CAPÍTULO XXV: Dios no pertenece a ningún género

CAPÍTULO XXV

Dios no pertenece a ningún género

De lo anterior se concluye necesariamente que Dios no está comprendido en algún género.

En efecto, todo lo que está en determinado género tiene en sí algo por lo que la naturaleza genérica se constituye en una especie, pues nada hay en un género que no esté comprendido en alguna de sus especies. Pero esto es imposible en Dios, como ya se ha visto. Es imposible, por consiguiente, que Dios esté comprendido en algún género.

Si Dios está en algún género, o lo está en género de accidente o en género de substancia. En género de accidente no, por ser imposible que el accidente sea el primer ser y causa primera. Tampoco en género de substancia, porque la substancia que es género no es el ser mismo; de lo contrario, toda substancia sería su propio ser, y de este modo no sería causada por otro, lo que es imposible, como claramente se ha probado. Ahora bien, Dios es el Ser mismo. Por lo tanto, no está en ningún género.

Lo que está en algún género en cuanto al ser, difiere de los otros individuos comprendidos en el mismo género; de lo contrario, éste no se predicaría de muchos. Pero es necesario que todo lo que está en un mismo género convenga en la quididad de tal género, porque el género se predica de todos los individuos en la quididad. El ser, por tanto, de cualquier cosa que existe en determinado género, es distinto de la quididad del género. Pero esto es imposible en Dios. Luego Dios no está en ningún género.

Cada uno de los seres se cataloga en un género por razón de su quididad, pues el género se predica en la quididad. Ahora bien, la quididad de Dios es su propio ser, por el que ninguna cosa se coloca en un género, porque entonces el “ente” sería el género que significa el mismo ser. Dios, por consiguiente, no está comprendido en ningún género.

Que el “ente” no pueda ser género se prueba de esta manera, con la doctrina del Filósofo: Si el ente fuera género, sería necesario encontrar en él alguna diferencia que le determinara a una especie. Pero no hay diferencia que participe del género de tal manera que él esté contenido en el constitutivo de la diferencia, porque de este modo el género entraría dos veces en la definición de la especie; más bien, al contrario, la diferencia ha de ser distinta de lo que se concibe como constitutivo del género. Pero nada puede haber que esté fuera de lo que se concibe por “ente” si éste forma parte del constitutivo de aquellos de quienes se predica. Y, en consecuencia, es imposible que el ente sea coartado por alguna diferencia. Hay, pues, que concluir que el ente no es género. De lo que necesariamente se deduce que Dios no está en género alguno.

Esto supuesto, es evidente también que Dios no puede ser definido, porque toda definición consta de género y diferencia.

A. la luz de esto mismo, queda también claro que Dios no admite demostración sino por sus efectos, ya que el principio de la demostración es la definición misma de lo que se demuestra. Puede, al contrario, parecer a alguien que, aunque el nombre de “substancia” no convenga con propiedad a Dios porque Dios no “sustenta” accidentes, le conviene, sin embargo, lo significado por el nombre, y de este modo está en el género de substancia. Porque substancia es el ente por sí, que consta conviene a Dios, y por eso mediante esta misma noción hemos probado que Dios no es accidente.

Pero a esto se puede responder, partiendo de lo ya dicho (c. 23), que en la definición de substancia no entra el ente considerado por sí. En efecto, por el mismo hecho de llamarse ente, no puede ser género, puesto que ya hemos probado que el ente no tiene razón de género. E igualmente, ni siquiera por considerarse en “sí mismo”, porque esta noción, en realidad, no implica más que una simple negación. Se dice, en efecto, ente por sí, para indicar que no está en otro, lo que no es más que pura negación, la cual no puede constituir la razón de género, porque entonces el género diría no lo que es el ser, sino lo que no es. Es necesario, pues, entender el constitutivo de la substancia en este sentido: que la “substancia es aquello a quien conviene existir independiente de un sujeto”. El nombre de “cosa” le viene del elemento esencial, como el de “ente” viene del existir. Y, por esto, en la noción de substancia se comprende una esencia a la que conviene existir independientemente. Ahora bien, esto no se aplica a Dios, pues no tiene más esencia que su propio ser. Queda, por lo tanto, afirmar que de ningún modo está en género de substancia. Como tampoco está en cualquier otro género, ya que se demostró que no está en el género de accidente.

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