Cuestión 36: De la persona del Espíritu Santo
Viene ahora considerar lo referente a la persona del Espíritu Santo, que no solamente se llama Espíritu Santo, sino también Amor y Don de Dios.
Acerca del nombre de Espíritu Santo hay que indagar cuatro cosas.
Primera: si este nombre “Espíritu Santo” es el propio de alguna persona divina.
Segunda: si la persona divina llamada Espíritu Santo procede del Padre.
Tercera: si procede del Padre por el Hijo.
Cuarta: si Padre e Hijo son un solo principio del Espíritu Santo.
ARTÍCULO 1
Si este nombre, “Espíritu Santo”, es nombre propio de alguna persona divina
Dificultades. Parece que este nombre, “Espíritu Santo”, no es nombre propio de una persona divina.
1. Ningún nombre común a las tres personas puede ser el propio de una de ellas. Mas el de Espíritu Santo es común a las tres personas; pues, como razona San Hilario, el nombre de “Espíritu de Dios” designa a veces al Padre, y así cuando se dice (I s 61,1): “El Espíritu del Señor está sobre mí” otras al Hijo, por ejemplo, cuando dice el propio Hijo (Mt 12,28): “En el Espíritu de Dios arrojo los demonios”, para dar a entender que los arroja en virtud del poder de su naturaleza; a veces al Espíritu Santo, por ejemplo (Joel 2,28): “Derramaré mi Espíritu sobre toda carne”. Luego este nombre, “Espíritu Santo”, no es el propio de una persona divina.
2. Los nombres de las divinas personas son términos de relación, como dice Boecio. Pero “Espíritu Santo” no es término de relación. Luego no es nombre propio de persona divina.
3. Por lo mismo que Hijo es nombre de una persona divina, no se le puede llamar Hijo de éste o del otro, y, sin embargo, se habla del espíritu de éste o de aquel hombre; y así se dice en el libro de los Números (Nm 11,16-17): “Dijo el Señor a Moisés: Yo tomaré de tu espíritu y se lo entregaré”; y en el IV de los Reyes (2Re 2,15): “El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo”. Luego Espíritu Santo no parece ser nombre propio de una persona divina.
Por otra parte, dice el apóstol San Juan (1Jn 5,7): “Tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo”. Mas, como dice San Agustín, cuando se pregunta: “¿Tres qué?”, decimos: “Tres personas”. Luego Espíritu Santo es nombre de persona divina.
Respuesta. Como las procesiones divinas son dos, una de ellas, la que es por modo de amor, no tiene nombre propio, según hemos dicho (S.Th. 1, 27, 4 ad 3), por lo cual las relaciones derivadas de esta procesión son innominadas, de donde resulta que la persona procedente de este modo tampoco tiene nombre propio. Sin embargo, así como el uso acomodó ciertos nombres a significar dichas relaciones, ya que las llamamos “procesión” y “espiración”, nombres que por su propio significado más bien parecen designar actos nocionales que relaciones, así también, para significar la persona que procede por modo de amor, se acomodó, basándose en el lenguaje de la Escritura, este nombre: “Espíritu Santo”.
La legitimidad de esta acomodación se funda en dos razones. Primera, la misma comunidad de lo que se llama “Espíritu Santo”; pues, como dice San Agustín, “porque” –el Espíritu Santo– “es común a ambos, tiene como nombre propio lo mismo que es nombre común a los otros dos; porque el Padre es Espíritu, y el Hijo es Espíritu; el Padre es santo y el Hijo es santo”. –Segunda, por su propio significado. En los seres corpóreos, el nombre de “espíritu” parece que significa un como impulso o moción, pues llamamos espíritu al aire espirado y al viento, y precisamente lo propio del amor es mover e impeler la voluntad del amante hacia lo amado. La “santidad”, por su parte, se atribuye a las cosas que están ordenadas a Dios. Por consiguiente, como una persona divina procede por vía del amor, con el cual Dios es amado, es conveniente que sea llamado Espíritu Santo.
