Cuestión 43: De la misión de las divinas personas
Procede ahora tratar de la misión de las divinas personas, y acerca de esto se han de averiguar ocho cosas.
Primera: si conviene a alguna persona divina ser enviada.
Segunda: si la misión es eterna o solamente temporal.
Tercera: en razón de qué es enviada una persona con misión invisible.
Cuarta: si conviene a cada una de las personas ser enviada.
Quinta: si con misión invisible son enviadas lo mismo el Hijo que el Espíritu Santo.
Sexta: a quiénes se hace la misión invisible.
Séptima: de la misión visible.
Octava: si alguna persona se envía a sí misma, visible o invisiblemente.
ARTÍCULO 1
Si conviene a alguna persona divina ser enviada
Dificultades. Parece que no conviene a la persona divina ser enviada.
1. El enviado es inferior al que le envía. Pero una persona divina no es inferior a otra. Luego una persona no es enviada por otra.
2. Todo el que es enviado se separa de quien lo envía, y así dice San Jerónimo: “Lo que está unido y forma un solo cuerpo no puede ser enviado”. Pero en las divinas personas “nada hay separable”, como dice San Hilario. Luego una persona divina no es enviada por otra.
3. El que es enviado se aleja de un lugar y va de nuevo a otro. Pero esto no conviene a la persona divina, que está en todas partes. Luego no le conviene ser enviada.
Por otra parte, leemos en San Juan (Jn 8,16): “No estoy yo solo, sino yo y el Padre, que me ha enviado”.
Respuesta. En el concepto de misión se incluyen dos cosas, de las cuales una es la relación del enviado a quien lo envía, y la otra la relación del enviado con el término de su misión. El hecho de que alguien sea enviado revela que el enviado procede de alguna manera de quien le envía, bien sea por modo de mandato, que es como el señor envía al siervo; bien por modo de consejo, y así se dice que el consejero envía al rey a la guerra; o también por modo de origen, como al decir que el árbol envía o emite la flor. Asimismo, revela una referencia al término adonde se envía, bien porque antes nunca hubiese estado allí o porque empiece a estar de modo distinto de como antes estuvo.
Por consiguiente, la misión puede convenir a una persona divina, por una parte, en cuanto incluye la relación de origen respecto al que la envía, y por otra, en cuanto implica un nuevo modo de estar en alguno; y así se dice que el Hijo fue enviado por el Padre al mundo en cuanto empieza a estar, visible en el mundo por la carne, no obstante que antes “estaba en el mundo” como dice San Juan (Jn 1,10).
Soluciones. 1. La misión envuelve inferioridad del enviado cuando implica que el modo que procede del principio que le envía es el consejo o el mandato, porque el que manda es superior, y el que aconseja es más clarividente. Pero en Dios no implica más que la procesión de origen, que, según vimos (S.Th. 1, 42, 6), requiere la igualdad.
2. La misión del que es enviado de modo que empiece a estar donde antes de ninguna manera estuvo, requiere movimiento local, y por esto es necesario que se aparte localmente de quien le envía. Pero no es esto lo que sucede en la misión de la persona divina, porque, así como la persona divina enviada no empieza a estar donde antes no hubiese estado, tampoco deja de estar donde antes estaba; por lo cual la misión no significa separación, sino sólo distinción de origen.3. La objeción es válida tratándose de la misión que supone movimiento local, que no tiene lugar en Dios.
ARTÍCULO 2
Si la misión es eterna o solamente temporal
Dificultades. Parece que la misión puede ser eterna.
1. Dice San Gregorio: “Por aquello que es enviado el Hijo, por lo mismo es engendrado”. Pero la generación es eterna. Luego también la misión.
2. A todo el que convenga algo en el tiempo, cambia. Pero la persona divina no se muda. Luego su misión no es temporal, sino eterna.
3. La misión implica procesión. Pero la procesión de las personas divinas es eterna. Luego también lo es la misión.
Por otra parte, dice el Apóstol (Ga 4,4) que “al llegar la plenitud del tiempo envió Dios a su Hijo”.
