CAPÍTULO CI
Dios es su bienaventuranza
Con esto se ve que Dios es su bienaventuranza. Pues:
Se ha demostrado (c. 100) que su bienaventuranza consiste en su operación intelectual. Mas antes demostramos (c. 45) que el entender de Dios es su esencia. Luego Él es su bienaventuranza.
La bienaventuranza, al ser el último fin, es lo que más quiere todo el que por naturaleza la tiene o la puede tener. Pero se ha demostrado antes (c. 74) que Dios quiere principalmente su esencia. Luego su esencia es su bienaventuranza.
Cada cual ordena cuanto quiere a su bienaventuranza, pues ella es la que no se desea por otra cosa, y en la que termina, para no ser infinito, el deseo de quien desea una cosa por otra. Luego, siendo así que Dios quiere todas las cosas por su bondad, que es su esencia, es preciso que El mismo, como es su esencia y su bondad, sea también su bienaventuranza.
No es posible que haya dos supremos bienes; pues si le faltase a uno algo que tuviese el otro, ninguno sería supremo y perfecto. Pero se ha demostrado que Dios es el sumo bien. Y que la bienaventuranza es el sumo bien, se demuestra por razón de ser el último fin. Luego la bienaventuranza y Dios son lo mismo. Por consiguiente, Dios es su bienaventuranza.
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