CAPÍTULO V: Las verdades que la razón no puede investigar propónense convenientemente a los hombres por la fe para que las crean

CAPÍTULO V

Las verdades que la razón no puede investigar propónense convenientemente a los hombres por la fe para que las crean

Creen algunos que no debe ser propuesto al hombre como de fe lo que la razón es incapaz de comprender, porque la divina sabiduría provee a cada uno según su naturaleza. Hemos de probar por ello que también es necesaria al hombre la donación por vía de fe de las verdades que superan la razón. En efecto, nadie tiende a algo por un deseo o inclinación sin que le sea de antemano conocido. Y porque los hombres están ordenados por la Providencia divina a un bien más alto que el que la limitación humana puede gozar en esta vida Bcomo estudiaremos más adelanteB, es necesario presentar al alma un bien superior, que trascienda las posibilidades actuales de la razón, para que aprenda a desear y diligentemente tender a lo que está totalmente sobre la presente vida. Y esto pertenece únicamente a la religión cristiana, que nos ofrece especialmente los bienes espirituales y eternos; por eso en ella se proponen verdades que superan a la investigación racional. La ley antigua, en cambio, que prometía bienes temporales, expuso muy pocas verdades no accesibles a la razón natural. En este sentido, se esforzaron por conducir a los hombres de los deleites sensibles a la honestidad, por enseñar que hay bienes superiores a los sensibles, cuyo sabor, mucho más suave, únicamente lo gozan los virtuosos.

Es también necesaria la fe en estas verdades para tener un conocimiento más veraz de Dios. Únicamente poseeremos un conocimiento verdadero de Dios cuando creamos que está sobre todo lo que podemos pensar de Él, ya que la substancia divina trasciende el conocimiento natural del hombre, como más arriba se dijo. Porque el hecho de que se proponga como de fe alguna verdad divina trascendente le afirma en el convencimiento de que Dios está por encima de lo que puede pensar.

La represión del orgullo, origen de errores, nos indica una nueva utilidad. Hay algunos que, engreídos con la agudeza de su ingenio, creen que pueden abarcar toda la naturaleza de un ser, y piensan que es verdadero todo lo que ellos ven y falso lo que no ven. Para librar, pues, al alma humana de esta presunción y hacerla venir a una humilde investigación de la verdad, fue necesario que se propusieran al hombre, por ministerio divino, ciertas verdades que excedieran plenamente la capacidad de su entendimiento.

Otra razón de utilidad hay en lo dicho por el Filósofo en el X de los “Éticos”: Cierto Simónides, queriendo persuadir al hombre a abandonar el estudio de lo divino y a aplicarse a las cosas humanas, decía que “al hombre le estaba bien conocer lo humano y al mortal lo mortal”. Y Aristóteles argumentaba contra él de esta manera: “El hombre debe entregarse, en la medida que le sea posible, al estudio de las verdades inmortales y divinas”. Por eso en el XI “De los animales” dice que, aunque sea muy poco lo que captamos de las substancias superiores, este poco es más amado y deseado que todo el conocimiento de las substancias inferiores. Si al proponer, por ejemplo, cuestiones sobre los cuerpos celestes Bdice también en el II “Del cielo y del mundo”B son éstas resueltas, aunque sea por una pequeña hipótesis, sienten los discípulos una gran satisfacción. Todo esto demuestra que, aunque sea imperfecto el conocimiento de las substancias superiores, confiere al alma una gran perfección, y, por lo tanto, la razón humana se perfecciona si, a lo menos, posee de alguna manera por la fe lo que no puede comprender por estar fuera de sus posibilidades naturales.

A este propósito se dice en el Eclesiástico: “Se te han manifestado muchas cosas que están por encima del conocimiento humano”. Y en la Epístola a los de Corinto: “Las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espíritu de Dios; pero Dios nos las ha revelado por su espíritu”.

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Comments 1

  1. Han pasado muchos siglos y muchos descubrimientos, investigaciones y hechos acaecidos desde la época de Santo Tomás. Si por la razón natural podemos y debemos conocer a Dios, si la existencia de Dios hecho hombre no solo se puede investigar sino que ya se ha investigado y concluido como real y verdadera, si su palabra escrita en los evangelios, también es real y si está escrito: “Conságralos con la verdad: tu palabra es verdad” ( Juan 17, 17), ¿qué más hace falta? Las investigaciones actuales te conducen por la razón natural a la verdad divina revelada en Jesucristo y en su palabra. El problema del mundo actual no es que el hombre no pueda creer en esta verdad por la mera fe si te falla la razón o te cuesta ejercitarla, pues demuestran que tienen fe, son expertos en creerse mentiras. El problema es, en cambio, que han renunciado a la razón y sucumbido a la mentira. Creer en Dios significa creer en la razón y en la verdad.

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