CAPÍTULO CII: Sólo Dios hace milagros

CAPÍTULO CII

Sólo Dios hace milagros

Por lo expuesto se puede demostrar que sólo Dios puede hacer milagros.

Lo que está comprendido totalmente dentro del orden establecido no puede obrar por encima de él. Toda criatura está comprendida dentro del orden que Dios estableció en las cosas. Luego ninguna criatura puede obrar por encima de este orden, es decir, hacer milagros.

Cuando alguna virtud finita realiza el efecto propio a que está determinada, no hay milagro, aunque pueda maravillarse quien tal virtud no comprenda, como se admiran los ignorantes de que di imán atraiga al hierro o de que un pez pequeño detenga una nave. Mas la potencia de toda criatura está limitada a uno o varios efectos determinados. Luego cuanto se haga por la virtud de cualquier criatura no puede llamarse milagro, aunque sea admirable para quien no comprende la virtud de dicha criatura. Sin embargo, lo que se hace por virtud divina, que, como infinita, es incomprensible, es verdaderamente milagro.

Toda criatura requiere para su operación un sujeto en que obrar, porque únicamente Dios es capaz de hacer algo de la nada, como antes se demostró (l. 2, cc. 16, 21). Mas todo lo que en su obrar requiere un sujeto sólo puede hacer aquello para lo cual dicho sujeto se encuentra en potencia, pues el agente obra sobre un sujeto para sacarlo de la potencia al acto. Según esto, ninguna criatura, así como no puede crear, tampoco podrá obrar en una cosa sino aquello que hay en la potencia de la misma. No obstante, realízanse muchos milagros divinamente cuando en una cosa se hace por virtud divina algo que no está en su propia potencia. Por ejemplo, que un muerto vuelva a vivir, que el sol retroceda, que dos cuerpos estén simultáneamente en un lugar. Por tanto, estos milagros no los podrá hacer ninguna virtud creada.

El sujeto de una operación está en proporción con el agente que le reduce de la potencia al acto y con el acto mismo a que es reducido. Luego, así como el sujeto está en potencia para un acto determinado y no para otro cualquiera, así también no puede ser reducido de la potencia al acto sino por un agente determinado, porque para reducir a diversos actos se requieren diversos agentes. Por ejemplo, como el aire se halla en potencia respecto del fuego y del agua, por un agente se hará fuego en acto y por otro agua en acto. Igualmente, es evidente que la materia corporal no puede reducirse a un acto perfecto por la sola virtud universal operante, pues se requiere que haya un agente propio por el cual se aplique la impresión de la virtud universal a un efecto determinado; sin embargo, la materia corporal puede ser reducida a un acto menos perfecto por la sola virtud universal, sin contar con un agente particular. Por ejemplo, los animales no son engendrados por la sola virtud celeste, sino que requieren cierto semen; por el contrario, para la generación de ciertos animales imperfectos no se requiere semen alguno, bastando sólo la virtud celeste. Luego les efectos que 1 se hacen en las cosas interiores, si se realizan naturalmente por las causas superiores sin la intervención de sus propias causas particulares, no acontecen milagrosamente; como no es milagro que nazcan animales de la materia en putrefacción sin contar con el semen. Pero, si no pueden hacerse naturalmente sólo por las causas superiores, entonces requieren para su realización la intervención de las causas inferiores particulares. Ahora bien, cuando un efecto es producido por una causa superior, mediando sus propios principios, no hay milagro. Luego en modo alguno pueden hacerse milagros por la exclusiva virtud de las criaturas superiores.

A una sola razón parece obedecer que se haga algo de un sujeto, que se realice aquello para lo cual dicho sujeto está en potencia y que se lleve a cabo ordenadamente por determinados medios. Porque el sujeto no está en potencia próxima a su fin sino cuando se encuentra actualmente en los medios. Por ejemplo, la comida no es inmediatamente carne en potencia sino después que se ha convertido en sangre. Mas toda criatura necesita un sujeto para realizar algo y sólo puede hacer aquello que hay en la potencia de tal sujeto, según se ha demostrado. Por consiguiente, nada puede hacer sin reducir antes al acto a dicho sujeto por determinados medios. Según esto, los milagros, que se dan precisamente cuando se produce un efecto fuera del orden en que naturalmente puede hacerse, no pueden ser realizados por la virtud de la criatura.

Entre las especies de movimientos se observa cierto orden natural. Pues el primero de los movimientos es el local, y por eso es causa de los demás. Porque lo primero que se encuentra en cualquier género es causa de todo cuanto está comprendido en él. Mas todo efecto que se produce en las cosas inferiores es necesario que sea producido por alguna generación o alteración. Luego es preciso que sea producido por algo localmente movido, en el caso de ser hecho por un agente incorpóreo que no pueda propiamente moverse con movimiento local. Ahora bien, los efectos realizados por las substancias incorpóreas mediante instrumentos corpóreos no son milagrosos, porque los cuerpos sólo obran naturalmente. Por consiguiente, las substancias incorpóreas creadas no pueden realizar milagro alguno por propia virtud. Y mucho menos las substancias corpóreas, cuyas acciones son todas naturales.

Así, pues, sólo Dios puede hacer milagros, pues Él es superior al orden que comprende todas las cosas, el cual fluye en su totalidad de su providencia. Además, su poder, como es absolutamente infinito, no está determinado a ningún efecto especial, como tampoco a que su efecto se produzca de este modo o en este orden.

Por eso se dice en el salmo, hablando de Dios: “El único que hace grandes maravillas”.

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