CAPÍTULO 4
Perfección de caridad divina que sólo Dios puede tener
En ambos modos de caridad hay muchos grados de perfección. Por lo que se refiere a la caridad para con Dios, el primer y supremo grado de perfección en la caridad compete a solo Dios. Para entender de alguna manera, es necesario prestar atención al objeto merecedor de amor y al sujeto que ama. El objeto, de suyo, requiere ser amado en toda la medida en que lo merece. La perfección, por parte del sujeto, requiere que algo sea amado con todas las fuerzas de quien ama.
Ahora bien, dado que cada cosa merece ser amada en lo que tiene de buena y que la bondad de Dios es infinita, Dios es infinitamente amable. No hay criatura alguna capaz de amar infinitamente, puesto que ninguna facultad finita puede realizar un acto infinito. Por consiguiente, sólo Dios, cuyo poder de amar iguala a su bondad, puede amarse perfectamente a sí mismo, de acuerdo con el primer modo de perfección [o sea, el que consiste en el perfecto cumplimiento del primer precepto de la caridad].
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