Cuestión 46: Del principio de duración de las cosas creadas

Cuestión 46: Del principio de duración de las cosas creadas

Después de esto, debemos ocuparnos del comienzo de la duración de las criaturas, sobre lo cual se plantean tres cuestiones.

Primera: si las criaturas han existido siempre.

Segunda: si es de fe que han comenzado a existir.

Tercera: en qué sentido se dice que Dios creó en el principio el cielo y la tierra.


 ARTÍCULO 1

Si el conjunto de las criaturas ha existido siempre

Dificultades. Parece que el conjunto de las criaturas, lo que entendemos hoy por “mundo”, no ha comenzado a existir, sino que ha existido “ab aeterno”.

1. Todo lo que ha comenzado a existir, antes de existir ya tenía posibilidad de existir, porque, de otro modo, sería imposible que existiese. Si, pues, el mundo comenzó a existir, era posible que existiese antes de existir. Ahora bien, lo que tiene posibilidad de existir es la materia, que está en potencia para existir por la forma y para no existir por la privación de la misma. Luego, si el mundo comenzó a existir, antes de él había materia. Mas la materia no puede darse sin alguna forma, y la materia del mundo, junto con alguna forma, constituye el mundo. Luego habría mundo antes de que éste comenzase a existir; lo cual es una contradicción.

2. Ningún ser con potencia para existir siempre, puede existir y no existir alternativamente; porque naturalmente cada ser existe tanto cuanto puede. Mas todo lo incorruptible tiene potencia para ser siempre, pues no la tiene determinada a un tiempo limitado de duración. Luego nada incorruptible es y no es alternativamente. Por otra parte, todo lo que comienza a ser, a veces es y a veces no es; luego nada incorruptible comienza a ser. Ahora bien, en el mundo hay muchas cosas incorruptibles, como los cuerpos celestes y todas las substancias intelectivas. Luego el mundo no ha comenzado a existir.

3. Nada ingénito comienza a existir. Mas el Filósofo prueba que la materia y los cielos son ingénitos. Luego el conjunto de las cosas no comenzó a existir.

4. El vacío es un lugar donde no hay ningún cuerpo, pero puede haberlo. Mas, si el mundo comenzó a existir, donde está ahora la masa del mundo no había antes cuerpo alguno, y, no obstante, podía haberlo: de otro modo, no lo habría tampoco ahora. Por consiguiente, había vacío antes del mundo; lo cual es imposible.

5. Nada comienza a moverse de nuevo sin algún cambio del motor o del móvil. Mas lo que se cambia se mueve. Luego antes de todo movimiento que comienza de nuevo, había algún movimiento, y, por tanto, siempre hubo movimiento. Luego siempre hubo también móvil, porque no es posible movimiento sin móvil.

6. Todo motor es natural o voluntario, ninguno de los cuales comienza a mover sin algún movimiento previo. En efecto, la naturaleza obra siempre del mismo modo, y, por tanto, el agente natural no comienza a mover con un movimiento nuevo sin que preceda algún cambio en el motor o en el móvil. Asimismo, la voluntad puede diferir la ejecución de lo que se propone sin cambio por su parte; pero no puede diferirlo sin imaginar algún cambio, al menos por parte del tiempo; como el que quiere hacer una casa mañana, y no hoy, espera que se dé mañana alguna circunstancia que no se da hoy, o al menos espera que pase el día de hoy y llegue el de mañana, lo cual no se verifica sin algún cambio, porque el tiempo es la medida del movimiento. Resta, pues, que antes de todo movimiento que se realiza de nuevo haya otro movimiento precedente; y así tenemos lo mismo que antes.

7. Lo que está siempre en el comienzo y siempre en el fin, no puede ni comenzar ni cesar; porque lo que comienza no está en su término, y lo que cesa no está en su comienzo. Mas el tiempo está siempre en su principio y en su fin, porque no hay más tiempo que el momento presente, que es fin del pasado y comienzo del futuro. Luego el tiempo no puede ni empezar ni cesar, y, por tanto, tampoco lo puede hacer el movimiento, que es medido por el tiempo.

