(Traducción española publicada por la Editorial B.A.C., 1950 á 1960).
Prólogo
Como el doctor de la verdad católica debe no sólo instruir a los más adelantados, sino también enseñar a los que empiezan, según aquello del Apóstol: “Como a niños en Cristo os di a beber leche, no comida”, nos proponemos en esta obra exponer las verdades de la religión cristiana en forma apta para la enseñanza de los principiantes.
Hemos comprobado que los que se inician en estos estudios, tropiezan con graves dificultades en la lectura de lo escrito por diversos autores, debido en parte a la multiplicación de cuestiones, artículos y argumentos inútiles; en parte, debido también a que aquello mismo que necesitan saber no se expone según exige el buen método, sino según lo va pidiendo la exposición de los libros que se comentan o según lo requiere la oportunidad de la controversia, y, por último, debido a que sus frecuentes repeticiones provocan confusión y hastío en los oyentes.
Atentos, pues, a remediar estos y otros inconvenientes, intentaremos, puesta la confianza en el auxilio divino, seguir el hilo de la doctrina sagrada con brevedad y precisión en cuanto la materia lo consienta.
Cuestión 1 – Qué es la ciencia sagrada y a qué cosas se extiende
Artículo 1: Si es necesario que haya una doctrina distinta de las ciencias filosóficas
Artículo 2: Si la doctrina sagrada es ciencia
Artículo 3: Si la doctrina sagrada es ciencia una o múltiple
Artículo 4: Si la doctrina sagrada es ciencia práctica
Artículo 5: Si la doctrina sagrada es superior a las otras ciencias
Artículo 6: Si esta doctrina es sabiduría
Artículo 7: Si el sujeto de esta ciencia es Dios
Artículo 8: Si esta doctrina emplea argumentos
Artículo 9: Si la Sagrada Escritura debe usar de metáforas
Artículo 10: Si un mismo texto de la Sagrada Escritura tiene varios sentidos
ARTÍCULO 1: Si es necesario que haya una doctrina distinta de las ciencias filosóficas
Dificultades. No parece necesario, que exista una doctrina distinta de las ciencias filosóficas.
1. El hombre no debe empeñarse en alcanzar lo que está por encima de su entendimiento, como se dice en el Eclesiástico (Eclo 3,22): “No busques lo que está por encima de ti”. Pero lo asequible a la razón, se enseña suficientemente en las disciplinas filosóficas, y, por consiguiente, parece superfluo que, aparte de estas, haya otra doctrina.
2. No cabe más ciencia que la del ser, puesto que solamente se sabe lo verdadero, que se identifica con el ser. Ahora bien, las ciencias filosóficas tratan de todos los seres, incluso de Dios, y por ello una de las partes de la filosofía se llama teología o ciencia de Dios, como se ve por el Filósofo. Por consiguiente, no es preciso que haya otra doctrina además de las ciencias filosóficas.
Por otra parte, dice el Apóstol (2Tm 3,16) que “toda escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia”. Pero la Escritura, divinamente inspirada, no pertenece a las ciencias filosóficas, que son descubrimiento de la razón humana. Luego es útil que, aparte de las ciencias filosóficas, haya otra doctrina inspirada por Dios.
Respuesta. Fue necesario para la salvación del género humano que, aparte de las disciplinas filosóficas, campo de investigación de la razón humana, hubiese alguna doctrina fundada en la revelación divina. En primer lugar, porque el hombre está ordenado a Dios como a un fin que excede la capacidad de comprensión de nuestro entendimiento, como se dice en Isaías (Is 64,4): “Fuera de ti, ¡oh Dios!, no vio el ojo lo que preparaste para los que te aman”. Ahora bien, los hombres que han de ordenar sus actos e intenciones a un fin deben conocerlo. Por tanto, para salvarse necesitó el hombre que se le diesen a conocer por revelación divina algunas verdades que exceden la capacidad de la razón humana.
Más aún, fue también necesario que el hombre fuese instruido por revelación divina sobre las mismas verdades que la razón humana puede descubrir acerca de Dios, porque las verdades acerca de Dios investigadas por la razón humana llegarían a los hombres por intermedio de pocos, tras de mucho tiempo y mezcladas con muchos errores, y, sin embargo, de su conocimiento depende que el hombre se salve, y su salvación está en Dios. Luego para que con más prontitud y seguridad llegase la salvación a los hombres, fue necesario que acerca de lo divino se les instruyese por revelación divina.
Por consiguiente, fue necesario que, aparte de las disciplinas filosóficas, en cuya investigación se ejercita el entendimiento, hubiese una doctrina sagrada conocida por revelación.
