CAPÍTULO XL: La materia no es la primera causa de la distinción de las cosas

CAPÍTULO XL

La materia no es la primera causa de la distinción de las cosas

Con esto aparece que la distinción de las cosas no depende de la diversidad de la materia como de su causa primera. Pues:

De la materia no puede provenir nada determinado, sino casualmente, porque la materia tiene posibilidad para muchas cosas; y si de éstas acontece una solamente, esto, como caso raro, necesariamente ha de ser contingente, pues así es lo que acontece casualmente, y en especial si se suprime la intención del agente. Mas se ha demostrado que la distinción de las cosas no procede del acaso (c. 39). Luego, en conclusión, no depende de la diversidad de la materia como de su causa primera.

Lo que depende de la intención del agente no depende de la materia como de su causa primera. Pues la causa agente antecede en su causalidad a la materia, porque la materia no se constituye en causa actual sino en cuanto es movida por el agente. De donde, si algún efecto sigue a la disposición de la materia y a la intención del agente, no proviene de la materia como de causa primera. Y por esto vemos que aquello que se reduce a la materia como a su primera causa acontece al margen de la intención del agente, como los monstruos y otras aberraciones de la naturaleza. Pero la forma procede de la intención del agente; lo que es evidente por esta razón: porque el agente produce algo semejante a sí mediante su propia forma; y, si alguna vez falla, esto es una casualidad que se debe a la materia. Luego las formas no siguen a la disposición de la materia como a la primera causa, sino más bien al revés, son producidas las materias para que existan tales formas. Ahora bien, la distinción específica de las cosas nace de las formas. Luego la distinción de las cosas no procede de la diversidad de materia como de su causa primera.

La distinción de las cosas no puede provenir de la materia, salvo en aquéllas cosas que son hechas de una materia preexistente. Ahora bien, hay muchas cosas realmente distintas entre sí que no pueden ser hechas de una materia preexistente; por ejemplo, en los cuerpos celestes, que no tienen contrario, según lo demuestra su movimiento. Luego la diversidad de materia no puede ser la causa primera de la distinción de las cosas.

Todas las cosas que, teniendo su ser creado, se distinguen, tienen causa de su distinción; pues la razón por la que es una cosa, es la misma por la que es una indivisa en sí y distinta de cualquier otra. Pero si la materia, con su diversidad, causa distinción en las cosas, hay que admitir que hay materias de suyo distintas; y consta, por otra parte, que toda materia recibe el ser de otro, porque, según se vio anteriormente (c. 15), todo lo que existe, de cualquier manera que sea, procede de Dios. Luego la causa de la distinción de la materia es algo distinto de ella. Por tanto, la primera causa de la distinción de las cosas no puede ser la diversidad de la materia.

Como todo entendimiento obra por el bien, no obra lo mejor por lo peor sino al contrario; y cosa semejante ocurre en la naturaleza. Todas las cosas proceden de Dios, que obra por entendimiento, como consta de lo dicho antes (c. 24). Luego lo peor procede de Dios por causa de lo mejor, y no al revés. Pero la forma es más noble que la materia, por ser su perfección y acto. Luego no produce tales formas de las cosas para tales materias, sino más bien produjo tales materias para que existan tales formas. En consecuencia, la distinción específica de las cosas, que depende de la forma, no es por causa de la materia, sino más bien son creadas materias diversas para que se junten a tales formas.

Con esto se excluye la opinión de Anaxágoras que defendía la existencia de principios materiales infinitos, en un principio, ciertamente mezclados en un todo confuso, pero que después el entendimiento, separando, estableció la distinción de las cosas; y la de aquellos que admitían diversos principios materiales como causas de la distinción de las cosas.

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