Soluciones. 1. La expresión “espíritu santo”, tomada como dos palabras, es común a toda la Trinidad, ya que con el nombre de “espíritu” se expresa la inmaterialidad de la substancia divina, y esto porque el aliento corpóreo es invisible y tiene poco de materia, por lo cual damos el nombre de espíritu a todas las substancias inmateriales e invisibles; y por la palabra “santo” se significa la pureza de la divina bondad. –Mas si se toma “Espíritu Santo” como un solo nombre, en virtud del uso de la Iglesia fue acomodado a significar a una de las tres personas, la que procede por modo de amor, por la razón antedicha (I n c).
2. Aunque el nombre “Espíritu Santo” no expresa relación, se emplea, sin embargo, como relativo, en cuanto fue acomodado para designar a una persona que sólo por la relación se distingue de otras. –Y aun sería posible sorprender en él alguna relación, si “Espíritu” se entiende como “espirado”.
3. En el nombre de Hijo solamente se entiende la relación de lo que emana de principio a su principio; en el nombre de Padre se entiende, por el contrario, la relación de principio; y lo mismo de Espíritu, en cuanto implica cierta fuerza de impulsión o motriz. En cambio, a ninguna criatura conviene ser principio respecto a una persona divina, sino todo lo contrario, y, por consiguiente, se puede decir “Padre nuestro” y “Espíritu nuestro”, pero no “Hijo nuestro”.
ARTÍCULO 2
Si el Espíritu Santo procede del Hijo
Dificultades. Parece que el Espíritu Santo no procede del Hijo.
1. Según Dionisio, “nadie debe atreverse a decir cosa alguna de la ‘substancial divinidad’, fuera de lo que nos ha sido expresamente dicho en los libros sagrados”. Pero en la Sagrada Escritura no se expresa que el Espíritu Santo proceda del Hijo, sino sólo que procede del Padre, como se lee en el Evangelio (Jn 15,26): “El Espíritu de verdad, que procede del Padre”. Luego el Espíritu Santo no procede del Hijo.
2. En el Concilio de Constantinopla se dice: “Creemos en el Espíritu Santo, Señor y vivificante, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo debe ser adorado y glorificado”. De ningún modo, pues, debió añadirse a nuestro símbolo que procede del Hijo, y quienes lo añadieron parecen ser reos de anatema.
3. Dice el Damasceno: “Nosotros decimos del Espíritu Santo que es del Padre, y le llamamos Espíritu del Padre; pero no decimos que el Espíritu Santo es del Hijo, y, sin embargo, le llamamos Espíritu del Hijo”. Luego no procede del Hijo.
4. Nadie procede de aquel en quien permanece. Pero el Espíritu Santo permanece en el Hijo, pues se dice en la leyenda de San Andrés: “La paz sea con vosotros y con todos los que creen en un Dios Padre, y en su Hijo, único Señor nuestro, Jesucristo, y en el Espíritu Santo, que procede del Padre y permanece en el Hijo”. Luego el Espíritu Santo no procede del Hijo.
5. El Hijo procede como verbo. Pero no parece que en nosotros el espíritu o aliento proceda de nuestro verbo o palabra. Luego tampoco el Espíritu Santo procede del Hijo.
6. La procesión del Espíritu Santo del Padre es perfecta. Luego es superfluo añadir que procede del Hijo.
7. “En las cosas no sujetas a movimiento no se distinguen ser y poder ser”, como dice el Filósofo, y mucho menos en Dios. Pero el Espíritu Santo puede distinguirse del Hijo, aunque no proceda de Él, pues dice San Anselmo: “Es cierto que el Hijo y el Espíritu Santo toman su ser del Padre, pero de distinta manera, porque uno lo toma naciendo y el otro procediendo, para que así sean distintos uno de otro”; y luego añade: “Aunque el Hijo y el Espíritu Santo no fuesen muchos por otra cosa, por esto solo serían distintos”. Luego el Espíritu Santo se distingue del Hijo aunque no proceda de Él.
Por otra parte, dice San Atanasio: “El Espíritu Santo es del Padre y del Hijo, no hecho, ni criado, ni engendrado, sino procedente”.