Soluciones. 1. Si bien el hombre no debe esforzarse en averiguar por medio del entendimiento lo que excede a su capacidad, debe, no obstante, aceptar por la fe lo que Dios le ha revelado, y por esto allí mismo se añade (Eclo 3,25): “Te han sido mostradas muchas cosas superiores al pensamiento de los hombres”, y en éstas consiste la doctrina sagrada.
2. Lo que constituye la diversidad de las ciencias es el distinto punto de vista bajo el que se mira lo cognoscible. El astrónomo, por ejemplo, demuestra la misma conclusión que el físico, v. gr., la redondez de la tierra; pero el astrónomo lo hace empleando medios matemáticos, que prescinden de las cualidades de la materia, y el físico usa medios materiales. Por esto no se ve inconveniente en que de las mismas cosas que estudian las disciplinas filosóficas, en cuanto asequibles con la luz de la razón natural, se ocupe también otra ciencia en cuanto son conocidas con la luz de la revelación divina. Por consiguiente, la teología que se ocupa de la doctrina sagrada, difiere en género de aquella otra teología que forma parte de las ciencias filosóficas.
ARTÍCULO 2: Si la doctrina sagrada es ciencia
Dificultades. Parece que la doctrina sagrada no es ciencia.
1. La ciencia se basa en principios evidentes. Pero la doctrina sagrada se apoya en los artículos de fe, que no son evidentes, puesto que no todos los admiten: “No es de todos la fe”, como dice el Apóstol (2Tes 3,2). Por tanto, la doctrina sagrada no es ciencia.
2. No hay ciencia de lo singular. Pero la doctrina sagrada trata de cosas particulares, por ejemplo, de los hechos de Abrahán, de Isaac, de Jacob y cosas parecidas. Luego no es ciencia.
Por otra parte, dice S. Agustín que “únicamente se atribuye a esta doctrina aquello por lo que la fe salubérrima se engendra, se nutre, se defiende y se fortalece”. Pero esto no es de la competencia de ciencia alguna, más que de la sagrada. Por consiguiente, la doctrina sagrada es ciencia.
Respuesta. La doctrina sagrada es ciencia. Pero adviértase que hay dos géneros de ciencias. Unas que se basan en principios conocidos por la luz natural del entendimiento, como la aritmética, la geometría y otras análogas, y otras que se apoyan en principios demostrados por otra ciencia superior, como la perspectiva, que se basa en principios tomados de la geometría, y la música en los demostrados en la aritmética, y de este modo es ciencia la doctrina sagrada, ya que procede de principios conocidos por la luz de otra ciencia superior, cual es la ciencia de Dios y de los bienaventurados. Por consiguiente, lo mismo que la música acepta los principios que le suministra el aritmético, así también la doctrina sagrada cree los principios que Dios le ha revelado.
Soluciones. 1. Los principios de una ciencia cualquiera, o son evidentes por sí mismos o se reducen a lo conocido en otra ciencia superior, y así son los principios de la doctrina sagrada, según hemos dicho.
2. En la doctrina sagrada se habla de cosas particulares, no porque sean el objeto principal, sino porque son oportunas, bien a modo de ejemplos de vida, y así se hace también en las ciencias morales, o para manifestar la autoridad de los hombres por cuyo medio llegó a nosotros la revelación divina, que es el fundamento de la Escritura o doctrina sagrada.
ARTÍCULO 3 : Si la doctrina sagrada es ciencia una o múltiple
Dificultades. Parece que la doctrina sagrada, como ciencia, no tiene unidad.
1. Según el Filósofo, “es una la ciencia que se ocupa de objetos de un mismo género”. Pero la doctrina sagrada trata de Dios y de las criaturas, que no son objetos del mismo género. Luego no es ciencia una.
2. La doctrina sagrada trata de los ángeles, de los seres corpóreos y de la conducta de los hombres, cosas que pertenecen a diversas ciencias filosóficas. Por tanto, no es ciencia una.
Por otra parte, la Sagrada Escritura habla de ella como de una sola ciencia, pues dice el Sabio (Sb 10,10): “Le dio la ciencia de los santos”.
Respuesta. La doctrina sagrada es ciencia una. La unidad de cualquier potencia o hábito se toma del objeto, y no del objeto material, sino de la razón formal del objeto; y así, por ejemplo, un hombre, un asno y una piedra convienen en la razón formal del color, que es el objeto de la vista. Si, pues, la doctrina Sagrada considera las cosas en cuanto reveladas, como hemos dicho (a.2), todo lo que sea divinamente revelable comunica en la razón formal única del objeto de esta ciencia, y, por tanto, queda comprendido en la doctrina sagrada como en una sola ciencia.
Soluciones. 1. La doctrina sagrada no trata por igual de Dios y de las criaturas, sino propiamente de Dios, y de las criaturas en cuanto están ordenadas a Dios como a su principio y fin, y esto no impide la unidad de la ciencia.
