Cuestión 28: De las relaciones divinas

Cuestión 28: De las relaciones divinas

Debemos ahora tratar de las relaciones divinas, y en esta materia se han de averiguar cuatro cosas.

Primera: si hay en Dios relaciones reales.

Segunda: si estas relaciones son la misma esencia divina o son algo extrínsecamente unido a ella.

Tercera: si en Dios hay muchas relaciones realmente distintas entre sí.

Cuarta: cuál sea el número de estas relaciones.


ARTÍCULO 1

Si hay en Dios relaciones reales

Dificultades. Parece que en Dios no hay relaciones reales.

1. Dice Boecio que “al atribuir a Dios algún predicamento, todos cuantos se le puedan atribuir se mudan en substancia; la relación, sin embargo, no se le puede atribuir”. Pero a Dios se le puede atribuir todo lo que hay en Él. Luego la relación no existe realmente en Dios.

2. Dice el mismo Boecio que “la relación del Padre al Hijo en la Trinidad y la de ambos con el Espíritu Santo es semejante a la relación de una cosa consigo misma”. Pero esta relación es solamente de razón, porque toda relación real exige dos extremos reales. Luego las relaciones que se ponen en Dios no son reales, sino solamente de razón.

3. La relación de paternidad es relación de principio. Pero, cuando se dice “Dios es principio de las criaturas”, no se supone ninguna relación real, sino sólo una de razón. Luego la paternidad en Dios no es relación real, y, por lo mismo, tampoco son reales las demás relaciones que se le atribuyen.

4. En Dios hay generación en cuanto hay procesión de verbo inteligible. Pero las relaciones que se siguen a la operación del entendimiento son relaciones de razón. Luego la paternidad y la filiación que se atribuyen a Dios por la generación, no son más que relaciones de razón.

Por otra parte, la razón de llamar a alguien padre es precisamente la paternidad, y la de llamarle hijo, la filiación. Si, pues, no hay en Dios paternidad y filiación real, síguese que Dios no es realmente padre ni hijo, sino sólo según nuestro modo de concebir, que es el error de Sabelio.

Respuesta. En Dios hay relaciones reales. Para explicarlo adiviértase que solamente en el género de relación se hallan algunas que son puramente de razón, sin nada real, cosa que no sucede en otros géneros, porque los otros, como la cantidad y la cualidad, por su razón propia, significan una cosa inherente a un sujeto, mientras que la relación, por su razón propia, no significa más que referencia a otro. Este referirse se halla a veces en la misma naturaleza de los seres, como sucede cuando algunas cosas están por naturaleza ordenadas unas a otras y tienen entre sí inclinación mutua, y estas relaciones son forzosamente reales, como lo es, por ejemplo, la inclinación y orden que los cuerpos pesados dicen al lugar medio, lo cual demuestra que hay en ellos cierta relación con el sitio inferior, y como ésta otras muchas. Pero otras veces el orden significado por los extremos de la relación está en la aprehensión de la razón, que compara una cosa con otra, y entonces es solamente relación de razón, como sucede cuando el entendimiento compara al hombre con el animal, como la especie con el género.

Ahora bien, cuando algo procede de un principio de su misma naturaleza, es necesario que ambos, el que procede y el principio de donde procede, convengan en el mismo orden, y, por tanto, es indispensable que tengan entre si relaciones reales. Por consiguiente, como las procesiones en Dios existen en identidad de naturaleza, según hemos visto (S.Th. 1, 27, 2.4), es necesario que las relaciones que se siguen de estas procesiones sean relaciones reales.

Soluciones. 1. Lo que dice Boecio es que en modo alguno se pueden atribuir a Dios los términos relativos según la razón propia de lo que se atribuye por modo de relación, esto es, en cuanto que la razón propia de lo que se atribuye por modo de relación no se concibe por comparación con el sujeto en que la relación se apoya, sino por referencia a otro. Mas no por esto ha querido excluir el que hubiese relaciones en Dios; quiso decir que no se hace esta atribución por modo de inherencia, según la razón propia de la relación, sino más bien por modo de referencia a otro.

