Cuestión 5: Del bien en general

(Traducción española publicada por la Editorial B.A.C., 1950 á 1960).

Cuestión 5: Del bien en general

A continuación se presenta la cuestión del bien: primero, del bien en general; segundo, de la bondad de Dios.

Acerca de lo primero se han de averiguar seis cosas:

Primera: si el bien y el ser son en la realidad una misma cosa.

Segunda: supuesto que sólo difieran con distinción de razón, cuál sea el primero en el orden del entendimiento, si es el bien o el ser.

Tercera: supuesto que sea lo primero el ser, si todo ser es bueno.

Cuarta: a cuál de las causas se reduce la razón del bien.

Quinta: si la razón de bien consiste en el modo, en la especie y en el orden.

Sexta: cómo se divide el bien en honesto, útil y deleitable.

ARTÍCULO 1

Si el bien se distingue realmente del ser

Dificultades. Parece que el bien se distingue realmente del ser.

1. Dice Boecio: “Veo en los seres que una cosa es por lo que existen y otra por lo que son buenos”. Por tanto, el bien se distingue realmente del ser.

2. Nada está informado por sí mismo. Pero el bien se concibe como forma del ser, según se dice en el comentario al libro “De Causis”. Por tanto, es realmente distinto del ser.

3. El bien es susceptible de más y de menos, y el ser no lo es. Luego el bien se distingue realmente del ser.

Por otra parte, dice San Agustín que “en la medida que existimos somos buenos”.

Respuesta. En efecto, bien y ser, en la realidad, son una misma cosa, y únicamente son distintos en nuestro entendimiento. Y esto es fácil de comprender. El concepto de bien consiste en que algo sea apetecible, y por esto dijo el Filósofo que bueno es “lo que todas las cosas apetecen”. Pero las cosas son apetecibles en la medida en que son perfectas, pues todo busca su perfección, y tanto son más perfectas, cuanto más en acto están; por donde se ve que el grado de bondad depende del grado del ser, debido a que el ser es la actualidad de todas las cosas, según hemos visto (S.Th. 1, 3, 4; q.4, 1 ad 3). Por consiguiente, el bien y el ser son real¬mente una sola cosa, aunque el bien tenga la razón de apetecible, que no tiene el ser.

Soluciones. 1. Aunque ser y bien se identifican en la realidad, como sus conceptos son distintos, no significa lo mismo decir “ser en absoluto” que “bien en absoluto”; porque ser quiere decir algo que está en acto, y como el acto dice relación a la potencia, propiamente se le llama ser por aquello en que primariamente se distingue de lo que sólo está en potencia. Pues éste es el ser substancial de las cosas, y en atención al ser substancial les llamamos simplemente seres. Pero si al ser substancial se añaden otras actualidades, ya no le llamamos simplemente ser, sino “ser de algún modo”; y así, por ejemplo, ser blanco es una modalidad del ser, porque la actualidad de la blancura no saca al ser de la pura potencia, sino que sobreviene a un ser que ya existía de hecho. El bien, por el contrario, incluye el concepto de lo perfecto, que es lo apetecible, y, por tanto, el concepto de perfección acabada. Pues debido a esto, del ser que tiene ya su última perfección decimos que es bueno en absoluto, y del que carece de alguna de las perfecciones que debe tener, aunque por el hecho de existir tenga ya alguna, no decimos que sea perfecto ni bueno en absoluto, sino que lo es de alguna manera. Con arreglo a esto, cuando se considera el primer ser de las cosas, que es el substancial, decimos que son, en absoluto, seres, y de algún modo, buenas. En cambio, cuando se las considera en posesión de su última actualidad, decimos que son buenas en absoluto, y de algún modo, seres; y por esto la frase de Boecio, cuando dice que una cosa es por lo que existen los seres y otra por lo que son buenos”, se ha de entender del ser y del bien “en absoluto”, pues una cosa es ser en absoluto” en virtud de su primera actualidad, y buena en absoluto en virtud de la última, aunque sin olvidar que en virtud de la primera es de algún modo buena y en virtud de la última es también de algún modo ser.