2. No hay inconveniente en que las potencias o hábitos inferiores se diversifiquen respecto a objetos distintos, cuyo conjunto, forma el objeto único de una potencia o hábito superior, ya que ésta ve su objeto, desde un punto de mira mas universal. Por ejemplo, así, como el objeto del sentido común es lo sensible, que alcanza lo mismo a lo que se ve que a lo que se oye, y por esto el sentido común, que es una sola potencia, se extiende a todos los objetos de los cinco sentidos, así también cuanto se estudia en las diversas ciencias filosóficas puede, sin menoscabo de su unidad, considerarlo la doctrina sagrada desde un solo punto de mira, esto es, el de poder ser revelado por Dios, y de este modo la doctrina sagrada viene a ser como un trasunto de la ciencia divina, que, no obstante ser una y simple, lo abarca todo.
ARTÍCULO 4: Si la doctrina sagrada es ciencia práctica
Dificultades. Parece que la doctrina sagrada es ciencia práctica.
1. Según el Filósofo, “el fin de la práctica es la acción”. Pues bien, la doctrina sagrada se ordena a la acción, según el apóstol Santiago (St 1,22): “Practicad la ley y no os limitéis a oírla”. Luego la doctrina sagrada es ciencia práctica.
2. La doctrina sagrada se divide en Ley antigua y nueva. Pero la ley pertenece a la ciencia moral, que es ciencia practica. Luego la doctrina sagrada es ciencia práctica.
Por otra parte, toda ciencia práctica trata de las cosas que el hombre puede hacer, como la ciencia moral, que trata de los actos humanos, y la arquitectónica, de los edificios. Pero la ciencia sagrada trata principalmente de Dios, que no es hechura, sino hacedor del hombre. Por consiguiente, no es ciencia práctica, sino más bien especulativa.
Respuesta. Hemos visto ya (a.3) que la doctrina sagrada, sin perder su unidad, se extiende a lo que pertenece a diversas ciencias filosóficas en virtud de la razón formal con que lo considera, esto es, la de ser cognoscible por luz divina. Por tanto, aunque unas ciencias filosóficas sean especulativas y otras prácticas, la doctrina sagrada abarca unas y otras, a la manera como Dios, con la misma ciencia, se conoce a sí mismo y las cosas que hace.
Es, sin embargo, más especulativa que práctica, porque trata de las cosas divinas con preferencia a los actos humanos, de los que sólo se ocupa en cuanto que por ellos se encamina el hombre al perfecto conocimiento de Dios, en el cual consiste su felicidad eterna.
Y de aquí se deduce la respuesta a las dificultades.
ARTÍCULO 5: Si la doctrina sagrada es superior a las otras ciencias
Dificultades. Parece que la doctrina sagrada no es superior a las otras ciencias.
1. La superioridad de una ciencia consiste en su certeza. Pero como otras ciencias tienen principios indudables, parecen más ciertas que la sagrada, cuyos principios, los artículos de fe, están sujetos a dudas. Luego parece haber ciencias superiores a la doctrina sagrada.
2. Corresponde a las ciencias inferiores tomar sus principios de las superiores, como la música de la aritmética. Pues bien, la doctrina sagrada toma algo de las disciplinas filosóficas, como atestigua San Jerónimo, refiriéndose a los antiguos doctores, de los cuales dice que “de tal modo sembraron sus libros de citas y pensamientos de los antiguos filósofos, que no sabes qué admirar más, si la erudición profana o el conocimiento de las Escrituras”. Luego la ciencia sagrada es inferior a otras ciencias.
Por otra parte, a las otras ciencias se las llama servidoras de ésta, según leemos en los Proverbios (Pr 9,3): “Envió a sus siervas a llamar desde el castillo”.
Respuesta. Puesto que esta ciencia es en parte especulativa y en parte práctica, sobrepuja a todas las demás ciencias, sean especulativas o prácticas. Se dice que una ciencia especulativa es superior a otra, o en atención a su certeza, o a la dignidad de su materia. Pues bien, por ambos conceptos excede la doctrina sagrada a las otras ciencias especulativas. En cuanto a la certeza, porque las otras ciencias la tienen de la luz natural de la razón humana, que es falible, mientras que ésta la toma de la luz de la ciencia divina, que no puede engañarse. En cuanto a la dignidad de la materia, porque ésta trata principalmente de cosas que por su elevación sobrepujan la capacidad del entendimiento, y, en cambio, las otras ciencias sólo estudian lo que el entendimiento señorea.
