CAPÍTULO XLV: En esta vida no podemos entender las substancias separadas

CAPÍTULO XLV

En esta vida no podemos entender las substancias separadas

Puesto que, según los modos indicados, no podemos conocer en esta vida las substancias separadas, quédanos por averiguar si hubiera algún otro modo posible de conocerlas.

Temisto se empeña en demostrar que esto es posible partiendo de lo menos. Pues las substancias separadas son más inteligibles que las materiales; y éstas son inteligibles cuando el entendimiento agente las convierte en inteligibles en acto, mientras que aquéllas lo son por sí mismas. Luego, si nuestro entendimiento puede comprehender las materiales, mucho más podrá entender naturalmente dichas substancias separadas.

Pero este argumento se ha de juzgar de diversas maneras en conformidad con las diversas opiniones sobre el entendimiento posible. Pues si el entendimiento posible no es una potencia que dependa de la materia, y es, por consiguiente, separado del cuerpo en cuanto al ser, como supone Averroes, se seguirá que en modo alguno estará relacionado con las cosas materiales; y así, lo que es más inteligible en sí mismo será también para él más inteligible. Y de esto parece seguirse que, como nosotros entendemos desde un principio por el entendimiento posible, desde un principio también entenderíamos las substancias separadas; lo cual es falso.

Pero Averroes se empeñó en evitar este inconveniente con aquellas razones que dimos al exponer su opinión (c. 43), las cuales son falsas, como se ve por lo dicho.

Mas, si el entendimiento posible no está separado del cuerpo en cuanto al ser, por el hecho de estar unido esencialmente a cuerpo guarda necesariamente un orden con las cosas materiales, de manera que sin ellas no puede llegar al conocimiento de otros. Luego, si las substancias separadas son en si mismas más inteligibles, no se sigue que por eso hayan de ser más inteligibles para nuestro entendimiento. Y esto se demuestra con las palabras de Aristóteles en el H de la “Metafísica”. Pues dice allí que la dificultad de entenderlas “proviene de nosotros y no de ellas; pues nuestro entendimiento es con respecto a lo más inteligible como el ojo del murciélago con respecto a la luz del sol”. Así, pues, como por las cosas materiales entendidas no se pueden entender las substancias separadas, según se declaró (c. 41), seguiríase que nuestro entendimiento posible de ninguna manera podrá entender dichas substancias separadas.

Y esto se ve al relacionar el entendimiento posible con el agente. La potencia pasiva está ordenada únicamente a aquello en que tiene poder su propio principio activo, pues en la naturaleza a toda potencia pasiva corresponde una potencia activa; de no ser así, la potencia pasiva existiría inútilmente, puesto que no puede reducirse al acto si no es por la activa; por eso vemos que la vista sólo es susceptible de los colores que ilumina la luz. Ahora bien, como el entendimiento posible es una potencia en cierto sentido pasiva, tiene su propio agente correspondiente, que es con relación a él lo que la luz para la vista. Según esto, el entendimiento posible sólo está en potencia respecto a los inteligibles hechos por el entendimiento agente. Por eso Aristóteles en el III “Del alma”, describiendo ambos entendimientos, dice que al entendimiento posible le corresponde “hacerse todas las cosas”, y al agente, “hacerlas todas”; para que se entienda que se refiere a la potencia de ambos, o sea, pasiva la de aquél y activa la de este último. Luego como el entendimiento agente no hace inteligibles en acto a las substancias separadas, sino sólo a las cosas materiales, el entendimiento posible se extenderá exclusivamente a lo material. Según esto, no es posible que por él entendamos las substancias separadas.

Y ésta es la razón de la conveniencia del ejemplo usado por Aristóteles, pues el ojo del murciélago nunca puede ver la luz del sol. Aunque Averroes se empelló en desvirtuar dicho ejemplo diciendo que, al asemejar nuestro entendimiento -con relación a las substancias separadas- con lo que es el ojo del murciélago con relación a la luz, no quiso expresar la imposibilidad, sino la dificultad. Y da allí mismo para probarlo esta razón: .Porque si lo que es de por sí inteligible, es decir, las substancias separadas, no pudiera ser entendido por nosotros, existiría en vano; igual que si existiera algún objeto visible que nadie lo pudiera ver.

A nadie se le oculta, cuán frívola es semejante razón. Porque, aunque nosotros jamás entendiéramos dichas substancias, no obstante, ellas se entenderían a sí mismas. Por eso no existirían inútilmente, como tampoco -siguiendo el ejemplo de Aristóteles- será visible inútilmente el sol porque no lo pudiera ver el murciélago, puesto que el hombre y otros animales pueden verlo.

Así, pues, si se supone que el entendimiento posible está unido esencialmente al cuerpo, no podrá entender las substancias separadas. No obstante, interesa saber qué se opine de su propia substancia. Pues si se dice que es cierta potencia material generable y corruptible, como dijeron algunos (cf. c. 42), se sigue que está substancialmente determinado para entender lo material. Y así necesariamente le sería imposible entender las substancias separadas, puesto que le sería imposible existir separado. -En cambio, si el entendimiento posible, aunque unido al cuerpo, es, sin embargo, incorruptible y no depende esencialmente de la materia, como antes demostramos (l. 2. c. 79 ss.), se sigue que la incumbencia de entender las cosas materiales le sobreviene de su unión con el cuerpo. Según esto, cuando el alma se separe del cuerpo, el entendimiento posible podrá entender lo que es de por sí inteligible, o sea, las substancias separadas, por la luz del entendimiento agente, que en nuestra alma es como una semejanza de la luz intelectual que tienen las substancias separadas. Y esto es lo que dieta nuestra fe sobre nuestro entender las substancias separadas, no en esta vida, sino después de la muerte.

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