2. Se dice que el bien informa cuando se considera en absoluto y conforme a su última actualidad.

3. Y algo análogo se ha de responder a la dificultad tercera, o sea, que lo de ser el bien susceptible de más y de menos, es debido a las actualidades que pueden sobrevenir al ser; por ejemplo, la ciencia o la virtud.

ARTÍCULO 2

Si en el orden de los conceptos el bien es anterior al ser

Dificultades. Parece que el concepto de bien es anterior al de ser.

1. Porque el orden con que se aplican los nombres depende del orden que tienen las cosas que se expresan. Pero entre otros nombres de Dios, Dionisio pone el bien antes que el ser. Por tanto, el concepto de bien es anterior al de ser.

2. Es anterior en la mente lo que se extiende a más cosas. Pues el bien se extiende a más que el ser, ya que, como dice Dionisio, “el bien se extiende a lo que existe y a lo que no existe, y en cambio, el ser sólo a lo que existe”. Por consiguiente, el concepto de bien es anterior al de ser.

3. En el orden del entender, lo que es más general precede a lo que es menos. Pero parece que el bien es más universal que el ser, porque el bien tiene razón de deseable, y para algunos sería de desear incluso el no ser, como se dice en el Evangelio hablando de Judas (Mt 26,24): “Habría sido para él un bien no haber nacido”, etc. Luego el concepto de bien Precede al de no ser.

4. Además del ser, es apetecible la vida, la ciencia y otras muchas cosas, y, por tanto, parece que el ser es un caso particular de lo apetecible, y, en cambio, el bien es lo universal. Luego, en absoluto, el concepto de bien precede al de ser.

Por otra parte, se dice en el libro “De Causis” que “la primera de las cosas criadas es el ser”.

Respuesta. El concepto de ser precede al de bien, porque si el significado del nombre de una cosa es lo que el entendimiento concibe acerca de ella, será lo primero en orden intelectual lo que primeramente concibe el entendimiento. Pues lo primero que el entendimiento capta en las cosas es el ser, ya que en tanto es cognoscible una cosa en cuanto está en acto, como dice el Filósofo. Por donde se ve que el ser es el objeto propio del entendimiento, y por ello es lo primero que se entiende, como el sonido es lo primero que se oye.

Soluciones. 1. Se comprende lo que dice Dionisio, si se toma en cuenta que estudiaba los nombres divinos en cuanto se aplican a Dios como causa; pues, según él mismo dice, denominamos a Dios por las criaturas, como se denomina la causa por el efecto. Tomado en este sentido, puesto que el bien tiene razón de deseable, se comporta como causa final, cuya causalidad es la primera de todas, pues ningún agente obra si no es por un fin, y precisamente un agente ha de ser el que una la materia con la forma, y por esto se ha llamado al fin “causa de las causas”. De todo esto se sigue que el bien, en cuanto causa, es anterior al ser, y por ello, entre los nombres que expresan causalidad divina, el bien ha de preceder al ser. -Puede, explicarse también porque los platónicos que no distinguían entre la materia y la privación, y por eso consideraban a la materia como el no-ser, sostenían que la participación del bien se extiende más que la del ser, porque la materia prima participa, del bien, ya que lo apetece, y ninguna cosa apetece más que lo semejante a ella, y no participa del ser, ya que la consideraban como no-ser. Con arreglo a este modo de pensar, pudo decir también Dionisio que “el bien se extiende a lo que no existe”.

2. Esto da asimismo respuesta a la segunda dificultad; o puede decirse también que si por lo que no existe entendemos no lo absolutamente inexistente, sino lo que está en potencia y no en acto, el bien se extiende a lo que existe y a lo que no existe, pero no como atribución, sino como causa, porque el bien tiene razón de fin; el fin no sólo es reposo de lo que está en acto, sino también término hacia lo que sé mueve lo que aun no está en acto, sino sólo en potencia. En cambio, el ser únicamente tiene razón de causa formal, sea inherente o ejemplar, cuya causalidad sólo se extiende a lo que está en acto.

