San Juan Pablo II y Santo Tomás de Aquino (2), P. Pablo Trollano IVE

Santo Tomás de Aquino - Cornelio Fabro - instituto verbo encarnado
  1. image014El centenario de la Aeterni Patris de León XIII: la problemática entre fe y razón.

El primer acontecimiento que providencialmente dio la ocasión a Juan Pablo II para referirse seguidamente a Santo Tomás, fue el centenario de la magnífica Aeterni Patris de León XIII. Sobre la base de la problemática afrontada en dicha encíclica, el Papa Magno deja ver su sentida percepción del problema de la relación entre fe y razón, y anticipa en casi 20 años el tema central de su encíclica Fides et ratio[1].

Nos detendremos aquí en los primeros discursos de Juan Pablo II sobre el aniversario de la Aeterni Patris, en relación con la problemática de fe y razón (más adelante completaremos el tema, al tocar otros discursos). Dice el Papa:

la finalidad primaria, a la que miró el gran Pontífice [León XIII] al dar ese paso de importancia histórica, fue reanudar y desarrollar la enseñanza sobre las relaciones entre fe y razón, propuesta por el Concilio Vaticano I… Efectivamente, en la Constitución dogmática Dei Filius, los Padres conciliares habían dedicado atención especial a este tema candente: al tratar de fide et ratione, se habían opuesto concordemente a las corrientes filosóficas y teológicas inficionadas del racionalismo dominante y, sobre la base de la revelación divina… habían declarado que fe y razón, más que oponerse entre sí, podían y debían encontrarse amigablemente[2].

La misma idea central se vuelve a repetir al año siguiente en el discurso al VIII congreso Tomista internacional. Reafirma el Papa que:

con este documento… [León XIII] manifestaba la conciencia de que había llegado una crisis, una ruptura, un conflicto o, al menos, un ofuscamiento acerca de la relación entre razón y fe. Dentro de la cultura del siglo XIX se pueden, en efecto, individuar dos actitudes extremas: el racionalismo (la razón sin la fe) y el fideísmo (la fe sin la razón). La cultura cristiana se movía entre estos dos extremos, pendiente de una o de otra parte[3].

León XIII, que había participado activamente como Obispo en el Concilio Vaticano I, elevado a la sede de Pedro aprovechó a proponer en la Aeterni Patris una vez más a Santo Tomás como modelo insigne de diálogo entre fe y razón, y como el más autorizado doctor de toda la Iglesia:

En ella… el Papa [León XIII] se detiene en la obra de profundización y de síntesis desarrollada por Santo Tomás… no duda en señalar al Doctor Angélico como aquel que ha llevado la investigación racional sobre los datos de la fe a metas que se han manifestado de valor imperecedero: «Tomás reunió y congregó en uno, como miembros dispersos de un cuerpo, sus doctrinas [de los Santos Padres], las dispuso con orden admirable, y de tal modo las aumentó con nuevos principios, que con razón y justicia es tenido por singular apoyo de la Iglesia católica… Además, distinguiendo muy bien, como es justo, la razón de la fe, y sin embargo asociándolas amigablemente, conservó los derechos de una y otra, y proveyó a su dignidad de tal suerte que la razón, elevada a la máxima altura en alas de Tomás, ya casi no puede levantarse a regiones más sublimes, ni la fe puede casi esperar de la razón más y más poderosos auxilios que los que hasta aquí ha conseguido por Tomás»[4].

Es por esta razón que «“las obras del Angélico –escribía León XIII– contienen la doctrina más conforme al Magisterio de la Iglesia”»[5]. Continua Juan Pablo II:

El método, los principios, la doctrina del Aquinate, recordaba el inmortal Pontífice, han encontrado en el curso de los siglos el favor preferencial no solo de los doctos, sino también del supremo Magisterio de la Iglesia. También hoy, insistía él, a fin de que la reflexión filosófica y teológica no se apoye sobre un «fundamento inestable», que la vuelva «oscilante y superficial», es necesario que retorne a inspirarse en la «sabiduría áurea» de Santo Tomás[6].