Respuesta. Es necesario decir que el Espíritu Santo procede del Hijo, porque, si no procediese del Hijo, no podría distinguirse personalmente de Él. Y esto se comprende por lo que llevamos explicado (S.Th. 1, 28, 3; q.30, 2). –No es posible decir que las personas divinas se distingan unas de otras por algo absoluto, porque se sigue que no sería una misma la esencia de las tres, puesto que todo lo que es absoluto en Dios, pertenece a la unidad de la esencia. Sólo, pues, por las relaciones se distinguen entre sí las personas en Dios. –Pero las relaciones no pueden distinguir las personas sino en cuanto son opuestas, y esto se comprueba observando que el Padre tiene dos relaciones, con una de las cuales se refiere al Hijo y con la otra al Espíritu Santo, y, sin embargo, por no ser opuestas, no constituyen dos personas, sino que ambas pertenecen a la sola persona del Padre. Si, pues, en el Hijo y en el Espíritu Santo no se hallasen más que las dos relaciones con que uno y otro se refieren al Padre, éstas no serían relaciones opuestas, como tampoco lo son las dos con que el Padre se refiere a ellos; de donde se sigue que, así como la persona del Padre es una, así también el Hijo y el Espíritu Santo serían una sola persona con dos relaciones opuestas a las dos del Padre. Mas esto es herético, puesto que destruye la fe en la Trinidad. Luego es necesario que el Hijo y el Espíritu Santo se refieran uno al otro con relaciones opuestas. –Pero en Dios no puede haber otras relaciones opuestas más que las de origen, como ya hemos demostrado (S.Th. 1, 28, 4), y las opuestas relaciones de origen son relaciones de principio y de lo que proviene de un principio. Luego no queda otro recurso que decir, o que el Hijo procede del Espíritu Santo, cosa que nadie dice, o que el Espíritu Santo procede del Hijo, que es lo que nosotros confesamos.
Y esto está en armonía con el concepto de la procesión de uno y otro. Hemos dicho (S.Th. 1, 27, 2.4; q.28.4) que el Hijo procede por vía de entendimiento como verbo, y el Espíritu Santo por vía de voluntad como amor. Pero el amor es necesario que proceda del verbo, pues no amamos cosa alguna sino en cuanto la hemos concebido en la mente. Por tanto, esto mismo prueba que el Espíritu Santo procede del Hijo.
Convence de esto mismo la consideración del orden natural de las cosas. Nunca se ha visto que de un ser procedan muchos sin que entre ellos haya algún orden, como no sean las cosas que sólo materialmente difieren: tal si un fabricante produce muchos cuchillos diferentes por su materia, pero sin relación de unos con otros. Mas entre las cosas en que la distinción no es sólo material, siempre se observa algún orden en la muchedumbre de los seres producidos, y de aquí que en el orden de las criaturas producidas se manifieste la hermosura de la sabiduría divina. Si, pues, de la sola persona del Padre proceden dos personas, la del Hijo y la del Espíritu Santo, es necesario que guarden algún orden entre sí, y no se puede asignar otro que el orden de naturaleza, por el cual una se origina de otra. Por consiguiente, no es, pues, posible decir que el Hijo y el Espíritu Santo proceden del Padre de tal manera que ninguno de ellos procede del otro, a menos de suponer entre ellos una distinción material, cosa imposible
De aquí que los mismos griegos reconocen que la procesión del Espíritu Santo dice algún orden al Hijo, pues conceden que el Espíritu Santo es “Espíritu del Hijo” y que procede del Padre “por el Hijo”, y hasta se dice que algunos llegaron a conceder que “es del Hijo” o que “fluye de Él”, pero no que “procede”. Mas esto parece efecto de ignorancia o de protervia, porque quienquiera que considere atentamente las cosas, hallará que entre todos los vocablos que expresan origen, sea éste el que fuere, el de “procesión” es el más amplio y de aplicación más general, puesto que nos servimos de él para designar un origen cualquiera; y así decimos que la línea procede del punto; el rayo, del sol; el arroyo, de la fuente, y cosas parecidas; por lo cual, de cualquier otro vocablo que exprese origen se puede concluir que el Espíritu Santo procede del Hijo.
