Cuestión 49: De la causa del mal

Cuestión 49: De la causa del mal

Estudiada la naturaleza del mal, debemos investigar su causa; acerca de la cual se preguntan tres cosas:

Primera: si el bien puede ser causa del mal.

Segunda: si el sumo bien, que es Dios, es causa del mal.

Tercera: si existe un mal sumo que sea causa de todos los males.


 ARTÍCULO 1

Si el bien puede ser causa del mal

Dificultades. Parece que el bien no puede ser causa del mal.

1. En San Mateo se dice (Mt 7,18): “No es posible que árbol bueno produzca frutos malos”.

2. Entre dos contrarios no puede uno ser causa del otro. Mas el mal es contrario al bien. Luego el bien no puede ser causa del mal.

3. Un efecto defectuoso sólo puede proceder de una causa deficiente. El mal es un efecto defectuoso. Luego, si tiene causa, ésta ha de ser deficiente. Pero todo lo deficiente es malo. Luego el mal no puede tener otra causa que el mal.

4. Dice Dionisio que el mal no tiene causa. Luego el bien no es la causa del mal.

Por otra parte, dice San Agustín: “No ha habido sino el bien de donde pudiera proceder el mal”.

Respuesta. Necesariamente se ha de afirmar que el mal tiene causa de algún modo. En efecto, el mal es la carencia de algún bien que podía y debía tenerse. Ahora bien, el que un ser decaiga de su natural y debida disposición, no puede provenir sino de alguna causa que le aparte de su natural disposición; no se mueve, por ejemplo, el cuerpo grave hacia arriba sin algo que le impela, ni un agente falla en su acción a no ser por algún obstáculo. Mas el ser causa sólo puede convenir al bien; porque nada puede ser causa sino en cuanto existe, y todo lo que existe, en cuanto tal, es un bien. Refiriéndonos en particular a cada uno de los cuatro géneros de causas, vemos que el agente y la forma y el fin implican cierta perfección, que tiene carácter de bien; incluso la materia, en cuanto está en potencia para el bien, tiene razón de bien.

Que el bien sea, en primer lugar, causa del mal a modo de causa material, se deduce claramente de lo dicho (a.3) de la cuestión precedente, donde se ha demostrado que el bien es el sujeto del mal [48]. En cuanto a la causa formal, el mal no la tiene, ya que es precisamente una privación de forma. Tampoco tiene causa final, sino que es más bien privación de orden al fin debido, y por eso descarta la razón de útil o de ordenado al fin, que, como el fin mismo, tiene también carácter de bien. Respecto de la causa eficiente, el mal la tiene, pero no directa, sino indirectamente.

Para comprender esto, debe advertirse que el mal es causado de modo distinto en la acción y en el efecto. En la acción es causado por defecto de alguno de los principios operativos, bien sea de la causa principal o de la instrumental; como, por ejemplo, el defecto del movimiento en el animal puede acontecer o por defecto de la virtud motriz, como en los niños, o por ineptitud de los miembros, como sucede en los cojos. –Mas, en el efecto, el mal procede unas veces de la virtud del agente, aunque no en su propio efecto, y otras procede por defecto del agente mismo o de la materia; de la virtud o perfección del agente procede cuando a la forma intentada por el agente acompaña necesariamente la privación de alguna otra forma, como a la forma del fuego acompaña la privación de la forma de aire o de agua; porque, así como cuanto más potente es la fuerza del fuego tanto más perfectamente imprime su forma, así también tanto más perfectamente corrompe las formas contrarias: por lo tanto, el mal y la descomposición del aire y del agua dependen de la perfección del fuego; pero esto se hace accidentalmente; porque el fuego no tiende directamente a privar de la forma de agua, sino a introducir su propia forma; mas al introducir ésta, echa fuera indirectamente la del agua. –Pero si el defecto se encuentra en el efecto propio del fuego, por ejemplo, si no llega a calentar, esto sucede o por defecto de la acción, que se refunde en el defecto de alguno de sus principios, o por indisposición de la materia, que no recibe la acción del fuego calentador. Adviértase que esta misma deficiencia en el obrar es algo extraño a la naturaleza del bien, al cual, de suyo, compete obrar. De esto se infiere ser verdad que el mal sólo accidentalmente tiene causa, y que de este modo es el bien causa del mal.