Respuesta. En lo que se refiere al origen de las divinas personas se deben tomar en cuenta ciertas diferencias. Hay términos que en su significado incluyen solamente la referencia al principio, como los de “procesión” y “salida”; otros, junto con la referencia al principio, denotan el término de la procesión, y de estos, unos determinan el término eterno, como los de “generación” y “espiración”, pues la generación es la procesión de la persona en la naturaleza divina, y la espiración en sentido pasivo implica la procesión del Amor subsistente; otros, por fin, junto con la referencia al principio, designan el término temporal, como los de “misión” y “donación”; pues, si se envía algo, es para que esté en alguna parte, y si se da, es para que se tenga; y que la persona divina sea tenida por alguna criatura o que haya un nuevo modo de estar en ella, son cosas temporales.
Por consiguiente, la “misión” y la “donación” en Dios son exclusivamente temporales. La “generación” y la “espiración” son solamente eternas. Pero la “procesión” y la “salida” son en Dios eternas y temporales; y así el Hijo procede desde la eternidad para ser Dios y temporalmente para ser hombre por misión visible, o también para estar en el hombre por misión invisible.
Soluciones. 1. San Gregorio habla de la generación temporal del Hijo, no del Padre, sino de la Madre. O también que, por haber sido engendrado desde la eternidad, puede el Hijo ser enviado.
2. Que la divina persona esté de nuevo en alguno o que sea tenida de alguien en el tiempo, no arguye mudanza en la persona divina, sino en la criatura; y así de Dios se dice en el tiempo que es Señor, debido a una mudanza en la criatura.
3. La misión no solamente implica la procesión de un principio, sino que, además, determina el término temporal de la procesión; y por esto la misión es sólo temporal. O también que la misión incluye la procesión eterna y añade algo, o sea el efecto temporal, ya que la relación de la persona divina a su principio es forzosamente eterna. De aquí que, si se habla de una doble procesión, la eterna y la temporal, no es porque se doblen las relaciones con el principio, sino que la dualidad viene de parte del término, que es temporal y es eterno.
ARTÍCULO 3
Si la misión invisible de la persona divina se hace solamente por el don de la gracia santificante
Dificultades. Parece que la misión invisible de la persona divina no se hace solamente por el don de la gracia santificante.
1. Ser enviada la persona divina es ser dada. Si, pues, solamente fuese enviada por la gracia santificante, no sería dada la misma persona divina, sino sus dones, que es el error de los que dicen que no es dado el Espíritu Santo, sino sus dones.
2. La preposición “por” denota relación de causa. Pero la persona divina es la causa de que se tenga el don de la gracia santificante, y no de lo contrario, según aquello del Apóstol (Ro 5,5): “La caridad de Cristo ha sido difundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. Luego no es pertinente decir que la persona divina es enviada por los dones de la gracia santificante.
3. Dice San Agustín: “El Hijo, cuando en el tiempo es percibido, se dice que es enviado”. Pero el Hijo no solamente se conoce por la gracia santificante, sino también por las gracias gratuitas, como la de fe y la de ciencia. Luego no es la gracia santificante lo único por lo cual es enviada la persona divina.
4. Dice Rabano que el Espíritu Santo fue dado a los apóstoles para obrar milagros. Pero este no es un don de gracia santificante, sino de gracia gratuita. Luego la persona divina no solamente se da por la gracia santificante.
Por otra parte, dice San Agustín: “El Espíritu Santo procede”, temporalmente, “para santificar a la criatura”. Pero la misión es procesión temporal. Luego, como la santificación de la criatura no se hace más que por la gracia santificante, síguese que la misión de la persona divina no se hace más que por la gracia santificante.
