Cuestión 30: De la pluralidad de las personas divinas

Cuestión 30: De la pluralidad de las personas divinas

Conviene, después de lo dicho, tratar de la pluralidad de personas.

Y acerca de esto se han de averiguar cuatro cosas.

Primero: si hay muchas personas en Dios.

Segundo: cuántas son.

Tercero: de lo que significan los términos numerales en Dios.

Cuarto: si el nombre “persona” es común a las tres personas.


 ARTÍCULO 1

Si debemos poner muchas personas en Dios

Dificultades. Parece que no deben ponerse muchas personas en Dios.

1. Persona es substancia individual de naturaleza racional. Si, pues, en Dios hay muchas personas, síguese que hay muchas substancias, cosa que parece herejía.

2. La pluralidad de propiedades absolutas no produce pluralidad de personas ni en Dios ni en nosotros. Luego mucho menos la pluralidad de relaciones. Pero en Dios no hay más pluralidad que la de relaciones, según hemos dicho (S.Th. 1, 27, 3). Luego no se puede decir que haya en Dios pluralidad de personas.

3. Dice Boecio, hablando de Dios, que aquello es en verdad uno en que no hay número alguno. Pero la pluralidad implica número. Luego no hay pluralidad de personas en Dios.

4. Dondequiera que hay número, hay un todo y sus partes. Luego, si hay número de personas en Dios, habrá en él todo y partes; cosa que repugna a la simplicidad divina.

Por otra parte, dice San Atanasio: “Una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo”. Luego el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo forman pluralidad de personas.

Respuesta. Que hay pluralidad de personas en Dios se deduce de lo anteriormente expuesto. Hemos visto (S.Th. 1, 29, 4) que el término “persona” significa en Dios la relación, en cuanto es algo subsistente en la naturaleza divina. Hemos hallado también (S.Th. 1, 27, 1.3.4) que hay en Dios pluralidad de relaciones reales. De todo ello se sigue que hay pluralidad de cosas subsistentes en la naturaleza divina, y esto equivale a decir que hay pluralidad de personas en Dios.

Soluciones. 1. El término “substancia” no entra en la definición de persona en cuanto significa esencia, sino en cuanto equivale a supuesto; sentido que se refuerza al añadir “individual”. Para designar la substancia en este sentido usan los griegos el término “hipóstasis”, y por ello, así como nosotros decimos tres personas, dicen ellos tres hipóstasis. Pero nosotros no acostumbramos a decir tres substancias, para evitar que, dado el significado equívoco de la palabra, se entiendan tres esencias.

2. En Dios las propiedades absolutas, como la bondad y la sabiduría, no se oponen unas a otras; de aquí que no se distinguen realmente. Luego, aunque les conviene el subsistir, no por eso son muchas cosas subsistentes; que es lo que equivaldría a ser muchas personas. En cambio, en las criaturas, las propiedades absolutas se distinguen realmente unas de otras, como la blancura y la dulzura; pero no subsisten. En cuanto a las propiedades relativas, en Dios subsisten y se distinguen realmente unas de otras, como tenemos dicho (S.Th. 1, 28, 3). Por consiguiente, la pluralidad de tales propiedades es suficiente para establecer la de personas en Dios.

3. En atención a la suma unidad y simplicidad divinas, se excluye de Dios toda pluralidad de cosas absolutas; pero no la pluralidad de relaciones; porque la relación se dice de alguno sólo en cuanto se refiere a otro, y, por tanto, no implica composición en aquel de quien se dice, como enseña Boecio.

4. Hay dos clases de números: el simple o absoluto, como dos, tres y cuatro, y el que está en las cosas numeradas, como dos hombres o dos caballos. Pues bien, si al hablar de Dios tomamos el número en cuanto absoluto y abstracto, no habría inconveniente en ver en El un todo y sus partes, que no estarían más que en la visión de nuestro entendimiento; porque el número, independientemente de las cosas numeradas, no existe más que en el entendimiento. Pero si tomamos el número conforme está en las cosas numeradas, vemos que, en las criaturas, uno es parte de dos, y dos parte de tres, como un hombre en el grupo de dos hombres o dos hombres en el grupo de tres; pero en Dios no sucede esto, porque solamente el Padre es tanto como toda la Trinidad, según más adelante veremos (S.Th. 1, 42, 1.4).