8. Dios es anterior al mundo, o con prioridad de naturaleza solamente o con prioridad de duración. Si lo primero, siendo Dios eterno, también lo será el mundo; si lo segundo, el antes y después en razón de duración constituyen el tiempo; luego hubo tiempo antes de existir el mundo, lo cual es inadmisible.

9. Puesta la causa suficiente, se pone el efecto; porque una causa a la cual no sigue el efecto, es una causa imperfecta que necesita algo para que se siga el efecto. Ahora bien, Dios es cansa suficiente del mundo: causa final suficiente, por razón de su bondad; causa ejemplar suficiente, por razón de su sabiduría, y causa efectiva suficiente, por razón de su poder, como está claro por lo dicho anteriormente (S.Th. 1, 44, 1.3.4). Luego, existiendo Dios “ab aeterno”, también el mundo ha existido “ab aeterno”.

10. Aquel cuya acción es eterna, también su efecto es eterno. Mas la acción de Dios es su misma substancia, que es eterna. Luego el mundo es también eterno.

Por otra parte, dice el Señor en el Evangelio de San Juan (Jn 17,5): “Ahora tú, Padre, glorifícame cerca de ti mismo con la gloria que tuve, cerca de ti, antes que el mundo existiese”. Y en los Proverbios (Pr 8,22) se dice también: “Túvome Yavé como principio de sus actos ya antes de sus obras”.

Respuesta. No es necesario que haya existido algo “ab aeterno”, excepto Dios. Afirmar esto no implica ninguna contradicción. Se ha demostrado (S.Th. 1, 19, 4), en efecto, que la voluntad de Dios es la causa de las cosas. Luego en tanto alguna cosa será necesaria en cuanto es necesario que Dios la quiera, puesto que la necesidad del efecto proviene de la necesidad de su causa, según dice Aristóteles. Asimismo se ha demostrado (S.Th. 1, 19, 3) que, hablando en absoluto, no es necesario que Dios quiera algo, excepto a sí mismo; no es, pues, necesario que Dios haya querido que el mundo haya existido siempre, sino que el mundo existe en tanto y en cuanto Dios quiere que exista; porque la existencia del mundo depende de la voluntad de Dios como de su causa. Luego no es necesario que el mundo haya existido siempre, y, por tanto, tampoco se puede demostrar su existencia eterna.

Las razones que para demostrar la eternidad del mundo aduce Aristóteles son demostrativas, no absoluta, sino relativamente, es decir, como argumentos “ad hominem” contra aquellos que señalaban ciertos modos inadmisibles de comenzar el mundo. Que fuese ésta la mente de Aristóteles, aparece claro por tres razones. –Primero, porque en el libro VIII “De los Físicos” y en el “De Caelo” anticipa ciertas opiniones, como la de Anaxágoras, la de Empédocles y la de Platón, contra las cuales aduce estas razones contradictorias. –Segundo, porque siempre que habla de esta materia cita testimonios de los antiguos; lo cual no es propio de quien demuestra, sino de quien persuade con probabilidad. –Tercero, porque el mismo Aristóteles afirma expresamente que hay ciertos problemas dialécticos sobre los cuales no tenemos pruebas demostrativas, y entre éstos menciona el problema de “si el mundo es eterno”.

Soluciones. 1. Antes que el mundo existiese, era posible su existencia; pero esta posibilidad no se fundaba en alguna potencia pasiva, cual es la materia, sino en la potencia activa de Dios y en la potencia lógica u objetiva, que no es ninguna potencia real, sino la mera relación de dos términos que no se excluyen entre sí, en el sentido en que se opone lo posible a lo “imposible”, según consta por al Filósofo.