Respuesta. Ser enviada conviene a la persona divina por cuanto existe en alguien de un modo nuevo, y ser dada en cuanto es tenida por alguien, y ninguna de estas dos cosas puede suceder más que por razón de la gracia santificante. Hay un modo común por el cual está Dios en todas las cosas por esencia, presencia y potencia, como la causa en los efectos que participan de su bondad. Sobre este modo común hay otro especial que conviene a la criatura racional, en la cual se dice que se halla Dios como lo conocido en el que conoce y lo amado en el que ama. Y puesto que la criatura racional, conociendo y amando, alcanza por su operación hasta al mismo Dios, según este modo especial no solamente se dice que Dios está en la criatura racional, sino también que habita en ella como en su templo. Por tanto, ningún otro efecto que no sea la gracia santificarte puede ser la razón de que la persona divina esté de un modo nuevo en la criatura racional; y, por consiguiente, sólo por la gracia santificante es enviada y procede temporalmente la persona divina. –Por otra parte, no se dice que tenemos sino aquello de que libremente podemos usar y disfrutar, y sólo por la gracia santificante tenemos la potestad de disfrutar de la persona divina. –Y, por fin, en el mismo don de la gracia santificante se posee al Espíritu Santo y habita en el hombre, y por esto el mismo Espíritu Santo es el dado y el enviado.
Soluciones. 1. Por el don de la gracia santificante es perfeccionada la criatura racional, no sólo para usar libremente de aquel don creado, sino para gozar de la misma persona divina; y, por tanto, la misión invisible se hace por el don de la gracia santificante y se da la misma persona divina.
2. La gracia santificante dispone al alma para tener a la persona divina, y esto es lo que se significa al decir que el Espíritu Santo es dado según el don de la gracia. Y a esto no se opone que el mismo don de la gracia venga del Espíritu Santo, que es lo que quiere decir el texto “la caridad de Dios se difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo”.
3. Si bien el Hijo puede ser conocido de nosotros por otros efectos, sin embargo, no por ellos habita en nosotros ni le tenemos.
4. El hecho de hacer milagros es un signo que manifiesta la gracia santificante, lo mismo que lo es el don de la profecía y cualquier gracia gratuita; y por esto el Apóstol llama a la gracia gratuita “manifestación del Espíritu”. Se dice, pues, que a les apóstoles les fue dado el Espíritu Santo para obrar milagros, porque les fue dada la gracia santificante con el signo que la manifiesta. –Pero, si solamente se diese el signo de la gracia santificante sin la gracia, no podría decirse en absoluto que se da el Espíritu Santo, a menos de añadir alguna restricción; por ejemplo, que se da a alguno el “espíritu de profecía” o “el de hacer milagros”, en cuanto tiene del Espíritu Santo el poder de hacer milagros o el de profetizar.
ARTÍCULO 4
Si conviene al Padre ser enviado
Dificultades. Parece que ser enviado conviene también al Padre.
1. Ser enviada la persona divina es ser dada. Pero el Padre se da a sí mismo, ya que nadie podría tenerle si El mismo no, se diese. Luego puede decirse que el Padre se envía a sí mismo.
2. La persona divina es enviada por la inhabitación de la gracia. Mas por la gracia habita en nosotros toda la Trinidad, como dice San Juan (Jn 14,23): “Vendremos a él y en él haremos nuestra mansión.” Luego ser enviada conviene a cada una de las personas divinas.
3. Todo lo que conviene a una de las personas conviene a todas, excepto las nociones y las personas. Pero la misión no significa ninguna de las personas, ni es tampoco noción, ya que, según hemos dicho (S.Th. 1, 32, 3), no hay más que cinco nociones. Luego ser enviada conviene a cada una de las personas divinas.
Por otra parte, escribe San Agustín: “El Padre es el único del cual nunca se dice que haya sido enviado.”
Respuesta. La misión incluye en su concepto la procesión de otro, y si es en Dios, según el origen, conforme hemos dicho (S.Th. 1, 43, 1.2). Por consiguiente, como el Padre no procede de nadie, en modo alguno conviene al Padre ser enviado, sino solamente al Hijo y al Espíritu Santo, que es a quienes conviene proceder de otro.
Soluciones. 1. Si el “dar” no significa más que la comunicación liberal de algo, el Padre se da a sí mismo en cuanto liberalmente se comunica a la criatura para que goce de Él. Pero, si implica la superioridad del donante respecto a lo que se da, entonces ser dado, como asimismo ser enviado, no conviene en Dios más que a la persona procedente de otra.
