CAPÍTULO XV
Dios es eterno
Lo que precede demuestra también que Dios es eterno. En efecto: Todo lo que comienza a ser o deja de existir lo hace por movimiento o mutación. Hemos demostrado que Dios es completamente inmóvil (c. 13). Luego es también eterno, carente de principio y de fin.
Sólo pueden ser medidos por el tiempo los seres que se mueven, por aquello de que “el tiempo es el número del movimiento”. Pero Dios es absolutamente inmóvil. Luego no es medido por el tiempo. En El no hay antes y después. No recibe el ser después del no ser, ni el no ser después del ser, ni cualquiera otra sucesión, pues esto no es posible sin movimiento. Carece, en consecuencia, de principio y de fin, pues tiene simultáneamente todo su ser, que es en lo que precisamente consiste la eternidad.
Si hay un tiempo en que un ser no existió y después existió, éste fue sacado por alguien del no ser al ser. No se sacó a sí mismo, porque lo que no existe no puede obrar. Si, en cambio, fue sacado por otro, éste es primero que él. Pero hemos demostrado que Dios es la causa primera. No ha comenzado, por tanto, a ser ni ha dejado de ser, porque lo que siempre existió tiene virtud para existir siempre. Es, pues, eterno.
Vemos en el mundo ciertas cosas que pueden ser y no ser; por ejemplo, seres generables y corruptibles. Ahora bien, todo lo que puede ser tiene una causa; porque como de suyo está dispuesto igualmente a una y otra cosa, es decir, ser o no ser, es necesario que, si existe, sea por la acción de una causa. Aristóteles ha probado que en las causas no se puede proceder indefinidamente. Ha de admitirse, pues, un ser necesario.
Por otra parte, todo ser necesario o tiene causa de su necesidad fuera o es necesario por sí mismo. Y no se ha de proceder indefinidamente en la serie de seres necesarios que tienen la causa de su necesidad fuera de sí mismos. Hemos de admitir, pues, un ser primero necesario, y necesario por sí. Tal es Dios, causa primera, como ya se ha dicho. Dios es, por lo tanto, eterno, por ser eterno todo ser necesario de por sí.
Aristóteles prueba también la eternidad del movimiento por la eternidad del tiempo, para deducir la eternidad de la substancia motriz. Pero la primera substancia motriz no es otra que Dios. Luego Dios es eterno. Si negamos, sin embargo, la eternidad del tiempo y del movimiento, aun queda otra razón para probar la eternidad de la substancia. Pues si el movimiento ha comenzado, su comienzo viene de un motor. Si éste también ha comenzado, viene de otro agente. Y así se seguirá indefinidamente o se llegará a un ser que no tenga principio.
La autoridad divina da testimonio de esta verdad. Pues dice en el salmo: “Tú, Señor, permaneces eternamente”; y más adelante: “Tú siempre eres el mismo, y tus días no tienen fin”.
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