CAPÍTULO XXXVIII
Contra los que defienden dos supuestos o dos hipóstasis en la persona única de Cristo
Para evitar dicha opinión, en vista de los inconvenientes expuestos, sostuvieron algunos que con el alma y la carne se formó una substancia en el Señor Jesucristo, o sea, cierto hombre de la misma especie que los demás, el cual, según dicen, está unido al Verbo de Dios, no ciertamente en la naturaleza, sino en la “persona”, de modo que la persona es única para el Verbo de Dios y para aquel hombre; pero como dicho hombre es una substancia individual, que viene a ser lo mismo que hipóstasis y supuesto, dicen algunos que una es la hipóstasis y el supuesto de dicho hombre y otra la del Verbo de Dios, aunque ambos tienen una sola persona; y por razón de esta unidad dicen que el Verbo de Dios se predica de dicho hombre, y tal hombre del Verbo de Dios, en este sentido: “El Verbo de Dios es hombre”, es decir, “la persona del Verbo de Dios es la persona del hombre”, y viceversa; y, según esto, cuanto se predica del Verbo de Dios puede predicarse también de dicho hombre, y al contrario, aunque restringidamente; de modo que, cuando se dice “Dios padeció”, se entienda “el hombre, que es Dios por la unidad de persona, padeció”; y “el hombre que creó las estrellas”, o sea, “aquel que es hombre”.
Pero esta opinión resbala necesariamente en el error de Nestorio. Pues si se mira la diferencia existente entre persona e hipóstasis, se ve que la persona no es algo contrario a la hipóstasis, sino una parte suya. Pues la persona no es más que la hipóstasis de una naturaleza determinada, es decir, la racional, como consta por la definición de Bocelo, quien dice que “la persona es la substancia individual de naturaleza racional”; y por esto se ve que, aunque no toda hipóstasis es persona, sin embargo, toda hipóstasis de la naturaleza humana es persona. Luego, si sólo por la unión del alma y del cuerpo se constituye en Cristo cierta substancia particular, que es la hipóstasis, o sea, tal hombre, síguese que de esa misma unión resulta la persona. I Así, pues, en Cristo habrá dos personas, una nuevamente constituida, que será la de aquel hombre, y otra la eterna del Verbo de Dios. Y éste es el error de Nestorio.
Además, aunque la hipóstasis de dicho hombre no puede llamarse persona, sin embargo, la hipóstasis del Verbo de Dios es lo mismo que persona. Por lo tanto, si la hipóstasis del Verbo de Dios no es la de aquel hombre, tampoco la persona del Verbo de Dios será la persona de tal hombre. Y así será falsa su afirmación de que la persona de dicho hombre es la persona del Verbo de Dios.
Aun suponiendo que la persona se diferenciara de la hipóstasis del Verbo de Dios y de aquel hombre, sólo sería posible diferenciarlas diciendo que la persona añade cierta propiedad sobre la hipóstasis; porque nada de lo que pertenece al género de substancia se puede añadir, ya que la hipóstasis es lo más completo del género substancial, por lo cual se denomina “substancia primera”. Luego 1 si la unión se hizo según la persona y no según la hipóstasis, resulta que dicha unión únicamente se hizo mediante alguna propiedad accidental. Y se vuelve a caer en el error de Nestorio.
Además, dice San Cirilo en una carta que escribió a Nestorio, y que fue aprobada en el Concilio de Éfeso: “Si alguien no confiesa que el Verbo procedente de Dios Padre no se unió a la carne según la subsistencia, siendo un solo Cristo con su carne, o sea, Dios y hombre a un mismo tiempo, sea anatema”. Error que casi en todos los escritos sinodales se atribuye a Nestorio, quien suponía en Cristo dos hipóstasis.
Dice también el Damasceno: “Sostenemos que se hizo la unión de dos naturalezas perfectas: no según la persona (no según lo personal), como dice Nestorio, enemigo de Dios, sino según la hipóstasis”. Esto demuestra que la opinión de Nestorio fue confesar una sola persona y dos hipóstasis.
Es preciso que sean lo mismo hipóstasis y supuesto. Porque de la primera substancia, que es la hipóstasis, se predica todo lo demás, a saber, todos los universales del género de substancia y los accidentes, según dice el Filósofo en los “Predicamentos”. Luego, si en Cristo no hay dos hipóstasis, tampoco habrá dos supuestos.
Además, si el Verbo y el hombre se diferencian por el supuesto, es preciso que, al suponer dicho hombre, no se suponga el Verbo de Dios, y viceversa. Mas, siendo distintos los supuestos, es preciso que se distinga también cuanto se predica de los mismos, porque al supuesto del hombre no le convienen los predicados divinos mencionados sino por razón del Verbo; y al contrario, tampoco. Según esto, lo que las Escrituras dicen de Cristo, tanto lo divino como lo humano, habrá que entenderlo separadamente; y esto va contra el sentir de San Cirilo, refrendado en el Concilio: “Si alguien aplica a dos personas o subsistencias aquellas palabras que se encuentran en las Escrituras evangélicas y apostólicas como dichas de Cristo por los santos o por El mismo de sí, y aplica algunas al hombre, entendiéndolo especialmente como si no fuera el mismo Verbo de Dios, y otras, propias de la divinidad, como privativas del Verbo procedente del Padre, sea anatema”.
También, según la citada opinión, lo que conviene por naturaleza al Verbo de Dios no se predicaría de aquel hombre sino por cierta asociación con la persona única, pues no otra cosa significa la reserva que interponen cuando explican así: “Aquel hombre creó las estrellas”, o sea, “el hijo de Dios, que es aquel hombre”; y lo mismo otras cosas parecidas Por eso, cuando se dice: “Aquel hombre es Dios”, se entiende “aquel hombre que es Dios con el Verbo”. Expresiones que condena San Cirilo, al decir: “Si alguien se atreve a decir que es necesario coadorar al hombre asumido como a Verbo de Dios, conglorificarlo y coapelarlo Dios, como a otro de otro (pues siempre que se añade la preposición “co” se entiende forzosamente esto); y no honra más bien al Emmanuel con una sola adoración y le rinde una sola glorificación, por haberse hecho carne el Verbo, sea anatema”.
Además, si aquel hombre es otro que el Verbo de Dios por el supuesto, no puede pertenecer a la persona del Verbo sino por la asunción con que Él le asumió. Pero esto es contrario al recto sentir de la fe. Pues se dice en el Concilio de Éfeso con palabras de Félix papa y mártir: “Creemos en Jesús, Dios nuestro, nacido de la Virgen María, porque Él es el Hijo sempiterno de Dios y el Verbo, y no un hombre asumido por Dios, como distinto de Él. Pues el Hijo de Dios no asumió al hombre para que fuera distinto de Él, sino que, siendo perfecto Dios, se hizo a la vez hombre perfecto, tomando carne de la Virgen”.
Por otra parte, las cosas que son varias por razón del supuesto, son esencialmente varias, aunque accidentalmente puedan formar una unidad. Luego, si en Cristo hay dos supuestos, resulta que son dos esencialmente, y no accidentalmente. Lo cual es “aniquilar a Jesús”, porque en tanto existe una cosa en cuanto es una; luego lo que no es esencialmente uno, tampoco es esencialmente “ente”.
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