CAPÍTULO XII: Opinión de los que afirman que la existencia de Dios no puede ser demostrada, sino que es de fe

CAPÍTULO XII

Opinión de los que afirman que la existencia de Dios no puede ser demostrada, sino que es de fe

Hay otra rozón, contraria a la anterior, que también cree inútil el esfuerzo hacia la prueba de la existencia de Dios. No le podemos descubrir racionalmente, dice; hemos de aceptarla por vía de revelación y de fe.

Algunos se han visto obligados a afirmarlo movidos por la debilidad de las razones que otros exponían para probar que Dios existe.

Este error puede apoyarse falsamente en las afirmaciones de algunos filósofos, quienes demuestran que son idénticas la esencia y la existencia en Dios, es decir, que se responde igual a. la pregunta de “qué es” y a la de “si es”. Y como no podemos llegar por vía racional a conocer la esencia de Dios, parece que tampoco se podrá demostrar por la razón su existencia.

Si, siguiendo la norma del Filósofo, el principio de demostración de la existencia es la significación del nombre, y “lo significado por el nombre os la definición”, según el mismo Filósofo en el IV de los “Metafísicos”, no hay medio de demostrar la existencia de Dios sin conocimiento de la esencia o quiddidad divina.

Si los principios de demostración tienen su origen en el sentido, como se prueba en los “Posteriores”, es imposible demostrar lo que está sobre lo sensible. Ahora bien, así es la existencia de Dios. Luego es indemostrable. La norma de demostración, que nos enseña a proceder de los efectos a las causas, y el orden mismo de las ciencias, ponen de manifiesto la falsedad de esta opinión. Porque no habrá ciencia superior a la natural, como se dice en el libro IV de los “Metafísicos”, si no existe una substancia cognoscible por encima de la substancia sensible. Tenemos una mayor prueba de esto en el esfuerzo de los filósofos hacia la demostración de la existencia de Dios y en el veredicto del Apóstol, que asegura: “Lo invisible de Dios se alcanza a conocer por las criaturas”.

Ni mueve a ello tampoco la afirmación de que en Dios son idénticas la esencia y la existencia. Porque se entiende de la existencia con que Dios subsiste en sí mismo, que nos es tan desconocida como su esencia; no de la existencia que significa composición de inteligencia.

La existencia de Dios cae, en efecto, bajo la demostración, porque nuestra mente puede formar la proposición de que Dios existe valiéndose de razones demostrativas.

Mas no es necesario tomar como medio de demostración la esencia o quiddidad divina en las razones que demuestran la existencia de Dios Bcomo proponía la segunda razónB. En lugar de la quiddidad se toman los efectos, como ocurre en las demostraciones “quia”. Y de estos efectos saldrá la razón del nombre “Dios”. Porque todos los nombres divinos se imponen para designar la remoción de sus efectos o el orden que Dios tiene a ellos.

Es evidente, además, porque, aunque Dios esté sobre todo ser sensible y sobre el mismo sentido, sus efectos, por los que se prueba la existencia de Dios, son sensibles. Y, así, en el sentido está el origen de nuestro conocimiento y de cuantas cosas están sobre el sentido.

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