CAPÍTULO XXV: Qué cosas no puede el Omnipotente

CAPÍTULO XXV

Qué cosas no puede el Omnipotente

De lo dicho se puede colegir que, aunque Dios es omnipotente, se dice, sin embargo, que no puede hacer ciertas cosas. Pues:

Se ha probado antes que en Dios hay potencia activa (c. 7); y en el libro primero ya se había probado que no había en Él potencia pasiva (c. 16). Ahora bien, atribuimos la palabra “poder” tanto a una potencia como a otra. Luego Dios no puede en lo que respecta al “poder” de la potencia pasiva. Veamos qué es esto.

Pues, en primer lugar, la potencia activa se ordena a obrar, y la pasiva a ser. Por esto, únicamente en los seres cuya materia está sujeta a contrariedad se da la potencia para ser otra cosa. Luego, no habiendo en Dios potencia pasiva, nada podrá hacer respecto a su esencia. Por lo tanto, no puede ser cuerpo ni cosa semejante.

El acto de la potencia pasiva es el movimiento. Luego Dios, a quien no compete la potencia pasiva, no puede mudarse. -Pero se puede ir más allá todavía: que no puede mudarse con ninguna especie particular de mutación; no puede aumentar o disminuir, ni alterarse, ni engendrarse o corromperse.

Como menguar es, en cierto modo, corromperse, síguese que no puede, en absoluto, sufrir mengua.

Todo defecto implica alguna privación. El sujeto de la privación es la potencia de la materia. Luego no puede sufrir defecto de ninguna manera.

Siendo la fatiga falta de fuerza y el olvido falta de memoria, es evidente que no puede fatigarse ni olvidarse.

Tampoco puede ser vencido o violentado, pues son cosas de quien naturalmente es mudable.

De manera semejante, tampoco puede arrepentirse, ni airarse, ni entristecerse, puesto que todo esto suena a pasividad y a defecto.

Como el objeto y el efecto de la potencia activa es el “ser hecho”, y ninguna potencia abra donde falta la razón de su objeto, así como la vista no ve faltando el visible en acto, es razonable decir que Dios no puede en lo que va contra la razón de “ser” en tanto que es ser, o contra la razón del “ser hecho” en tanto que es hecho. Veamos qué es esto.

Va contra la razón de “ser”, lo que la destruye. Se destruye la razón de ser por su apuesto, así como la razón de hombre se destruye por sus opuestos o por los opuestos a sus partes. Ahora bien, lo opuesto al ser es el no‑ser. Luego Dios no puede hacer que una misma cosa a la vez sea y no sea, pues implica que las contradictorias se verifiquen a la vez.

La contradicción está incluida en los contrarios y opuestos por privación; pues en caso de que algo fuese blanco y negro, se seguiría que es blanco y no blanco; y caso de que alguien viese y estuviese ciego, se seguiría que ve y no ve. Por tanto, por la misma razón Dios no puede hacer que los apuestos estén a la vez en lo mismo y en el mismo sentido.

Al quitar un principio esencial de una cosa se sigue la desaparición de la cosa misma. Si, pues, Dios no puede hacer que una cosa a la vez sea y no sea, tampoco puede hacer que falte a una cosa uno de sus principios esenciales, y, no obstante, permanezca la misma; v. gr., que el hombre no tenga alma.

Siendo así que los principios de algunas ciencias, como la lógica, la geometría y la aritmética, se toman solamente de los principios formales de las cosas, de los cuales depende la esencia de la cosa, síguese que Di 3S no puede hacer lo contrario a estos principios; v. gr., que el género no sea predicable de la especie, o que las líneas trazadas desde el centro a la circunferencia no sean iguales, o que el triángulo rectilíneo no tenga los tres ángulos iguales a dos rectos.

Esto manifiesta igualmente que Dios no puede hacer que el pretérito no haya sido, pues esto incluye también contradicción, porque la misma necesidad implica que algo sea mientras es, como que algo fuese mientras fue.

Hay también algunas cosas que se oponen a la razón del “ser hecho” en cuanto tal, las cuales Dios tampoco puede hacer, porque todo lo que Dios hace es preciso que sea hecho. Es, pues, evidente que Dios no puede hacer un Dios, porque es de razón del “ser hecho” que su ser dependa de otra causa que él mismo, lo cual va contra la razón de aquel que se llama Dios, según consta por lo dicho anteriormente (l. 1, c. 13).

Por la misma razón, no puede Dios hacer algo igual a sí mismo, porque aquello cuyo ser no depende de otro representa más ser y más categoría que aquel que depende de él, cual es el ser hecho.

Por razón semejante, Dios no puede hacer que se conserve algo en el ser sin El mismo, porque la conservación del ser de cada cosa depende de su causa. De donde es lógico que, quitada la causa, se quite el efecto: Si, pues, pudiese haber alguna cosa que no fuese conservada en el ser por Dios, no sería efecto suyo.

Como Él obra por “voluntad”, no puede hacer lo que es imposible que quiera. Qué cosas es imposible que quiera, se puede saber entendiendo cómo puede darse la necesidad en la voluntad divina; porque lo que es necesario que sea, es imposible que no sea, y lo que es imposible que sea, necesariamente no es. Y esto queda patente, porque no puede hacer Dios que El no exista, o que no sea bueno, o dichoso; porque necesariamente quiere existir, ser bueno y dichoso, según se demostró en el libro primero (capítulo 80).

Ya se ha demostrado antes que Dios no puede querer mal alguno (l. 1, c. 95). De donde se ve que no puede pecar.

Se ha probado también ya (l. 1, c. 13) que la voluntad de Dios no puede ser mudable. Y así tampoco puede hacer que no se cumpla lo que Él quiere.

Se ha de notar, sin embargo, que el “no poder” tiene en este caso un sentido distinto del de los puntos anteriores. Pues en lo antedicho, Dios en absoluto ni puede querer ni hacer. Pero en este caso, Dios puede, ciertamente, hacer o querer, si se considera su voluntad o potencia absolutas, mas no si se las considera presuponiendo que quiere lo opuesto; porque en la voluntad divina no se encuentra necesidad respecto a las criaturas si no es hipotética, según se demostró en al primer libro (c. 83). Y, por tanto esta frase: “Dios no puede hacer lo contrario a lo que se propuso hacer”, y cualesquiera otras similares, han de entenderse juntamente con sus opuestos, pues así incluyen lo previamente determinado por la voluntad divina acerca de sus opuestos. Mas si se entiende separadamente, son falsas, porque miran a la potencia y voluntad de Dios consideradas en absoluto

Así como Dios obra por voluntad (cc. 23 y 24), así también por entendimiento y por ciencia, según se ha demostrado. Luego, por pareja razón, no puede hacer lo que no supo de antemano ni dejar de hacer lo que supo de antemano que había de hacer, porque no puede hacer lo que no quiere hacer ni dejar de hacer lo que quiere. Y de la misma manera que lo dicho en el punto anterior, se puede conceder y negar lo uno y lo otro, o sea, decir que no puede hacer tales cosas; pero no se ha de entender esto en absoluto, sino bajo condición o hipotéticamente.

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