CAPÍTULO LXXIII: La voluntad de Dios es su propia esencia

CAPÍTULO LXXIII

La voluntad de Dios es su propia esencia

Lo que precede nos manifiesta que la voluntad de Dios no es otra cosa que su esencia. En efecto:

En el capítulo anterior hemos probado que Dios es sujeto de actos volitivos por ser inteligente. Mas es inteligente por esencia, como ya se demostró. Luego también sujeto de actos volitivos. La voluntad de Dios es, pues, su misma esencia.

Como el conocer es perfección del ser inteligente, la volición es perfección del sujeto que quiere: ambas acciones son inmanentes del agente y no transeúntes a un paciente, como es la calefacción. Pero el entender de Dios, como ya se ha probado (c. 45), es su ser, porque, siendo el ser divino perfectísimo de suyo, no puede sobrevenirle perfección alguna, según queda demostrado. El querer divino es, por lo tanto, su propio ser, y, en consecuencia, su voluntad es su propia esencia.

Como todo agente obra en cuanto está en acto, necesariamente Dios, que es acto puro, ha de obrar por su esencia. Y como el querer es una operación de Dios, debe querer, por tanto, en virtud de su esencia. Su voluntad es, pues, su propia esencia.

Como la substancia divina es algo completo en su ser, si su voluntad fuese una adición hecha a la substancia divina, resultaría que la voluntad viene a ella como el accidente a su sujeto; la substancia divina en este caso sería a la voluntad como la potencia al acto, y además se daría composición en Dios. Pero todo esto es contra lo ya probado (cc. 16, 18, 23). Es imposible, por lo tanto, que la voluntad divina sea algo añadido a la esencia divina.

Si encuentras un error, por favor selecciona el texto y pulsa Shift + Enter o haz click aquí para informarnos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.