CAPÍTULO 2: Razones para afirmar que se requiere pasar largo tiempo en la observancia de los preceptos

CAPÍTULO 2

Razones para afirmar que se requiere pasar largo tiempo en la observancia de los preceptos

Ponen empeño en mostrar, de variados modos, que antes de emprender el camino de los consejos, se requiere estar ejercitados en la observancia de los preceptos. Nuestro Señor, cuando dio consejo de vivir en pobreza, empezó haciendo al joven esta propuesta: Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos, y sólo cuando respondió que los venía cumpliendo desde joven, dio el consejo de pobreza (Mt 19,17-21). Por tanto, la observancia de los preceptos debe preceder al compromiso de seguir los consejos.

Alegan también las palabras enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado a vosotros (Mt 28,20), acerca de las cuales la Glosa de Beda dice: Éste es el orden apropiado. El oyente primero debe ser instruido, después introducido en los sacramentos de la fe, después catequizado acerca de la observancia de los mandamientos. De aquí pretenden deducir que la observancia de los mandamientos debe preceder a la asunción de los consejos.

Insisten. En un Salmo se lee: Desde tus mandamientos entendí (Sal 118,104). A propósito de estas palabras, dice la Glosa: No digo que entendí tus mandamientos, sino desde tus mandamientos, porque cumpliéndolos es como éste llegó a la plenitud de sabiduría. De lo cual deducen la misma conclusión de antes.

En otro Salmo se dice: Estoy como el niño destetado en los brazos de su madre (Sal 130,2). En relación con esta frase dice la Glosa: A la manera como en la procreación corporal y en la alimentación son señalados cinco tiempos, lo mismo ocurre en lo espiritual. Primero, somos concebidos en el seno, después allí somos alimentados hasta ser dados a luz; después somos llevados en brazos de la madre y somos alimentados con leche hasta que, destetados, nos acerquemos a la mesa del padre. Y luego añade: Estos cinco tiempos los observa la Iglesia. Se podría decir que el miércoles de la cuarta semana es como concebida la infancia de la Iglesia, es entonces cuando con exorcismos y catequesis reciben los rudimentos de vida cristiana; después son mentados en el seno de la Iglesia hasta el sábado santo, en el cual mediante el bautismo son engendrados y como dados a luz; después son llevados en manos de la Iglesia y alimentados con leche hasta Pentecostés: durante este tiempo no hay dificultades que superar: no se ayuna, no hay que levantarse a media noche. Siguiendo el proceso, encontramos que, confirmados por el Espíritu Paráclito, como destetados, empiezan a ayunar y a observar otras cosas difíciles. Muchos, como los herejes y cismáticos, quebrantan este orden, separándose de la leche antes de tiempo. Y, por este motivo, se extinguen. Dado que la observancia de los consejos es más difícil que la de los mandamientos, hay un quebrantamiento del orden que cae dentro del campo de la herejía y del cisma, cuando alguien se da a la observancia de los consejos sin haberse ejercitado en cumplir los mandamientos.

Intentan probar esto también basándose en el orden de los milagros con que el Señor alimentó a las multitudes. Primero, sació a cinco mil hombres con cinco panes y dos peces, como se lee en Mt 14,15-21. Después sació a cuatro mil hombres con siete panes y algunos pececillos, como se dice en Mt 16,10. En los cinco mil, según la Glosa, están representados quienes, viviendo en el estado secular, usan correctamente las cosas exteriores. Quienes renuncian totalmente al mundo son los cuatro mil, los cuales son alimentados con siete panes, o sea, con la sublimidad de la perfección evangélica y con la gracia espiritual. De ello quieren deducir que es preciso recibir primero la nutrición que consiste en observar los preceptos y ser conducidos, después, a la perfección de los consejos.

Alegan también lo que dice Jerónimo, al comienzo de su exposición de Marcos: Los santos evangelios están entretejidos de cuatro realidades que los cualifican, o sea, de preceptos, mandamientos, testimonios, ejemplos. En los preceptos se expresa la justicia; en los mandamientos, la caridad; en los testimonios, la fe; en los ejemplos, la perfección. Quieren sacar la conclusión de que es necesario partir de la justicia de los preceptos para llegar a la perfección de los ejemplos que parece consistir en los consejos.

Alegan también palabras de Gregorio que dice: Después del abrazo de Lía, Jacob llegó a Raquel, porque cualquiera que sea perfecto, primero se une a la fecundidad de la vida activa, y después al reposo de la contemplativa. Ahora bien, el estado religioso que profesa la observancia de los consejos, pertenece a la vida contemplativa; los preceptos, en cambio, nos dirigen a la vida activa, porque en relación con Mt 19,18, donde son enumerados los preceptos, dice la Glosa: He aquí la vida activa. Cuando se añade: Si quieres ser perfecto…, otra Glosa dice: He aquí la vida contemplativa. Por tanto, no se debe pasar al estado religioso si antes no hubo ejercicio de vida activa mediante la observancia de los preceptos.

Se apoyan también en lo que Gregorio dice comentando a Ezequiel: Nadie llega de golpe a lo sumo; la buena vida comienza por lo mínimo para llegar a lo grande. Lo mínimo son los preceptos del decálogo; lo grande son los consejos que pertenecen a la vida perfecta. Agustín, por su parte, dice: Las cosas que en la ley son llamadas preceptos son lo mínimo, en cambio lo que Cristo dirá es lo máximo. Nadie, por tanto, debe entrar en la práctica de los consejos si antes no se ejercitó en las cosas menores, o sea, en los preceptos.

Gregorio, en un pasaje que ha sido incorporado al Decreto, dice: Una vez construidas las paredes, no se coloca en ellas el peso de las vigas, hasta que se seque la humedad de su reciente construcción; si se coloca el peso antes de que estén bien solidificadas, la entera construcción se derrumbará.

En el mismo pasaje y tomado también de Gregorio, dice el Decreto: Busca la caída quien, dejando los escalones intermedios, pretende llegar a la cumbre de golpe y subiendo por lo escarpado. De aquí sacan la conclusión de que es peligroso encaminarse a la suma perfección de los consejos sin haberse ejercitado en los escalones inferiores, o sea, en los preceptos.

Añaden que, por orden de naturaleza, los mandamientos, como más comunes, preceden a los consejos, de modo que la existencia de éstos no depende de la existencia de aquéllos: en efecto, es posible la observancia de los preceptos sin la de los consejos. Nunca, en cambio, será posible el cumplimiento de los consejos sin el de los preceptos. Sacan la conclusión de que sería desordenado aspirar a la práctica de los consejos sin haberse ejercitado en la de los mandamientos.

Dicen también que si los consejos precediesen a los preceptos, no podrían salvarse sino aquellos que cumplen los consejos, puesto que sin éstos el cumplimiento mismo de los preceptos sería imposible.

Estos son los argumentos que principalmente les sirven para mostrar que no deben asumir estado de perfección mediante la entrada en instituto religioso a no ser quienes se hayan ejercitado en la observancia de los mandamientos.

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