2. Lo que tiene potencia para existir siempre no es posible que exista a veces y a veces no exista desde que tiene tal potencia; sin, embargo, antes de tenerla no existía. De suerte que esta razón, aducida por Aristóteles, no prueba absolutamente que los seres incorruptibles no hayan comenzado a existir, sino que no han podido comenzar a existir por el modo natural como comienzan los seres generables y corruptibles.

3. Aristóteles prueba que la materia es ingénita porque no tiene sujeto de que se haga. Respecto de los cielos, prueba también que son ingénitos porque no tienen contrario del cual sean engendrados. De lo cual se sigue que ni la materia ni los cielos han comenzado a existir por generación, contra lo que afirmaban algunos antiguos, particularmente respecto de los cielos. Pero nosotros afirmamos que la materia y los cielos han sido producidos por creación, según lo dicho (S.Th. 1, 44, 1.2).

4. Para el concepto completo del vacío no basta que “no haya nada”; se requiere un espacio capaz de contener algún cuerpo sin contenerlo de hecho, según consta por Aristóteles. Ahora bien, nosotros decimos que antes del mundo no había ningún lugar ni espacio [28].

5. El primer motor permaneció siempre inmutable; no así el primer móvil, que comenzó a existir después de no haber existido. Sin embargo, no se verificó esto por mutación, sino por creación, que no es verdadera mutación, como se ha dicho antes (S.Th. 1, 45, 2 ad 2). Es, pues, evidente que el razonamiento de Aristóteles se dirige contra los que suponían cosas eternas movibles sin admitir movimiento eterno, como era el caso de Anaxágoras y Empédocles. Pero nosotros afirmamos que, desde que comenzaron los seres móviles, hubo siempre movimiento.

6. El primer agente es un agente voluntario, y, aunque haya tenido eternamente la voluntad de producir algún efecto, no por eso ha producido efecto alguno eterno. Y no es necesario suponer mudanza alguna, ni siquiera en relación a la representación del tiempo; porque es preciso concebir de distinto modo el agente particular, que presupone siempre algo al causar cualquier cosa, y el agente universal, que lo produce todo. Como el agente particular produce la forma y presupone la materia, necesariamente aplica la forma con proporción a la materia determinada, por lo cual con razón se supone que aplica la forma a tal materia y no a otra, en virtud de la diferencia que hay entre materia y materia. Pero no hay razón para suponer esto mismo en el agente que produce simultáneamente la forma y la materia; al contrario, en éste se debe suponer razonablemente que él mismo produce la materia con adaptación a la forma y al fin. –El agente particular supone el tiempo, como supone la materia; por lo cual se debe atender a que tal agente obra en el tiempo posterior y no en el anterior según la representación de sucesión entre tiempo y tiempo. Mas respecto del agente universal, que produce el ser y el tiempo, no se puede suponer que obre ahora y no antes según la imaginación de un tiempo después de otro, como suponiendo algún tiempo anterior a su acción, sino que hay que pensar que él mismo dio el tiempo a su efecto, tanto y cuando quiso y según era conveniente para manifestar su poder. Ahora bien, de manera más manifiesta conduce al conocimiento del poder divino creador el que el mundo no haya existido siempre que lo contrario; porque es evidente que todo aquello que no ha existido siempre ha tenido causa, y, en cambio, no es todo tan manifiesto respecto de lo que ha existido siempre.

7. Como dice Aristóteles, en el tiempo hay “antes” y “después”, del mismo modo que en el movimiento, y, por tanto, el principio y el fin hay que concebirlos también en el tiempo como en el movimiento. Ahora bien, supuesta la eternidad del movimiento, necesariamente cada momento que se tome de él es principio y fin del mismo; pero no hay tal necesidad si se supone que el movimiento comienza. Y esto mismo hay que decir respecto de los momentos del tiempo [29]. Es, pues, evidente que el concepto de un instante presente que sea siempre principio y fin del tiempo presupone la eternidad del tiempo y del movimiento. Aristóteles mismo aduce este argumento contra aquellos que afirmaban la eternidad del tiempo y negaban la del movimiento.