ARTÍCULO 2

Si hay en Dios más de tres personas

Dificultades. Parece que en Dios debe haber más de tres personas.

1. La pluralidad de las personas divinas depende de la pluralidad de las propiedades relativas, conforme hemos dicho (S.Th. 1, 30, 1). Pero, como también dijimos (S.Th. 1, 28, 4), en Dios hay cuatro relaciones, a saber: paternidad, filiación, común espiración y procesión. Luego en Dios hay cuatro personas.

2. No hay en Dios mayor diferencia entre la voluntad y la naturaleza que entre la naturaleza y el entendimiento. Pues bien, en Dios una es la persona que procede por modo de voluntad, y otra la que procede por modo de entendimiento. Luego la que procede por modo de entendimiento, como procede el Verbo, es distinta de la que procede por modo de naturaleza, como el hijo; de donde nuevamente se sigue que las personas en Dios no son solamente tres.

3. Sucede en las criaturas que lo más perfecto tiene más operaciones intrínsecas, y así el hombre tiene sobre los demás animales el entender y el querer. Pero Dios excede infinitamente a todas las criaturas. Luego no solamente hay en Él personas procedentes por modo de voluntad o de entendimiento, sino de otros infinitos modos. Hay, por tanto, infinitas personas en Dios.

4. Porque el Padre tiene infinita bondad, se comunica a sí mismo infinitamente, produciendo la persona divina. Pero el Espíritu Santo posee también infinita bondad. Luego el Espíritu Santo produce una persona divina, y ésta otra, y así hasta lo infinito.

5. Todo lo que está contenido en determinado número, está medido, ya que el número es una especie de medida. Pero ocurre que las personas divinas son inmensas, como se ve en San Atanasio: “Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo”. Luego no están contenidas en el número tres.

Por otra parte, leemos en el apóstol San Juan (1Jn 5,7): “Tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo”; y al que pregunta “qué son esos tres”, se responde: “Tres personas”, como dice San Agustín. Por tanto, no hay más que tres personas en Dios.

Respuesta. Conforme a lo que llevamos dicho (S.Th. 1, 30, 1; q.29, 4), es necesario poner en Dios solamente tres personas. Hemos visto (S.Th. 1, 30, 1) que la pluralidad de personas es equivalente a la pluralidad de relaciones subsistentes, realmente distintas entre sí. Pues bien, la distinción real entre las relaciones divinas no proviene más que de su oposición relativa. Luego dos relaciones opuestas han de pertenecer por necesidad a dos personas distintas; y si hay relaciones que no sean opuestas, es necesario que pertenezcan a una misma persona. Por consiguiente, como la paternidad y la filiación son relaciones opuestas, es forzoso que pertenezcan a dos personas, y, por tanto, la paternidad subsistente es la persona del Padre, y la filiación subsistente es la persona del Hijo. Las otras dos relaciones no se oponen a ninguna de las dos anteriores, pero, en cambio, se oponen una a la otra. Luego es imposible que las dos pertenezcan a una misma persona, y, por consiguiente, es necesario, o bien que una de ellas pertenezca a una y otra de las antedichas personas, o una pertenezca a una de las personas y otra a la otra. Ahora bien, no es posible que la procesión convenga al Padre y al Hijo, ni a uno de los dos, porque si la persona que engendra y la engendrada procediesen de la que espira, se seguiría que la procesión del entendimiento, que en Dios es generación y según ella se toman la paternidad y la filiación, provendría de la procesión del amor, que origina la espiración y la procesión, en contra de lo que tenemos dicho (S.Th. 1, 27, 3.4). Luego es preciso que la espiración convenga a la persona del Padre y a la del Hijo, puesto que relativamente no se opone ni a la paternidad ni a la filiación; y, por tanto, la procesión forzosamente ha de convenir a otra persona, llamada Espíritu Santo, que, según hemos dicho, procede por modo de amor. Por consiguiente, no hay más que tres personas en Dios, a saber: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Soluciones. 1. Si bien en Dios hay cuatro relaciones, sin embargo, una de ellas, o sea la espiración, no se separa de la persona del Padre ni de la del Hijo, sino que conviene a los dos, y por ello, aunque sea relación, no se llama “propiedad”, porque no conviene a una sola persona, ni tampoco es relación “personal”, o sea constitutiva de persona. En cambio, estas tres relaciones, paternidad, filiación y procesión, se llaman “propiedades personales” o constitutivas de personas; pues la paternidad es la persona del Padre; la filiación, la del Hijo, y la procesión, la persona del Espíritu Santo, que procede.