2. Aunque el efecto de la gracia sea causado también por el Padre, que inhabita por la gracia, lo mismo que el Hijo y el Espíritu Santo, sin embargo, como no procede de otro, no se dice que “sea enviado”; y por esto dijo San Agustín que “cuando el Padre es conocido de alguien en el tiempo, no se dice que sea enviado, porque no tiene de quien venga ni de quien proceda”.
3. La misión, en cuanto respecta al que envía, implica procesión e incluye en su significado la idea de noción; pero no la de una en particular, sino en general, en cuanto que “venir de otro” es común a dos nociones.
ARTÍCULO 5
Si conviene al Hijo ser enviado con misión invisible
Dificultades. Parece que no conviene al Hijo ser enviado con misión invisible.
1. La misión invisible de la persona divina se hace por el don de la gracia. Pero el don de la gracia pertenece al Espíritu Santo, según las palabras del Apóstol (1Co 12,11): “Todo lo hace uno y el mismo Espíritu.” Luego invisiblemente no es enviado más que el Espíritu Santo.
2. La misión de la persona divina se hace por la gracia santificante. Pero los dones que pertenecen a la perfección del entendimiento no son dones de la gracia santificante, ya que pueden tenerse sin caridad, como dice el Apóstol (1Co 13,2): “Si, teniendo el don de la profecía y conociendo todos los misterios y toda la ciencia, tuviese tan grande fe que trasladase los montes, si no tengo caridad no soy nada.” Luego, si el Hijo procede como Verbo del entendimiento, no parece que le convenga ser enviado con misión invisible.
3. La misión de la persona divina es de algún modo una procesión, según hemos dicho (S.Th. 1, 43, 1.4). Pero una es la procesión del Hijo y otra la del Espíritu Santo. Luego, si los dos son enviados, una misión es distinta de la otra, y, por consiguiente, sobraría una de ellas, puesto que la otra es suficiente para santificar a la criatura.
Por otra parte, se dice con referencia a la sabiduría divina (Sb 9,10): “Mándala del cielo a tus santos, y del trono de tu grandeza.”
Respuesta. Por la gracia santificante habita en la mente toda la Trinidad, como se dice en San Juan (Jn 14,23): “Vendremos a él y en él haremos mansión.” Ahora bien, ser enviada la persona divina a alguien por la gracia invisible significa, por un lado, el nuevo modo de inhabitar de aquella persona, y por otro, su origen de otra. Por tanto, como inhabitar por la gracia y proceder de otro conviene lo mismo al Hijo que al Espíritu Santo, a uno y al otro conviene ser enviados invisiblemente. Por lo que se refiere al Padre, aunque le conviene inhabitar por la gracia, no le conviene proceder de otro, y, por tanto, tampoco ser enviado.
Soluciones. 1. Si bien todos los dones, en cuanto dones, se atribuyen, como hemos dicho (S.Th. 1, 38, 1), al Espíritu Santo, que tiene razón de don primero, en cuanto es el Amor, hay, sin embargo, ciertos dones que por sus razones propias se atribuyen al Hijo por modo de apropiación; a saber, los que pertenecen al entendimiento, y precisamente según estos dones es como se entiende la misión del Hijo; y por esto dijo San Agustín que el Hijo invisiblemente “entonces es enviado a alguno cuando por él es percibido y conocido”.
2. El alma por la gracia se hace conforme con Dios. Por consiguiente, para que alguna persona divina sea enviada a alguien por la gracia es necesario que se verifique su asimilación a la persona que es enviada por algún don de gracia. Y puesto que el Espíritu Santo es el Amor, el alma es asimilada al Espíritu Santo por el don de la caridad; y de aquí que la misión del Espíritu Santo se considere en razón del don de caridad. El Hijo en cambio, es el Verbo, pero no un verbo cualquiera, sino el Verbo que espira el Amor, que por esto dice San Agustín: “El Verbo que intentamos insinuar es conocimiento con amor.” Por consiguiente, el Hijo no es enviado por un perfeccionamiento cualquiera de la inteligencia, sino por una instrucción tal que prorrumpa en afectos de amor, que es lo que leemos en San Juan (Jn 6,45): “Todo el que oye a mi Padre y recibe su enseñanza, viene a mí”; y en un Salmo (Ps 38,4): “En mi meditación se encenderá el fuego”; y por esto dice certeramente San Agustín que el Hijo es enviado “cuando de alguien es conocido y percibido”, puesto que la percepción significa cierto conocimiento experimental, y este conocimiento se llama propiamente “sabiduría”, como si dijésemos, un “saber sabroso”; y así se dice en el libro del Eclesiástico (Eclo 6,23): “La sabiduría de la doctrina justifica su nombre.”