3. La no-existencia no es apetecible por sí misma, y sólo accidentalmente se puede desear, en cuanto se apetece la desaparición de un mal que se suprimiría con no existir; y, por su parte, tampoco sería apetecible la desaparición de un mal si no fuese porque aquel mal es la privación de un determinado bien. Por tanto, lo que por sí mismo se apetece es el ser, y el no-ser sólo accidentalmente, y debido a que el hombre codicia un determinado modo de ser, del que no sufre verse privado, y en este aspecto el mismo no-ser es accidentalmente un bien.

4. Se apetecen la vida, la ciencia y otras cualidades por cuanto están en acto, y por tanto, en todas se apetece algún ser. Vemos, pues, que nada es apetecible más que el ser, y, por consiguiente, nada es bueno sino el ser.

ARTÍCULO 3

Si todo ser es bueno

Dificultades. Parece que no es bueno todo ser.

1. Porque el bien, como hemos dicho (a.1), añade algo al ser. Pues si lo que se añade al ser, por ejemplo, substancia, cantidad, calidad, etc., le quita universalidad también se la quitará el bien, y, por consiguiente, puede haber seres que no sean buenos.

2. Ningún mal es bien, pues, como dice Isaías, “¡Ay de los que llamáis mal al bien y bien al mal!” (Is 5,20) Pero hay seres tenidos por malos. Por tanto, no todo ser es bueno.

3. El bien tiene razón de apetecible. Pero la materia prima no tiene razón de apetecible, sino sólo de apetente, y, por tanto, no tiene razón de bien. Luego no todo ser es bueno.

4. Dice el Filósofo que en las matemáticas no hay bien, y, sin embargo, son de alguna manera seres, porque, sino lo fuesen, no serían objeto de ciencia. Luego no todo ser es bueno.

Por otra parte, todo lo que existe y no es Dios, es criatura suya, y “toda criatura de Dios es buena”, como dice San Pablo (1Tm 4,4), y puesto que Dios es el sumo bien, síguese que todo ser es bueno.

Respuesta. Todo ser es bueno, en la medida que es ser. Todo ser, en cuanto tal, está en acto y es de algún modo perfecto, porque todo acto es una perfección. Pues bien, lo perfecto tiene razón de apetecible y de bueno, según hemos dicho (a.1), y, por consi-guiente, todo ser, en cuanto tal, es bueno.

Soluciones. 1. La substancia, la cantidad, la cualidad y lo que ellas contienen, quitan universalidad al ser, porque lo adaptan a una naturaleza determinada. El bien, en cambio, nada añade al ser en esta forma; lo único que hace es darle razón de apetecible y perfecto, cosas que convienen al ser, cualquiera que sea la forma en que se halle. Por tanto, el bien no contrae al ser.

2. No se llama malo a ningún ser por lo que tiene de ser, sino por lo que le falta, y así se dice de un hom¬bre que es malo porque le falta la virtud, y de unos ojos, porque les falta penetración en la mirada.

3. Como la materia prima no es ser más que en potencia, tampoco es bien más que en potencia. Pero aun en el caso que digamos con los platónicos que la materia prima, debido a la privación a ella inherente, es el no-ser, en algo, sin embargo, participa del bien, o sea en el mismo orden que dice y aptitud que tiene para el bien, y precisamente por esto no le conviene ser apetecible, sino tender a apetecer.

4. Las matemáticas no existen como entidades independientes con su propio ser, ya que en tal caso tendrían algún bien, siquiera el bien de su ser, sino que, como entidades separadas, sólo existen en la mente que las concibe, con abstracción de la materia y del movimiento, y, por tanto, despojadas también de la calidad de fin, que tiene razón de motor. Por lo demás no se ve inconveniente en que un ser puramente intelectual no sea bueno ni aparezca en él el concepto de bien, ya que, según hemos dicho, el concepto de ser precede al concepto de bien.