Soluciones. 1. No debemos decir de Dios lo que en la Sagrada Escritura no se halla de palabra o en cuanto al sentido. Pero, si bien en la Sagrada Escritura no se halla en términos expresos que el Espíritu Santo procede del Hijo, hállase, sin embargo, en cuanto al sentido, y de modo especial donde el Hijo dice, hablando del Espíritu Santo (Jn 16,14): “Él me glorificará, porque tomará de lo mío”. –Además, en la interpretación de la Sagrada Escritura se ha de tener por regla general que cuanto se dice del Padre se entiende dicho del Hijo, aunque la dicción vaya acompañada de alguna partícula exclusiva, exceptuando solamente las cosas por las cuales el Padre y el Hijo se distinguen por relaciones apuestas; y así, cuando dice el Señor (Mt 11,27): “Nadie conoce al Hijo sino el Padre”, no se excluye que el Hijo se conozca a sí mismo. Por consiguiente, de igual manera, cuando se dice que el Espíritu Santo procede del Padre, aunque se añadiese que de sólo el Padre procede, no por eso quedaría excluido el Hijo de tal procesión; porque, en cuanto a ser principio del Espíritu Santo, no hay oposición relativa entre el Padre y el Hijo, sino que sólo la hay en cuanto que uno es Padre y el otro Hijo.
2. En cada concilio se redactaba algún símbolo en vista de algún error que en el concilio se condenaba, y, por tanto, el concilio siguiente no hacía otro símbolo distinto del primero, sino que, frente a las nuevas herejías, se limitaba a explanar mediante algunas adiciones lo mismo que implícitamente se contenía en el anterior. Por esto se dice en una declaración del Sínodo de Calcedonia que los congregados en el Concilio de Constantinopla enseñaron la doctrina del Espíritu Santo, “no porque juzgasen que faltaba algo en la de sus predecesores”, reunidos en Nicea, “sino para declarar contra los herejes cómo debían entenderse”. Y como en el tiempo de los antiguos concilios no había aparecido todavía el error de los que sostienen que el Espíritu Santo no procede del Hijo, no fue necesario que declarasen esto explícitamente. Pero más tarde, aparecido el error de algunos en esta materia, en cierto concilio reunido en Occidente fue expresamente declarada con la autoridad del Romano Pontífice, con la cual se congregaban y confirmaban también los antiguos concilios. –Con todo, estaba contenido implícitamente en la fórmula que confiesa que el Espíritu Santo procede del Padre.
3. Los primeros en enseñar que el Espíritu Santo no procede del Hijo fueron los nestorianos, como se ve por uno de sus símbolos condenado en el Concilio de Éfeso. Abrazó este error Teodoreto el nestoriano, y tras él otros muchos, entre los cuales fue uno el Damasceno, por lo cual no debe seguirse su parecer en esta materia. –Hay, sin embargo, quienes dicen que el Damasceno, si bien no confiesa que el Espíritu Santo es del Hijo, en el texto citado tampoco lo niega.
4. Al decir que el Espíritu Santo reposa o permanece en el Hijo, no se excluye que proceda de Él, porque también se dice que el Hijo permanece en el Padre, y esto no obstante, procede del Padre. –Se dice también que el Espíritu Santo reposa en el Hijo como el amor del amante descansa en lo amado, o también por razón de la naturaleza humana de Cristo, según lo que se dice en el Evangelio (Jn 1,33): “Sobre quien vieras descender el Espíritu y permanecer en Él, ése es el que bautiza”.
5. El Verbo en Dios no se entiende por semejanza con la palabra hablada, de la cual no procede el aliento, porque, si así fuese, se diría en sentido metafórico, sino por semejanza con el verbo mental, del cual procede el amor.
6. Aunque el Espíritu Santo procede con toda perfección del Padre, no sólo no es superfluo decir que, procede también del Hijo, sino que es del todo necesario, porque uno mismo es el poder del Padre y el del Hijo, y todo lo que viene del Padre, forzosamente ha de venir del Hijo, a menos que repugne a la propiedad de la filiación, puesto que el Hijo, si bien procede del Padre, no procede de sí mismo.
7. El Espíritu Santo se distingue personalmente del Hijo en que el origen de uno es distinto del origen del otro. Pero, a su vez, la diferencia de origen es debida a que el Hijo procede sólo del Padre, y el Espíritu Santo, del Padre y del Hijo. De no ser así, no se distinguirían las dos procesiones, según hemos visto (S.Th. 1, 36; q.27).