3. Puesto que, conforme hemos dicho, la misión implica el origen de la persona enviada y la inhabitación por la gracia, si la misión se considera en cuanto al origen, la del Hijo se distingue de la del Espíritu Santo, como la generación de la procesión. Pero, en cuanto al efecto de la gracia, ambas comunican en la raíz de la gracia, pero se distinguen en los efectos de la gracia, que son iluminar la inteligencia e inflamar el corazón. Por donde se ve que no puede una existir sin la otra, porque las dos requieren la gracia santificante y porque una persona es inseparable de la otra.
ARTÍCULO 6
Si se hace la misión invisible a todos los que participan de la gracia
Dificultades. Parece que no a todos los que participan de la gracia se hace la misión invisible.
1. Los patriarcas del Antiguo Testamento participaron de la gracia. Pero no parece que les fuese hecha la misión invisible, porque dice San Juan (Jn 7,39): “Aun no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.” Luego no se hace la misión invisible a todos los partícipes de la gracia.
2. El aprovechamiento en la virtud no se consigue más que por la gracia. Pero la misión invisible no parece corresponder al progreso en la virtud, porque el progreso de la virtud es, al parecer, continuo, puesto que la caridad o aumenta constantemente o disminuye; por lo cual la misión debería ser continua. Luego no se hace la misión invisible a todos los partícipes de la gracia.
3. Cristo y los bienaventurados tienen la gracia en toda su plenitud. Pero la misión invisible no parece destinada a ellos, porque la misión se envía a lo que está distante, y lo mismo Cristo, en cuanto hombre, que los bienaventurados, están íntimamente unidos a Dios. Luego no se destina la misión invisible a todos los partícipes de la gracia.
4. Los sacramentos de la nueva ley contienen la gracia, y, sin embargo, no se habla de misión invisible respecto a ellos. Luego no se hace la misión invisible a todo lo que tiene la gracia.
Por otra parte, según San Agustín, la misión invisible se hace “para santificar a la criatura”. Pero toda criatura que tenga la gracia está santificada. Luego la misión invisible se hace a todas las criaturas en este estado.
Respuesta. Conforme hemos dicho (S.Th. 1, 43, 3.4.5), la misión incluye en su concepto que el enviado, o bien empiece a estar donde antes no estuvo, cual sucede a las criaturas, o que empiece a estar donde ya estaba, pero de nueva manera, que es el modo como se atribuye la misión a las personas divinas. Por consiguiente, en aquel a quien se manda la misión invisible es necesario tomar en cuenta dos cosas: la inhabitación de la gracia y cierta renovación producida por la gracia. Luego se manda misión invisible a todos aquellos en quienes se hallen estas dos cosas.
Soluciones. 1. La misión invisible fue hecha a los patriarcas del Antiguo Testamento, y por esto dice San Agustín que el Hijo con misión invisible “está en los hombres o con los hombres, y esto mismo se hizo antes con los patriarcas y profetas”. Luego el texto “aún no había sido dado el Espíritu Santo” se ha de entender de aquella donación con signo visible hecha el día de Pentecostés.
2. Incluso según el progreso en la virtud o el aumento de gracia se manda la misión invisible, y por esto dice San Agustín: “Entonces es enviado a alguien –el Hijo–, cuando de alguien es percibido y conocido, en cuanto que puede ser conocido y percibido según la capacidad tanto del que progresa hacia Dios como del alma racional del que está unida perfectamente a Dios.” Sin embargo, la misión invisible se entiende principalmente del aumento de gracia por el cual es elevado alguien a ejecutar algún acto nuevo o a un nuevo estado de gracia; por ejemplo, cuando alguien alcanza la gracia de los milagros o de la profecía, o también cuando, ardiendo en fervor de caridad, se expone al martirio, renuncia lo que posee o acomete cualquier otra empresa ardua.