2. Lo que procede por vía de entendimiento, como el verbo, procede en razón de semejanza, lo mismo que lo que procede por modo de naturaleza, y por esto se ha dicho (S.Th. 1, 27, 3) que la procesión del verbo divino es la misma generación por modo de naturaleza. En cambio, el amor, en cuanto tal, no procede como semejanza de aquel de quien procede (aunque en Dios el amor sea coesencial en cuanto es divino), y, por tanto, la procesión de amor en Dios no se llama generación.

3. Si el hombre, sin duda más perfecto que los otros animales, tiene más operaciones intrínsecas que ellos, es porque su perfección supone la composición. Por esto, los ángeles, más simples y perfectos, tienen menos operaciones intrínsecas que el hombre, ya que ellos no tienen imaginación, sentidos ni nada parecido, y en Dios no hay, en realidad, más que una sola operación, que es su esencia. Cómo, no obstante, hay en Él dos procesiones, ya lo hemos dicho antes (S.Th. 1, 27, 1.4).

4. La objeción sería válida si el Espíritu Santo tuviese una bondad numéricamente distinta de la bondad del Padre, pues en este caso, así como el Padre por su bondad produce la persona divina, también el Espíritu Santo la produciría. Pero la bondad del Padre y la del Espíritu Santo son una misma, ya que en Dios no hay distinción, si no es por las relaciones personales, y, por tanto, la bondad conviene al Espíritu Santo como recibida de otro: mientras que al Padre le conviene como principio del cual se comunica a otro. Ahora bien, la oposición relativa no permite que, junto con la relación del Espíritu Santo, coexista la de principio de persona divina, porque El mismo procede de las otras personas que puede haber en Dios.

5. Un número determinado, si se toma como número simple, que no existe más que en el concepto intelectual, se mide por el uno. Pero cuando se trata del número de realidades de las divinas personas, no es aplicable a ellas la razón de cosas medidas, porque una misma es la magnitud de las tres personas, como luego veremos (S.Th. 1, 42, 1.4), y una cosa no se mide por sí misma.

ARTÍCULO 3

Si los términos numerales ponen algo en Dios

Dificultades. Parece que los términos numerales ponen algo en Dios.

1. La unidad divina es su esencia. Todo número es la unidad repetida. Luego todo término numeral en Dios significa la esencia, y, por consiguiente, pone algo en Dios.

2. Lo que se dice de Dios y de las criaturas compete a Dios de modo más eminente que a las criaturas. Pero los términos numerales ponen algo en las criaturas. Luego mucho más en Dios.

3. Si los términos numerales nada ponen en Dios, y únicamente se emplean para excluir algo, como se excluye, por ejemplo, la pluralidad con la unidad y la unidad con la pluralidad, se sigue que en el razonamiento habría un círculo vicioso, de los que ofuscan el entendimiento y nada esclarecen; por lo cual es inadmisible. Es necesario, pues, que los términos numerales pongan algo en Dios.

Por otra parte, dice San Hilario: “La profesión de consorcio, que es profesión de pluralidad, quita el concepto de singularidad y soledad”; y San Ambrosio, en el libro “De fide”: “Cuando decimos que Dios es uno, la unidad excluye la pluralidad de dioses; pero no ponemos cantidad en Dios”. De donde se deduce que estos términos han sido aplicados a Dios para excluir y no para poner algo.

