CAPÍTULO CXIII
La criatura racional es dirigida a sus actos por Dios no sólo específica o colectivamente, sino incluso individualmente
Por esto se ve que únicamente la criatura racional es dirigida por Dios a sus actos no sólo en lo que conviene a la especie, sino también en lo que conviene a cada individuo. Pues toda cosa parece existir en orden a su operación, ya que ésta es la última perfección de la cosa. Así, pues, cada ser está ordenado a su propio acto por Dios según la manera en que está sometido a la divina providencia. Mas la criatura racional está sometida a la divina providencia como gobernada y atendida por sí misma y no sólo en atención a la especie, como las otras criaturas corruptibles; porque el individuo que es gobernado según la especie no es gobernado por sí mismo; y la criatura racional es gobernada por ella misma, como consta por lo dicho (capítulo prec.). Según esto, únicamente las criaturas racionales reciben de Dios la dirección de sus actos no sólo colectivamente, sino también individualmente.
Los seres que son dirigidos en sus actos, considerados éstos en cuanto pertenecen a la especie únicamente, no son dueños de obrar o no obrar, porque todo lo que corresponde a la especie es común y natural a todos los individuos contenidos en ella; y lo natural no cae bajo nuestro dominio. Según esto, si el hombre recibiera la dirección de sus actos únicamente en lo que conviene a la especie, no tendría poder para obrar o no obrar, pues sería preciso que siguiese la inclinación natural común a toda la especie, como sucede en las criaturas irracionales. Luego es evidente que la criatura racional es dirigida en sus actos no sólo colectivamente, sino incluso individualmente.
Como ya se demostró (c. 75 ss.), la providencia divina se extiende a todo lo singular, incluido lo más pequeño. Luego es preciso que los seres que posean algunas acciones, además de la inclinación de la especie, sean regulados en sus actos por otra dirección distinta de la que corresponde a la especie. Es así que en la criatura racional vemos muchas acciones para las cuales no basta con la inclinación de la especie; prueba de ello es que no son iguales en todos, sino que varían según los individuos. Es preciso, pues, que la criatura racional sea dirigida en sus actos no sólo colectiva o específicamente, sino también individualmente.
Dios provee a cada naturaleza según la propia capacidad, pues hizo a cada criatura tal como comprendió que sería capaz de llegar al fin bajo su gobierno divino. Ahora bien, únicamente la criatura racional es capaz de aquella dirección por la que es dirigida a sus propios actos no sólo según la especie, sino incluso individualmente, pues tiene entendimiento y razón, y por eso puede percatarse de las diversas maneras como una cosa es buena o mala según lo que conviene a los diversos individuos, tiempos y lugares. Por tanto, únicamente la criatura racional es dirigida a sus actos por Dios no sólo colectivamente, según la especie, sino también individualmente.
La criatura racional está sujeta a la divina providencia, de manera que no sólo es gobernada por ella, sino que incluso puede conocer el motivo de la providencia de algún modo; por eso 4e compete proveer y gobernar a las demás. Cosa que no sucede con las otras criaturas, las cuales sólo participan de la providencia en cuanto que le están sometidas. Ahora, por el hecho de que uno tiene facultad de proveer, tiénela también para dirigir y gobernar sus actos. Así, pues, le criatura racional participa de divina providencia no sólo en cuanto a ser gobernada, sino también en cuanto a gobernar, puesto que se gobierna a sí misma al gobernar sus actos y gobierna también a las demás. Pero toda providencia inferior está supeditada a la superior, como suprema que es. En consecuencia, la gobernación de los actos de la criatura racional, en cuanto que son actos personales, pertenece a la divina providencia.
Los actos personales de la criatura racional son propiamente aquellos que proceden del alma racional. Mas el alma racional no sólo es capaz de perpetuarse según la especie, como las otras criaturas, sino también individualmente. Luego los actos de la criatura racional son dirigidos por la divina providencia no sólo en cuanto que son actos propios de la especie, sino también en cuanto que son actos personales.
Por esto las Sagradas Escrituras, aunque todo está sometido a la divina providencia, atribuyen, no obstante, a la misma un especial cuidado del hombre, según aquello del salmo: “)Quién es el hombre, pues te acuerdas de él?” Y en la primera a los de Corinto “)Acaso tiene Dios cuidado de los bueyes?” Todo lo cual se dice, efectivamente, porque Dios tiene cuidado de los actos humanos no sólo en cuanto que pertenecen a la especie, sino también en cuanto que son personales.
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