3. La misión invisible fue hecha a los bienaventurados en el primer instante de su bienaventuranza. A partir de entonces continúa la misión invisible, no porque se intensifique la gracia, sino en cuanto de nuevo les son revelados algunos misterios, y esto hasta el día del juicio. Este aumento proviene de una como dilatación de la gracia que se extiende a más cosas. –En cuanto a Cristo, tuvo misión invisible en el principio de su concepción, pero no después, porque en el primer instante de su concepción fue lleno de toda sabiduría y gracia.
4. La gracia está en los sacramentos de la nueva ley de modo instrumental, a la manera como en los instrumentos de arte está la forma del artefacto, que fluye del agente a lo que recibe la acción. La misión, por el contrario, se hace al término; y, por consiguiente, la misión de la persona divina no se hace a los sacramentos, sino a aquellos que por los sacramentos reciben la gracia.
ARTÍCULO 7
Si conviene al Espíritu Santo ser enviado visiblemente
Dificultades. Parece que no conviene al Espíritu Santo ser enviado visiblemente.
1. Del Hijo, en cuanto enviado visiblemente al mundo, se dice que es menor que el Padre. Pero del Espíritu Santo nunca leemos que sea menor que el Padre. Luego no compete al Espíritu Santo ser enviado visiblemente.
2. La misión se considera visible por cuanto es asumida una criatura visible, como sucede con la misión del Hijo al asumir la carne. Pero el Espíritu Santo no asumió criatura alguna visible, por lo cual no puede decirse que esté en unas criaturas visibles de distinto modo que en otras, a no ser, tal vez, como una cosa en su signo, que es, por lo demás, como está en los sacramentos y en las figuras legales. Luego el Espíritu Santo no es enviado visiblemente, o de lo contrario sería preciso decir que su misión visible se verifica a través de todas estas cosas.
3. Cada una de las criaturas visibles es un efecto que manifiesta a toda la Trinidad. Luego por ellas no es más enviado el Espíritu Santo que otra cualquiera de las personas.
4. El Hijo fue enviado visiblemente a través de la más digna de las criaturas visibles, que es la naturaleza humana. Si, pues, el Espíritu Santo fuese enviado visiblemente, debería ser enviado por alguna criatura racional.
5. Lo que Dios hace en el mundo visible lo hace por ministerio de los ángeles, como dice San Agustín. Si, pues, aparecieron algunas formas visibles, fueron obra de los ángeles, y, por consiguiente, los ángeles son los enviados y no el Espíritu Santo.
6. Si el Espíritu Santo fuese enviado visiblemente, no sería más que para manifestar su misión invisible, porque las cosas invisibles se manifiestan por las visibles. Luego a quienes no fue hecha la misión invisible no debió hacerse la visible; y, por el contrario, a todos los que se hace la misión invisible lo mismo en el Antiguo que en el Nuevo Testamento, debe hacérseles la visible; lo que es evidentemente falso. Luego el Espíritu Santo no es enviado visiblemente.
Por otra parte, se dice en San Mateo (Mt 3,16) que el Espíritu Santo bajó sobre el Señor, después de bautizado, en forma de paloma.
Respuesta. Dios provee a todas las cosas según la naturaleza de cada cual. Conforme tenemos dicho (S.Th. 1, 12, 12), lo que naturalmente requiere el hombre es que las cosas visibles le conduzcan como de la mano a las invisibles. Por tanto, fue conveniente que las cosas invisibles de Dios se manifestasen al hombre por medio de las visibles. Ahora bien, así como Dios se manifiesta a sí mismo y las procesiones eternas de las personas por medio de las criaturas visibles, fue también conveniente que se manifestasen las misiones de las personas divinas con la ayuda de algunas criaturas visibles. –Pero no del mismo modo el Hijo que el Espíritu Santo, porque al Espíritu Santo, en cuanto procede como Amor, le compete ser el don de la santificación, mientras que al Hijo, como principio que es del Espíritu Santo, le corresponde ser el autor de la misma santificación, y he aquí por qué el Hijo fue enviado como autor, y, en cambio, el Espíritu Santo como signo de la santificación.
