San Juan Pablo II y Santo Tomás de Aquino (3), P. Pablo Trollano IVE

Santo Tomás de Aquino - Cornelio Fabro - instituto verbo encarnado
  1. triumph_of_st_thomas_aquinas-largeEl cumplimiento de las disposiciones conciliares.

La intención de dar cumplimiento a las recomendaciones del Concilio Vaticano II sobre el estudio de la filosofía y teología de Santo Tomás es otro de los temas que retornan a menudo en estos discursos. Había llamado la atención sobre este hecho único el Papa Pablo VI en su Lumen Ecclesiae: «es la primera vez –agreguemos en toda la historia de la Iglesia– que un Concilio Ecuménico recomienda a un teólogo, y éste es Santo Tomás»[1].

Tratándose del «obsequio religioso de la voluntad y del entendimiento que ha de ser prestado al magisterio auténtico del Romano Pontífice aun cuando no hable ex cathedra» (Lumen Gentium 25) el mismo Santo Tomás fue un ejemplo insigne, y tal debe ser nuestra actitud, como lo recordaba Juan Pablo II:

no se deduce de los escritos del Santo Doctor que él haya reservado el obsequio de su mente solamente al Magisterio solemne e infalible de los Concilios y de los Sumos Pontífices. Hecho este edificantísimo y digno también de ser imitado hoy por cuantos desean conformarse a la Constitución dogmática Lumen Gentium (n. 25)[2].

En el discurso de 1979, Juan Pablo II recuerda los textos del Vaticano II que hablan implícita y explícitamente de Santo Tomás:

el Concilio Vaticano II prescribe, como sabemos, el estudio y la enseñanza del patrimonio perenne de la filosofía, una parte insigne del cual la constituye el pensamiento del Doctor Angélico… El Decreto sobre la formación sacerdotal Optatam totius (n. 15)… exige que «las disciplinas filosóficas se enseñen de manera que los alumnos lleguen ante todo a un conocimiento sólido y coherente del hombre, del mundo y de Dios, apoyados en el patrimonio filosófico de perenne validez».

En relación a la Declaración sobre la educación cristiana, dice el Papa Magno:

En la Declaración sobre la educación cristiana Gravissimum educationis (n. 10) leemos: «…teniendo en cuenta con esmero las investigaciones más recientes del progreso contemporáneo, se percibe con mayor profundidad cómo la fe y la razón tienden a la misma verdad, siguiendo las huellas de los doctores de la Iglesia, sobre todo de Santo Tomás de Aquino».

La conclusión del Papa no da lugar a ninguna ambigüedad:

Las palabras del Concilio son claras: en estrecha conexión con el patrimonio cultural del pasado y en particular con el pensamiento de Santo Tomás, los Padres han visto un elemento fundamental para una formación adecuada del clero y de la juventud cristiana y por lo tanto, en perspectiva, una condición necesaria para la deseada renovación de la Iglesia.

Hoy, a cincuenta años del Concilio, podemos ver claramente cuan acertada fue la visión de los Padres conciliares de que la renovación de la Iglesia toca principalmente a la formación del clero en los seminarios y universidades pontificias, y está en conexión con el patrimonio cultural del pasado, «en particular con el pensamiento de Santo Tomás». Agrega finalmente Juan Pablo II:

No es el caso de que reafirme aquí mi voluntad de dar ejecución plena a las disposiciones conciliares, desde el momento en que me he pronunciado explícitamente en este sentido ya en la homilía del 17 de octubre de 1978, el día siguiente de mi elección a la Cátedra de Pedro y tantas otras veces después[3].

En muchas otras oportunidades el Papa insistió sobre el valor de Santo Tomás para la formación de los sacerdotes, invitando a «agradecer al Señor por un tan grande pensador, cuya ciencia ilumina a la Iglesia entera: el Concilio Vaticano II lo ha presentado como un maestro para cuantos se preparan al sacerdocio (cf. Optatam totius 16)»[4], o como les decía a los dominicos del Angelicum, algo que puede y debe aplicarse a toda formación que pretenda ser integral:

Llamados a vivir las dos facetas de la contemplación y de la comunicación de las verdades contempladas, contemplare et contemplata aliis tradere, (cf. S. Th., II-II, q. 188, a. 6), es vuestra tarea hacer de la formación de los futuros evangelizadores uno de los objetivos primarios de vuestro deber en el mundo de hoy. Con el auxilio de la sólida doctrina de Santo Tomás, el proceso de la formación debe seguir las inclinaciones al bien de la naturaleza, para llegar a la disponibilidad de la gracia del Espíritu Santo… La formación del hombre, en efecto, consiste en el desarrollo de las capacidades propias, en la formación de la propia libertad mediante la cual dispone de sí mismo (cf. Q. D. De magistro, 11)[5].

P. Lic. Pablo Trollano IVE

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[1] Pablo VI, Carta Lumen Ecclesiae, 24.

[2] Discurso (17 de noviembre de 1979), 4.

[3] Discurso (17 de noviembre de 1979), 5. Al año siguiente auguraba Juan Pablo II: Discurso (13 de septiembre de 1980), 7: «El Concilio Vaticano II que ha dado nuevo impulso a los estudios católicos con sus decretos sobre la formación sacerdotal y sobre la educación católica, bajo la guía del Maestro Santo Tomás (S. Thoma magistro; cf. Optatam totius 16), sirva de estímulo y auspicio para una vida renovada y para más abundantes frutos en el futuro próximo, para bien de la Iglesia». Y a los miembros de la S.I.T.A. les decía: Discurso (4 de enero de 1986), 1: «Aprecio especialmente el intento general de vuestra Sociedad de promover e incrementar el estudio del Doctor Angélico, que en el campo de la teología sistemática y especulativa siempre ha sido objeto, por parte del Magisterio de la Iglesia, de especiales alabanzas y exhortaciones, hasta las tan conocidas indicaciones del último Concilio, en el campo específico de la formación sacerdotal (Optatam totius 16)».

[4] Carta por el centenario de la Revue Thomiste” (11 de marzo de 1993).

[5] Discurso a los profesores y alumnos del Angelicum (24 de noviembre de 1994), 5.

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