Entre las ciencias prácticas es la más noble la que se ordena a un fin más elevado, y así la ciencia civil es superior a la militar, porque el bien del ejército se ordena al de la ciudad. Ahora bien, el fin de esta doctrina en su aspecto práctico es la felicidad eterna, a la cual todas las otras ciencias prácticas están subordinadas como a su último fin. Por donde se ve que en todos los aspectos es superior a las demás ciencias.
Soluciones. 1. No hay inconveniente en que lo que es más cierto por su naturaleza, lo sea menos respecto a nosotros, debido a la flaqueza de nuestro entendimiento, que, como dice el Filósofo, “se comporta, a la vista de las cosas más claras de la naturaleza, como el ojo de la lechuza frente a los rayos del sol”; y de aquí que las dudas que ocurren acerca de algunos artículos de fe no son debidas a la incertidumbre del objeto, sino a la debilidad del entendimiento humano. Y esto no obstante, el escaso conocimiento que podemos alcanzar de cosas tan altas es más de desear que el conocimiento indudable que tenemos de las cosas ínfimas, como asimismo dice Aristóteles.
2. Puede esta ciencia tomar algo de las disciplinas filosóficas, no porque forzosamente lo necesite, sino para mejor explicar lo que en ella se enseña, ya que no toma sus principios de las otras ciencias, sino inmediatamente de Dios por revelación. Pero, no obstante que tome algo de las otras ciencias, no las considera como superiores, sino que las utiliza como inferiores y sirvientes, cosa que también hacen las ciencias arquitectónicas, que emplean las auxiliares, y así la ciencia civil utiliza la militar. Pero la ciencia sagrada no lo hace porque haya en ella defecto o insuficiencia alguna, sino por la debilidad de nuestro entendimiento, el cual, mediante lo que conoce por la razón natural (de la cual proceden las otras ciencias), camina con más holgura, como llevado de la mano, a lo que está por encima de la razón, que es lo que esta ciencia enseña.
ARTÍCULO 6: Si esta doctrina es sabiduría
Dificultades. Parece que esta doctrina no es sabiduría.
1. Ninguna doctrina que reciba sus principios de fuera es digna del nombre la sabiduría, pues “al sabio compete ordenar y no ser mandado”. Pero, según hemos dicho, esta doctrina toma sus principios de otra parte. Luego no es sabiduría.
2. A la sabiduría corresponde demostrar los principios de las otras ciencias, y por esto la llama el Filósofo “cabeza de las ciencias”. Pero esta doctrina no demuestra los principios de las demás ciencias. Luego no es sabiduría.
3. Esta doctrina es un saber que se consigue por el estudio, y, en cambio, la sabiduría es infusa, y por ello se cuenta entre los dones del Espíritu Santo, como se lee en Isaías (Is 11,2). Luego no es sabiduría.
Por otra parte, se dice en el Deuteronomio, al principio de la ley (Dt 4,6): “Esta es nuestra sabiduría y entendimiento ante los pueblos”.
Respuesta. Esta doctrina es la sabiduría por excelencia entre todas las sabidurías humanas, y no sólo en algún orden, sino en absoluto. Puesto que la función del sabio es ordenar y juzgar, y el juicio acerca de lo inferior se forma recurriendo a causas más elevadas, en cada género de conocimientos se denomina sabio al que juzga con arreglo a la causa suprema de aquel género: por ejemplo, en el arte de la edificación, al artífice que dispone los planos del edificio se le llama sabio o arquitecto respecto a los artesanos inferiores, que labran la madera o pulimentan la piedra; y por esto dice el Apóstol (1Co 3,10): “Como sabio arquitecto, puse los cimientos”. Además, en los asuntos de la vida humana se llama sabio al prudente, por cuanto ordena los actos humanos al debido fin; y por esto se dice en los Proverbios (Pr 10,23): “La sabiduría para el varón es la prudencia”. Por tanto, el que estudia la causa absolutamente primera de todo el universo, que es Dios, es el sabio por excelencia, y por esto se dice que sabiduría es “la ciencia de las cosas divinas”. Ahora bien, la doctrina sagrada se ocupa de Dios precisamente en cuanto es causa suprema, y no sólo en cuanto a aquello que de Él puede conocerse por las criaturas (y que conocieron los filósofos, como dice el Apóstol (Ro 1,19): “Lo cognoscible de Dios les es manifiesto”), sino también en cuanto a lo que sólo Él puede conocer de sí mismo y comunica a otros por revelación. Por consiguiente, la doctrina sagrada es la sabiduría por excelencia.
Soluciones. 1. La doctrina sagrada no toma sus principios de ninguna ciencia humana, sino de la ciencia divina, de la que asimismo, en cuanto sabiduría suprema, toman su orden todos nuestros conocimientos.