Soluciones. 1. Como observa San Agustín, “por árbol malo entiende el Señor la mala voluntad, y por árbol bueno, la buena”. Ciertamente que de la voluntad buena no procede un acto moralmente malo, siendo así que por la misma bondad de la voluntad es el acto moralmente bueno. Sin embargo, el mismo movimiento de la voluntad mala es causado por la criatura racional, que en sí es buena; y de este modo procede el mal del bien.

2. Ningún bien causa el mal que le es contrario, sino algún otro mal; como la bondad del fuego causa el mal del agua, y el hombre, naturalmente bueno, causa el acto moralmente malo. Aun esto mismo acontece indirecta y accidentalmente, según acabamos de decir. –Sin embargo puede incluso una de las cualidades contrarias causar accidentalmente la otra; así, por ejemplo, el frío del ambiente exterior calienta por reacción al hacer que el calor del animal se concentre en su interior.

3. El mal tiene causa defectuosa de distinta manera en las causas voluntarias y en las naturales. El agente natural produce su efecto tal cual es él, a no ser que se lo impida algún agente extraño; lo cual es ya para él un defecto. Por consiguiente, nunca se da el mal en el efecto sin que preexista algún otro mal en el agente o en la materia, según hemos dicho (I n c; cf. S.Th. 1, 19, a.9). Mas, en las cosas voluntarias, el defecto de la acción proviene de la voluntad deficiente en el acto, en cuento que al obrar no se sujeta a su regla. Este defecto, no obstante, no constituye la culpa, sino que ésta sigue a tal defecto por obrar con él defectuosamente la voluntad.

4. Como ya hemos dicho, el mal no tiene directamente causa, pero sí la tiene indirectamente.

 ARTÍCULO 2

Si el sumo bien, que es Dios, es causa del mal

Dificultades. Parece que el sumo bien, que es Dios, sea la causa del mal.

1. Dice Dios por el profeta Isaías (I s 45,6-7): “Yo soy Yavé; no hay ningún otro. Yo formo la luz y creo las tinieblas; yo doy la paz, yo creo la desdicha”. Y en el profeta Amós (Am 3,6): “¿Habrá en la ciudad calamidad cuyo autor no sea Yavé?”

2. El efecto de la causa segunda se reduce a la causa primera. Mas la causa del mal, según hemos dicho (a.1), es el bien. Luego, siendo Dios la causa de todo bien, según también hemos dicho (S.Th. 1, 2, 3; q.6, 1.4), síguese que también es Dios la causa de todo mal.

3. Como dice Aristóteles, una misma es la causa de la salvación y del riesgo de la nave. Pues Dios es la causa de la salvación de todas las cosas. Luego él mimo es la causa de toda perdición y de todo mal.

Por otra parte, dice San Agustín que Dios “no es autor del mal, porque no es causa de la tendencia al no-ser”.

Respuesta. Según se infiere de lo dicho (a.1), el mal que consiste en el defecto de la acción proviene siempre de algún defecto del agente. Mas en Dios no hay defecto alguno, sino suma perfección, como se ha demostrado (S.Th. 1, 4, 1). Luego el mal que consiste en el defecto de la acción o que es causado por deficiencia del agente, no puede reducirse a Dios como a causa.

Pero el mal que consiste en la corrupción de algunas cosas, sí se reduce a Dios como a causa. Esto es manifiesto tanto en las cosas naturales como en las voluntarias. Hemos dicho (a.1), en efecto, que cuando algún agente produce con su virtud una forma de la que se sigue alguna corrupción y defecto, causa también con su virtud tal corrupción y defecto. Es manifiesto que la forma principalmente intentada por Dios en las cosas creadas es el bien del orden en el universo. Mas este orden exige, como se ha dicho (S.Th. 1, 22, 2 ad 2; q.48, 2), que haya en el universo algunas cosas que puedan fallar y que de hecho fallen algunas veces. Y, por tanto, al causar Dios en las cosas el bien del orden universal, por consecuencia y como accidentalmente, causa también las corrupciones de las cosas, según lo que se dice en el primer libro de los Reyes (1Re 2,6): “Yavé da la muerte y da la vida”. Y aunque se dice también en el libro de la Sabiduría (Sb 1,13) que “Dios no hizo la muerte”, esto se entiende que no la hizo “como intentándola por sí misma”. –Además, al orden del universo pertenece también el orden de la justicia, el cual pide que los transgresores sean castigados. Y de este modo es Dios autor del mal de pena; mas de ninguna manera lo es del mal de culpa, por la razón ya dicha.