8. Dios es anterior al mundo en duración; mas esta prioridad de duración no es prioridad de tiempo, sino de eternidad. O bien, puede decirse que la prioridad se entiende respecto de una eternidad de tiempo imaginario y no existente en realidad; como, al decir que “sobre el cielo no hay nada”, se entiende por la palabra “sobre” un lugar solamente imaginario, en cuanto es posible imaginar que a las dimensiones de los cuerpos celestes se añaden otras.

9. Del modo que el efecto sigue a la causa que obra naturalmente en conformidad con su forma, así el efecto de la causa que obra por voluntad se sigue de ella conforme a la forma preconcebida y determinada por esta causa, como se ha dicho (S.Th. 1, 19, 4; q.41, 2; cf. q.14, 2) anteriormente. Por tanto, aunque Dios haya sido desde toda la eternidad causa suficiente del mundo, no es necesario suponer que el mundo ha sido producido por Dios sino en conformidad con lo que predeterminó su voluntad, es a saber, que el mundo recibiera la existencia después de no haber existido, para que así evocase de una manera más patente a su autor.

10. Puesta la acción, se sigue el efecto, pero en conformidad con la naturaleza de la forma que es principio de la acción. Mas en los agentes voluntarios lo que ha sido preconcebido y determinado se toma como forma que es principio de la acción. De la acción eterna de Dios no se sigue, por consiguiente, el efecto eterno, sino tal cual Dios lo quiso, a saber, que tenga el ser después del no ser [30].

 ARTÍCULO 2

Si es artículo de fe que el mundo ha comenzado a existir

Dificultades. Parece que no es artículo de fe, sino conclusión demostrable, el hecho de que el mundo ha comenzado a existir.

1. Todo lo que es hecho, tiene principio de su duración. Mas se puede demostrar apodícticamente que Dios es la causa efectiva del mundo, como lo admitieron los más acreditados filósofos. Luego puede probarse apodícticamente que el mundo ha comenzado a existir.

2. Si es necesario admitir que el mundo ha sido hecho por Dios, o lo hizo de la nada o lo hizo de algo. Mas no pudo hacerlo de algo, porque en este caso la materia del mundo precedería al mundo; contra lo cual militan las razones de Aristóteles con las que prueba que el mundo es ingénito. Luego necesariamente se ha de decir que lo hizo de la nada, y, por tanto, tuvo ser después de no ser. Luego comenzó a ser.

3. Todo ser que obra intelectivamente, obra partiendo de algún principio, como se ve en todas las obras de arte. Dios es un agente intelectual. Luego al obrar, parte de algún principio. El mundo, por consiguiente, que es efecto de Dios, no existió siempre.

4. Es cosa indubitable que algunas artes y regiones habitables han comenzado desde tiempos determinados. Mas esto no sería así si el mundo hubiese existido siempre. Luego es manifiesto que el mundo no ha existido siempre.

5. Es absolutamente cierto que nada puede igualar a Dios. Mas si el mundo hubiese existido siempre, igualaría a Dios en la duración. Luego es cierto que el mundo no ha existido siempre.

6. Si el mundo existió siempre, infinitos días han precedido al presente. Mas es imposible rebasar el infinito. Luego hubiese sido imposible llegar al día presente; lo cual evidentemente es falso.

7. Si el mundo fue eterno, también ha habido eternamente generación, y, por tanto, ha habido una serie infinita en la generación humana. Ahora bien, el padre es causa eficiente del hijo. Luego es posible una serie infinita en las causas eficientes; lo cual nadie admite.

8. Si el mundo y la generación humana han existido siempre, han precedido ya infinitos hombres. Mas el alma humana es inmortal. Luego existen ahora infinitas almas actualmente; lo cual es inadmisible. Puede, pues, demostrarse con evidencia ineludible que el mundo no ha existido siempre, y, por consiguiente, esta verdad no es solamente la fe.