Soluciones. 1. El Hijo está unido a la criatura visible en que se mostró con unión personal, en forma que lo que se dice de esta criatura puede decirse del Hijo de Dios; y de aquí que, por razón de la naturaleza asumida, sea llamado inferior al Padre. Pero el Espíritu Santo no asumió la naturaleza visible, en que apareció, en unidad de persona, de suerte que lo que conviene a tal criatura pueda decirse de Él. Por consiguiente, no se le puede llamar inferior al Padre por razón de la criatura visible.
2. La misión visible del Espíritu Santo no se verifica por modo de visión imaginaria, cual es la visión profética, porque, como dice San Agustín, “la visión profética no se presenta a los ojos corporales por formas corpóreas, sino al espíritu por imágenes espirituales de los cuerpos; y, en cambio, cuantos vieron aquella paloma y aquel fuego los vieron con sus ojos. Tampoco es exacto que el Espíritu Santo fuese, respecto a tales especies, lo que el Hijo respecto a la piedra, de la cual se dice (1Co 10,4): “La piedra era Cristo”; porque aquella piedra existía ya en la naturaleza, y con el pretexto de una acción fue llamada con el nombre de Cristo, a quien significaba; pero aquella paloma y aquel fuego se formaron repentinamente sólo para significar lo que motivó su formación. Puede, no obstante, compararse con la llama que apareció a Moisés en la zarza, o con la columna que guiaba al pueblo en el desierto, o con los rayos y truenos que estallaron mientras se dictaba la ley en el monte; pues la realidad corpórea de aquellas cosas existió para significar algo y después desaparecer”. Por donde se ve que la misión visible no se entiende al modo de las visiones proféticas, que fueron imaginarias y no corpóreas; ni al modo de los signos sacramentales del Antiguo y Nuevo Testamento, en los cuales se toma algo preexistente para significar otra cosa; sino que el Espíritu Santo se dice enviado visiblemente en cuanto fue mostrado como en signos en algunas criaturas hechas para esto.
3. Aunque sea toda la Trinidad la que hace las criaturas visibles, fueron hechas, sin embargo, para manifestar especialmente una u otra persona; porque si el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son designados con distintos nombres, pueden también ser significados por distintas cosas, aunque entre ellos no haya separación ni diversidad alguna.
4. La persona del Hijo debió ser manifestada como autor de la santificación, conforme hemos dicho, y, por tanto, fue conveniente que la misión visible del Hijo se hiciese por la naturaleza racional, que tiene el poder de obrar por sí misma y a la cual puede competir el santificar. En cambio, indicio o signo de la santificación puede serlo otra criatura cualquiera, y ni siquiera fue necesario que la criatura, formada con este objeto, fuese asumida por el Espíritu Santo en unidad de persona, puesto que no se tomó para hacer cosa alguna, sino para significar algo. –Y por esto tampoco fue necesario que durase más tiempo que el preciso para cumplir su cometido.
5. Aquellas criaturas visibles se formaron por ministerio de los ángeles, pero no para significar la persona del ángel, sino la del Espíritu Santo. Y puesto que el Espíritu Santo estaba en aquellas criaturas sensibles como lo significado en el signo, síguese que el Espíritu Santo es quien por ellas se dice enviado visiblemente, y no el ángel.
