Cuestión 12: De la manera como conocemos a Dios

Cuestión 12: De la manera como conocemos a Dios

Puesto que en los anteriores tratados hemos estudiado cómo es Dios en sí mismo, nos corresponde ahora estudiar como es en nuestro entendimiento, o sea, como le conocen las criaturas, y en esta materia se han de esclarecer trece puntos.
Primero: si algún entendimiento criado puede ver la esencia de Dios.
Segundo: si el entendimiento ve la esencia divina mediante alguna imagen criada.
Tercero: si se puede ver la esencia divina con los ojos del cuerpo.
Cuarto: si hay alguna substancia intelectual criada que con sus fuerzas naturales alcance a ver la esencia de Dios.
Quinto: si el entendimiento creado necesita de alguna luz creada para ver la esencia divina.
Sexto: si entre los que ven la esencia divina, la ven unos con mayor perfección que otros.
Séptimo: si hay algún entendimiento creado que pueda comprender la esencia de Dios.
Octavo: si el entendimiento creado que ve la esencia divina conoce en ella todas las cosas.
Noveno: si lo que el entendimiento conoce en la esencia divina lo conoce por medio de imágenes.
Décimo: si el entendimiento conoce simultáneamente todo lo que ve, en Dios.
Undécimo: si en el estado de la vida presente puede algún hombre ver la esencia divina.
Duodécimo: si en esta vida podemos conocer a Dios mediante la razón natural.
Terciodécimo: si por encima del conocimiento natural de la razón se da en la vida presente algún conocimiento de Dios por gracia.

ARTÍCULO 1
Si algún entendimiento creado puede ver a Dios en su esencia
Dificultades. Parece que ningún entendimiento creado puede ver la esencia divina.
1. Porque, comentando el Crisóstomo el texto de San Juan (Jn 1,18): “Nadie vio jamás a Dios”, dice: “No sólo los profetas, pero ni los ángeles ni los arcángeles han visto lo que Dios es”; y también Dionisio escribe, hablando de Dios: “Ni se le conoce por medio de los sentidos ni de la imaginación, ni por conjeturas, ni por la razón, ni por la ciencia”.
2. Lo infinito, en cuanto tal, es desconocido. Pues si Dios, según hemos visto (S.Th. 1, 7, 1), es infinito, síguese que en sí mismo es cosa desconocida.
3. El entendimiento creado sólo puede conocer lo que existe, ya que lo primero que percibe es el Ser. Pero, como escribe Dionisio, Dios no es un ser existente, sino que “está por encima de todo lo que existe”. Luego no es inteligible, sino que sobrepasa todo entendimiento.
4. Entre quien conoce y lo conocido ha de haber alguna proporción, pues lo conocido perfecciona al que lo conoce. Pero entre Dios y el entendimiento crea¬do no hay proporción alguna, porque los separa el infinito. Luego el entendimiento creado no puede ver la esencia de Dios.
Por otra parte, dice el apóstol San Juan (1Jn 3,2): “Le veremos tal cual es”.
Repuesta. Como en tanto es cognoscible un ser en cuanto está en acto, Dios, que es acto puro sin mezcla alguna de potencialidad, por sí mismo es lo más cognoscible. Pero sucede que lo más cognoscible en sí, deja de ser cognoscible para algún entendimiento, debido a que sobrepase el alcance de su poder intelectual; y así, por ejemplo, el murciélago no puede ver lo que hay de más visible, que es el sol, a causa precisamente del exceso de luz. Así, pues, basándose en esto, hubo quienes dijeron que ningún entendimiento creado puede ver la esencia divina.
Pero esta opinión no es aceptable, porque como la suprema felicidad del hombre consiste en la más elevada de sus operaciones, que es la del entendimiento, si éste no puede ver nunca la esencia divina, se sigue, o que el hombre jamás alcanzaría su felicidad, o que ésta consiste en algo distinto de Dios, cosa opuesta a la fe, porque la felicidad última de la criatura racional está en lo que es principio de su ser, ya que en tanto es perfecta una cosa en cuanto se une con su principio. –Pero es que, además, se opone a la razón, porque, cuando el hombre ve un efecto, experimenta deseo natural de conocer su causa, y de aquí nace la admiración humana, de donde se sigue que, si el entendimiento de la criatura racional no lograse alcanzar la causa primera de las cosas, quedaría defraudado un deseo natural. Por consiguiente, se ha de reconocer que los bienaventurados ven la esencia divina.
Soluciones. 1. En ambos textos se habla de la visión comprensiva, pues antes del alegado, había escrito Dionisio: “Él es para todos y universalmente incomprensible, y no se le conoce por los sentidos”, etc.; y el Crisóstomo añade poco después: “Entiende aquí por visión una consideración y comprensión ciertísima del Padre, igual a la que el Padre tiene del Hijo”.
2. Lo que es infinito por parte de la materia, no determinada por forma alguna, es de suyo incognoscible; pues todo conocimiento se adquiere mediante una forma; pero lo infinito por parte de una forma no limitada por materia, es, de por sí, lo más cognoscible. Pues, según hemos visto (S.Th. 1, 7, 1), Dios es infinito, pero no del primer modo.
3. Al decir que Dios no es un ser existente, no se entiende que no existe de modo alguno, sino que sobrepasa a todo lo existente, por cuanto es su propio ser; mas de ésta no se deduce que de ningún modo pueda ser conocido, sino que excede a todo conocimiento, lo que equivale a decir que es incomprensible.
4. La proporción puede entenderse de dos maneras: como relación de valor determinado entre dos cantidades, y en este sentido el duplo, el triple y lo igual son especies de la proporción; o como una relación cualquiera entre cosas. Pues de este segundo modo cabe proporción entre la criatura y Dios, puesto que se relaciona con Él como el efecto con la causa y como la potencia con el acto, y en este sentido el entendimiento creado es proporcionado a Dios para poder conocerlo.

