Opúsuculo: Sobre el movimiento del corazón

Opúsculo dirigido al Maestro Felipe de Castrocoeli Escrito por Santo Tomás en 1272

Presentación y resumen

Santo Tomás estudia en este opúsculo el motor del movimiento del cora­zón y declara que el motor es un principio intrínseco. Este opúsculo en ciertos aspectos viene a ser un complemento del opúsculo sobre las operaciones ocultas.

Demuestra que este movimiento del corazón, a pesar de sus altibajos o de la sístole y diástole, no es un movimiento violento sino que es un movimiento tan natural que basta que pare de latir el corazón para que muera el animal.

Distingue entre los movimientos del corazón el movimiento rítmico natural y las alteraciones que sufre el mismo movimiento a causa de la aprehensión de los diversos objetos.

Según Sto. Tomás, el movimiento del corazón no es un efecto de la alteración, sino que, al contrario, la alteración o el calor es efecto del movimiento del corazón.

Este movimiento es más bien una operación vital que una operación animal, pues no proviene de ninguna decisión sino que se desarrolla como cualquier otra fuerza u órgano de la vida vegetativa. Por lo tanto el movimiento básico del corazón no obedece a la percepción del alma sensitiva, sino que es una operación del alma vegetativa.

Como que por una parte desarrolla el corazón un movimiento rítmico básico independientemente de la aprehensión, y como que este movimiento natural básico sufre, por otra parte, altera­ciones según las diversas aprehensiones; hay que admitir que el alma (vegetativa) es la causa del movimiento del corazón, y que a su vez las alteraciones accidentales del alma (sensitiva-intelectual), como son los percepciones y pasiones, son causa de las alteraciones del corazón.

Este opúsculo, por el tema que trata, pertenece a la psicología racional, y enfoca uno de los aspectos de la unión entre el alma (a través de una de sus operaciones vitales) y el cuerpo (a tra­vés de uno de sus órganos fundamentales).

El movimiento del corazón es natural porque es movido por un alma determinada. Este movimiento no es producido por la percepción del alma sensitiva, sino que es causado por el alma sensitiva en cuanto es la forma de un cuerpo determinado.


Opúsuculo
Sobre el movimiento del corazón

[TOMÁS DE AQUINO, «Sobre el movimiento del corazón» en ID., Opúsculos filosóficos genuinos, Poblet, Buenos Aires 1947, 90-101].

Sabiendo que es necesario que todo lo que se mue­ve tenga motor, se nos ofrece la duda de saber qué es lo que mueve al corazón, y qué clase de movimien­to tiene. Por de pronto no parece que su movimiento proceda del alma: pues no es movido por el alma nu­tritiva, porque las operaciones propias del alma nu­tritiva son las de engendrar, alimentarse, y crecer y decrecer, y ninguna de ellas parece corresponder al mo­vimiento del corazón; ya que las mismas plantas tie­nen alma nutritiva, y, en cambio, el movimiento del corazón es propio de los animales. Pero tampoco pa­rece que el movimiento del corazón pueda provenir del alma sensitiva o del alma intelectiva: porque el entendimiento y los sentidos no mueven sino median­te el apetito; y en cambio, el movimiento del corazón es involuntario. Pero tampoco parece que sea natural el movimiento del corazón, ya que se dirige hacia par­tes contrarias: pues se compone de impulso y de pa­sividad; mientras que el movimiento natural se diri­ge a una sola parte, como el del fuego que sólo se mueve hacia arriba, y el de la tierra que se mueve hacia abajo. Sin embargo, decir que el movimiento del corazón es violento, sería delinquir contra la mis­ma razón. Pues es evidente que, al suprimirse este mo­vimiento, se suprime o muere el animal; siendo así que no existe nada violento que conserve a la natu­raleza particular. Aparece pues sumamente natural este movimiento, ya que la vida material y este movi­miento se acompañan de una manera inseparable.

Pero algunos dicen que este movimiento natural no es debido a ninguna particularidad natural e intrínseca del animal, sino que es debido a alguna natura­leza universal, o a la inteligencia. Pero esto es ridícu­lo. Pues, en todas las cosas naturales, las pasiones pro­pias de algún género o especie provienen de algún principio intrínseco: pues las cosas son naturales por definición por cuanto tienen en sí mismas el principio del movimiento. Y nada hay más propio de los ani­males que el movimiento del corazón, pues pierden la vida en cuanto cesa de funcionar. Por consiguiente debe existir en los mismos animales algún principio de tal movimiento.

Además, si fueran causados por la naturaleza uni­versal algunos movimientos en los cuerpos inferiores, estos movimientos no estarían siempre presentes en los mismos cuerpos inferiores; así nos lo evidencia el flujo y reflujo del mar, que obedece al movimiento de la luna, y varía según la luna. En cambio, siempre está presente en el animal el movimiento del cora­zón. Por consiguiente no proviene solamente de algu­na causa separada, sino de algún principio intrínseco.