Como afirmábamos, hay una continuidad de la encíclica del Papa León XIII con la Fides et ratio, explicitada en más de una oportunidad por el mismo Juan Pablo II, en «lo relativo al valor incomparable de la filosofía de Santo Tomás»:

En mi carta encíclica Fides et ratio, publicada recientemente, quise recordar la promulgación, por obra de mi predecesor León XIII, de la carta encíclica Aeterni Patris: «El gran Pontífice recogió y desarrolló las enseñanzas del concilio Vaticano I sobre la relación entre fe y razón, mostrando cómo el pensamiento filosófico es una aportación fundamental para la fe y la ciencia teológica. Más de un siglo después, muchas indicaciones de aquel texto no han perdido nada de su interés, tanto desde el punto de vista práctico como pedagógico; sobre todo, lo relativo al valor incomparable de la filosofía de Santo Tomás. Proponer de nuevo el pensamiento del Doctor Angélico era para el Papa León XIII el mejor camino para recuperar un uso de la filosofía conforme a las exigencias de la fe» (n. 57)[7].

Esta continuidad significa que las disposiciones del magisterio anterior, a pesar de los años transcurridos (más de cien), no solo conservan su vigencia, sino que han adquirido mayor actualidad e importancia a la luz de las nuevas recomendaciones del Magisterio:

Después de cien años de historia del pensamiento, estamos en condición de sopesar cuán ponderadas y sabias fueron estas valoraciones. No sin razón, pues, los Sumos Pontífices sucesores de León XIII y el mismo Código de Derecho Canónico las han recogido y hecho propias[8].

Actualmente se insiste, y con tanta razón, en una hermenéutica de la continuidad frente a las falsas hermenéuticas de la ruptura, sea «progresista» o «tradicionalista»[9]. Creemos por esto que no es de poca importancia esta notable continuidad en las enseñanzas magisteriales acerca de Santo Tomás, que van desde el Concilio Vaticano I, sobre todo en la Dei Filius, a través de la Aeterni Patris, hasta el Concilio Vaticano II y la Fides et ratio. Tales recomendaciones, en lo que se refieren al cumplimiento del Concilio Vaticano II, se irán explicitando aun más en distintos discursos posteriores de San Juan Pablo Magno.

P. Lic. Pablo Trollano IVE

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[1] Cf. Fides et ratio, 100: «Pasados más cien años de la publicación de la Encíclica Aeterni Patris de León XIII… me ha parecido necesario acometer de nuevo y de modo más sistemático el argumento sobre la relación entre fe y filosofía».

[2] Discurso al Angelicum con motivo del primer centenario de la Aeterni Patris” (17 de noviembre de 1979), 3; AAS 71 (1979) 1472-1483.

[3] Discurso (13 de septiembre de 1980), 2.

[4] Discurso (17 de noviembre de 1979), 3.

[5] Discurso (17 de noviembre de 1979), 4.

[6] Discurso (17 de noviembre de 1979), 5.

[7] Carta apostólica Inter munera academiarum (28 de enero de 1999), 4; cf. AAS 91 (1999) 849-853.

[8] Discurso (17 de noviembre de 1979), 5.

[9] Cf. Benedicto XVI, Discurso a la Curia romana (22 de diciembre de 2005): «se han confrontado dos hermenéuticas contrarias y se ha entablado una lucha entre ellas… Por una parte existe una interpretación que podría llamar “hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura”; a menudo ha contado con la simpatía de los medios de comunicación y también de una parte de la teología moderna. Por otra parte, está la “hermenéutica de la reforma”, de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia… La hermenéutica de la discontinuidad corre el riesgo de acabar en una ruptura entre Iglesia preconciliar e Iglesia posconciliar. Afirma que los textos del Concilio como tales no serían aún la verdadera expresión del espíritu del Concilio. Serían el resultado de componendas… En una palabra: sería preciso seguir no los textos del Concilio, sino su espíritu».

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