ARTÍCULO 3
Si el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo
Dificultades. Parece que el Espíritu Santo no procede del Padre por el Hijo.
1. Lo que procede por otro, no procede inmediatamente. Si, pues, el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo, no procede inmediatamente del Padre, y esto parece inadmisible.
2. Si el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo, no procede del Hijo más que por causa del Padre. Pero “lo que tiene razón de causa exige con preferencia la atribución de todo lo que de ello se deriva”. Luego más bien procede del Padre que del Hijo.
3. El Hijo tiene el ser por generación. Si, pues, el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo, síguese que primero sería engendrado el Hijo y después procedería el Espíritu Santo, y de este modo la procesión del Espíritu Santo no es eterna, lo cual es una herejía.
4. Cuando se dice que alguien obra por otro, pueden invertirse los términos, puesto que si decimos que el rey obra por el bailío, también podemos decir que el bailío obra por el rey. Pero en modo alguno decimos que el Hijo espira al Espíritu Santo por el Padre. Luego de ningún modo se puede decir que el Padre espira al Espíritu Santo por el Hijo.
Por otra parte, dice Hilario: “Te suplico que me conserves esta religión de mi fe, que siempre posea al Padre, esto es, a ti; que junto contigo adore a tu Hijo, y que merezca tu Espíritu Santo, que es por tu Unigénito”.
Respuesta. Siempre que se dice que alguien obra por otro, la preposición “por” tiene significado causal y designa alguna causa o principio del acto a que se refiere. Pero, como la acción es una cosa media entre el agente y el efecto, unas veces la locución causal a que se antepone la preposición “por” es causa de la acción en cuanto sale del agente, y en este caso es causa de que el agente obre, bien se trate de la causa final, formal, eficiente o motriz: final, como al decir que el operario trabaja “por el afán del lucro”; formal, cuando decimos que trabaja “por su arte”; motriz, como al decir que trabaja “por mandato de otro”. Otras veces el vocablo sobre el que recae la preposición “por” es causa de la acción en cuanto ésta termina en el efecto; y así decimos que el “obrero golpea por el martillo”, y en este caso no se quiere decir que el martillo sea la causa de que el operario obre, sino que es causa de que el efecto proceda del operario, y el serlo lo recibe del propio operario. –Según esto, dicen algunos que la preposición “por” denota autoridad, unas veces directamente, como al decir “el rey obra por el bailío”, y otras indirectamente, como al decir “el bailío obra por el rey”.
Como quiera, pues, que el Hijo tiene del Padre que el espíritu Santo proceda de Él, puede decirse que el Padre espira al Espíritu Santo por el Hijo, o, lo que es lo mismo, que el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo.
Soluciones. 1. En toda acción hay que considerar dos cosas: el supuesto agente y el poder o virtud por el que obra; y así el fuego calienta por el calor. Si, pues, en el Padre y en el Hijo se considera la virtud por la que espiran al Espíritu Santo, no cabe intermediario alguno, porque este poder es el mismo e idéntico en ambos. Pero si se consideran las mismas personas que espiran, puesto que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por una procesión común, hallamos que procede del Padre inmediatamente, por cuanto viene de Él, y mediatamente en cuanto viene del Hijo, lo, mismo que Abel procedió de Adán inmediatamente, en cuanto Adán fue su padre, y mediatamente en cuanto su madre fue Eva, que procedía de Adán; si bien este ejemplo de procesión material no parezca apto paras significar la procesión inmaterial de las divinas personas.
2. Si el Hijo recibiere del Padre otra virtud numéricamente distinta para espirar al Espíritu Santo, se sigue que sería a modo de causa segunda e instrumental, y en ese caso mas bien procedería del Padre que del Hijo. Pero la virtud o poder espirativo es uno y el mismo en el Padre y en el Hijo, y, por tanto, procede igualmente de los dos, aunque en ocasiones se diga que propia o principalmente procede del Padre, porque del Padre recibe el Hijo el poder de espirar.
3. Así como la generación del Hijo es coeterna con el que engendra, de modo que no hubo Padre antes de engendrar al Hijo, así también la procesión del Espíritu Santo es coeterna con su principio. Por tanto, el Hijo no fue engendrado antes de que procediese el Espíritu Santo, sino que ambas procesiones son eternas.