ARTÍCULO 2
Si el entendimiento creado ve la esencia de Dios por medio de alguna semejanza
Dificultades. Parece que el entendimiento creado ve la esencia divina por medio de alguna semejanza.
1. Porque dice San Juan (1Jn 3,2): “Sabemos que, cuan¬do aparezca, seremos semejantes a Él y le veremos tal cual es”.
2. Dice San Agustín: “Cuando conocemos a Dios, se forma en nosotros cierta imagen suya”.
3. El entendimiento, en el acto de entender, es su mismo objeto en cuanto entendido, como el sentido, al sentir, se hace también su objeto. Pero esto no es posible sino en cuanto el sentido está informado por la imagen del objeto sensible, y el entendimiento, por la del intelectual. Luego si Dios es visto en acto por el entendimiento creado, es necesario que sea visto por alguna semejanza.
Por otra parte, San Agustín, explicando las palabras del Apóstol (1Co 13,12): “Ahora vemos como en espejo y en enigma”, dice que “las expresiones espejo y enigma pueden significar todas las imágenes y semejanzas que emplea como más a propósito para darnos a conocer a Dios”. Pero, como la visión de la esen¬cia divina no es una visión enigmática ni especular, sino todo lo contrario, síguese que la esencia divina no se ve por medio de semejanzas.
Respuesta. Todo acto de visión, sea sensible o intelectual, requiere dos cosas: potencia o facultad de ver y unión del objeto visto con la facultad visiva, pues no hay visión actual si lo visto no está de alguna manera en el que lo ve. Cuando se trata de seres corporales, es indudable que el objeto visto no está por su esencia en el que lo ve, sino por alguna imagen suya; y así, cuando los ojos ven, v. gr., una piedra, no es la substancia de la piedra lo que está en los ojos, sino una reproducción, de ella. Pero si hubiera un ser que fuese a la vez el principio de la potencia visiva y el objeto visto, el que le viese recibiría de él la facultad de ver y la forma o representación por la que ve.
Ahora bien, es indudable que Dios es el autor de la facultad visiva, y que el entendimiento puede verle. Pero, como el poder intelectual de la criatura no es la esencia de Dios, es preciso que sea alguna imagen participada del que es primer entendimiento, y por esto se dice del poder intelectual de la criatura que es una cierta luz inteligible, como derivada de la luz primera, bien se entienda esto del poder natural o bien de cualquiera perfección de gracia o gloria que se le añada. Por consiguiente, para ver a Dios se requiere, por parte de la potencia visiva, alguna semejanza del propio Dios que le preste eficacia para verle.
En cambio, por parte del objeto, que necesariamente ha de estar unido de alguna manera al que ve, no es posible ver la esencia divina por medio de ninguna imagen creada. Primero, porque, como dice Dionisio, en modo alguno se pueden conocer los seres de orden superior mediante imágenes de los de orden inferior; por lo cual no podemos conocer la esencia de lo incorpóreo mediante imágenes de los seres corporales. Por consiguiente, mucho menos podremos conocer la esencia divina por imágenes creadas, sean éstas las que fueren. –Segundo, porque, como hemos dicho (S.Th. 1, 3, 4), la esencia divina es su mismo ser, cosa que no puede convenir a ninguna forma o imagen creada. Por tanto, ninguna puede representar la esencia divina a quien lo ve. –Tercero, porque la esencia divina es algo incircunscrito o ilimitado que contiene en sí de modo sobreeminente cuánto puede ser significado o entendido por el entendimiento creado, y, por tanto, ninguna especie creada puede representarle, ya que todas son formas de cosas determinadas, como de sabiduría, de virtud, del mismo ser o de cosas análogas; por lo cual, decir que se ve a Dios por alguna imagen, es decir que no se ve la esencia divina, y esto es un error.
Hemos, pues, de concluir que, para ver la esencia de Dios, se requiere alguna semejanza por parte de la potencia visiva, a saber, la luz de la gloria, de la que dice el Salmista (Ps 35,10): “En tu luz veremos la luz”. Pero no es posible verle por medio de alguna semejanza creada que represente a Dios tal cual es en sí.
Soluciones. 1. El texto alegado habla de la semejanza obtenida por la participación de la luz de la gloria.
2. San Agustín habla allí del conocimiento que tenemos de Dios en esta vida.
3. La esencia divina es su mismo ser, y, por tanto, así como las formas inteligibles que no son su ser se unen al entendimiento según una manera especial de ser, con la cual lo informan y actúan, así la esencia divina, se une al entendimiento creado como objeto actualmente conocido que por sí mismo hace que la inteligencia esté en acto.

ARTÍCULO 3
Si la esencia de Dios puede ser vista con los ojos del cuerpo
Dificultades. Parece que los ojos del cuerpo puedan ver la esencia divina.
1. Porque en el libro de Job se dice: “En mi carne veré a Dios” (Job 19,26) ; y también: “Con oído de mis orejas te oí, y ahora mis ojos te ven” (Job 42,5).
2. Dice San Agustín: “Tendrán, pues, aquellos ojos (habla de los glorificados) una fuerza superior a la actual, no para ver con mayor agudeza de la que, según dicen, ven las serpientes y las águilas (pues, por sutil que sea la vista de estos animales, no pueden ver más que los cuerpos), sino para ver también lo incorpóreo”. Pues quien puede ver lo incorpóreo, puede ser elevado a ver a Dios. Por consiguiente, los ojos glorificados pueden ver a Dios.
3. Dios puede ser visto por el hombre con su visión imaginaria, pues dice Isaías: “Vi al Señor sentado en su trono” (Is 6,1). Pero como la visión imaginaria tiene su origen en los sentidos, pues la imaginación o fantasía “es un movimiento causado por el sentido en acto”, como dice Aristóteles, síguese que Dios puede ser visto con visión sensible.
Por otra parte, dice San Agustín: “Ninguno vio jamás a Dios, ni en esta vida tal cual es, ni en la vida de los ángeles tal como se ven las cosas que se miran con los ojos del cuerpo”.
Respuesta. No es posible ver a Dios con el sentido de la vista, ni tampoco con sentido ni facultad alguna de la parte sensitiva. Toda facultad de este género es acto de algún órgano corporal, como adelante se dirá (a.4; S.Th. 1, 78, 1); y como el acto es proporcionado al sujeto que actúa, síguese que ninguna facultad de esta clase puede alcanzar más allá de lo corporal. Pero Dios es incorpóreo, según hemos demostrado (S.Th. 1, 3, 1), y, por tanto, no puede ser visto con los ojos ni con la imaginación, sino solo con el entendimiento.
Soluciones. 1. Donde se dice: “En mi carne veré a Dios, mi Salvador” (Job 19,26), no se entiende que habrá de ver a Dios con los ojos de la carne, sino que en posesión de la carne, después de la resurrección, vería a Dios. –Asimismo, el otro texto (Job 42,5): “Ahora mis ojos te ven”, se entiende de los ojos del entendimiento; y en igual sentido dice el Apóstol (Ef 1,17): “Que os dé el espíritu de sabiduría en su conocimiento, iluminando los ojos de vuestro corazón”.
2. Las palabras de San Agustín tienen un sentido inquisitivo y condicional, puesto que antes había dicho: “Tendrían (los ojos glorificados) un poder muy distinto si con ellos se viese la naturaleza incorpórea”; pero después aclara, diciendo: “Es muy creíble que entonces hayamos de ver el mundo corpóreo del cielo nuevo y de la tierra nueva, en forma tal que veamos con la mayor claridad a Dios presente en todas partes y gobernando incluso los seres corporales, pero no al modo como ahora vemos lo invisible de Dios por el conocimiento de las cosas creadas, sino a la manera como, en el instante en que vemos a los hombres con quienes convivimos y trabajamos, no creemos que viven, sino que lo sabemos”. Por donde se comprende que, a su parecer, los ojos glorificados verán a Dios como los nuestros ven ahora la vida de alguien; y la vida no se ve con los ojos de la carne por sí o inmediatamente, sino accidentalmente, entendiendo por sensible accidental una cosa que los sentidos no perciben en sí misma, pero que otra facultad conoce en el momento en que se produzca la correspondiente sensación. Ahora bien, que la vista de los cuerpos sea causa de que surja inmediatamente en el entendimiento la presencia divina, se debe a dos cosas: a la perspicacia del entendimiento y al reflejo de la claridad divina en los cuerpos renovados.
3. En la visión imaginaria no se ve la esencia de Dios; lo que sucede es que se produce en la imaginación una figura que representa a Dios según algún modo de semejanza; y así es como la Escritura Sagrada describe metafóricamente lo divino por medio de las cosas sensibles.