Por otra parte, los artículos de la fe no se pueden demostrar apodícticamente, porque la fe, según San Pablo (Hb 11,1), tiene por objeto “lo que no se ve”. Ahora bien, que Dios sea el creador del mundo de tal modo que el mundo haya comenzado a existir, es un artículo de fe; pues decimos en el símbolo de la fe: “Creo en un solo Dios”, etc., y además dice San Gregorio que Moisés habló en sentido profético sobre el pasado al decir: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra”, en lo cual va incluido el origen temporal del mundo. Luego la novedad del mundo se conoce solamente por la fe, y, por consiguiente, no puede demostrarse apodícticamente.

Respuesta. Que el mundo no ha existido siempre, lo sabemos sólo por la fe, y no puede demostrarse apodícticamente; lo mismo que hemos dicho anteriormente sobre el conocimiento del misterio de la Santísima Trinidad (S.Th. 1, 32, 1). La razón de esto es porque el comienzo del mundo no puede tener una demostración tomada de la naturaleza misma del mundo. En efecto, el principio de la demostración es la definición o esencia misma de la cosa demostrada. Ahora bien, cualquier cosa, considerada en cuanto a su esencia o especie, prescinde del tiempo y del espacio; por lo cual se dice que “los universales son en todo lugar y tiempo”. Luego no puede demostrarse que el hombre, o el cielo, o la piedra no hayan existido siempre. –Tampoco se puede demostrar por parte de la causa eficiente, por ser ésta un agente que obra a voluntad. La voluntad de Dios es ciertamente inescrutable para la razón humana, a no ser sobre aquellas cosas que es absolutamente necesario que Dios los quiera, y Dios no quiere de este modo nada de cuanto se refiere a las criaturas, según ya lo hemos probado anteriormente (S.Th. 1, 19, 3).

Puede, sin embargo, la voluntad divina manifestarse al hombre mediante la revelación, en la cual se funda nuestra fe. Por consiguiente, que el mundo ha comenzado a existir, es creíble; pero no es demostrable ni objeto de la ciencia humana. –Y esto conviene tenerlo muy en cuenta, no sea que, presumiendo alguno demostrar las cosas que son de fe, alegue razones no convincentes, con lo cual dé a los no creyentes ocasión de irrisión, juzgando ellos que por tales razones asentimos nosotros a las cosas que son de fe.

Soluciones. 1. Como refiere San Agustín, hubo dos clases de opiniones entre los filósofos que defendían la eternidad del mundo. Pues unos afirmaban que la substancia del mundo no procedía de Dios; cuyo error es intolerable y por necesidad se ha de rechazar. Otros sostenían que el mundo es eterno, pero afirmando al mismo tiempo que el mundo había sido hecho por Dios. Estos tales “no querían admitir comienzo de duración” para el mundo; “pero admitían principio de creación, de tal suerte que se esté siempre haciendo de un modo apenas inteligible”. Insinuaban ellos cómo entendían esto, del modo siguiente, según refiere el propio San Agustín: “A la manera, dicen, que, si el pie estuviere desde toda la eternidad sobre el polvo, habría tenido siempre bajo sí su huella, la cual nadie dudaría haber sido estampada por el que allí pisara, así también el mundo ha existido siempre, porque existe siempre el que lo ha hecho”. Para entender este razonamiento se debe observar que la causa eficiente que obra con movimiento, por necesidad precede temporalmente a su efecto; porque el efecto no existe hasta el término de la acción, de la cual necesariamente es principio el agente. Pero, si la acción es instantánea y no sucesiva, no es necesario que el agente preceda en duración a aquello que hace, como lo vemos en la iluminación. Por lo cual dicen que no es necesario que Dios preceda al mundo en duración aunque sea causa activa del mismo; porque la creación, mediante la cual produjo Dios el mundo, no es una mutación sucesiva, conforme se ha dicho más arriba (S.Th. 1, 45, 2 ad 3) [32].