2. La relación indicada por la palabra “mismo” es puramente de razón, si tal palabra se toma sin restricciones, porque esta relación no puede consistir más que en un determinado orden que halla el entendimiento de una cosa a sí misma, considerada dos veces. Pero no es esto lo que ocurre cuando se dice que varias cosas son la misma, no numérica, sino genérica o específicamente. Por tanto, Boecio asimila las relaciones que hay en Dios a la relación de identidad, no en cuanto a todo, sino exclusivamente en cuanto a que por estas relaciones no se diversifica la substancia divina, como tampoco se diversifica por la relación de identidad.

3. Puesto que la criatura procede de Dios en diversidad de naturaleza, Dios está fuera de todo orden creado, y ni siquiera requiere su naturaleza decir orden a las criaturas, porque no las produce por necesidad de naturaleza, sino por el entendimiento y la voluntad, según hemos dicho (S.Th. 1, 19, 1.3 y 4; q.14, 8), y de aquí que en Dios no haya relación real a las criaturas. Estas, por su parte, dicen relación real a Dios, porque se hallan contenidas bajo el orden divino y porque en su naturaleza está que dependan de Dios. Las procesiones divinas, en cambio, están en su misma naturaleza, por lo cual no les es aplicable la comparación.

4. Las relaciones que en las cosas conocidas se siguen de la sola operación intelectual son puramente de razón, ya que es el entendimiento quien las establece entre dos cosas que entiende. Pero las relaciones que se siguen de la operación del entendimiento, cuales son las que hay entre el verbo, que procede intelectualmente, y el principio de donde procede, no son puramente de razón, sino también reales; porque el mismo entendimiento o razón es una realidad y se compara realmente con aquello de lo cual procede intelectualmente, lo mismo que se compara un ser corporal con aquello de que corporalmente proviene. Y así la paternidad y la filiación son en Dios relaciones reales.

ARTÍCULO 2

Si la relación en Dios es lo mismo que su esencia

Dificultades. Parece que en Dios la relación no es lo mismo que su esencia.

1. Dice San Agustín que “no todo lo que se atribuye a Dios se le atribuye según la substancia, pues le atribuimos relaciones como la del Padre al Hijo, y, sin embargo, éstas no se le atribuyen según la substancia”. Luego la relación no es la esencia divina.

2. Dice San Agustín que “todo lo que se enuncia por modo de relación es algo, además de relativo, como es hombre el señor y hombre el siervo”. Si, pues, en Dios, hay relación, es necesario que haya en Él algo además de lo relativo. Pero este algo no puede ser más que la esencia. Luego la esencia es distinta de las relaciones.

3. El ser de lo relativo es referirse a otro, como se dice en el libro de los “Predicamentos”. Si, pues, la relación fuese la misma esencia divina, seguiríase que el ser de la esencia divina es referirse a otro, cosa que repugna a la perfección del ser divino, que es lo más absoluto y subsistente por sí, conforme hemos dicho (S.Th. 1, 3, 4; q.4, 2). Luego la relación no es la misma esencia divina.

Por otra parte, todo lo que no es la esencia divina es criatura. Pero en Dios hay relaciones reales. Luego Si no son la esencia divina, son criaturas, y, por tanto, no se les debe tributar culto de latría, en contra de lo que se canta en el prefacio: “Como en las personas la propiedad, así en la majestad sea adorada la igualdad”

Respuesta. Se dice que Guillermo Porretano erró acerca de esta materia, si bien retractó después su error en el Concilio de Reims. Había dicho que las relaciones en Dios son concomitantes, esto es, adheridas extrínsecamente.

