CAPÍTULO LXXX
Objeciones contra la resurrección
Sin embargo, hay algunas objeciones que parecen Oponerse a la fe en la resurrección.
En ninguna cosa natural se encuentra que aquello que se corrompió vuelva a existir numéricamente idéntico, como tampoco parece que de una privación pueda volverse a lo que antes se tuvo. Y por esto, como las cosas que se corrompen no pueden volver a ser las mismas numéricamente, la naturaleza procura que aquello que se corrompe se conserve idéntico en la especie por medio de la generación. Así, pues, como los hombres se corrompen por la muerte, y el mismo cuerpo humano se reduce a sus primeros elementos, no parece que el mismo hombre numéricamente pueda de nuevo vivir.
Es imposible que sean numéricamente idénticas aquellas cosas de las que alguno de sus principios esenciales no puede ser numéricamente idéntico, pues, al cambiarse el principio esencial, cambia la esencia de la cosa, por la cual, del mismo modo que es, así también es una. Mas lo que vuelve totalmente a la nada no puede volver a tomar lo mismo numéricamente, porque mejor se realizará la creación de una cosa que la reparación de la misma. Ahora bien, parece que muchos de los principios esenciales del hombre se convierten en nada a causa de la muerte, tales como su corporeidad y la forma de a mezcla, ya que el cuerpo se disuelve manifiestamente. También, parte del alma sensitiva y la nutritiva, que no pueden existir sin los órganos corpóreos. Y, por último, parece que, una vez separada el alma del cuerpo, vuelva a la nada la misma humanidad, que es, según se dice, la forma del todo. Luego parece imposible que el mismo hombre numéricamente resucite.
Lo que no es continuo no es, al parecer, numéricamente idéntico; y esto se ve no sólo en las magnitudes y movimientos, sino también en las cualidades y formas; pues si alguno enferma y luego recobra la salud, ésta no es numéricamente la misma. Pero consta que la muerte arrebata la existencia al hombre, ya que la corrupción es el tránsito del ser al no ser. Por lo tanto, es imposible que el ser del hombre se repita numéricamente el mismo. Y tampoco será el mismo hombre numéricamente, pues las cosas numéricamente idénticas lo son también entitativamente.
Además, si vuelve a la vida el mismo cuerpo del hombre, por igual razón es menester que todo lo que estuvo en el cuerpo del hombre se le restituya. Y de esto se seguirían grandísimos inconvenientes, no sólo por razón de los cabellos, uñas y pelos, que se cortan con frecuencia, sino por las otras partes del cuerpo que se resuelven ocultamente por acción del calor natural, las cuales, si se le restituyeran al resucitar, le darían un tamaño inconveniente. Por consiguiente, no parece que el hombre haya de resucitar después de la muerte.
Además, a veces sucede que algunos hombres comen carnes humanas, siendo éstas su alimento exclusivo, y, así alimentados, engendren sus hijos; por lo cual la misma carne se halla en muchos hombres. Mas no es posible que resucite en muchos. Y, por otra parte, tampoco parece que la resurrección sea universal e íntegra si a cada uno no se le restituye lo que tuvo aquí. Luego parece imposible que haya una futura resurrección de los hombres.
Lo que es común a todos los seres de una especie parece que es natural a tal especie; sin embargo, la resurrección no es natural al hombre, pues no basta para realizarla con el poder de un agente natural. Luego no resucitarán todos los hombres.
Si fuimos libertados por Cristo tanto de la culpa como de a muerte, que es el efecto del pecado, parece que sólo han de ser libertados de la muerte mediante la resurrección los que participaron de los misterios de Cristo, por los cuales se libraron de la culpa. Pero esto no toca a todos los hombres. En consecuencia, según parece, no resucitarán todos los hombres.
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