CAPÍTULO XXXVII: Solución de las razones que se aducían por parte de la producción de las cosas

CAPÍTULO XXXVII

Solución de las razones que se aducían por parte de la producción de las cosas

Falta demostrar que tampoco puede obligar a concluir lo mismo razón alguna aducida por parte de la producción de las cosas (cf. c. 34). Pues:

La opinión común de los filósofos, que decían que “de nada, nada se hace”, de donde partía la “primera razón”, es verdadera en cuanto a aquel hacerse en que ellos pensaban; pues como todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos, que versan sobre lo singular, la consideración humana avanzó desde las consideraciones particulares a las universales. De donde, buscando ellos el principio de las cosas, consideraban solamente las operaciones particulares de los seres, buscando el modo de hacerse el fuego o las piedras en concreto. Y por esto los primeros filósofos, considerando más superficialmente de lo que era razonable el hacerse de las casas, afirmaron que la producción de una cosa consistía solamente en ciertas disposiciones accidentales, como lo “ralo”, lo “denso” y semejantes, diciendo, en consecuencia, que todo hacerse no era más que “alterarse”, porque creían que todo se hacía del ser en acto. -Mas los filósofos posteriores, considerando más a fondo la acción productora de las cosas, llegaron al hacerse substancial de las mismas, afirmando que no era necesario que todo lo que es hecho tenga que serlo de un ser en acto, como no sea accidentalmente; mas esencialmente, de un ser en potencia. Sin embargo, este hacerse un ser de cualquier otro es la producción de un ser particular, el cual, ciertamente, es hecho en cuanto es tal, por ejemplo, hombre, fuego, pero no en absoluto; pues antes de cambiarse en éste ya era ser. -Pero, penetrando más profundamente en el origen de las cosas, consideraron, por último, la procedencia de todo ser creado de una causa primera, según consta por las razones que pusimos más arriba y que demuestran esto (c. 16). Pero en esta procedencia de todo ser de Dios no es posible que sea hecho algo de algo preexistente, pues no se daría la producción de todo el ser creado.

Y, precisamente, los primeros naturalistas, cuya máxima era que “de nada, nada se hace”, no llegaron a percibir esta acción productiva. O, si es que algunos llegaron a vislumbra la, pensaron que no le competía propiamente el nombre de “producción@, por importar el nombre de “producción” movimiento o mutación, y en este originarse todo el ser de un primer ser no puede entenderse el cambio de un ser en otro, como ya se demostró (c. 17). Por todo lo cual ni pertenece siquiera al filósofo naturalista tratar de tal origen de las cosas, sino al metafísico, el cual considera el ser en común y lo que está separado del movimiento. -Sin embargo, nosotros, usando de cierta semejanza, trasladamos el nombre de “producción” también a aquel originarse cuando decimos que esa esencia o naturaleza “producida” de cualquier cosa tiene su origen en otras,

Con lo cual se deja ver que tampoco concluye necesariamente la “razón segunda”, tomada de la definición del movimiento. Porque la creación no se puede llamar mutación sino metafóricamente, en cuanto que se considera a lo creado como teniendo ser después del no‑ser; lo que da ocasión para que se diga que una cosa se hace de otra, aun cuando se trata de aquellas cosas que no tienen mutuo cambio, sino solamente porque una de ellas viene después de la otra, como se dice que “el día se hace de la noche”. Y tampoco hace al caso la noción de movimiento aducida, porque lo que no existe de ningún modo no se comporta de modo alguno, de manera que pueda concluirse que, cuando comienza a existir, “se comporta entonces de distinta manera que antes”.

Con esto queda también patente que no es necesario que preceda potencia alguna pasiva a la existencia del ser creado, como concluía la “tercera razón”. Pues esto es necesario en las cosas que se originan por movimiento, por ser el movimiento “el acto del existente en potencia”. Pero la posibilidad de existir que tenía el ser creado antes de que existiese, se fundamentaba en la potencia del agente por la que comenzó a ser o también en la disposición de los términos, en los que no se encuentra incompatibilidad alguna; posibilidad que se llama “sin potencia alguna”, según consta por lo que dice el Filósofo en el libro V de los “Metafísicos”. Como, por ejemplo, este predicado, “existir”, no repugna a este sujeto, “mundo”, o a este otro, “hombre”, de la manera que “conmensurable” repugna a “diámetro”. De donde se sigue que no es imposible que exista, y en consecuencia, que es posible que exista antes de existir, aunque no exista en él potencia pasiva alguna. Pero, tratándose de lo que se hace por movimiento, es necesario que antes haya sido posible en virtud de alguna potencia pasiva; y respecto a esto es como usa el Filósofo de esta razón.

Resulta también evidente con esto que tampoco la “razón cuarta” prueba lo propuesto. Porque el hacerse no se da a la vez que el existir de la cosa, en lo que se hace por movimiento, en cuyo hacerse hay sucesión. Mas en lo que no se hace por movimiento no es antes el hacerse que el existir.

Así, pues, aparece evidentemente que nada impide afirmar que el mundo no existió siempre. Lo cual afirma la fe católica: “Al principio creó Dios el cielo y la tierra”; y de Dios se dice: “Antes de que hubiese hecho nada al principio”, etc.

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