4. No siempre que se dice que uno obra por otro pueden invertirse los términos; no decimos, por ejemplo, que el martillo obra por el artesano. Decimos, sin embargo, correctamente que el bailío obra por el rey, porque es propio del bailío poder obrar, puesto que tiene el dominio de sus actos; pero el martillo no puede obrar, sino sólo ser accionado, y de aquí que no se le designa más que como instrumento. Y decimos que el bailío obra por el rey, no obstante que la preposición “por” denota intermediario, porque cuanto un supuesto es más principal en el obrar, tanto su poder operativo se une más inmediatamente con el efecto, porque el poder de la causa primera junta a la segunda con su efecto, y por esto en las ciencias especulativas se llama “inmediatos” a los primeros principios. Por consiguiente, en cuanto el bailío es intermediario en el orden de los supuestos agentes, se dice que el rey obra por el bailío; pero, según el orden de los poderes, se dice que el bailío obra por el rey, porque el poder del rey es el que hace que la acción del bailío consiga tener efecto. Ahora bien, entre el Padre y el Hijo no hay orden en cuanto a los poderes o virtudes, sino sólo en cuanto a los supuestos, y, por consiguiente, se dice que el Padre espira por el Hijo, y no lo contrario.
ARTÍCULO 4
Si el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo
Dificultades. Parece que el Padre y el Hijo no sean un solo principio del Espíritu Santo.
1. Porque no parece que el Espíritu Santo proceda del Padre y del Hijo en cuanto éstos son uno: ni en naturaleza, porque en tal caso el Espíritu Santo, que es uno con ellos en naturaleza, procedería de sí mismo; ni tampoco en cuanto son uno en alguna propiedad, porque, según parece, no puede una misma propiedad ser de dos supuestos. Luego el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo en cuanto son varios, y, por tanto, Padre e Hijo no son un solo principio del Espíritu Santo.
2. Cuando se dice: “el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo”, no se designa unidad personal, porque, en tal caso, el Padre y el Hijo serían una sola persona. Tampoco unidad de propiedad, ya que, si por una misma propiedad el Padre y el Hijo fuesen un solo principio del Espíritu Santo, por la misma razón el Padre, por sus dos propiedades, parece que sería doble principio del Hijo y del Espíritu Santo, y esto es inadmisible. Luego el Padre y el Hijo no son un solo principio del Espíritu Santo.
3. El Hijo no es más semejante al Padre que el Espíritu Santo. Pero el Espíritu Santo y el Padre no son un solo principio respecto de ninguna persona divina. Luego tampoco el Padre y el Hijo.
4. Si el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo, o este principio único es el Padre o no lo es. Pero ninguna de estas dos cosas es posible; porque si este principio único es el Padre, síguese que el Hijo es Padre; si no lo es, síguese que el Padre no es Padre. No debe, pues, decirse que el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo.
5. Si el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo, parece que pudiera decirse también que un solo principio del Espíritu Santo es el Padre y el Hijo. Pero esta última proposición parece ser falsa, porque la palabra “principio” tiene que substituir o a la persona del Padre o a la del Hijo, y en ambos casos es falsa. Luego también lo es esta otra: “el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo”.
6. La unidad de substancia causa la identidad. Si, pues, el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo, síguese que son “el mismo principio”. Pero esto hay muchos que lo niegan. Luego no se ha de conceder que el Padre y el Hijo sean un solo principio del Espíritu Santo.
7. Porque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo principio de la criatura, se dice que son un solo creador. Pero el Padre y el Hijo no son un solo espirador, sino, como dicen muchos, “dos espiradores”, cosa que está en armonía con lo que dice San Hilario: que el Espíritu Santo “se ha de confesar que viene del Padre y del Hijo, sus autores”. Luego el Padre y el Hijo no son un solo principio del Espíritu Santo.
Por otra parte, dice San Agustín que el Padre y el Hijo no son dos principios, sino un solo principio del Espíritu Santo.
Respuesta. El Padre y el Hijo son uno en todo lo que no interviene para distinguirlos la oposición relativa. Si, pues, en cuanto a ser principio del Espíritu Santo no se oponen relativamente, síguese que el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo.