2. Los que admitiesen que el mundo es eterno, dirían que el mundo fue hecho de la nada por Dios; no en el sentido de que el mundo haya sido hecho después de la nada, según lo que nosotros entendemos por la creación, sino porque no ha sido hecho de algo. Y en este sentido no rehúsan algunos admitir el nombre de creación, como, por ejemplo, Avicena en su “Metafísica”.

3. Esta es la razón que aduce Anaxágoras, citado por Aristóteles. Pero no concluye necesariamente, si no es tratándose del entendimiento, que averigua mediante deliberación que es lo que se debe hacer, lo cual se asemeja al movimiento. Así obra el entendimiento humano, pero no el divino, según ya queda probado (S.Th. 1, 14, 7.12).

4. Los que admiten la eternidad del mundo admiten también la posibilidad de que algunas regiones hayan pasado infinitas veces de inhabitables a habitables y viceversa. Asimismo admiten que las artes han sido infinitas veces inventadas y desaparecidas debido a decadencias y otras causas diversas. Por donde dice Aristóteles que es ridículo tratar de fundar alguna opinión sobre la novedad del mundo en conjunto a base de estos cambios particulares [33].

5. Aunque hubiese existido el mundo siempre, no por eso sería igual a Dios en cuanto a la eternidad, como dice Boecio; porque la existencia divina es toda a un mismo tiempo, mientras que la del mundo siempre sería sucesiva.

6. Todo tránsito se verifica de un término a otro. Ahora bien, cualquier día pasado que se tome, desde él hasta el día presente hay un número limitado de días, que puede pasarse. La objeción, por el contrario, supone que entre ambos extremo, hay infinitos medios.

7. En la serie de causas eficientes que dependen esencialmente unas de otras en el obrar no es posible proceder hasta el infinito, de tal modo que se multipliquen infinitamente las causas que se requieren para la producción de algún efecto; por ejemplo, que la piedra sea movida por el bastón, éste por la mano, y así indefinidamente. Mas no se ve la imposibilidad de tal serie indefinida si se trata de causas que dependen accidentalmente unas de otras, de tal modo que todas las causas que se multiplican indefinidamente equivalen a una sola, multiplicándose accidentalmente, como en el caso de que el carpintero utilice accidentalmente muchos martillos porque se van rompiendo unos después de otros; en este caso se ve que es puramente accidental el que un martillo obre después de la acción de otro. Otro tanto sucede al engendrar un hombre después que él ha sido engendrado por otro, pues engendra en cuanto es hombre y no en cuanto es hijo de otro hombre. Todos los hombres que engendran tienen, en efecto, un mismo rango en la escala de causas eficientes, es decir, el de agentes particulares. No es, pues, imposible que el hombre engendre al hombre indefinidamente. Sería imposible esto si la generación de tal hombre dependiera en el obrar de otro hombre, y del cuerpo elemental, del sol, y así indefinidamente.

8. Los que admiten la eternidad del mundo evaden de diversos modos la fuerza de esta razón. Algunos no creen imposible que existan actualmente infinitas almas humanas; por ejemplo, Algazel en su “Metafísica”, el cual aduce como razón que éste sería un infinito accidental. Mas esto ya quedó refutado anteriormente (S.Th. 1, 7, 4). Otros afirman que las almas se corrompen con los cuerpos. Otros dicen que de todas las almas no queda más que una subsistente después de la muerte. Otros creen por este motivo, según refiere San Agustín, que existe una especie de circunvolución de las almas, de tal suerte que, separadas de los cuerpos, después de determinados cuentos de años vuelven de nuevo a ellos. De todas estas doctrinas habremos de ocuparnos en su lugar correspondiente (S.Th. 1, 75, 6; q.76, 2; q.118, 6)). Por ahora es suficiente advertir que la objeción tiene un alcance particular. Puede uno, en efecto, pensar que el mundo o, por lo menos, algunas de las criaturas, por ejemplo, los ángeles, son eternos, sin que lo sea el hombre [34]. Nosotros, empero, discutimos la cuestión en general, es decir, si alguna criatura ha existido “ab aeterno”.