2. Los principios de las otras ciencias o son evidentes por sí mismos, y, por tanto, no se pueden demostrar, o se demuestran por discurso natural en otra ciencia; pero el conocimiento propio de esta ciencia es el obtenido por revelación y no el forjado por natural discurso. Por tanto, su misión no es demostrar los principios de las otras ciencias, sino sólo juzgar de ellas. Así, pues, condena como falso cuanto en las demás ciencias sea incompatible con su verdad, y por esto dice el Apóstol (2Co 10,4): “Destruyendo consejos y toda altanería que se alce contra la ciencia de Dios”.
3. Puesto que al sabio pertenece juzgar, la sabiduría se toma en dos acepciones, correspondientes a las dos maneras de juzgar. Una es la manera de juzgar cuando alguien juzga como movido por inclinación o instinto, y así el que tiene el hábito de la virtud juzga correctamente de cómo ha de practicarse la virtud, debido a que está inclinado a ella; y por esto dice Aristóteles que el virtuoso es regla y medida de los actos humanos. La otra es por modo de conocimiento, y así el perito en la ciencia moral puede juzgar de los actos virtuosos, aunque no posea la virtud. Pues bien, el primer modo de juzgar corresponde a aquella sabiduría, que se cuenta entre los dones del Espíritu Santo, de la que dice el Apóstol (1Co 2,15): “El hombre espiritual lo juzga todo”, y asimismo dice Dionisio: “Es docto Hieroteo, no sólo porque sabe, sino, además, porque experimenta lo divino”. El segundo modo de juzgar es el que pertenece a la doctrina en cuanto se adquiere por el estudio, si bien tomando siempre sus principios de la revelación.
ARTÍCULO 7: Si el sujeto de esta ciencia es Dios
Dificultades. Parece que el sujeto de esta ciencia no es Dios.
1. Dice el Filósofo que toda ciencia debe saber “qué es” su sujeto, o sea conocer su naturaleza. Pero ésta no sabe “qué es” Dios, pues, como dice el Damasceno, “es imposible decir de Dios qué es”. Luego Dios no es el sujeto de esta ciencia.
2. Cuanto en una ciencia se trata está incluido en su sujeto. Pero en la Escritura sagrada se trata de muchas cosas distintas de Dios, v. gr., de las criaturas y de los actos humanos. Luego no es Dios sujeto de esta ciencia.
Por otra parte, el sujeto de una ciencia es aquello de lo cual en ella principalmente se trata. Pues bien, en ésta se trata principalmente de Dios, y por esto se llama teología, como si dijéramos, “discurso sobre Dios”. Por consiguiente, su sujeto es Dios.
Respuesta. El sujeto de esta ciencia es Dios. El sujeto de una ciencia tiene con ella la misma relación que los objetos con sus respectivas facultades o hábitos. Propiamente hablando, el objeto de una potencia o hábito es aquello por lo cual las cosas dicen relación a tal potencia o hábito, como el hombre y la piedra dicen relación a la vista por el color, y de aquí que lo coloreado sea el objeto propio de la vista. Pues bien, como en la doctrina sagrada todo se trata desde el punto de vista de Dios, bien porque es el mismo Dios o porque está ordenado a Dios como principio y fin, síguese que el sujeto de esta ciencia es Dios. –Esto mismo se prueba por la naturaleza de los principios de esta ciencia, que son los artículos de fe, y la fe tiene por objeto a Dios, ya que uno mismo es el objeto de los principios y el de toda la ciencia, puesto que toda ciencia está contenida virtualmente en sus principios.
Hay, sin embargo, quienes, en vista de las materias que trata y no del punto de mira bajo el que las estudia, le han asignado muy diversos objetos, y así para unos serían cosas y signos; para otros, la obra de la redención; para otros, el Cristo total, esto es, la cabeza y los miembros. Ciertamente que la ciencia sagrada trata de todas esas cosas, pero lo hace en orden a Dios.
Soluciones. 1. Si bien no podemos saber de Dios “qué cosa es”, no obstante, para estudiar lo que en esta doctrina se dice de Dios, empleamos sus obras, bien sean de naturaleza o de gracia, en lugar de definición, cosa que, por lo demás, se hace en algunas ciencias filosóficas, en las que, tomando los efectos como definición de las causas, se demuestra algo de la naturaleza de las causas por sus efectos.
2. Todo cuanto se estudia en la doctrina sagrada está comprendido en Dios, aunque no como partes, especies o accidentes, sino en cuanto que de algún modo está ordenado a Él.
ARTÍCULO 8: Si esta doctrina emplea argumentos
Dificultades. Parece que esta doctrina no debe emplear argumentos.
1. Dice San Ambrosio: “Suprime los argumentos donde se busca la fe”. Pero lo que principalmente se busca con esta doctrina es la fe, y por ello dice San Juan (Jn 20,31): “Estas cosas han sido escritas para que creáis”. Luego la doctrina sagrada no debe emplear razonamientos.