Hay, sin embargo, quienes opinan que la proposición “el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo” es impropia; porque como la palabra “principio”, dicha en singular, no significa la persona, sino la propiedad, dicen que tiene valor de adjetivo; y puesto que un adjetivo no se determina por otro, no puede ser correcto decir que el Padre y el Hijo son un mismo principio del Espíritu Santo; a menos que “un mismo” se entienda en sentido adverbial, con objeto de que “son un mismo principio” equivalga a “de un solo modo”. –Pero, fundados en la misma razón, podría decirse que el Padre es dos principios del Hijo y del Espíritu Santo, esto es, “de dos modos”.
Por tanto, debe decirse que, aunque la palabra “principio” significa la propiedad, la significa, sin embargo, de un modo substantivo, como sucede en las criaturas con los nombres de “padre” e “hijo”, y, por tanto, al igual que los demás substantivos, toma el número singular o plural de la forma significada. Por consiguiente, así como el Padre y el Hijo son “un solo Dios” por razón de la unidad de forma significada por la palabra “Dios”, así también son un solo principio del Espíritu Santo por razón de la unidad de propiedad significada por la palabra “principio”.
Soluciones. 1. Si se considera el poder espirativo, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo en cuanto son uno en la virtud espirativa, que de algún modo significa la naturaleza con la propiedad, como adelante se dirá (S.Th. 1, 36, 4 ad 7). Y no se vea inconveniente en que una misma propiedad esté en dos supuestos, cuando ambos tienen la misma naturaleza. Mas si, por el contrario, se consideran los supuestos de la espiración, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo en cuanto son varios, pues procede de ellos como amor que une a los dos.
2. Cuando se dice que “el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo”, se designa una sola propiedad, que es la forma significada por el vocablo. Sin embargo, no se sigue que se pueda decir que el Padre, por tener varias propiedades, sea varios principios, porque esto implicaría pluralidad de supuestos.
3. La semejanza o desemejanza en Dios no se toma de las propiedades relativas, sino de la esencia. Por tanto, así como el Padre no es más semejante a sí mismo que el Hijo, así tampoco el Hijo es más semejante al Padre que el Espíritu Santo.
4. Estas dos proposiciones: “el Padre y el Hijo son un solo principio, que es el Padre”, y “son un solo principio, que no es el Padre”, no se oponen con oposición contradictoria, y, por tanto, no es preciso que una de ellas sea verdadera. Cuando decimos que “el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo”, la palabra “principio” no supone determinadamente, sino más bien en confuso, por las dos personas a la vez. Así, pues, la dificultad incurre en el sofisma llamado de figura de dicción, que consiste en pasar de una suposición confusa a otra concreta y determinada.
5. También es verdadera la proposición “un solo principio del Espíritu Santo es el Padre y el Hijo”, porque la palabra “principio” no se pone en lugar de una persona sola, sino indistintamente de las dos, como queda dicho.
6. No hay inconveniente en decir que el Padre y el Hijo son el mismo principio, por cuanto el término “principio” se pone indistintamente por las dos personas a la vez.
7. Dicen algunos que el Padre y el Hijo, si bien son un solo principio del Espíritu Santo, son, sin embargo, “dos espiradores”, porque son dos supuestos, y también “dos espirantes”, porque las acciones se atribuyen a los supuestos. Y añaden que no corre la misma razón para el nombre de “Criador”, porque el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo en cuanto son dos personas distintas, según hemos dicho, y, en cambio, la criatura procede de las tres personas no en cuanto son personas distintas, sino en cuanto son una en esencia. –Sin embargo, parece mejor decir que, como “espirante” es término adjetivo y “espirador” substantivo, podemos decir que el Padre y el Hijo son “dos espirantes”, por razón de la pluralidad de supuestos, pero no que son “dos espiradores”; porque la espiración es una sola, y sabemos que los adjetivos son singulares o plurales por razón de los supuestos, y, en cambio, los substantivos lo son por sí mismos, según sea la forma significada. –De lo que dice San Hilario que el Espíritu Santo procede “del Padre y del Hijo, sus autores”, se debe pensar que empleó un substantivo en lugar de un adjetivo.
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Comments 1
Gracias por la informacion sustento para salir de la segunda oscuridad que es la ignorancia