ARTÍCULO 4

Si el bien tiene razón de causa final

Dificultades. Parece que el bien no incluye razón de causa final, sino más bien de otras causas.

1. Porque, como dice Dionisio, “se alaba el bien por ser bello”. Pero la belleza tiene razón de causa formal. Por consiguiente, el bien es causa formal.

2. El bien tiene tendencia a difundirse, como se desprende de las palabras de Dionisio cuando dice que “el bien es aquello por lo que todas las cosas son y subsisten”. Pero la acción de difundirse es propia de la causa eficiente. Luego el bien incluye razón de causa eficiente.

3. Dice San Agustín: “Existimos porque Dios es bue¬no”; si, pues, nosotros venimos de Dios, como de causa eficiente, síguese que el bien tiene razón de causa eficiente.

Por otra parte, dice el Filósofo que “aquello para lo que algo existe es como su fin y bien”. Por tanto, el bien tiene razón de causa final.

Respuesta. Se ha de decir que si el bien es lo que todas las cosas apetecen, y lo que se apetece tiene razón de fin, es evidente que el bien tiene razón de fin. Pero el concepto de bien presupone los de las causas eficiente y formal, pues vemos que lo primero que entra en actividad por parte de la causa es lo último que el efecto consigue; y así, por ejemplo, el fuego calienta los cuerpos antes de infundirles la forma de fuego, y, sin embargo, el calor no es la forma, sino una derivación de la forma substancial del fuego. Así, pues, en el orden de la causalidad hallamos: primero, el fin y el bien que mueven a la causa eficiente; segundo, la acción del agente que impulsa a la consecución de la forma; tercero, el advenimiento de la forma. En cambio, por parte del efecto hay que invertir este orden, de suerte que lo primero es la forma que confiere el ser; lo segundo, el poder operativo, indicador de la perfección en el ser (pues, como dice el Filósofo, las cosas no tienen su ser perfecto hasta que pueden hacer algo semejante a ellas mismas), y tercero, la razón de bien en que se funda la perfección del ser.

Soluciones. En un sujeto determinado, la belleza y la bondad son una misma cosa, pues se fundan en una misma realidad, que es la forma, y por esto lo bueno se considera como bello. No obstante, difieren sus conceptos, porque el bien propiamente se refiere al apetito, ya que bueno es lo que todas las cosas apetecen, y, por tanto, debido a que apetito es un a modo de movimiento hacia las cosas, tiene razón de fin. En cam¬bio, lo bello se refiere al poder cognoscitivo, pues se llama bello aquello cuya vista agrada, y por esto la belleza consiste en la debida proporción, ya que los sentidos se deleitan en las cosas debidamente proporcionadas como en algo semejante a ellos, pues los sentidos, como toda facultad cognoscitiva, son de algún modo entendimiento. Si, pues, el conocimiento se realiza por asimilación, y la semejanza se basa en la forma, lo bello pertenece propiamente a la razón de causa formal.

2. Difundirse es lo propio del bien, en el mismo sentido que mover es lo propio del fin.

3. Los seres que tienen voluntad se llaman buenos en cuanto tienen buena voluntad, pues por la voluntad usamos de cuanto hay en nosotros, y por eso no se llama bueno al hombre de gran entendimiento, sino al que tiene buena voluntad. Ahora bien, la voluntad tiene como objeto propio el fin, y, por tanto, el dicho “existimos porque Dios es bueno” se ha de entender con referencia a la causa final.

ARTÍCULO 5

Si el concepto de bien consiste en el modo, la especie y el orden

Dificultades. Parece que el concepto de bien no consiste en el modo, la especie y el orden.