ARTÍCULO 4
Si hay algún entendimiento creado que con sus fuer¬zas naturales pueda ver la esencia divina
Dificultades. Parece que algún entendimiento puede ver con sus fuerzas naturales la esencia divina.
1. Porque dice Dionisio que el ángel es “espejo puro y clarísimo que recibe, si es lícito hablar así, toda la hermosura de Dios”. Pero cuando se mira la imagen especular de una cosa se la ve a ella. Si, pues, el ángel se entiende a sí mismo con sus fuerzas naturales, parece que con ellas puede entender también la esencia divina.
2. Cosas que de por sí son sumamente visibles, lo son menos para nosotros debidos a alguna deficiencia de la vista, sea la corporal o la espiritual. Pero el entendimiento del ángel no tiene ningún defecto. Si, pues, Dios en sí mismo es sumamente inteligible, parece que también debe serlo para el ángel. Por consiguiente, si éste con sus fuerzas naturales puede entender los otros inteligibles, mucho mejor puede entender a Dios.
3. Los sentidos corporales no alcanzan a entender las substancias incorpóreas, porque están por encima de su naturaleza. Si, pues, ver la esencia de Dios está fuera del alcance de todo entendimiento creado parece que ninguno podrá llegar a verla, y esto es erróneo, según hemos dicho (a.1). Por consiguiente, parece que ver la esencia divina es natural al entendimiento creado.
Por otra parte, dice el Apóstol (Ro 6,28): “La gracia de Dios es la vida eterna”. La vida eterna consiste en la visión de la esencia divina, según lo que dice San Juan (Jn 17,3): “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero”, etc. Por tanto, ver la esencia, de Dios com¬pete al entendimiento creado, por gracia y no por naturaleza.
Respuesta. Es imposible que ningún entendimiento creado vea con sus fuerzas naturales la esencia divina. El conocimiento se verifica al modo como lo conocido está en el que lo conoce. Lo conocido está en el que lo conoce, según sea su modo natural de ser; por lo cual el conocimiento se adopta al modo natural de ser el cognoscente. Por tanto si el modo de ser de un objeto de conocimiento es de orden superior al modo natural de ser del que conoce, su conocimiento está necesariamente por encima de la naturaleza de tal cognoscente.
Ahora bien, el modo de ser de las cosas es muy variado. Las hay cuya naturaleza no adquiere el ser más que en determinada materia individual, y así es todo lo corpóreo. Otras hay, en cambio, cuya naturaleza subsiste por sí y no en la materia, pero no son su mismo ser, sino que tienen ser, cuales son las substancias incorpóreas que llamamos ángeles. Pero sólo Dios tiene como modo propio de ser el de que es su mismo ser subsistente.
Por tanto, lo natural para nuestro entendimiento es conocer las cosas que no tienen ser sino en la materia, ya que nuestra alma por la que conocemos, es forma de una materia. Pero el alma tiene dos facultades cognoscitivas. Una que es acto de algún órgano corpóreo, por lo que su actividad natural es conocer las cosas según el modo de ser que tienen en la materia individual, y por esto los sentidos únicamente conocen lo singular. La otra es el entendimiento, que no es acto de ningún órgano corpóreo y por ello lo connatural del entendimiento es conocer las naturalezas que tienen ser en una materia concreta, pero no en cuanto están concretadas en tal materia individual, sino en cuanto abstraídas de ella por la acción del entendimiento, por lo cual con el entendimiento podemos conocer las cosas en su ser universal, a lo que no pueden alcanzar los sentidos. –En cambio, lo connatural al entendi¬miento angélico es conocer las naturalezas que no subsisten en la materia, cosa que está por encima de la capacidad natural del entendimiento humano en el estado presente de la vida, que es estado de unión con el cuerpo.
Por tanto, es forzoso concluir que conocer el mismo ser subsistente sólo es connatural al entendimiento divino y está fuera del alcance de la capacidad natural de todo entendimiento creado, y, por consiguiente, el entendimiento creado no puede ver la esencia divina, a menos que Dios, por su gracia, se le una como objeto de conocimiento.
Soluciones. 1. En el texto alegado se describe el modo connatural que tiene el ángel de conocer a Dios, que es conocerle por la representación divina que en el propio ángel resplandece. Pero como, según hemos dicho (a.2), conocer a Dios por medio de representaciones no es conocer la esencia divina, no se sigue que pueda el ángel conocer la esencia de Dios con sus propias fuerzas.
2. El entendimiento del ángel no es defectuoso, si defecto se toma en sentido privativo, o sea carencia de algo que se debe tener. Pero, tomado en sentido negativo, toda criatura es defectuosa, ya que ninguna tiene aquella excelencia que hay en Dios.
3. Cierto que no es posible elevar el sentido de la vista, que es del todo material, a ver lo inmaterial. Pero nuestro entendimiento y lo mismo el angélico, que por su naturaleza están elevados de algún modo sobre la materia, pueden ser levantados por la gracia a cosas más altas y muy por encima de su naturaleza. Un indicio de esto es que en modo alguno puede la vista conocer en abstracto lo que conoce en concreto, ya que no puede percibir la naturaleza, sino esta naturaleza, y, en cambio nuestro entendimiento puede considerar en abstracto lo que conoce en concreto; pues si bien lo que conoce son las cosas, cuyas formas están en la materia, sin embargo, descompone el compuesto en sus elementos y considera la forma por separado. Algo parecido sucede en el ángel, pues aunque lo connatural en él es conocer el ser particularizado en alguna naturaleza, puede, sin embargo, su entendimiento aislar el ser, ya que conoce en sí mismo que una cosa es él y otra su ser. Por tanto si el entendimiento creado, mediante una especie de análisis, alcanza con sus propias fuerzas a conocer en abstracto las formas y los seres concretos, también puede ser elevado por gracia a conocer las substancias separadas subsistentes y el ser separado subsistente.