Soluciones. 1. Estos pasajes de la Sagrada Escritura se refieren al mal de pena, no al de culpa.

2. El efecto de la causa segunda defectuosa se reduce a la causa primera indefectible, en cuanto a lo que tiene de entidad y de perfección, mas no en cuanto a lo que tiene de defectuoso; al modo como todo lo que hay de movimiento en la cojera es causado por la virtud motriz, mientras que lo que hay en ella de defectuoso proviene no de dicha virtud, sino del defecto de la pierna. Del mismo modo, todo cuanto hay de ser y de obrar en la acción mala se reduce a Dios como a su causa; mas lo que hay en ella de defectuoso no es causado por Dios, sino por la causa segunda defectuosa.

3. El hundimiento de la nave se atribuye al piloto como a causa, en cuanto que éste no hace lo que debía para salvarla. Pero Dios nunca falta en hacer lo que es necesario para la salvación. Por lo cual no hay paridad en el ejemplo.

 ARTÍCULO 3

Si hay un sumo mal que sea causa de todo mal

Dificultades. Parece que hay un sumo mal que es la causa de todo mal.

1. Efectos contrarios provienen de causas contrarias. Pero en las cosas hay contrariedad, según aquello del Eclesiástico (Eclo 33,15): “Enfrente del mal está el bien, y enfrente de la muerte, la vida; así enfrente del justo el pecador”. Luego hay dos principios contrarios: uno del bien y otro del mal.

2. Si de dos cosas contrarias se da una realmente, se da igualmente la otra, según lo dice el Filósofo. Y como se da realmente el sumo bien, causa de todo bien, como se ha demostrado (S.Th. 1, 2, 3; q.6, 2.4), síguese que existe también el mal sumo, opuesto a él y causa de todo mal.

3. Así como hay en las cosas bueno y mejor, así hay igualmente en ellas malo y peor. Pero bueno y mejor se dice respecto de lo sumamente bueno. Luego malo y peor deben igualmente decirse respecto de algo sumamente malo.

4. Todo lo que es por participación, se reduce a lo que es por esencia. Mas entre nosotros las cosas que son malas no son tales por esencia, sino por participación. Luego debe darse algún sumo mal que es causa de todo mal.

5. Todo lo que existe accidentalmente, se reduce a lo que existe por sí mismo. Mas el bien es causa del mal accidentalmente. Luego es necesario suponer algún sumo mal que sea por sí mismo causa del mal. –Y no es suficiente decir contra esto que el mal no tiene causa por sí mismo, sino sólo accidentalmente; porque de esto se deduce que el mal no acontecería las más veces, sino las menos.

6. El mal del efecto es una proyección del mal de la causa, puesto que el efecto defectuoso pide una causa defectible, como hemos dicho (a.1.2). Mas no se puede proceder en esto indefinidamente. Luego es preciso llegar a un primer mal causa de todo mal.

Por otra parte, el sumo bien es causa de toda la entidad, como se ha demostrado (S.Th. 1, 2, 3; q.6, 2.4). Luego no puede existir algún principio opuesto a él que sea la causa de los males.

Respuesta. De lo dicho (S.Th. 1, 44, 1) se deduce evidentemente que no hay un primer principio del mal, como hay un primer principio del bien. En primer lugar, porque el primer principio del bien es bueno por esencia, según se ha demostrado (S.Th. 1, 6, 3.4). Ahora bien, nada puede ser malo por su misma esencia. Se ha demostrado (S.Th. 1, 5, 3; q.48, 3), en efecto, que todo ser, en cuanto tal, es bueno, y que el mal no existe sino en el bien como en sujeto.

En segundo lugar, el primer principio del bien es un bien sumo y perfecto, que precontiene en sí toda la bondad, según se ha demostrado (S.Th. 1, 6, 2). Pero no puede haber igualmente un sumo mal; porque, según queda demostrado (S.Th. 1, 48, 4), aunque el mal disminuya sin cesar el bien, nunca puede llegar a consumirle por completo; y, por tanto, quedando siempre algo de bien, no puede haber algo que sea integral y perfectamente malo. Por lo cual dice Aristóteles que “el mal integral se destruiría a sí mismo”, puesto que, suprimido todo el bien, como lo exige el mal integral, se suprime también el mal mismo, cuyo sujeto necesario es el bien.

