas distintas aunque hermanas? Me explico: el Modernismo como corriente dentro de la Iglesia que fundamenta la Fe del Hombre, dogmas, y culto en el sentimiento religioso que surge del interior del hombre, un Inmanentísmo religioso (con fuentes en Kant, y el Marxismo) pero que no llega a sostener la revolución como bandera, así como lo hace la Teología de la Liberación. Todo este planteo de la lucha de clases como lo expone el Card. Ratzinger en Libertatis Nuntius.
Author
Estimado lector, a mi parecer el tercermundismo es una variante más de las múltiples facetas que tiene el modernismo, solo que con una influencia mucho más directa de Marx y su lucha de clases, no tanto comprometida con la dialéctica del espíritu, sino con la dialéctica materialista.
Le recomiendo leer los capítulos referidos al modernismo o progresismo del libro “El arte del Padre”, del P. Carlos Miguel Buela, que se puede descargar gratis desde su sitio web.
http://www.padrebuela.org/nuevo-libro-el-arte-del-padre/