Respuesta. Dice el Maestro de las Sentencias que los términos numerales nada ponen en Dios, y que solamente tienen sentido exclusivo. Otros, en cambio, han dicho lo contrario.

Para ver lo que haya en ello, debemos considerar que toda pluralidad es consecuencia de alguna división. Ahora bien, hay dos clases de división. Una material, que se hace partiendo de lo continuo, y de ella se deriva el número, que es una de las especies de la cantidad; por lo cual tales números no se encuentran más que en los seres materiales que tienen cantidad. Otra es la división formal, que es la división de formas opuestas o simplemente diversas; y de esta división se deriva la multitud, que no está en ningún género, sino que pertenece a los trascendentales, por cuanto el ser se divide en uno y muchos, y ésta es la única multitud que pueden formar los seres inmateriales.

Pues bien, algunos, sin tomar en consideración más que la multitud que es una especie de la cantidad discreta, viendo que la cantidad discreta no tiene cabida en Dios, sostuvieron que los términos numerales no ponen cosa alguna en Dios, y que solamente quitan. –Otros, en cambio, partiendo de la misma clase de multitud, dijeron que así como en Dios ponemos ciencia según la razón propia de la ciencia, aunque no según su razón genérica, porque en Dios no hay cualidades, así también se pone número en Dios según la razón propia del número, pero no según la razón de su género, que es la cantidad.

Pero nosotros decimos que los términos numerales, según los atribuimos a Dios, no se derivan del número que es una especie de la cantidad, que así sólo podrían decirse de Él en el sentido corpóreo, que es como se le atribuyen las demás propiedades de los seres, como la anchura, la longitud y otros; sino que se toman de la multitud trascendental. Ahora bien, la multitud trascendental tiene, con las múltiples cosas de las que se dice, la misma relación que el uno que se confunde con el ser, con el propio ser, y, según hemos dicho (S.Th. 1, 11, 1) al tratar de la unidad de Dios, este uno no añade al ser ninguna cosa más que la negación de la división: “uno” significa el ser indiviso. Por consiguiente, de cualquier cosa que es “una”, le significa esa misma cosa como indivisa; y así “uno”, dicho del hombre, significa la naturaleza o substancia del hombre no dividida: y por la misma razón, cuando se dice que las cosas son “muchas”, entendida la multitud en el sentido de que venimos hablando, se significan esas mismas cosas con la nota de indivisión en cada una de ellas. –En cambio, el número que es una de las especies de la cantidad añade un accidente al ser, y lo mismo sucede al uno que es principio del número.

Por consiguiente, los términos numerales en Dios significan las mismas cosas a que se aplican, y sobre ellas no añaden más que una negación, conforme hemos dicho. Y según esto, tienen razón el Maestro de las Sentencias, de suerte que cuando decimos que “la esencia es una”, una significa la esencia indivisa; cuando decimos que “la persona es una”, significa la persona indivisa, y cuando decimos que “las personas son muchas”, significamos la persona junto con la indivisión de cada una de ellas, porque es de esencia de la multitud el que esté compuesta de unidades.

Soluciones. 1. La unidad, lo mismo que la multitud trascendental, es más universal que la substancia y que la relación, y, por consiguiente, en Dios pueden significar lo mismo la substancia que la relación, según lo requieran las cosas a que se aplican; bien entendido que estos términos por significado propio añaden a la esencia o a la relación cierta negación de división, según hemos dicho.

2. La multitud que pone algo en las criaturas, es una especie de la cantidad, y ésta no puede atribuirse a Dios, sino sólo la multitud trascendental, que no añade a las cosas de que se dice más que la indivisión de cada una de ellas, y tal es la multitud que se atribuye a Dios.

3. “Uno” no se opone a “muchos”, sino a la división, que lógicamente es anterior a uno y a muchos, y la multitud tampoco excluye la unidad; lo que excluye es la división de cada uno en sus componentes. Todo esto fue ya explicado cuando se trató de la unidad en Dios (S.Th. 1, 11, 2).

