CAPÍTULO XXXIII: No todos los nombres se atribuyen de un modo puramente equívoco a Dios y a las criaturas

CAPÍTULO XXXIII

No todos los nombres se atribuyen de un modo puramente equívoco a Dios y a las criaturas

Por lo dicho se ve que no todo lo que se afirma de Dios y de los otros seres se expresa con denominación puramente equívoca, como ocurre en lo que es equívoco por casualidad.

No hay, en efecto, orden o relación entre aquellas cosas que son equívocas casualmente, sino que es totalmente accidental que se atribuya un mismo nombre a diversas cosas, puesto que el nombre impuesto a una cosa no significa que tenga relación con otra. Pero esto no sucede en los nombres que se dicen de Dios y de las criaturas. Porque ha quedado en claro que, en lo común de estos nombres, existe un orden de causa a causado. Por consiguiente, no se afirma de Dios y de los otros seres una pura denominación equívoca.

En donde se da una pura equivocación no hay semejanza, sino solamente unidad de nombre. Mas hemos visto claramente que hay una cierta semejanza de las criaturas con Dios. Hay que concluir, pues, que no se dice nada de Dios con denominación puramente equívoca.

Cuando una cosa se afirma de muchos con pura denominación equívoca, no podemos llegar por el uno al conocimiento del otro, pues el conocimiento de las cosas no depende de los nombres, sino del contenido de éstos. Pero claramente se ve por lo dicho que llegamos al conocimiento de lo divino por lo que hallamos en las criaturas. En consecuencia, los nombres no se atribuyen a Dios y a las criaturas de un modo puramente equívoco.

Lo equívoco del hombre impide el proceso de la argumentación. Si, pues, nada se afirmase de Dios a no ser con denominación puramente equívoca, no sería posible la argumentación que va de las criaturas a Dios, contra lo afirmado por todos los que han tratado de las cosas divinas.

Se impone inútilmente el nombre a una cosa si por él no conocemos algo de ella. Ahora bien, si los nombres se dicen de Dios y de las criaturas equívocamente, nada conoce iríamos por ellos de Dios, pues las significaciones de estos nombres nos san conocidas sólo en cuanto se afirman de las criaturas. En vano, pues, se diría de Dios que es ente, bueno o cualquier otra perfección semejante.

Si se objetara que por estos nombres conocemos de Dios sólo lo que no es, como, por ejemplo, cuando se dice que es “viviente” porque no pertenece al género de los seres inanimados, y lo mismo se diga de otros atributos, será necesario, por lo menos, que la cualidad de “viviente” afirmada de Dios y de las criaturas convenga en la negación de inanimado. Y de este modo tal denominación no es puramente equívoca.

Si encuentras un error, por favor selecciona el texto y pulsa Shift + Enter o haz click aquí para informarnos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.