ARTÍCULO 5
Si el entendimiento creado necesita de alguna luz creada para ver la esencia de Dios
Dificultades. Parece que el entendimiento creado no necesita, para ver la esencia divina, de ninguna luz creada.
1. Porque si, entre las cosas creadas, lo luminoso de por sí no necesita de luz extraña para que se vea, lo mismo ha de suceder en las inteligibles. Pues Dios es luz inteligible. Luego no se le ve por medio de ninguna luz creada.
2. Cuando se ve a Dios por medio de algo inter¬puesto, no se le ve por su esencia. Pues como verlo por alguna luz creada es verlo por algo interpuesto, síguese que no se le vería por esencia.
3. No hay inconveniente en que una cosa creada sea connatural a alguna criatura. Si, pues, la esencia de Dios se viese por alguna luz creada, bien podría esa luz ser natural en alguna criatura, que por ello no necesitaría otra luz para ver a Dios, cosa que reconocemos imposible. Por consiguiente, no es necesario que toda criatura requiera que se le añada alguna luz para ver la esencia divina.
Por otra parte, se dice en un salmo (Ps 35,10): “En tu luz veremos la luz”.
Respuesta. Para que una cosa sea elevada a algún acto que está fuera del alcance de su naturaleza, es indispensable que previamente se le prepare dándole una disposición superior a ella misma; v. gr. si el aire ha de recibir la forma del fuego necesita de una disposición previa para recibirla.
Ahora bien, cuando un entendimiento creado ve la esencia de Dios, es la misma esencia divina la que se hace forma inteligible a tal entendimiento; por lo cual, necesita éste que se le añada alguna disposición sobrenatural que lo eleve a tanta grandeza; y como el poder natural del entendimiento creado no es suficiente para ver la esencia de Dios, según hemos demostrado (a.4), es indispensable que, en virtud de la gracia, se le acreciente su poder intelectual, y este acrecentamiento de poder es lo que llamamos iluminación del entendimiento, así como llamamos luz al objeto inteligible. Esta es también la luz de que se habla en el Apocalipsis, cuando dice, refiriéndose a la sociedad de los bienaventurados que ven a Dios, que “la claridad de Dios la ilumina” (Ap 21,23), y merced a esta luz se hacen deiformes, esto es, semejantes a Dios, como se dice en el Evangelio: “Cuando aparezca seremos semejantes a Él y le veremos tal cual es” (1Jn 3,2).
Soluciones. 1. Si para ver la esencia divina se necesita de una luz creada no es con objeto de hacer inteligible con ella la esencia de Dios, que ya, es inteligible por sí, sino para que el entendimiento adquiera poder suficiente para entender, al modo como el hábito hace más potentes las facultades para la acción, y también a la manera como es precisa la luz corporal para ver los objetos, por cuanto hace que el medio sea de hecho transparente, para que el color llegue a los ojos.
2. Para ver la esencia divina no se requiere esta luz en calidad de imagen representativa de Dios, sino como perfección que robustece el entendimiento para que le vea. Por tanto, puede decirse que no es medio “en el que” se vea a Dios sino “por el que se le ve”, cosa que no impide la visión directa.
3. Lo mismo que la disposición para la forma del fuego no puede ser natural sino en el ser que tiene naturaleza de fuego, así tampoco puede ser natural la luz de la gloria en una criatura, a menos que sea de naturaleza divina, cosa imposible. Pues esta luz es precisamente lo que hace deiforme a la criatura, como hemos dicho (in c).

ARTÍCULO 6
Si entre los que ven a Dios lo ven unos con más perfección que otros
Dificultades. Parece que entre los que ven la esencia divina no la ven unos con más perfección que otros.
1. Se dice en el Evangelio de San Juan: “Le veremos tal cual es” (1Jn 3,2). Pero Dios es de una sola manera. Luego todos le verán del mismo modo. Por tanto, no le verán unos con más perfección que otros.
2. Dice San Agustín que una misma cosa no puede ser más entendida por uno que por otro. Pero todos los que ven a Dios por esencia, entienden la esencia de Dios, ya que, según hemos dicho (a.3), se ve a Dios con el entendimiento y no con los sentidos. Luego de los que ven la esencia divina, no la ven unos con más claridad que otros.
3. Que unos vean alguna cosa con más perfección que otros, puede depender, o del objeto visible, o de la penetración de la vista. Por parte del objeto, es más perfecta la visión cuando el que ve capta mejor el objeto, o sea, obtiene de él una imagen más nítida, y esto no tiene aplicación en nuestro caso, pues Dios no está presente al entendimiento que lo ve por medio de ninguna imagen o semejanza, sino por su propia esencia. Si, pues, unos lo ven mejor que otros, será debido a diferencias en el poder o capacidad intelectual, de donde se seguiría que lo ve mejor aquel cuya capacidad natural es más elevada, cosa inaceptable, puesto que a los hombres les está prometida la igualdad con los ángeles en la bienaventuranza.
Por otra parte, la vida eterna consiste en la visión de Dios, como se dice en el Evangelio de San Juan: “Esta es la vida eterna” (Jn 17,3), etc. Si, pues, todos viesen por igual la esencia divina, todos serían iguales en la vida eterna, en contra de lo que dice el Apóstol (1Co 15,41): “Una estrella difiere de otra por la claridad”.
Respuesta. Entre los que vean a Dios por esencia, unos le verán con mayor perfección que otros. Sin embargo, no sucederá esto porque exista en unos una imagen de Dios más perfecta que en otros, según hemos dicho (a.2), ya que aquella visión no se realiza mediante imagen alguna sino porque el entendimiento de unos tendrá mayor poder o capacidad que el de otros para ver a Dios. Pero como esta capacidad no la tiene el entendimiento en virtud de su naturaleza, sino merced a la luz de la gloria, que en cierto modo le hace deiforme, según hemos visto (a.5), síguese que el entendimiento que más participe de la luz de la gloria será el que con mayor perfección vea a Dios, y de la luz de la gloria participará más el que tenga mayor caridad, porque donde hay más caridad, hay también mayor deseo, y el deseo es el que, de alguna manera, prepara y hace apto al que desea para recibir lo deseado. Luego quien tenga mayor caridad, éste es el que verá a Dios con mayor perfección y será más dichoso.
Soluciones. 1. En el texto “le veremos como es”, el adverbio “como” determina la visión por parte del objeto, y quiere decir: “veremos su ser tal cual es”, pues veremos su mismo ser, que es su esencia. Pero no determina la visión por parte del que ve, en el sentido de que el modo de ver haya de ser tan perfecto cuan perfecto es el modo de ser en Dios.
2. De aquí se deduce también la respuesta a la segunda dificultad; pues cuando se dice que uno no puede conocer mejor que otro el mismo objeto, se enuncia una verdad, si esto se refiere al modo de ser del objeto conocido, puesto que quien apreciase que una cosa es distinta de lo que en realidad es, no tendría verdadero conocimiento de ella. Pero no es exacto cuando se refiere al modo de conocer, pues el entendimiento de unos es más perfecto que el de otros.
3. La diversidad en el modo de ver no viene de parte del objeto, pues uno mismo es el que se presenta a todos, o sea, la esencia divina; ni tampoco proviene de su diversa participación por diferentes representaciones o imágenes, sino de la distinta capacidad de los entendimientos, aunque no de la natural, sino de la gloriosa, según hemos dicho (in c).

