CAPÍTULO XCVIII: Cómo entiende una substancia separada a la otra

CAPÍTULO XCVIII

Cómo entiende una substancia separada a la otra

Si, pues, las substancias separadas entienden lo inteligible por sí mismas y ellas mismas lo son, se deduce que entienden a otras como a objeto propio, ya que la carencia de materia hace ser inteligible en sí mismo, conociéndose a sí mismas y a las demás.

Sin embargo, cada una se conoce de modo distinto que el entendimiento posible a sí mismo, pues está como potencia en el ser inteligible y pasa a estar en acto por la especie inteligible, al modo que la materia prima pasa al acto en el ser sensible por la forma natural; y como nada es conocido en cuanto está en potencia, sino estando en acto -pues la forma, que es el principio del conocimiento de una cosa, le da el acto-, de ahí que toda potencia cognoscitiva conoce por alguna especie; y en el caso de nuestro entendimiento posible no se conoce a sí mismo sino por la especie inteligible que le da actualidad en el ser intelectual; lo que dice Aristóteles en el III “Sobre el alma”, que es “cognoscible como las otras cosas”, esto es, por ciertas especies tomadas de los fantasmas. Empero, las substancias separadas, que están por naturaleza en actual ser inteligible, se conocen a sí mismas por sus esencias y no por otras espacies.

Respecto del conocimiento de las demás, parece no se conozcan en su propia esencia específica, sino sólo en su esencia común genérica, ya que todo conocimiento en el cognoscente es semejanza de lo conocido, y ellas son semejantes en ésta y diferentes en aquélla (cc. 93‑95). Algunos lo solucionan diciendo que cada una de las substancias separadas es causa efectiva de la otra, y como en la causa efectiva está la semejanza de su efecto, pues todo agente hace otro semejante, de aquí que en la superior de las substancias está la semejanza de la inferior como en la causa está la semejanza del efecto, y mientras que en la inferior se halla la de la superior al modo como en el efecto está la semejanza de la e causa. En las causas no unívocas, la semejanza del efecto está de modo más eminente y la de éstas de modo inferior en el efecto; tales causas deben de ser las substancias separadas, superiores e inferiores, pues no tienen el mismo grado específico de ser, conociendo así la inferior a la superior como substancia cognoscente y ésta a aquélla de modo eminente; por eso se dice en el libro “Sobre las causas” que “la inteligencia sabe lo que está bajo sí y sobre sí por su substancia, pues una es causa de otra”.

Mas esto no puede ser, porque ninguna substancia separada es causa de otra, habiendo demostrado (capítulos 50‑51) que ellas no están compuestas de materia y forma; y así no son causadas más que por creación, y crear es exclusivo de Dios (c. 21).

Además, hemos probado (c. 42) que las partes principales del universo fueron creadas inmediatamente por Dios; por consiguiente, no procede una de otra, pues son más principales que el sol o la luna, pues que tiene cada una especie propia, y más noble que cualquiera de las corporales.

Sin embargo, en consecuencia con esta opinión decimos que las substancias separadas conocen a Dios con natural conocimiento y al modo de su substancia, por la cual son semejantes a Él como a causa. Dios las conoce como causa propia que tiene en sí la semejanza de todas. Pero no es admisible que de este modo se conozcan unas a otras, pues no son causas entre sí. Vamos, pues, a intentar la solución poniendo a cada una, además de su substancia, unas semejanzas inteligibles por las que lleguen al conocimiento de las otras.

Ello se puede probar sabiendo que el objeto propio del entendimiento es el “ser inteligible” que encierra en sí toda diferencia y especies posibles de ser: lo que puede ser se puede entender. Ahora bien, como todo conocimiento se hace por vía de semejanza, el entendimiento no conoce totalmente su objeto si no tiene en sí la semejanza de todo ser y con todas sus diferencias. Semejanza tal no se da más que en la naturaleza infinita que no está determinada a género o especie alguna de ente, sino que es principio universal y virtud activa de todo ser, como es la divina (l. 1, cc. 25, 43, 50); las demás naturalezas, determinadas a género y especie de ser, no pueden tener la semejanza universal de todo ente. De ahí que sólo Dios conozca por su esencia todas las cosas; las substancias separadas, por su naturaleza, y sólo con conocimiento perfecto su especie; y el entendimiento posible, por especies inteligibles (c. 98).

Siendo substancia intelectual, es comprensiva de todo ser; pero como por su naturaleza no comprende actualmente todo el ser, está, considerada en su substancia, en potencia respecto de las semejanzas inteligibles con las que conoce todo el ser, que pasan a ser actos al entender. Mas no es posible que las semejanzas no sean muchas, pues ya hemos dicho que la perfecta, semejanza del ente universal es la infinita, y como ella es finita, su semejanza está determinada a alguna especie o género de ser; por eso han de ser muchas. Mas cuanto una substancia separada es superior, tiene menos semejanzas, y éstas son más universales, por ser más similar su naturaleza a la divina y, en consecuencia, menos determinada, como más cerca del ser universal y perfecto y particionera de bien y ser más universal es. Por eso dice Dionisio en el capítulo XII “Sobre la jerarquía celeste” que “los ángeles superiores tienen ciencia más universal”; y en el libro “Sobre las causas”, que “las inteligencias superiores tienen formas más universales”. Y la cima de esta universalidad es Dios, que por sola su esencia conoce todo; e ínfimo el entendimiento humano, que necesita para todo inteligible de especie propia y adecuada.