2. Cuando se emplean argumentos, o se basan en la razón, o en alguna autoridad. Apoyarse en la autoridad no parece digno de la nobleza de esta ciencia, pues el argumento basado en autoridad es debilísimo, según Boecio. Tampoco parece congruente con su fin apoyarse en la razón, porque, según San Gregorio, “no tiene mérito la fe donde la razón suministra pruebas”. Por consiguiente, la doctrina sagrada no debe emplear argumentos.
Por otra parte, dice el Apóstol (Tito 1,9), hablando del obispo, “que se ajuste a la que, según la doctrina, es palabra fiel, para que pueda exhortar con doctrina sana y argüir a los que contradicen”.
Respuesta. Así como las otras ciencias no argumentan para demostrar sus principios, sino que, basadas en ellos, discurren para demostrar otras verdades que hay en ellas, así tampoco ésta emplea argumentos para demostrar los suyos, que son los artículos de fe, sino que, partiendo de ellos, procede a demostrar otras cosas, como lo hace el Apóstol (1Co 15,12ss), el cual, apoyado en la resurrección de Cristo, discurre para probar la resurrección de todos nosotros.
Pero adviértase que, en las ciencias filosóficas, las inferiores no sólo no prueban sus principios, sino que tampoco discuten con quienes los niegan, dejando esto a cargo de otra ciencia superior; y, en cambio, la suprema entre ellas, la metafísica, mantiene controversia con el que niega sus principios, siempre que el adversario admita algo, puesto que, si nada admite, no queda medio de discutir con él; no obstante lo cual, se pueden resolver sus objeciones. Así, pues, como la ciencia sagrada no tiene superior a ella, discute también con quienes niegan sus principios; y si el adversario admite algo de la divina revelación, lo hace argumentando; y por eso empleamos la autoridad de la sagrada doctrina para argüir contra los herejes y utilizamos un artículo de la fe contra los que niegan otro. Claro está que, si el adversario no cree cosa alguna de lo revelado por Dios, no quedan medios para hacerle ver con razones los artículos de fe; pero sí los hay para resolver sus objeciones en caso de que las ponga, porque, asentada como está la fe en la verdad infalible y siendo imposible demostrar lo que es opuesto a la verdad, es evidente que las pruebas aducidas contra lo que es de fe no son demostraciones, sino argumentos que tienen solución.
Soluciones. 1. Si bien los razonamientos del ingenio humano no alcanzan a demostrar las verdades de fe, sin embargo, de los artículos revelados deduce esta doctrina otras verdades, según hemos dicho.
2. Lo que mejor cuadra a esta doctrina es argüir por vía de autoridad, debido a que, como sus principios se toman de la revelación, es necesario creer en la autoridad de aquellos a quienes la revelación se hizo. Mas no por esto sufre menoscabo su autoridad, porque, si bien el argumento apoyado en una autoridad que tiene por base la razón humana es debilísimo, es eficacísimo el que se apoya en una autoridad fundada en la revelación divina.
Y, sin embargo, la doctrina sagrada utiliza también la razón humana, no ciertamente para demostrar el dogma, lo cual suprimiría el mérito de la fe, sino para esclarecer otras cosas que esta ciencia enseña; pues como la gracia no anula la naturaleza, sino que la perfecciona, conviene que la razón natural esté al servicio de la fe, lo mismo que la natural inclinación de la voluntad sirve a la caridad; y por esto dice el Apóstol (2Co 10,5): “Reduciendo a cautividad todo pensamiento en obsequio de Cristo”; y de aquí viene que la doctrina sagrada utilice también la autoridad de los filósofos en lo que por natural esfuerzo alcanzaron de la verdad; y así San Pablo cita esta frase de Arato (Act 17,28): “Como dijeron algunos de vuestros poetas, somos raza divina”.
Adviértase, sin embargo, que la doctrina sagrada utiliza estas autoridades como argumentos extraños y probables: las de la Escritura, como argumentos propios y decisivos, y las de los otros doctores de la Iglesia, como argumentos propios, pero sólo probables, pues nuestra fe se apoya en la revelación hecha a los apóstoles y profetas que escribieron los libros canónicos, y no en revelaciones que hayan podido hacerse a otros doctores. Por esto dice San Agustín: “Sólo a los libros de la Escritura llamados canónicos aprendí yo a conceder la prerrogativa de creer firmísimamente que ninguno de sus autores erró en lo que escribió. Los otros libros los leo con tal disposición, que, sea cual fuere la ciencia y autoridad de sus autores, no por ello me muevo a tener por cierto lo que ellos pensaron o escribieron”.