Para esclarecer este punto, obsérvese que en cada uno de los nueve géneros de accidentes hay que distinguir dos cosas. Una, el ser que a cada cual compete en su calidad de accidente, y esto, común a todos ellos, es la inherencia en un sujeto: el ser del accidente es estar en otro. La otra es la razón propia de cada uno de estos géneros, y hallamos que, si se exceptúa la relación, en los demás, por ejemplo, la cantidad y la cualidad, la razón propia de cada uno se toma también de su comparación con un sujeto, y así llamamos cantidad a la medida de la substancia, y cualidad a una disposición de la misma substancia. Pero la razón propia de la relación no se toma de su comparación con el sujeto en que está, sino por comparación con algo que está fuera de él.

Si, pues, en las mismas cosas creadas consideramos las relaciones en cuanto relaciones, hallaremos que, efectivamente, son concomitantes y no intrínsecamente inherentes, ya que significan una referencia como tangente a la cosa relativa, en cuanto desde ella tiende a otra. Pero si se considera la relación en calidad de accidente, entonces es inherente al sujeto y tiene en él un ser accidental. Gilberto de la Poirée consideró la relación solamente en su primer aspecto.

Ahora bien, todo lo que en la criatura tiene ser accidental, trasladado a Dios, tiene ser substancial, pues nada existe en Dios a la manera de cuanto en Él hay es su esencia. Luego, por lo mismo que la relación en las cosas criadas tiene un ser accidental en el sujeto, la relación que existe realmente en Dios tiene el ser de la esencia divina y se identifica en absoluto con ella. En cambio, tomada bajo la razón propia de relación, no denota referencia alguna a la esencia, sino más bien al término opuesto; por donde se comprende que la relación que existe realmente en Dios se identifica con su esencia en la realidad y sólo difiere de ella según el concepto de nuestro entendimiento, por cuanto en la relación va incluida una referencia al término opuesto, que no incluye la palabra esencia. No cabe, pues, duda que en Dios no son cosas distintas el ser de la relación y el de la esencia, sino que son uno y el mismo ser.

Soluciones. 1. El texto de San Agustín no significa que la paternidad o cualquier otra relación en Dios no se identifique, según su ser, con la esencia divina; quiere decir que no se le atribuye por modo de substancia y como existente en aquel a quien se atribuye, sino como refiriéndose a otro. Por esto no se admiten en Dios más que dos predicamentos: el de substancia y el de relación; porque los otras, lo mismo por su ser que por la razón propia de su género, indican una referencia a aquello de que se dicen, y nada de lo que hay en Dios puede decir relación, como no sea la de identidad, a aquello en que está o de lo cual se dice, a causa de la suma simplicidad divina.

2. Así como, tratándose de las criaturas, en lo que se enuncia de modo relativo tiene que haber no sólo la referencia a otro, sino algo absoluto, lo mismo sucede en Dios, aunque de modo muy distinto. Lo que se halla en las criaturas, aparte lo contenido en el significado del nombre relativo, es otra realidad. Pero en Dios no es otra realidad, sino una y la misma, que el término relativo no expresa convenientemente, porque desborda el significado de esta clase de términos; pues como hemos dicho (S.Th. 1, 13, 2) al tratar de los nombres de Dios, el contenido de perfección de la esencia divina supera a cuanto podemos significar con palabras. Por tanto, no se sigue que, además de la relación, haya en Dios otra cosa en cuanto a la realidad, sino sólo en cuanto al significado de los términos.

3. Si la perfección divina no contuviese más de lo que expresan los términos relativos, su ser sería imperfecto, ya que estaría ordenado a otro, lo mismo que, si no contuviese más de lo que significa la palabra sabiduría, no sería un ser subsistente. Pero, como la perfección de la esencia divina excede a cuanto puede expresar nombre alguno, de que el término relativo u otro cualquiera de los que se aplican a Dios no signifique algo perfecto, no se sigue que la esencia divina tenga un ser imperfecto, puesto que comprende en sí todos los géneros de perfección, según hemos dicho (S.Th. 1, 14, q.2).

ARTÍCULO 3

Si las relaciones que hay en Dios se distinguen realmente unas de otras

Dificultades. Parece que las relaciones que hay en Dios no se distinguen realmente unas de otras.