 ARTÍCULO 3

Si la creación de las cosas se verificó en el comienzo del tiempo

Dificultades. Parece que la creación de las cosas no se realizó en el comienzo del tiempo.

1. Lo que no está en el tiempo no está en momento alguno de tiempo. Mas la creación no tuvo lugar en el tiempo, porque por la creación se sacó al ser la substancia de las cosas, y el tiempo no mide la substancia de las cosas, particularmente de las incorpóreas. Luego la creación no tuvo lugar en el comienzo del tiempo.

2. Prueba Aristóteles que todo lo que es hecho estuvo haciéndose, de suerte que en todo hacerse hay antes y después. Mas en el principio del tiempo, que es indivisible, no hay antes ni después. Luego, siendo el crearse un modo de hacerse, parece que las cosas no fueron creadas en el principio del tiempo.

3. El tiempo mismo ha sido también creado. Mas el tiempo no puede ser creado en el principio del tiempo, puesto que el tiempo es divisible, y el principio del tiempo es indivisible. Luego la creación de las cosas no tuvo lugar en el principio del tiempo.

Por otra parte, se dice en el Génesis (Gn 1,1): “En el principio creó Dios el cielo y la tierra.”

Respuesta. El texto del Génesis: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra”, puede exponerse de tres modos a fin de excluir otros tantos errores. Efectivamente, afirmaron algunos que el mundo existió siempre y que el tiempo no tuvo principio [35]; y para excluir este error se interpreta la palabra “en el principio” en el sentido de comienzo “del tiempo”. –Otros admitieron dos principios de creación, uno de las cosas buenas y otro de las malas; y para rechazar este error se interpretó “en el principio, en el Hijo”; porque, como el ser principio eficiente se apropia al Padre a título del poder, así el ser principio ejemplar se apropia al Hijo por razón de sabiduría. De suerte que, del mismo modo que se dice en el Salmo (Ps 103,24): “Vos habéis hecho todas las cosas en vuestra sabiduría”, así se entiende que Dios ha hecho todas las cosas en el principio, es decir, en el Hijo, según aquello del Apóstol (Col 1,16): “En Él (es decir, en el Hijo) fueron creadas todas las cosas”. –Finalmente, otros dijeron que las cosas corpóreas fueron creadas por Dios por mediación de las criaturas espirituales; y contra este error se expone el texto “En el principio creó Dios el cielo y la tierra”, en el sentido de que las creó todas antes de que existiese nada. Cuatro cosas se supone que fueron creadas simultáneamente: el cielo empíreo, la materia corporal, significada por la tierra; el tiempo y la naturaleza angélica.

Soluciones. 1. No se dice que las cosas hayan sido creados en el principio del tiempo, en el sentido que este principio del tiempo sea la medida de la creación, sino en el sentido de que simultáneamente con el tiempo, fueron creados el cielo y la tierra.

2. La expresión del Filósofo se refiere al hacerse que se realiza mediante movimiento o que al menos es término de movimiento. En efecto, como en todo movimiento puede señalarse un antes y un después, antes de cualquier momento en un movimiento particular, es decir, mientras algo se está moviendo o haciendo, puede tomarse un antes y también un después; porque lo que está todavía en el principio del movimiento o está ya en el término del mismo, no se mueve. Pero la creación no es movimiento ni término de movimiento alguno, como se ha dicho antes (S.Th. 1, 45, 2 ad 3; a.3). Por consiguiente, al crearse algo, lo que se crea no está antes creándose.

3. Nada es hecho sino en cuanto existe, y del tiempo no existe sino el momento presente. Luego del tiempo no puede hacerse más que algún momento presente. Y esto, no en el sentido que en el primer instante mismo haya ya tiempo, sino en cuanto que desde ese primer instante comienza el tiempo.

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