CAPÍTULO XXXIV: La suprema felicidad del hombre no consiste en los actos de las virtudes morales

CAPÍTULO XXXIV

La suprema felicidad del hombre no consiste en los actos de las virtudes morales

Se ve también que la suprema felicidad del hombre no consiste en el ejercicio de las virtudes morales.

La felicidad humana, si es última, no puede ordenarse a un fin ulterior. Es así que el ejercicio de las virtudes morales se ordena a algo ulterior, como se ve en las principales de estas virtudes. Por ejemplo, el ejercicio de la fortaleza en asuntos bélicos se ordena a la victoria y a la paz pues seria necio luchar por luchar. Igualmente los actos de la justicia se ordenan a conservar la paz entre los hombres, por el hecho de que cada cual posee lo suyo tranquilamente. Lo propio ocurre con las demás virtudes. Luego la suprema felicidad humana no está en el ejercicio de las virtudes morales.

Las virtudes morales tienen por finalidad la conservación del medio en las pasiones internas y en las cosas externas. Pero no es posible que el fin último de la vida humana sea la modificación de las pasiones o de las cosas externas, puesto que tanto las pasiones como las cosas externas dicen orden a otra cosa. Luego no es posible que la felicidad última del hombre esté en los actos de las virtudes morales.

Como el hombre es hombre por el hecho de tener razón, es preciso que su propio bien, que es la felicidad, esté en conformidad con lo que es propio de la razón. Ahora bien lo más propio de la razón no es lo que ella hace en otro, sino lo que tiene en sí. Luego, como el bien de la virtud moral es algo que la razón ha establecido en las otras cosas, no podrá ser lo mejor del hombre, o sea, la felicidad; lo será, sí el bien que esté establecido en la misma razón.

Se demostró ya (c. 19) que el fin último de todas las cosas es asemejarse a Dios. Luego aquello según lo cual más se asemeja el hombre a Dios será su felicidad. Y no se asemeja por los actos morales, puesto que éstos no pueden atribuirse a Dios como no sea metafóricamente, ya que a Dios no le conviene tener pasiones o cosas parecidas, sobre las que versan los actos morales. Así, pues, la felicidad última del hombre, que es su último fin, no puede consistir en los actos morales.

La felicidad es el bien propio del hombre. Luego la felicidad última del hombre deberá buscarse en aquel bien que entre todos los bienes humanos y con respecto a los demás animales, sea el más propio del hombre. Y éste no puede ser el acto de las virtudes morales, pues hay animales que participan algo de la liberalidad o de la fortaleza. Sin embargo, ningún animal participa de la acción intelectual. Luego la felicidad última del hombre no está en los actos morales.

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