1. Todas las cosas que son idénticas a otra son idénticas entre sí. Pero todas las relaciones que hay en Dios se identifican realmente con la esencia divina. Luego no se distinguen realmente entre sí.

2. Si se dice que la paternidad y la filiación se distinguen de la esencia divina, por cuanto es distinta la razón de sus términos, lo mismo sucede a la bondad y a la potencia. Pero en virtud de esta distinción de razón no hay distinción real entre la bondad y la potencia divina. Luego tampoco entre la paternidad y la filiación.

3. No hay en Dios más distinción real que la fundada en el origen. Pero no parece que una relación se origine de otra. Luego las relaciones no se distinguen realmente entre sí.

Por otra parte, dice Boecio que la “substancia” en Dios “contiene la unidad, y la relación multiplica la trinidad”. Si, pues, las relaciones no se distinguen realmente unas de otras, no habrá en Dios una trinidad real, sino únicamente de razón, que es el error de Sabelio.

Respuesta. Desde el momento en que se atribuye a alguien una cosa, es necesario que se le atribuya todo lo que pertenece a la esencia de esa cosa; y así, por el hecho de atribuir a alguien el ser “hombre” se le atribuye el ser racional. Ahora bien, pertenece a la esencia de la relación el ser cierta referencia de una cosa a otra, que hace que una se oponga a la otra con oposición relativa. Por tanto, como, según hemos dicho (S.Th. 1, 28, 1), en Dios hay relación real, es necesario que haya también oposición real. Pero la oposición relativa incluye en su concepto la distinción. Luego es indispensable que en Dios haya distinción real, no ciertamente según la realidad absoluta, que es la esencia divina, donde se halla la máxima simplicidad y unidad, sino según la realidad relativa.

Soluciones. 1. Según el Filósofo, el argumento de que las cosas idénticas a otra son idénticas entre sí es válido cuando la identidad es real y de razón, como la que hay entre túnica y vestido; pero no cuando entre las cosas hay distinción de razón, y por esto dice allí mismo que, si bien tanto la acción como la pasión se identifican con el movimiento, no por eso se sigue que acción y pasión sean la misma cosa, porque en la acción se connota la relación de principio del movimiento en cuanto va del motor al móvil, y en la pasión la de término de un movimiento que viene de otro. Así, pues, no obstante que la paternidad y la filiación sean en la realidad una misma cosa con la esencia, sin embargo, estas dos cosas implican en sus conceptos relaciones que son opuestas y, por consiguiente, se distinguen una de otra.

2. Los conceptos de potencia y de bondad no implican oposición alguna, y, por tanto, no es aplicable la paridad del argumento.

3. Si bien, hablando con propiedad, las relaciones no nacen o proceden una de otra, son, sin embargo, opuestas como lo que procede de otro.

ARTÍCULO 4

Si las relaciones reales en Dios no son más que estas cuatro: la paternidad, la filiación, la espiración y la procesión

Dificultades. Parece que en Dios no hay solamente cuatro relaciones reales, a saber: paternidad, filiación, espiración y procesión.

1. En Dios hay que tomar en cuenta las relaciones del que entiende con lo entendido y del que quiere con lo querido, que parecen reales y no están contenidas en la enumeración anterior. Luego las relaciones en Dios no son solamente cuatro.

2. Las relaciones reales se toman en Dios según la procesión inteligible del verbo. Pero las relaciones inteligibles se multiplican infinitamente, como dice Avicena. Luego en Dios hay infinitas relaciones reales.

3. Según hemos dicho (S.Th. 1, 15, 1), las ideas están en Dios desde toda la eternidad. Pero, como también dijimos (S.Th. 1, 15, q.2), no se distinguen entre sí más que por la relación que dicen a sus objetos. Luego en Dios hay muchas relaciones eternas.

4. La igualdad, la semejanza y la identidad son relaciones y se hallan en Dios desde la eternidad. Luego desde la eternidad hay en Dios más relaciones que las antedichas.