Adviértase, por fin, que las autoridades alegadas no son decisivas para probar lo que se dice, pues si bien con la pluralidad se excluye la soledad y con la unidad la pluralidad de dioses, no se sigue que estos términos se limiten a significar esto solo. La blancura, por ejemplo, excluye la negrura, y, sin embargo, la palabra blancura no se limita a significar la exclusión de la negrura.

ARTÍCULO 4

Si este substantivo “persona” puede ser común a las tres personas

Dificultades. Parece que el substantivo “persona” no es común a las tres personas.

1. Nada hay común a las tres personas más que la esencia. Pero el término “persona” no significa la esencia directamente. Luego no es común a las tres.

2. Lo común se opone a lo incomunicable. Pues bien, es de esencia de la persona el ser incomunicable, como se ve por la definición de Ricardo de San Víctor anteriormente citada (S.Th. 1, 29, q.3.4). Luego el substantivo “persona” no es común a las tres.

3. Si es común a las tres, o la comunidad es real o de razón. No es real, porque entonces tres personas serían una persona. Tampoco es exclusivamente de razón, porque entonces la “persona” sería algo universal, y en Dios no hay universal y particular, género ni especie, como arriba dijimos (S.Th. 1, 3, q.4). Luego el substantivo “persona” no es común a las tres.

Por otra parte, dice San Agustín que cuando se pregunta: “¿Tres qué?”, se ha de responder: “Tres personas”; porque lo que es la persona es común a las tres.

Respuesta. Efectivamente, el mismo modo de hablar, cuando decimos “tres personas”, demuestra que el nombre de “persona” es común a las tres; lo mismo que, cuando decimos “tres hombres”, damos a entender que “hombre” es común a los tres; y, por otra parte, es evidente que no se trata de una comunidad de realidades, a la manera como la misma esencia es común a los tres; porque en tal caso habría una sola persona para los tres, como hay una sola esencia.

Acerca de cuál sea esta comunidad, han emitido los estudiosos diversos pareceres. Unos dijeron que es comunidad de negación, debido a que en la definición de persona se pone la palabra “incomunicable”. Dijeron otros que es comunidad intencional, porque en la definición de persona se pone la palabra “individual”, a la manera como ser especie es común al caballo y al buey. –Pero hay que abandonar estos dos pareceres, porque el nombre “persona” no es término negativo ni intencional, sino nombre de cosa real.

Por tanto, hemos de decir que, incluso entre nosotros, el nombre de “persona” es común con comunidad de razón, aunque no como lo es el género o la especie, sino como lo es un “individuo indeterminado”. Los nombres de los géneros y especies, como “hombre” o “animal”, han sido impuestos para significar las mismas naturalezas comunes, pero no los conceptos de las naturalezas comunes, que éstos se significan con los nombres de “género” y “especie”. En cambio, el individuo indeterminado, v. gr., “algún hombre”, significa la naturaleza común con el apodo determinado de existir, que compete a los singulares, que es el subsistente por sí mismo y distinto de los demás; y, por fin, con el nombre de un “individuo concreto” se significa lo que precisamente lo distingue de los otros, como, por ejemplo, con el nombre de Sócrates se significan esta carne y estos huesos. Adviértese, sin embargo, una diferencia, y es que “algún hombre” significa la naturaleza o al individuo por parte de la naturaleza, y, en cambio, el nombre “persona” no ha sido impuesto para significar al individuo por parte de su naturaleza, sino para significar una realidad subsistente en tal naturaleza.

Ahora bien, lo que según la razón hay de común a las tres personas divinas es que cada una de ellas subsiste en la naturaleza divina, siendo distinta de las otras, y, por consiguiente, según nuestro modo de concebir, el nombre “persona” es común a las tres personas divinas.

Soluciones. 1. El razonamiento se funda en la comunidad de realidades.

2. En efecto, la persona es incomunicable, pero el modo mismo de ser de una manera incomunicable puede ser común a muchos.

3. Aunque la comunidad sea de razón y no real, no por ello se sigue que haya en Dios universal y particular, género o especie, ya porque ni en las mismas cosas humanas la comunidad de persona es comunidad de género o especie, ya también porque las personas divinas tienen un mismo ser, y el género, la especie y cualquier otro universal se predican de muchos que tienen diferente ser.

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