ARTÍCULO 7
Si los que ven a Dios por esencia le comprenden
Dificultades. Parece que los que ven a Dios por esencia le comprenden.
1. El Apóstol dice (Flp 3,12): “Sigo, por si de alguna manera comprendo”; y que no perseguía en balde, lo dice el mismo San Pablo (1Co 9,26): “Corro, pero no a la ventura”. Luego comprendió, y como él, otros, a quienes invita diciendo (v.24): “Corred de modo que comprendáis”.
2. Dice San Agustín que “se comprende lo que tan por entero se ve, que nada quede oculto al que lo mira”. Si, pues, se ve a Dios por esencia, se le ve por entero, y nada de cuanto le pertenece se oculta a quien lo mira, puesto que Dios es simple. Luego todo el que le vea por esencia, le comprende.
3. Si alguien arguyese que se ve todo, pero no totalmente, replicamos: o totalmente designa el modo del que ve o el del objeto visto. Si se refiere al modo del objeto visto, el que ve a Dios por esencia lo ve totalmente, porque, según hemos dicho (a.6 ad1), lo ve como es. Si designa el modo del que ve, también lo ve totalmente, porque el entendimiento mirará la esencia divina con todas sus energías. Por consiguiente, cada uno de los que vean a Dios por esencia, le verá totalmente, y, por tanto, le comprenderá.
Por otra parte, dice el profeta Jeremías (Jer 32,18): “For¬tísimo, grande, poderoso es tu nombre, Señor de los ejér¬citos; grande en el consejo e incomprensible en tus pensamientos”. Luego no se le puede comprender.
Respuesta. Es imposible que ningún entendimiento creado comprenda a Dios; pero, como dice San Agustín, “llegar con el entendimiento hasta Dios, por poco que se alcance, es ya gran dicha”.
Para explicar esto, adviértase que comprender una cosa es conocerla con perfección, y conocerla con perfección es conocerla tanto cuanto es cognoscible; y por esto, si de lo que es cognoscible con ciencia demostrativa sólo tenemos opinión fundada en razones, probables, no lo comprendemos; por ejemplo el que sabe por demostración que los tres ángulos de un triángulo equivalen a dos rectos, lo comprende; pero el que tiene de esta verdad una opinión probable, fundada en que así lo enseñan los sabios o lo dicen mu-chos, no la comprende, porque no alcanza aquel modo de conocimiento perfecto con que es cognoscible esta verdad.
Pues bien, ningún entendimiento creado puede alcanzar a conocer la esencia divina en el grado de perfección con que es cognoscible, y la razón es evidente. Un ser es cognoscible en la medida en que está en acto. Luego Dios, cuyo ser según hemos dicho (S.Th. 1, 7, 1), es infinito, es infinitamente cognoscible. Pues ningún entendimiento creado puede conocer infinitamente a Dios, porque si conoce, con más o menos perfección, la esencia divina, es porque está dotado de mayor o menor luz de gloria. Pero, como la luz de gloria que recibe el entendimiento creado no puede ser infinita, es imposible que ninguno conozca infinitamente a Dios, y, por tanto, es imposible que lo comprenda.
Soluciones. 1. El término “comprensión” se toma en dos sentidos. Uno, el propio y estricto, significa que una cosa está incluida en otra que la circunda o comprende, y de este modo es imposible que Dios esté comprendido en el entendimiento ni en cosa alguna, porque, como es infinito ningún ser finito puede incluirlo en forma que abarque la infinidad de su ser infinito, y en este sentido hablamos aquí de la comprensión. –En un sentido más amplio, se toma la palabra “comprensión” en cuanto opuesto a la “prosecución”, pues del que persigue algo se dice, cuando lo alcanza, que lo comprende y aprehende, y en este sentido los bienaventurados comprenden a Dios, como se dice en el Cantar de los Cantares (Ct 3,4): “Téngale y no le dejaré”, y así también se han de entender los textos en que el Apóstol habla de la comprensión. –Según esto, la com-prensión es una de las tres dotes del alma, la correspondiente a la esperanza, como la visión corresponde a la fe y el goce a la caridad. Sin embargo, en este mundo ocurre que no siempre alcanzamos una cosa por el hecho de verla, ya que en ocasiones vemos cosas distantes que no están a nuestro alcance; ni tampoco gozamos de todo lo que poseemos, bien porque no nos satisface o bien porque no es el fin último de nuestra aspiración capaz de colmar nuestro deseo. Pero en Dios tienen los bienaventurados estas tres cosas: que le ven; que, viéndole, con la seguridad de verlo siempre, le poseen de hecho, y que, poseyéndole, gozan de Él como fin último que colma todos sus deseos.
2. No decimos que Dios es incomprensible porque haya en Él algo que no se vea, sino porque no se le ve con toda la perfección con que Él es visible. Es algo parecido a lo que sucede cuando conocemos por razones probables una proposición demostrable: que nada hay en ella que no conozcamos, pues conocemos el sujeto, el predicado y el nexo entre ambos, y, sin embargo, no la conocemos con toda la perfección con que es cognoscible. A este propósito dice San Agustín, definiendo la comprensión, que “se comprende por entero lo que se mira cuando se ve en forma que nada de lo que tiene se oculta al que lo mira”; o “también cuando se abarcan sus límites con la mirada”, y sólo se puede abarcar con la mirada los límites de una cosa cuando se alcanza el término del modo de conocerla.
3. “Totalmente” designa el modo del objeto, aunque no porque el entendimiento no perciba todo el modo del objeto sino porque el modo del objeto no es el del que conoce. Por esto, el que ve a Dios por esencia, ve que tiene una manera de ser infinita y que es infinitamente cognoscible; pero este modo infinito no le compete a él en forma que conozca a Dios infinitamente. Es el caso de quien sabe con probabilidad que una proposición es demostrable, y, sin embargo, no la conoce demostrativamente.

