CAPÍTULO XCVIII
Dios es su vida
Esto evidencia, además, que Dios es su vida. Efectivamente:
La vida del viviente es el mismo vivir expresado en cierta manera abstracta, como la carrera no es en realidad más que el correr. Ahora bien, el vivir de los vivientes es su mismo ser, como consta por el Filósofo, en el libro II “Del alma”; pues al decir que el animal es viviente en cuanto tiene alma, que le da el ser por ser su propia forma, es preciso que el vivir no sea otra cosa que el ser que de tal forma proviene. Pero Dios es su ser, como se probó anteriormente (c. 28). Es, por tanto, su vivir y su vida.
El entender mismo es un cierto vivir, como se ve por el Filósofo, en el libro II “Del alma”; porque vivir es acto del viviente. Pero se ha demostrado ya que Dios es su entender (c. 45). Luego es su vivir y su vida.
Si Dios, siendo viviente, como se ha probado (c. 97), no fuese su vida, seguiríase que sería viviente por participación de la vida. Pero todo lo que es por participación se reduce a lo que es por sí mismo. Dios, pues, se reduciría a algo anterior, por lo que viviría; cosa imposible, visto lo dicho (c. 13).
Si, como se ha demostrado, Dios es viviente, en El debe estar la vida. Mas, si no es su vida, habrá en Él algo que no es El mismo, y entonces será compuesto. Esto ya se ha rechazado (c. 18). Luego Dios es su vida.
Esto mismo se dice en San Juan: “Yo soy la vida”.
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