CAPÍTULO XIX: En Dios no hay nada violento ni antinatural

CAPÍTULO XIX

En Dios no hay nada violento ni antinatural

La consecuencia que el Filósofo saca de lo anteriormente dicho es que en Dios nada puede haber violento ni antinatural. En efecto:

Todo aquel que tiene en sí algo violento o antinatural, tiene algo sobreañadido; porque lo que es de la substancia de una cosa, ni puede ser violento ni antinatural. Ahora bien, lo simple carece de añadidura, pues esto daría lugar a la composición. Como ha quedado claro, por otra parte, que Dios es simple, nada hay en El violento ni antinatural.

La necesidad de coacción es necesidad externa. Ahora bien, la necesidad en Dios no es impuesta externamente, pues Él es en sí mismo necesario y la causa de la necesidad de los otros seres. Luego en El no hay coacción.

En dondequiera que se da alguna violencia puede haber algo extraño a lo que esencialmente pertenece al ser, porque la violencia contraría a lo que es según naturaleza. Pero en Dios, por ser necesario de por sí, como se demostró, es imposible que haya algo extraño a lo que esencialmente le pertenece. Luego en Él nada hay violento.

Todo ser que tiene algo violento o antinatural está destinado a ser movido por otro; pues lo violento se define así: “Cuyo principio es exterior, al que no contribuye en nada el que sufre la acción.” Pero ya queda declarado que Dios es completamente inmóvil. En consecuencia, nada hay en El violento ni antinatural.

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