ARTÍCULO 8
Si los que ven a Dios por esencia ven todas las cosas en Él
Dificultades. Parece que quienes ven la esencia divina conocen en ella todas las cosas.
1. Dice San Gregorio: “¿Qué cosa no verán los que ven al que todo lo ve?” Pero Dios ve todas las cosas. Luego también las han de ver los que ven a Dios.
2. El que ve un espejo ve cuanto se refleja en él. Pues todo lo que existe y puede existir se refleja como en un espejo, en Dios, que lo conoce todo en sí mismo. Por tanto, quien ve a Dios ve todo lo que existe y lo que se puede hacer.
3. El que entiende lo más, puede entender lo menos, como dice el Filósofo. Pero cuanto Dios hace y puede hacer es menos que su esencia. Por tanto, el que entiende a Dios puede entender todo lo que Dios hace y puede hacer.
4. La criatura racional desea naturalmente conocer todas las cosas. Si, pues, cuando ve a Dios, no las conoce todas, no queda satisfecho su deseo natural, y así, viendo a Dios no sería feliz, cosa inaceptable. Luego quien ve a Dios lo sabe todo.
Por otra parte, los ángeles ven la esencia divina, y, sin embargo, no lo saben todo, puesto que, como dice Dionisio, los superiores purifican a los inferiores de su nesciencia, y, además, ignoran los futuros contingentes y los pensamientos de los corazones, que sólo conoce Dios. Luego no todo el que ve la esencia divina sabe todas las cosas.
Respuesta. El entendimiento creado que ve la esen¬cia divina, no ve en ella todo lo que Dios hace o puede hacer. Es indudable que en Dios se han de ver las cosas según están en Él. Pues todo lo que no es Dios se halla en Él como se encuentran los efectos en la virtualidad de su causa, y, por tanto, se ve en Él como se ve el efecto en la causa. Ahora bien es cosa sabida que cuanto mejor se conoce una causa, tantos más efectos suyos se pueden ver en ella; y así, cuando se propone un principio de demostración a una inteligencia vigorosa, ve enseguida en él una serie de consecuencias, que otra más débil no percibe más que explicándoselas una por una. Luego sólo el entendimiento que comprenda totalmente la causa, es el que puede conocer en ella todos los efectos y sus razones. Mas como, según hemos dicho (a.7), ningún entendimiento creado puede comprender totalmente a Dios, síguese que ninguno, al verlo, puede conocer todo lo que Dios hace o puede hacer, ya que esto sería comprender su virtualidad. Sin embargo, tantas más cosas conoce cuanto con mayor perfección vea a Dios.
Soluciones. 1. San Gregorio habla de la suficiencia del objeto, esto es, de Dios, que por su parte contiene y da a conocer suficientemente todas las cosas; pero de aquí no se sigue que cada uno de los que ven a Dios conozca todas las cosas porque ninguno le comprende plenamente.
2. No es forzoso que quien ve un espejo vea todo lo que se refleja en él, a menos que abarque o comprenda el espejo con una visión perfecta.
3. Ver a Dios es, sin duda, más que ver todas las otras cosas; pero también ver a Dios en forma que se conozcan en El todas las cosas, es más que verle de modo que se conozcan muchas o pocas, pero no todas; y hemos demostrado (in c)que el conjunto de cosas que se ven en Dios depende del modo más o menos perfecto de verle.
4. El deseo natural que experimenta la criatura racional, es el de conocer las cosas que contribuyen a la perfección del entendimiento, cuales son los géneros y especies de los seres y las esencias o razones de las cosas, y esto lo verá en Dios todo el que vea la esencia divina. Pero conocer lo singular, o los hechos y pensamientos de los individuos, no pertenece a la perfección del entendimiento creado, ni a esto tiende el deseo natural, como tampoco tiende a conocer lo que Dios puede hacer y todavía no ha hecho. No obstante lo cual, sólo con ver a Dios, fuente y principio de todo ser y verdad de tal manera se colmará el deseo natural de saber, que ninguna otra cosa buscará para ser feliz, y por esto dijo San Agustín: “Desdichado el hombre que conoce todas las cosas (esto es, las criaturas), y no te conoce a ti, y, en cambio, dichoso el que te conoce a ti, aunque las ignore todas. Y el que te conoce a ti y a ellas, no es más dichoso por ellas, sino que es dichoso por ti”.

ARTÍCULO 9
Si lo que ven en Dios los que contemplan la esencia divina lo ven por medio de algunas representaciones
Dificultades. Parece que las cosas que ven en Dios los que contemplan la esencia divina las ven por medio de algunas representaciones.
1. Porque todo conocimiento se realiza por asimilación del que conoce a lo conocido, y por esto, en el acto de entender, el entendimiento se hace lo entendido, y el sentido, al sentir se hace su objeto, o sea, está informado por su imagen, como lo está la pupila por la imagen del color. Por tanto, si el entendimiento que ve a Dios por esencia conoce en El algunas criaturas, es preciso que esté informado por sus respectivas imágenes.
2. Únicamente recordamos lo que previamente hemos visto. Pues San Pablo, que, según San Agustín, vio en éxtasis la esencia divina, después que dejó de verla, recordaba muchas de las cosas que había visto en aquel rapto, y en prueba de ello dice (2Co 12,4): “Oí palabras inefables que el hombre no puede repetir”. Luego es preciso suponer que en su entendimiento quedaron algunas imágenes de lo que recordaba, y, por consiguiente, que cuando presencialmente veía la esencia de Dios, tenía algunas representaciones o especies de lo que en ella estaba viendo.
Por otra parte, un espejo y lo reproducido en él se ve con una sola especie. Si, pues, las cosas se ven en Dios como en un a modo de espejo inteligible, síguese que, como a Dios no se le ve por medio de imagen alguna sino por su esencia, tampoco se verán por medio de especies o semejanzas las cosas que se ven en Él.
Respuesta. Los que ven la esencia divina no ven por medio de especies las cosas que en ella perciben, sino por la misma esencia de Dios, unida a su entendimiento, ya que cada ser es conocido por la imagen que de él tiene el cognoscente. Pero esto puede ocurrir de dos modos, porque como las cosas que se asemejan a otra son semejantes entre sí, puede la facultad cognoscitiva asemejarse a lo conocido de dos maneras. De una, cuando directamente la informa la imagen del objeto, y en este caso le conoce en sí mismo. De otra, cuando el entendimiento está informado por la especie de algo que es semejante al objeto, y en este caso no se dice que se conoce el objeto en sí mismo, sino en su imagen; y por esto no es lo mismo el conocimiento que se tiene de un hombre visto directamente y el que se tiene cuando se le conoce por su retrato. Por tanto, conocer las cosas por medio de sus propias especies recibidas en el cognoscente, es conocerlas en sí mismas; en cambio, conocerlas según el modo como sus representaciones preexisten en Dios, es verlas en Dios; y estos dos géneros de conocimiento son diferentes. Luego el modo como ven las cosas en Dios los que ven la esencia divina no consiste en verlas por medio de imágenes extrañas a Dios, sino por su misma esencia, presente al entendimiento, por la que asimismo ven a Dios.
Soluciones. 1. El entendimiento del que ve a Dios se asemeja a las cosas que ve en Él, por cuanto está unido a la esencia divina, en la que preexisten las imágenes de todos los seres.
2. Hay potencias intelectuales que con las especies primeramente recibidas pueden formar otras nuevas; por ejemplo, la imaginación, que, a base de las especies de monte y de oro, forma la de monte de oro, o el entendimiento, que con los conceptos de género y de diferencia forma el de especie. Pues asimismo a base de una imagen, podemos formar en nosotros otra imagen del objeto que aquélla representa, y de este modo San Pablo, o cualquier otro que viese a Dios, de la misma visión de la esencia divina pudo formar en sí mismo imágenes de las cosas que allí vio, y estas imágenes son las que se conservaron en San Pablo después que dejó de ver la esencia divina. Por lo demás, la visión consistente en ver cosas por medio de especies así adquiridas, es distinta de la visión con que se ven las cosas en Dios.