En tercer lugar, la razón de mal está en contra del carácter de primer principio; porque el mal es causado por el bien, según hemos dicho, y, además, el mal es causa sólo accidentalmente, y por tanto no puede ser causa primera, porque toda causa que obra accidentalmente es posterior a otra que obra por sí misma, como lo demuestra el Filósofo.

Los que afirmaron que había dos primeros principios, uno bueno y otro malo, cayeron en este error por el mismo motivo por el que surgieron otras extrañas hipótesis de los antiguos filósofos; a saber: porque no se elevaron hasta la consideración de la causa universal de todo ser, sino que consideraron solamente las cosas particulares de efectos particulares. Y así, en efecto, si se encontraron con algún ser que por su naturaleza era nocivo a otro ser, juzgaron que la naturaleza de tal ser era mala; como si uno dice que, la naturaleza del fuego es mala por haber quemado la casa de algún pobre. Evidentemente, no se debe juzgar de la bondad de la naturaleza de un ser por su relación a algún otro ser particular, sino que para esto se le debe considerar en sí mismo y según su orden a todo el universo en conjunto, en el cual cada cosa ocupa su lugar con orden perfectísimo, según consta de lo dicho (S.Th. 1, 47, 2 ad 1; cf. S.Th. 1, 4, .2).

Asimismo, porque advirtieron dos causas particulares contrarias de dos efectos particulares contrarios, no acertaron a reducir a la causa universal común tales causas particulares contrarias, y, consiguientemente, llevaron la contrariedad en las causas hasta los primeros principios Pero, como todos los contrarios convienen en algo que les es común, es necesario reconocer en ellos una causa única común por encima de las causas propias contrarias; así como sobre las cualidades contrarias de los elementos está la virtud del cuerpo celeste. Pues igualmente, sobre todas las cosas que de cualquier modo existen se encuentra un primer principio de ser, como anteriormente se ha demostrado (S.Th. 1, 2, 3).

Soluciones. 1. Los contrarios convienen en un género común y convienen además en la razón de ser. Por tanto, aunque tengan causas particulares contrarias, es necesario, no obstante, llegar a una sola causa primera común.

2. La privación y la posesión tienen lugar naturalmente en un mismo sujeto. Pero este sujeto, respecto de la privación, es el ser potencial, como se ha dicho (S.Th. 1, 48, 3); y, por tanto, siendo el mal una privación de bien, según queda demostrado (Ib.), el mal se opone solamente a un bien en el que hay mezcla de potencia, pero no se opone al sumo bien, que es acto puro.

3. Cada cosa se acrece según su propia naturaleza. Ahora bien, como la forma es una perfección, así la privación es un apartamiento de ella; y de ahí que toda forma y perfección y bien se entienden por aproximación a un término perfecto, mientras que la privación y el mal se entienden por alejamiento del término. Por consiguiente, malo y peor no se dice por aproximación a un mal sumo, como se dice bueno y mejor por aproximación al sumo bien.

4. Ningún ser se denomina malo por participación, sino por privación de participación. Por tanto, no es necesario que se haga una reducción a algo que sea malo por esencia.

5. Según ya hemos dicho (a.1), el mal no puede tener causa sino accidentalmente. Es, pues, imposible hacerse una reducción a algo que sea causa del mal por sí mismo. –Respecto a lo que se supone en la objeción, que el mal acontezca las más veces, es absolutamente falso. En efecto, las cosas generables y corruptibles, únicas en que se da el mal de naturaleza, son una parte insignificante de todo el universo. Y, además, en cada especie acontece las menos veces darse el defecto de naturaleza. Sólo en el hombre parece darse el caso de que lo defectuoso sea lo más frecuente; porque el bien del hombre, como hombre, no es el que se cifra en las sensaciones corporales, sino el que es conforme a la razón; sin embargo, son más los hombres que se guían por los sentidos que los que se guían por la razón [49].

6. En las causas del mal no se puede proceder indefinidamente, sino que es preciso reducir todos los males a alguna causa buena, de la cual proviene el mal indirectamente.

 

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