1. Según hemos dicho (a.1), el bien y el ser tienen diversos conceptos. Mas parece que el modo, la especie y el orden pertenecen al concepto de ser, ya que, como dice el libro de la Sabiduría (Sb 2,21), “todo lo dispusiste con número, peso y medida” y a estas tres cosas se reducen la especie, el modo y el orden; porque, como dice San Agustín, “la medida prefija el modo de las cosas, el número les da la especie y el peso las lleva al reposo y estabilidad”. Luego el concepto de bien no consiste en el modo, la especie y el orden.

2. El modo, la especie y el orden también son bienes. Si, pues, la razón de bien consiste en el modo, la especie y el orden, cada uno de ellos tendría a su vez modo, especie y orden, y nos empeñaríamos en un proceso a lo infinito.

3. El mal consiste en la privación del modo, de la especie y del orden, y, sin embargo, el mal no priva totalmente del bien; por tanto la razón del bien no consiste en modo, especie y orden.

4. No puede llamarse malo a lo que constituye la razón de bien. Pero se habla de modo malo, mala especie y mal orden. Por tanto, la razón de bien no consiste en modo, especie y orden.

5. Según la autoridad de San Agustín antes citada, el modo, la especie y el orden son producidos por el peso, el número y la medida. Pero no todo lo bueno tiene peso, número y medida, ya que dice San Ambrosio que “corresponde a la naturaleza de la luz haber sido criada sin número, sin peso y sin medida”. Por consiguiente, la razón de bien no consiste en el modo, la, especie y el orden.

Por otra parte, dice San Agustín: “Estas tres cosas, el modo, la especie y el orden, se encuentran como bienes generales en las cosas hechas por Dios, y por esto, donde las tres son grandes se hallan grandes bienes; donde pequeñas, pequeños bienes, y donde son nulas no se halla ningún bien”. Pero nada de esto sucedería si no consistiese en ellas la razón de bien. Por tanto, la razón de bien consiste en el modo, la especie y el orden.

Respuesta. Se llaman buenas las cosas en cuanto son perfectas, pues así es como son apetecibles, según hemos dicho (a.1 ad 3); y perfecto llamamos a lo que nada le falta de cuanto requiere el modo de su perfección. Pues debido, a que cada cosa es lo que es por la forma, y hay cosas que la forma presupone y otras que necesariamente se siguen de ella, para que algo sea perfecto y bueno es indispensable que tenga, además de la forma, lo que la forma presupone y lo que de ella se sigue. La forma presupone que sus principios, sean los materiales o los eficientes, se adapten a ella, y a esto llamamos su “modo”, y por esto se dice que “la medida predetermina el modo”. A la propia forma llamamos “especie”, porque las cosas pertenecer a alguna especie en virtud de ella, y la frase “el número da la especie” quiere decir que las definiciones que determinan la especie son como los números, según dice el Filósofo; porque, así como la adición o substracción de una unidad varía la especie del número, así también varía la definición si se añade o quita una diferencia. De la forma se deriva la inclinación al fin, a la acción y a otras cosas, porque los seres que están en acto, obran y tienden a lo que les es provechoso con arreglo a su forma, y esto es lo que entendemos por “peso y orden”. Por consiguiente, la razón de bien, en cuanto perfección, consiste en el modo, la especie y el orden.

Soluciones. 1. Las tres cosas antedichas no acompañan al ser sino en cuanto es perfecto, y en este caso es bueno.

2. Son buenos el número, la especie y el orden, en el mismo sentido que son seres, esto es, no porque ellos sean cosa que subsiste, sino porque otras cosas son mediante ellos seres y buenas, y por esto no es preciso que tengan en sí otras cosas por las que sean buenos. No se llaman, pues, bienes en el sentido que ellas formalmente lo sean por otra cosa, sino porque otras cosas son formalmente buenas por ellas, lo mismo que llamamos ser o ente a la blancura, no porque ella lo sea en virtud de algo distinto, sino porque hay cosas que por ella adquieren un ser accidental: el de ser blancas.