6. No es indispensable que la misión invisible se manifieste siempre por algún signo visible, sino que, como dice el Apóstol (1Co 12,7), la “manifestación del Espíritu se otorga a algunos para utilidad”, entiéndase de la Iglesia; utilidad que consiste en que por medio de estos signos visibles se confirme y propague la fe. Fue ésta, ciertamente, la obra principal de Cristo y de los apóstoles; pues, como dice San Pablo (Hb 2,3), “habiendo comenzado a ser promulgada por el Señor, fue entre nosotros confirmada por los que le oyeron”. Esta es, pues, la razón de haber sido hecha una misión visible especial del Espíritu Santo a Cristo, a los apóstoles y también a algunos de los primeros santos, en quienes en cierto modo se fundaba la Iglesia; pero a condición de que la misión visible hecha a Cristo manifestase la invisible, hecha no entonces, sino en el primer instante de su concepción. A Cristo fue hecha la misión visible, en el bautismo, en forma de paloma, que es animal fecundo, para simbolizar que Cristo tiene autoridad para dar la gracia por la regeneración espiritual; y de aquí que la voz del Padre proclamase (Mt 3,17): “Este es mi Hijo muy amado”, como para indicar que otros serían regenerados a semejanza de su Unigénito; y en la transfiguración, bajo la aparición de una nube luminosa, para manifestar la exuberancia de la doctrina, y por esto se dijo: “Escuchadle”. A los apóstoles se hizo en forma de viento, para indicar la potestad de ministerio en la dispensación de los sacramentos, y por esto se les dijo (Jn 20,23): “A quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados”; y también en forma de lenguas de fuego, para dar a entender el oficio de enseñar, y por esto se dice que “comenzaron a hablar en lenguas extrañas” (Act 2,4). –No debió hacerse misión visible del Espíritu Santo a los patriarcas del Antiguo Testamento, porque antes que la del Espíritu Santo debió llevarse a cabo la misión visible del Hijo, ya que el Espíritu Santo manifiesta al Hijo, como el Hijo al Padre. No obstante, los patriarcas del Antiguo Testamento fueron agraciados con apariciones visibles de las divinas personas, que, sin embargo, no pueden llamarse misiones visibles, porque no fueron hechas, como dice San Agustín, para designar la inhabitación de la persona divina por la gracia, sino para dar a entender alguna otra cosa.
ARTÍCULO 8
Si ninguna persona divina es enviada más que por aquella de quien procede
Dificultades. Parece que ninguna persona divina es enviada más que por aquella de quien procede.
1. Dice San Agustín que “el Padre no es enviado por nadie, porque de nadie procede”. Si, pues, alguna persona divina es enviada por otra, es necesario que proceda de ella.
2. El que envía tiene autoridad sobre el enviado. Pero respecto a una persona divina no puede haber más autoridad que la del origen. Luego es necesario que la persona divina enviada proceda de la que la envía.
3. Si la persona divina es enviada por aquel de quien no procede, no habría inconveniente en decir que el Espíritu Santo es dado por el hombre, aunque que no procede de él, y esto se opone a lo que dice San Agustín. Luego la persona divina no es enviada más que por aquel de quien procede.
Por otra parte, el Espíritu Santo envía al Hijo, como leemos en Isaías (I s 48,16): “Y ahora me envió el Señor Dios y su Espíritu”. Pero el Hijo no procede del Espíritu Santo. Luego la persona divina es enviada por aquella de quien no procede.
Respuesta. Acerca de esta cuestión han pensado los autores de diferentes maneras. En opinión de unos, la persona divina no es enviada más que por aquella de quien eternamente procede; y conforme a esto, cuando se dice que el Hijo es enviado por el Espíritu Santo, se debe entender en cuanto a la naturaleza humana, según la cual fue enviado por el Espíritu Santo a predicar. –Mas, por otra parte, San Agustín dice que el Hijo es enviado por sí mismo y por el Espíritu Santo, como a su vez el Espíritu Santo es enviado por sí mismo y por el Hijo, de suerte que en Dios ser enviado no conviene a cada una de las personas, sino exclusivamente a la persona que procede de otra, y, en cambio, enviar es cosa que conviene a cada una de las personas.
Sin embargo, uno y otro parecer son de algún modo acertados, porque cuando se dice que es enviada una persona se designan dos cosas: la persona procedente de otra y el efecto visible o invisible, según el cual se entiende la misión de la persona divina. Si, pues, por el que envía se designa el principio de la persona enviada, no puede enviar una cualquiera de las personas, sino sólo aquella a la cual conviene ser principio; y en este sentido el Hijo es enviado por el Padre, y el Espíritu Santo por el Padre y por el Hijo. En cambio, si por persona que envía se entiende el principio del efecto, por razón del cual se habla de misión, entonces es toda la Trinidad la que manda a la persona enviada. Y de aquí no se sigue que el hombre dé el Espíritu Santo, puesto que no puede causar el efecto de la gracia.
Y de este modo quedan también resueltas las dificultades.
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