Por otra parte, parecen ser menos. Tratando de cosa análoga, dice el Filósofo que “la misma distancia hay de Atenas a Tebas que de Tebas a Atenas”. Luego parece que la relación del Padre al Hijo, llamada paternidad, será la misma que la del Hijo al Padre, llamada filiación, y conforme a esto las relaciones en Dios no son cuatro.

Respuesta. Según el Filósofo, toda relación se funda, o bien en la cantidad, como la mitad y el duplo, o en la acción y la pasión, como la del que hace a lo hecho; v. gr.: la del padre al hijo, la del señor al siervo, etc. Mas, como en Dios no hay cantidad (“es grande sin cantidad”, dice San Agustín), no puede haber en Él más relación real que la fundada en la acción. Mas no sobre acciones que sean causa de algo extrínseco a Dios; pues, como ya dijimos (S.Th. 1, 13, q.7), las relaciones de Dios a las criaturas no están realmente en él. Luego no es posible hallar relaciones reales en Dios más que en razón de las acciones según las cuales hay en Él procesión, no exterior, sino interna.

Estas procesiones no son más que dos, según hemos visto (S.Th. 1, 27, 5): una que sigue a la operación del entendimiento, y es la procesión del verbo, y otra al acto de la voluntad, que es la procesión del amor; y por cada una de estas procesiones hallamos dos relaciones opuestas: una, de lo que procede a su principio, y otra, del principio a lo procedente. La procesión del verbo se llama generación, conforme a la razón propia con que la generación compete a los vivientes, y la relación de principio de generación en los vivientes perfectos se llama “paternidad”, así como la relación de lo que procede de principio se llama “filiación”. En cuanto a la procesión del amor, no tiene, como hemos dicho (S.Th. 1, 27, 4), nombre propio, y de aquí que tampoco lo tengan las relaciones que a ella se siguen. Sin embargo, a la relación de principio de esta procesión se le llama “espiración”, y a la de término “procesión”, no obstante que estos dos nombres se refieren a las mismas procesiones u orígenes y no a las relaciones.

Soluciones. 1. Cuando se trata de seres en los cuales el entendimiento difiere de lo entendido y el que quiere de lo que quiere, puede haber relación real entre la ciencia y la cosa conocida y entre el que quiere y lo querido. Pero en Dios se identifican en absoluto el entendimiento y lo que entiende, porque, al entenderse a sí mismo, entiende todas las demás cosas, y por la misma razón se identifica la voluntad con lo que quiere; y de aquí que estas relaciones en Dios no sean reales, por la misma razón que no es real la relación de una cosa a sí misma. Y, sin embargo, la relación con el verbo es real, porque el verbo no es la cosa entendida, sino lo que procede por acción inteligible; y así, por ejemplo, cuando entendemos una piedra, lo que el entendimiento concibe de tal objeto es lo que se llama verbo.

2. En nosotros, las relaciones inteligibles se multiplican sin número, porque uno es el acto por el cual el hombre entiende una piedra, otro por el que entiende que entiende tal piedra, y otro por el que entiende que entiende todo lo anterior; y de este modo se multiplican indefinidamente los actos de entender y, por consiguiente, las relaciones entendidas. Pero nada de esto tiene lugar en Dios, que con un solo acto lo entiende todo.

3. Las relaciones de las ideas están en Dios a título de cosas conocidas; por lo cual de su pluralidad no se sigue que haya en Dios muchas relaciones, sino que Dios conoce muchas relaciones.

4. La igualdad y la semejanza no son en Dios relaciones reales, sino solamente de razón, como más adelante veremos (S.Th. 1, 42, 3).

5. Entre dos lugares hay la misma distancia en ambos sentidos, pero las relaciones son distintas. Por consiguiente, no se puede concluir que la relación del Padre al Hijo sea la misma que la del Hijo al Padre, conclusión que, por lo demás, sería legítima si se tratase de algo absoluto, caso de haberlo entre los dos.

 

 

 

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