CAPÍTULO XXXIX: En Dios no puede haber mal

CAPÍTULO XXXIX

En Dios no puede haber mal

Lo dicho manifiesta claramente que en Dios no puede haber mal. Él “ser” y la “bondad”, como todo lo que se designa esencialmente, no admiten adición alguna; mientras que el ser o el bien particulares pueden recibir algo además de su ser y de su bondad. Pues nada impide que lo que es sujeto de una perfección pueda recibir otra, por ejemplo, que un cuerpo sea blanco y dulce; sin embargo, toda naturaleza es completa de tal modo por el término de su noción, que no puede recibir nada extraño dentro de sí. Mas Dios, como se demostró, es no sólo bueno, sino la bondad misma. En Él, pues, nada puede haber que no sea su bondad. Según esto, es imposible absolutamente que el mal exista en Él.

Lo que se opone a la esencia de una cosa, en modo alguno puede convenirle mientras la cosa permanezca tal; por ejemplo, al hombre, mientras sea hombre, no le puede convenir la irracionalidad o la insensibilidad. Es así que la esencia divina, como vimos, es la bondad misma. Luego el mal, que es opuesto al bien, no puede estar en Dios si El no deja de ser tal. Y esto es imposible, porque, como antes se demostró, Dios es eterno.

Como Dios es su propia esencia, nada puede atribuírsele por participación, como se ve por la razón antes invocada. Luego, si le atribuimos el mal, será esencialmente y no por participación. Pero el mal no puede atribuirse esencialmente a cosa alguna: con ello la privaríamos del ser, que es un bien, como dijimos; además, tanto la malicia como la bondad no pueden admitir cosa extraña. Por lo tanto, el mal no puede atribuirse a Dios.

El mal es opuesto al bien. Y la razón de bien consiste en la perfección. Luego la razón de mal consiste en la imperfección. Pero es imposible el defecto o imperfección en Dios, que es omniperfecto. Por consiguiente, el mal no puede estar en Él.

Todo ser es perfecto en cuanto está en acto. Luego será imperfecto por la carencia de acto. En consecuencia, el mal es privación o incluye privación. Y el sujeto de la privación es potencial. Ahora bien, en Dios no es posible la potencialidad. Luego en El no es posible el mal.

Si bien es lo “que todas las cosas apetecen”, toda naturaleza huye del mal por el hecho de apetecer el bien. Ahora bien, lo que en un ser es contra el movimiento del apetito natural, es violento y antinatural. El mal, pues, en todo ser es violento y antinatural en la medida que le es mal, aunque en los seres compuestos puede ser natural con relación a alguna de sus partes. Pero Dios ni es compuesto ni puede haber en El algo violento o antinatural, como ya se ha indicado. El mal, por consiguiente, es imposible en Dios.

Esta verdad está también confirmada por la Sagrada Escritura. Se dice en la Epístola canónica de San Juan: “Dios es luz y en El no hay tiniebla alguna”. Y en Job: “Lejos de Dios la maldad; lejos del Todopoderoso la injusticia”.

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