3. Cada manera de ser tiene su forma, y, por tanto, cualquier modalidad del ser tiene su modo, especie y orden; y así, el hombre, en cuanto hombre, tiene modo, especie y orden; y asimismo lo tiene en cuanto es blanco, en cuanto sabio o virtuoso, o cualquier otro modo de ser que posea. Por su parte, el mal priva de algún bien, como la ceguera priva de la vista, y por esto no suprime del todo el modo, la especie y el orden, sino sólo del que corresponde al ser de la vista.

4. Como dice San Agustín, “todo modo, en cuanto modo, es bueno (y lo mismo se ha de decir de la especie y el orden); pero el mal modo, la mala especie y el mal orden, o se llaman así porque no alcanzan el grado que debieran tener o porque se aplican a cosas a las que son inadaptables, y en este caso se llaman malos por ser extraños e inconvenientes”.

5. De la naturaleza de la luz se dice que no tiene número, peso ni medida, no en absoluto, sino en comparación con los cuerpos, ya que la acción de la luz se extiende a todo lo corpóreo, por ser cualidad activa del primer cuerpo que puede alterar, esto es, del cielo.

ARTÍCULO 6

Si es adecuada la división del bien en honesto, útil y deleitable

Dificultades. No parece propia la división del bien en honesto, útil y deleitable.

1. El bien, como dice el Filósofo, se divide en las diez categorías, y lo honesto, útil y deleitable se puede hallar en una sola. Por tanto, no es exacta esta división.

2. Los miembros de toda división deben ser opuestos, y estas tres no parecen serlo, porque lo honesto es deleitable, y nada deshonesto es útil (y, sin embargo, si los miembros de la división fuesen opuestos, debiera serlo para que lo honesto fuese opuesto a lo útil), y esto mismo advirtió Tulio. Luego no es exacta esta división.

3. Cuando toda la razón de ser de una cosa está en otra, se confunde con ella. Pues lo útil no es bueno sino por ser deleitable u honesto. Por tanto, lo útil no se ha de dividir en oposición con lo honesto.

Por otra parte, San Ambrosio emplea esta división del bien.

Respuesta. En efecto, parece que esta división es propiamente la del bien humano; pero si se considera la razón de bien desde un punto de vista más amplio y universal, hallamos que conviene con propiedad al bien en cuanto bien. El bien es algo apetecible donde termina el movimiento del apetito, y esta terminación del movimiento se puede estudiar por comparación con el movimiento del cuerpo físico. El movimiento del cuerpo físico termina definitivamente en el último límite, pero de alguna manera termina también en los puntos intermedios por los que se va al último, y a éstos se llama también término, por cuanto lo son de alguna parte del movimiento. El último término tiene, a su vez, dos aspectos, pues de un lado es lo que se intentaba alcanzar, v. gr., un lugar o una forma, y por otro es el descanso en la posesión de lo conseguido. Pues de modo análogo, lo que es apetecido como término parcial del movimiento apetitivo, por cuanto es medio para conseguir algo ulterior, se llama “útil”; lo que en realidad se desea por sí mismo, y por ello es meta y límite último del movimiento apetitivo, se llama “honesto”, ya que por honesto entendemos lo que es apetecible por sí mismo; por último, lo que aquieta el movimiento del deseo, por cuanto ya tiene lo que deseaba, se llama “deleite”.

Soluciones. 1. El bien, en cuanto subjetivamente se identifica con el ser, se divide en las diez categorías; pero según su concepto propio, se divide como hemos dicho.

2. Esta división no se funda en realidades opuestas, sino en conceptos opuestos. Sin embargo, se llama propiamente deleitable a lo que no tiene más razón de ser apetecido que el placer, aunque sea a veces perjudicial e inhonesto; se llama útil a lo que de por sí no tiene atractivo, v. gr., tomar una medicina amarga; por último, honesto es lo que tiene en sí mismo la justificación del deseo.

3. No se entiende esta división como si el bien fuese algo unívoco que se aplicase por igual a cada uno de los miembros, sino que es algo análogo que se les atribuye proporcionalmente, pues la razón de bien conviene ante todo al honesto, después al deleitable, y, por último, al útil.

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