ARTÍCULO 10
Si los que ven a Dios por esencia ven simultáneamente todas las cosas que alcanzan a ver en Él
Dificultades. Parece que quienes ven la esencia divina no ven simultáneamente cuanto en ella alcanzan a ver.
1. Porque, como dice el Filósofo, se da el caso de saber muchas cosas, pero de cada vez no se entiende más que una. Pero ver cosas en Dios es entenderlas, porque a Dios se le ve con el entendimiento. Por tanto, entre los que ven a Dios no se da el caso de que vean simultáneamente muchas cosas en Él.
2. Dice San Agustín que “Dios mueve a la criatura espiritual en el tiempo”, esto es, por el pensamiento y por el afecto. Pues bien, el ángel es una criatura espiritual que ve a Dios. Por tanto, en los que ven a Dios hay sucesión de pensamientos y afectos, pues el tiempo implica sucesión.
Por otra parte, dice San Agustín: “No serán volubles nuestros pensamientos, ni pasarán y repasarán de unas cosas en otras, sino que simultáneamente veremos nuestra ciencia entera con una sola mirada”.
Respuesta. Las cosas que se ven en el Verbo no se ven sucesiva, sino simultáneamente. Para explicarlo, adviértase que, si nosotros no podemos entender varias cosas a la vez es debido a que las entendemos por distintas especies, y tan imposible es que un mismo entendimiento esté informado simultáneamente por distintas especies, de suerte que entienda por todas ellas, como que un mismo cuerpo tenga a la vez distintas figuras. Por esto, cuando se pueden entender diversas cosas con una sola especie, se entiende simultáneamente, como sucede, por ejemplo, al entender las diversas partes de un todo, que, si se entiende cada una por su propia especie, se entiende sucesivamente; pero si se entienden en conjunto por la única especie del todo, se entienden todas a la vez. Ahora bien, respecto a las cosas que se ven en Dios, hemos demostrado (a.9) que ninguna se ve por su propia especie, sino todas por la esencia divina, y, por tanto, no se ven sucesivamente.
Soluciones. 1. Entendemos una sola cosa porque entendemos por una sola especie; pero cuando en una misma especie entendemos varias cosas, las entendemos simultáneamente, y así en la especie de hombre entendemos el ser animal y el racional, y en la de casa, las paredes y el techo.
2. Las cosas que los ángeles conocen naturalmente, mediante diversas especies infusas, no las conocen todas a la vez, y en este sentido su entender se mueve en el tiempo; pero las que ven en Dios las ven simultáneamente.

ARTÍCULO 11
Si alguien puede ver a Dios por esencia durante esta vida
Dificultades. Parece que hay quien puede ver a Dios por esencia durante esta vida.
1. Porque de Jacob se dice en el Génesis que “vio a Dios cara a cara” (Gn 32,30), y como ver cara a cara es ver por esencia, según aquello del Apóstol (1Co 13,12): “Vemos ahora por espejo y en enigma, pero entonces veremos cara a cara”, síguese que en esta vida se puede ver a Dios por esencia.
2. Dice el Señor hablando de Moisés (Nm 12,8): “Le hablo boca a boca, y ve a Dios a las claras y no por enigmas ni figuras”. Pero esto es ver a Dios por esencia. Por consiguiente, hay quien en este estado de vida puede ver la esencia de Dios.
3. Nosotros conocemos directamente, o por sí, aque¬llo por lo que conocemos las otras cosas y juzgamos de ellas. Pues incluso durante esta vida lo conocemos todo en Dios, porque dice San Agustín: “Si ambos vemos que es verdad lo que tú dices, y ambos vemos que es verdad lo, que digo yo, explícame, ¿dónde lo vemos? Ni yo en ti, ni tú en mí, sino ambos en aquella inconmutable verdad que está sobre nuestras mentes”. Y, asimismo, dice en el libro “De vera religione” que nosotros juzgamos de todo según la verdad divina; y en el “De Trinitate”, que “pertenece al entendimiento juzgar de las cosas corporales por razones incorpóreas y eternas, que sin duda no serían inconmutables si no estuviesen por encima de la mente”. Luego en esta vida vemos al mismo Dios.
4. Dice San Agustín que las cosas que están en el alma por su esencia, se ven con visión intelectual. Pero, según el propio San Agustín, en el mismo pasaje, la visión intelectual de cosas inteligibles se realiza, no, por medio de imágenes sino por sus esencias. Si, pues, Dios está en nuestra alma por esencia, por esen¬cia le vemos nosotros.
Por otra parte, se dice en el Éxodo (Ex 33,20): “El hom¬bre no puede verme y vivir”; y explica la Glosa: “Mientras se vive esta vida mortal, se puede ver a Dios por algunas representaciones; pero por la realidad de su naturaleza, no”.
Respuesta. Ningún hombre puede ver la esencia de Dios si no está separado de esta vida mortal. La razón es porque, según hemos dicho (a.4), el modo del conocimiento es proporcionado al modo de ser del que conoce. Pues bien, mientras vivimos en este mundo, nuestra alma tiene su ser en una materia corporal, y por ello no conoce naturalmente más que las cosas cuya forma está en la materia o las que mediante éstas pueda conocer. Pero como es indudable que no puede conocer la esencia divina por medio de las cosas materiales, pues hemos demostrado (a.2) que el conocimiento que tenemos de Dios mediante cualquier imagen creada no es visión de la esencia divina, es imposible que el alma humana, que vive la vida presente, vea la esen¬cia de Dios. Un indicio de esto lo tenemos en que, cuanto más enajenada está nuestra alma de lo corporal, tanta mayor capacidad adquiere para percibir lo inteligible exento de materia, y por esto las previsiones de lo futuro y las revelaciones divinas se perciben mejor durante el sueño y el éxtasis o enajenación de los sentidos. Por tanto, que el alma sea elevada a ver lo supremo de lo inteligible, cual es la esencia divina, es cosa que no puede suceder mientras viva esta vida mortal.
Soluciones. 1. Según Dionisio, cuando en la Escritura se dice de alguien que vio a Dios, se ha de entender que percibió alguna figura sensible o imaginaria que por semejanza representaba algo divino. Por tanto, lo que dice Jacob (Gn 32,30): “Vi a Dios cara a cara” se ha de referir, no a la esencia divina, sino a la figura en que Dios estaba representado. Por lo demás, el hecho de que se vea a Dios cuando habla, aunque la visión sea imaginaria, es una cualidad eminente de la luz profética, como se dirá cuando tratemos de los grados de la profecía (S.Th. 2-2, 174, 3). –Pudo también Jacob expresarse así para designar alguna excelencia de la contemplación inteligible, superior al estado común.
2. Lo mismo que Dios obra sobrenaturalmente en los seres corpóreos por el milagro, así también, por modo sobrenatural y fuera del orden común, eleva el entendimiento de algunos que viven en la carne, pero sin usar los sentidos de la carne, hasta la visión de su esencia, como San Agustín dice de Moisés, que fue el maestro de los judíos, y de San Pablo, que lo fue de los gentiles. Pero de esto trataremos más despacio cuando nos ocupemos del rapto (S.Th. 2-2, 174, 3.4.5.6).
3. Ver todas las cosas en Dios y juzgar de todas según Él, quiere decir que las vemos y juzgamos de ellas por participar de su luz, ya que la luz natural de la razón es cierta participación de la luz divina, a la manera como también decimos que vemos y juzgamos de las cosas sensibles en el sol, esto es, por su luz; y a este propósito dice San Agustín que “no son visibles los panoramas de las ciencias si no los ilumina algo que sea como su sol”, esto es, Dios. Pues lo mismo que para ver sensiblemente una cosa no es preciso ver la substancia del sol, tampoco para ver inteligiblemente algo es necesario que se vea la esencia divina.
4. Se tiene visión intelectual de lo que por su esencia está en el alma, como lo inteligible está en el entendimiento; y de esta forma Dios está en el alma de los bienaventurados, pero no en la nuestra, en la que está por presencia, esencia y potencia.

