CAPÍTULO CXXIX: En las acciones humanas hay cosas que naturalmente son rectas y no sólo por ser sancionadas por la ley

CAPÍTULO CXXIX

En las acciones humanas hay cosas que naturalmente son rectas y no sólo por ser sancionadas por la ley

Se desprende de lo dicho que lo preceptuado por la ley divina es recto no ya sólo por ser establecido por la ley, sino también naturalmente.

Los mandamientos de la ley divina ordenan la mente del hombre hacia Dios y todo lo que hay en él debajo de la razón. Pues esto lo exige el orden natural, ya que lo inferior ha de estar sometido a lo superior. Por tanto, lo mandado por la ley divina de suyo es naturalmente recto.

Los hombres, por divina providencia, alcanzan el juicio natural de la razón como principio de las propias acciones. Los principios naturales se ordenan a las cosas que naturalmente existen. Hay, por consiguiente, acciones que convienen naturalmente al hombre, que son de por sí rectas y no sólo por ser mandadas por la ley.

Aquellos que tienen determinadas naturalezas han de tener operaciones determinadas que convengan a esas naturalezas, pues la operación propia de cada uno sigue a su naturaleza. Consta que la naturaleza del hombre es determinada. Es menester, pues, que haya algunas acciones que de suyo le convengan.

Lo natural que atañe a una cosa es menester que sea aquello sin lo cual no puede darse: “La naturaleza no falta en lo necesario”. Es natural al hombre ser “animal social”, lo cual se demuestra por no bastar uno solo para todo lo necesario a la vida humana. Por tanto, aquello sin lo cual no puede conservarse la sociedad humana atañe naturalmente al hombre; por ejemplo: guardarse de lo ajeno y abstenerse de las injurias. Hay, por consiguiente, en las acciones humanas algo naturalmente recto.

Queda demostrado arriba que el hombre naturalmente dispone de las cosas inferiores para las necesidades de su vida. Hay medida determinada según la cual el uso de dichas cosas es conveniente a la ávida humana, y si no se guarda, resulta nocivo, como se ve en la ingestión desordenada de alimentos. En consecuencia, se dan acciones humanas naturalmente convenientes y otras que naturalmente no convienen.

Conforme al orden natural, tiene el hombre cuerpo por el alma, y las tendencias ínfimas del alma por la razón, al igual que en las demás cosas la materia es por la forma y los instrumentos por el agente principal. Por el hecho de estar ordenado a otro debe prestarle ayuda y no servirle de estorbo. Es, pues, naturalmente recto que de tal manera mire el hombre por su cuerpo y por las tendencias ínfimas del alma, que los actos de la razón y su bien en modo alguno sea estorbado, puesto que, si de otra manera acaeciere, será naturalmente pecado. Por tanto, las comilonas y crápulas y el uso desordenado de placeres, que impiden el acto de la razón, y el sumergirse en pasiones que no dejan en libertad el juicio de la razón, son cosas naturalmente malas.

A una cosa naturalmente le conviene todo con lo que tiende hacia su fin natural, y lo contrario le es naturalmente inconveniente. Se ha demostrado arriba que el hombre está naturalmente ordenado a Dios como a fin. Así, todo lo que le lleva al conocimiento y amor de Dios es naturalmente recto, y lo que lo aparta le es naturalmente malo.

Por consiguiente, es claro que la bondad o malicia de las acciones humanas no solamente lo son por preceptuarlo la ley, sino según el orden natural.

Por eso en el salmo se dice que “los juicios del Señor son verdaderos y justificados en sí mismos”.

Con lo dicho se rechaza la posición de los que dicen que lo justo y lo recto lo establece la ley.

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