ARTÍCULO 9: Si la Sagrada Escritura debe usar de metáforas
Dificultades. Parece que la Sagrada Escritura no debe usar de metáforas.
1. Parece indigno de esta ciencia, que es, como queda dicho (a.5), la suprema entre todas, usar lo que es propio de la ciencia ínfima. Pues emplear imágenes y figuras es propio de la poesía, que ocupa el ínfimo lugar entre todas las ciencias. Luego no es conveniente que la Escritura use de tales imágenes.
2. Esta doctrina parece estar destinada al esclarecimiento de la verdad, y por ello en el Eclesiástico se promete recompensa a sus cultivadores (Eclo 24,31): “Los que me explican, tendrán la vida eterna”. Pero con las imágenes se oculta la verdad. Por consiguiente, la doctrina sagrada no debiera proponerla bajo imágenes de cosas corpóreas.
3. Cuanto más noble es una criatura, tanto más se acerca a la semejanza con Dios. Si, pues, se toma alguna criatura para representar a Dios, al menos deberían escogerse las más elevadas y no las ínfimas, cosa que con frecuencia hallamos en las Sagradas Escrituras.
Por otra parte, se dice en Oseas (Os 12,10): “Yo multipliqué mis visiones y propuse semejanzas por los profetas”. Pero proponer algo con imágenes es metáfora. Luego a la doctrina sagrada compete usar de metáforas.
Repuesta. Es conveniente que la Sagrada Escritura proponga lo divino y espiritual utilizando imágenes corpóreas. Dios provee a todas las cosas como conviene a su naturaleza. Lo natural del entendimiento humano es llegar a lo inteligible por medio de lo sensible, ya que todos nuestros conocimientos empiezan en los sentidos. Así, pues, es conveniente que la Escritura Sagrada nos proponga las cosas espirituales envueltas en imágenes de cosas corpóreas, y esto es lo que dice Dionisio: “Sería imposible que el rayo de la luz divina brillase para nosotros, si no fuese amortiguado con variedad de velos sagrados”.
Además, como la Sagrada Escritura se hizo para todos, según aquello del Apóstol (Ro 1,14): “Soy deudor de sabios e ignorantes”, fue conveniente que propusiese lo espiritual en forma de imágenes, para que siquiera de este modo lo alcanzasen los rudos, incapaces de elevarse por sí mismos al conocimiento de lo inteligible.
Soluciones. 1. El arte poético usa de las metáforas por lo que tienen de plásticas, y las representaciones plásticas producen naturalmente deleite. Pero la doctrina sagrada usa de ellas por necesidad y utilidad, según hemos dicho.
2. El rayo de la divina revelación no queda extinguido por las figuras sensibles en que se envuelve, como dice Dionisio, sino que su verdad se transparenta en forma que no consiente a las inteligencias agraciadas con la revelación estancarse en las imágenes, antes bien las eleva al conocimiento de las cosas inteligibles, de suerte que por su medio llegue la revelación al conocimiento de los demás; y por esto, lo que en un lugar de la Escritura se dice bajo metáforas, se propone en otro con mayor claridad. Incluso es útil hasta la misma obscuridad de las figuras: por un lado, para ejercitar el ingenio de los estudios, y por otro, para substraerlas a las burlas de los infieles, de quienes se dice en el Evangelio (Mt 7,6): “No deis lo santo a los perros”.
3. Como dice Dionisio, es más conveniente que la Sagrada Escritura proponga lo divino bajo la figura de cuerpos viles que de cuerpos nobles, y esto por tres motivos. Primero, porque así se previene mejor al hombre contra el error, pues todos comprenden que tales figuras no se aplican a Dios con propiedad, y, en cambio, podrían dudarlo si se describiese lo divino con imágenes de cuerpos nobles; y más que a nadie sucedería esto a los que no conciben cosa superior a los cuerpos. Segundo, porque este modo está más en conformidad con el conocimiento que tenemos de Dios en esta vida, ya que con más facilidad vemos lo que Dios no es que lo que es, y por esto las imágenes más alejadas de Dios nos dan mejor a entender que está por encima de cuanto pensamos y decimos de Él. –Tercero, porque así lo divino se recata mejor de los indignos.
ARTÍCULO 10: Si un mismo texto de la Sagrada Escritura tiene varios sentidos
Dificultades. No parece conveniente que un mismo texto de la Sagrada Escritura tenga varios sentidos, como son: el “histórico” (o literal), el “alegórico”, el “tropológico” (o moral) y el “anagógico”.
1. La multiplicidad de sentidos de un mismo texto engendra confusión, produce decepción y quita firmeza al raciocinio, y por esto no tiene valor la argumentación fundada en proposiciones de varios sentidos, y en ellas estriban algunas de las falacias. Si, pues, la Escritura ha de tener eficacia para dar a conocer la verdad sin subterfugios, un mismo texto no debe tener varios sentidos.