ARTÍCULO 12
Si en esta vida podemos conocer a Dios por la razón natural
Dificultades. Parece que en esta vida no podemos conocer a Dios por la razón natural.
1. Porque dice Boecio que “la razón no puede percibir ninguna forma simple”. Mas como, según hemos visto (S.Th. 1, 3, 7), Dios es forma simple en grado sumo, síguese que la razón natural no puede llegar a conocerle.
2. Con su razón natural nada conoce el alma sin alguna imagen sensible, como dice Aristóteles. Pero como en nosotros no puede haber imagen sensible de Dios, porque es incorpóreo, síguese que no podemos conocerle con conocimiento natural.
3. El conocimiento que se adquiere por la razón natural es común a los buenos y a los malos, por lo mismo que les es común la naturaleza. Pero conocer a Dios sólo compete a los buenos, ya que, según San Agustín, “no se fijaría la mirada de la mente humana en luz tan esplendorosa si no hubiese sido purificada por la luz de la fe”. Luego no se puede conocer a Dios por la razón natural.
Por otra parte, dice el Apóstol (Ro 1,19): “Lo conocido de Dios les es manifiesto a ellos”, o sea, lo que de Dios es cognoscible por razón natural.
Respuesta. Nuestro conocimiento natural tiene su principio en los sentidos, y por ello sólo puede alcanzar hasta donde pueda llevarle lo sensible. Lo sensible no puede elevar la inteligencia hasta ver la esencia divina, porque las criaturas sensibles son efectos que no se equiparan con el poder de su causa, por lo cual no es posible conocer con su auxilio todo el poder de Dios ni, por tanto, ver su esencia. Sin embargo, como son efectos suyos y de Él dependen como de su causa, pueden llevarnos a conocer la existencia de Dios y lo que necesariamente ha de tener en su calidad de causa primera de todas las cosas, que sobrepasa a cuanto produce. Por tanto, podemos conocer su relación a las criaturas, o sea, que es causa de todas ellas, y la diferencia entre las criaturas y Él, o sea, que no es ninguna de las criaturas que produce y que esta diferencia no es debida a que le falte nada de lo que las criaturas tienen, sino a su infinita excelencia.
Soluciones. 1. La razón no conoce las formas simples de modo que sepa “lo que son”, pero puede conocer lo suficiente para saber que existen.
2. Se conoce a Dios, con conocimiento natural, por la imagen sensible de sus efectos.
3. Como el conocimiento de Dios por esencia es un don de la gracia, sólo conviene a los buenos; pero lo mismo los buenos que los malos pueden alcanzar el conocimiento de Dios que se obtiene por la razón natural, y por esto dice San Agustín: “No apruebo esto que dije en otro lugar: ¡Oh Dios, que habéis querido que solos los puros conociesen la verdad!; pues podría replicarse que muchos impuros conocen también muchas verdades”.

ARTÍCULO 13
Si hay un conocimiento de Dios por la gracia, superior al que se tiene por la razón natural
Dificultades. Parece que no se obtiene por la gracia un conocimiento de Dios superior al obtenido por la razón natural.
1. Porque dice Dionisio que, aun el que más unido esté a Dios en esta vida, está unido a Él como a cosa enteramente desconocida, y lo aplica al mismo Moisés, no obstante la preeminencia que obtuvo en el conocimiento por gracia. Pero unirse a Dios ignorando “lo que es”, se consigue también por medio de la razón natural. Luego por la gracia no conocemos a Dios con más plenitud que por la razón natural.
2. Lo mismo que por la razón natural no podemos llegar al conocimiento de las cosas divinas si no es por medio de imágenes, tampoco llegaremos por el conocimiento de la gracia, pues dice Dionisio que “no puede lucir para nosotros el rayo divino más que tamizado por la variedad de los velos sagrados”. Luego por la gracia no conocemos a Dios con más plenitud que por la razón natural.
3. Nuestro entendimiento se adhiere a Dios por la gracia de la fe. Pero la fe no parece ser conocimiento, pues dice San Gregorio que las cosas que no se ven, “son objeto de fe y no de conocimiento”. Luego por la gracia no obtenemos un conocimiento más elevado de Dios.
Por otra parte, dice el Apóstol (1Co 2,10) que “a nosotros nos reveló Dios por su Espíritu aquellas cosas que ninguno de los príncipes de este siglo conoció”; esto es, ninguno de los “filósofos”, como expone la Glosa.
Respuesta. Por la gracia adquirimos un conoci¬miento de Dios más perfecto que por la razón natural, y he aquí la prueba. El conocimiento que conseguimos por razón natural requiere dos cosas: la imagen recibida de los sentidos y la luz natural de la inteligencia por cuya virtud abstraemos de la imagen el concepto inteligible. Pues en ambos aspectos mejora el conocimiento humano por la revelación de la gracia. Cuanto a lo primero, porque la luz natural del entendimiento se vigoriza con la infusión de la luz gratuita. Cuanto a las imágenes, porque unas veces forma Dios en la imaginación del hombre representaciones sensibles que expresan las cosas divinas mejor que las recibidas por vía natural de los sentidos, como se comprueba en las visiones proféticas, y otras llega a formar cosas sensibles o también palabras para expresar algo divino, como aconteció en el bautismo, donde se vio al Espíritu Santo en forma de paloma y se oyó la voz del Padre: “Este es mi Hijo amado” (Mt 3,17).
Soluciones. 1. Si bien en esta vida no conocemos por la revelación de la gracia “lo que es” Dios, y en ese sentido nos unimos a Él como a algo desconocido, sin embargo, hace que le conozcamos mejor, porque pone a nuestro alcance más y más perfectas obras suyas, y porque, merced a la revelación, le atribuimos propiedades que la razón no alcanza a conocer, como la de ser uno y trino.
2. El conocimiento intelectual obtenido de imágenes, bien sean las recibidas de los sentidos por vía ordinaria, bien las formadas por Dios en la imaginación, es tanto más elevado cuanto en el hombre sea más intensa la luz intelectual, y por esto, merced a la infusión de la luz divina por la revelación, se obtiene mediante las imágenes sensibles un conocimiento más perfecto.
3. La fe es un modo de conocimiento, ya que por ella queda la inteligencia determinada a un objeto cognoscible. Pero esta determinación a un objeto no proviene de la visión que tiene el que cree, sino de la que tiene aquel a quien se cree, y, por consiguiente, debido a que falta visión, la fe es inferior a la clase de conocimiento que hay en la ciencia, pues ésta determina al entendimiento a aceptar una proposición porque le hace ver su verdad a la luz de los primeros principios.

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