No se da, pues, entre las substancias superiores conocimiento imperfecto como en nosotros, que por la semejanza “animal” tenemos un conocimiento más imperfecto que por la semejanza “hombre”, pues por aquélla conocemos sólo algo genérico y por ésta la especie completa, siendo aquel conocimiento potencial, y éste, actual. Y aún más: por ser nuestro entendimiento ínfimo, entre las substancias intelectuales, debe echar mano también de particulares semejanzas, la propia de cada inteligible, y así por la semejanza “animal” no conoce lo “racional”; por lo tanto, tampoco el “hombre”, a no ser en cierto sentido. En cambio, en la substancia separada, la semejanza es de capacidad más universal y suficiente para representar muchas, y su conocimiento resultante es más perfecto, como si fuera la forma del agente en causa universal, y que cuanto lo es más, a más llega y obra con mayor eficacia. Entiende así por sola una semejanza de animal y sus diferencias, y de modo más universal y contracto, propio modo suyo.

El ejemplo de todo ello, como hemos dicho, lo vemos en el entendimiento divino y humano: Dios por sola esencia todo lo entiende, y el hombre multiplica semejanzas al compás de cosas inteligibles; y aun vemos que los de más delicado ingenio con poco conocen mucho, mientras que los más tardos necesitan de ejemplos particulares.

Sabemos que la substancia separada, considerada en su naturaleza, está en potencia respecto de las semejanzas con que conoce todo el ser; mas no hay que tomarlo en el sentido de que carezca de todas ellas, cual es la disposición del entendimiento posible “antes de entender nada”. Tampoco hay que creer que sólo unas las tengan en acto y otras en potencia, como la materia prima tiene sólo una forma en acto en los cuerpos inferiores y las demás en potencia, y como nuestro entendimiento posible, que, habiendo entendido, está en acto respecto de algunos inteligibles y en potencia respecto de los otros, sino que todo lo que en ellas pudiera estar en potencia está en acto; de otra suerte, saliendo de aquélla a éste, se moverían esencial o accidentalmente, y ya hemos probado que en modo alguno se mueven (c. prec.). Con todo, se da en ellas, en su ser intelectual, la potencia y el acto, como en los astros en su ser natural, que queda en su materia de tal modo perfecto por su forma, que no le deja potencia para otras; y el entendimiento de la substancia es totalmente perfeccionado por las formas inteligibles dentro del conocimiento natural. No sucede lo mismo a nuestro entendimiento posible, que tiene cierta proporción con los cuerpos corruptibles, actualizándose con algunas formas inteligibles y quedando en potencia en relación con las otras. Por eso se dice en el libro “Sobre las causas” que “la inteligencia rebosa formas” pues toda su potencialidad intelectiva está colmada. De este modo, por las formas inteligibles, puede una substancia separada entender a otra.

Tal vez a alguno parezca que, siendo la substancia separada intelectual por esencia, no sea conveniente poner que se entiendan por especies inteligibles, sino por la esencia de la substancia misma entendida; pues aquel modo parece ser más propio de las substancias materiales, que no son por su esencia inteligibles en acto, máxime pareciendo ser ésta la opinión del Filósofo, que dice en el XI de los “Metafísicas” que “en las substancias separadas de la materia no difiere el entendimiento de su entender y de lo entendido”.

Si se concediera esto, surgirían no pocas dudas. En primer lugar, porque es doctrina de Aristóteles que “el entendimiento en acto es lo entendido actualmente”, y sería difícil comprender cómo una substancia separada sea una misma cosa con la que entiende. Además, si todo agente u operante obra por su forma, cuya es la operación, como del calor calentar y lo que vemos es de la misma especie que la vista, no parece sea posible que una substancia separada sea forma de la otra, teniendo como tienen ser separado. Y no paran aquí las dudas; pues si lo entendido es perfección del que entiende, y no puede la substancia inferior ser perfección de la superior, se seguiría que ésta no entendería a aquélla, suponiendo que entiendan por su esencia y no por otras especies. Sobre todo, sabiendo que lo inteligible en cuanto tal está en el entendimiento y que nadie se introduce en el alma más que Dios, que en todo está por esencia, presencia y potencia.

Por todo lo dicho se ve la verdad de la sentencia de Aristóteles ya citada, de que “lo actualmente entendido es una misma cosa con el entendimiento que lo entiende”; por eso, aunque la substancia separada sea de suyo actualmente inteligible, sin embargo, no es entendida tal cual es sino por el entendimiento, con el que se hace una cosa, que es entenderse por su esencia; resultando también verdadero que “son lo mismo el entendimiento, lo entendido y el acto de entender”.

Con todo, Platón opina que la intelección se da al ponerse en contacto el entendimiento y la cosa inteligible; por lo tanto, una substancia separada puede entender otra con su esencia al conectarse espiritualmente con ella; la superior a la inferior, como conteniéndola y encerrándola, y ésta a aquélla, captándola como a su perfección; de aquí que Dionisio diga que las substancias superiores entendidas son “como manjar de las inferiores”.

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