2. Dice San Agustín que “la Escritura llamada Antiguo Testamento se explica en cuatro sentidos”, a saber: “el histórico, el etiológico, el analógico y el alegórico”. Pero estos cuatro sentidos parecen del todo distintos de aquellos otros cuatro. Luego no es conveniente explicar un mismo texto de la Sagrada Escritura según los cuatro sentidos antedichos.
3. Además de aquellos cuatro sentidos, tenemos el parabólico, que no figura entre ellos.
Por otra parte, dice San Gregorio que “la Sagrada Escritura está por encima de todas las ciencias por su manera de hablar, pues con una misma expresión refiere el hecho y descubre el misterio”.
Respuesta. El autor de la Sagrada Escritura es Dios, el cual puede no sólo acomodar las palabras a lo que quiere decir (que esto pueden hacerlo los hombres), sino también las cosas mismas. Por tanto, así como en todas las ciencias la palabra significa alguna cosa, lo propio de esta ciencia es que las cosas significadas por las palabras signifiquen algo a su vez. Así, pues, la primera acepción en que se toma la palabra, que es la de significar alguna cosa, pertenece al primer sentido, llamado histórico o literal; y lo que, a su vez, significa la cosa expresada por la palabra llámase sentido espiritual, que se apoya en el literal y lo supone.
Por su parte, el sentido espiritual admite tres subdivisiones. La antigua Ley, según dice el Apóstol (Hb 7,19), es figura de la nueva, y ésta, como dice Dionisio, lo es de la gloria futura; y en la nueva Ley, lo que se cumplió en la Cabeza, es figura de lo que nosotros debemos hacer. Así, pues, en cuanto el contenido de la antigua Ley es figura de lo que contiene la nueva, tenemos el sentido alegórico; en cuanto que lo cumplido en Cristo o en lo que a Cristo representa es signo de lo que nosotros debemos hacer, tenemos el sentido moral, y en cuanto significa lo que hay en la gloria, el sentido anagógico.
Sin embargo, como el sentido literal es el que se propone el autor, y el autor de la Sagrada Escritura es Dios, que todo lo entiende simultáneamente, no hay inconveniente en que, como dice San Agustín, un mismo texto de la Sagrada Escritura tenga varios sentidos.
Soluciones. 1. La multiplicidad de sentidos escriturarios no produce equívocos ni ambigüedades, porque, como hemos advertido, no se multiplican los sentidos debido a que una misma palabra signifique muchas cosas, sino debido a que las cosas significadas por las palabras pueden ser signos de otras. Nada, pues, de esto engendra confusión en la Sagrada Escritura, ya que todos los sentidos se apoyan en el literal, y éste, y no lo que se dice por alegoría, es el que suministra argumentos, como dice San Agustín. Sin embargo, no por esto se desperdicia cosa alguna de la Sagrada Escritura, porque nada de lo necesario para la fe hay en el sentido espiritual que no se consigne en alguna parte claramente en sentido literal.
2. De los cuatro sentidos agustinianos, tres, historia, etiología y analogía, pertenecen al sentido literal; pues, como el mismo San Agustín explica, entiéndese por historia cuando sencillamente se enuncia alguna cosa; por etiología, cuando se asigna la causa de lo que se dice, por ejemplo, cuando el Señor manifestó el motivo por que Moisés concedió licencia a los judíos para repudiar a sus esposas, que fue la dureza de sus corazones (Mt 19,8); y hay analogía cuando se explica cómo la verdad de un texto no se opone a la de otro. El otro sentido agustiniano, esto es, el alegórico, equivale a los tres sentidos espirituales, y algo parecido hizo también Hugo de San Víctor, que en el libro tercero de sus “Sentencias” pone solamente tres sentidos: el histórico, el alegórico y el tropológico, porque en el alegórico se incluye el anagógico.
3. El sentido parabólico está contenido en el literal, porque las palabras pueden tener un significado propio y otro figurado, y en este caso, el sentido literal no es la figura, sino lo figurado; y así, cuando la Sagrada Escritura habla del brazo de Dios, el sentido literal no es que Dios tenga semejante miembro corpóreo, sino lo que este miembro significa, o sea la potencia operativa. Por donde se ve que el sentido literal de la Sagrada Escritura nunca puede ser falso.
Si encuentras un error, por favor selecciona el texto y pulsa Shift + Enter o haz click aquí para informarnos.
Comments 1
Gracias por darnos la oportunidad de adquirir tan bello documento para nuestra lectura y crecimiento espiritual, quiera Dios que se abra nuestra mente en forma tal que sin comprenderlo lo entendamos y llegue a nosotros solo un gota de ese mar de conocimiento.