Otros dicen que el principio de este movimiento en el animal es el calor que, engendrado por el espíritu, mueve el corazón. Pero esto no es razonable. Pues en el animal aparece más primordial y más contemporá­neo de su vida el movimiento del corazón, que cual­quier alteración debida al calor. Por lo tanto no será la alteración debida al calor, la causa del movimiento de corazón: por lo cual dice el Filósofo, en el libro sobre el Mov. de los Anim.: Es necesario que lo que ha de ser motor, no sea tal por alteración.

Además el animal perfecto, o que se mueve a sí mismo, tiene máxima semejanza con todo el universo: por lo cual el hombre, que es el más perfecto de todos los animales, se llama microcosmos (mundo en peque­ño) . Pero el primer movimiento en el universo es el movimiento local que es causa de la alteración de los otros movimientos: de suerte que, en el animal, más bien parece ser el movimiento local el principio de la alteración, que no la alteración, el principio del movimiento local: por lo cual el Filósofo sirviéndose de esta comparación en el libro 8º de Fis., dice: Que tanto el movimiento como cierta vida pertenece a to­dos los seres que existen en la naturaleza.

Además, lo que es por sí mismo es anterior a lo que es accidentalmente. Pero el primer movimiento del animal es el movimiento del corazón; sabido es que el calor no produce ningún movimiento local, a no ser accidentalmente: pues por su misma constitu­ción el calor tiene la propiedad de alterar, y sólo acci­dentalmente la de producir un movimiento local. Por consiguiente, resulta ridículo decir que el calor es el principio del movimiento del corazón, cuando es preciso atribuirle una causa que, por sí misma, y no accidentalmente, pueda ser principio del movimien­to local. Por lo tanto hay que aceptar el principio de esta reflexión que nos indica el filósofo cuando dice en el libro 8º de Física, a saber: Decimos que se mue­ven por naturaleza (naturalmente) aquellas cosas que tienen en sí mismas el principio del movimiento: de suerte que todo animal se mueve a sí mismo por na­turaleza; mientras que su cuerpo puede moverse na­turalmente y ser movido de afuera. Pues hay diferen­tes movimientos según los diversos elementos que afectan. De manera que cuando el animal se mueve hacia abajo, tiene un movimiento que es natural a todo animal y al cuerpo, por predominar en el cuerpo del animal el elemento grave, el cual por naturaleza, se mueve hacia abajo; mientras que cuando el animal se mueve hacia arriba, también le es natural este mo­vimiento, porque procede de su principio intrínseco que es el alma; sin embargo, este movimiento no es natural al cuerpo grave: por eso se cansa más el ani­mal efectuando este movimiento.

Pero en los animales el movimiento local es causa­do por el apetito y por la aprehensión (percepción cognoscitiva mediante cualquiera de los sentidos) sen­sitiva o intelectiva, según lo expone el Filósofo en el libro 3 Sobre el Alma. En todos los animales, excepto el hombre, todo el proceso del movimiento es natural: pues no obran con deliberación, sino por naturaleza: de manera que naturalmente hace el nido la golon­drina, y su tela, la araña. En cambio, al hombre, só­lo corresponde el obrar libremente, y no naturalmen­te. Y, sin embargo, el principio de cualquiera de sus acciones es natural. Pues del mismo modo que no co­noce naturalmente las conclusiones de las ciencias es­peculativas, sino que las descubre mediante el racio­cinio, sin embargo conoce naturalmente, con eviden­cia, los principios que no se pueden demostrar, a par­tir de los cuales se dirige a la conquista del humano saber: y de igual modo es natural al hombre, por parte del apetito, apetecer el fin último, que consiste en la felicidad, y huir ai propio tiempo de lo que pudiera volverlo infeliz; y en cambio no le es natural apetecer las otras cosas, sino partiendo del apetito del último fin: de manera pues que el último fin, en las cosas apetecibles, es como, en las inteligibles, el principio que carece de demostración, según consta por el 2’ de tísica.

Por consiguiente, como que el movimiento de to­dos los otros miembros es causado por el movimiento del corazón, según lo demuestra el Filósofo en el li­bro sobre el Mov. de los Animales; por lo tanto los otros movimientos podrán ser voluntarios, mientras que el primer movimiento, que es el del corazón, es natural. Pero hay que recordar que el movimiento hacia arriba es natural al fuego, por la sencilla razón de que procede de su forma: de lo cual resulta que el que engendra, que por lo mismo da la forma, es por sí mismo o por su misma razón de engendrador, mo­tor según el lugar o respecto al lugar. Pero así como la forma del elemento produce algún movimiento na­tural, del mismo modo impide que las otras formas produzcan otros movimientos naturales: así vemos que el hierro naturalmente se mueve hacia el imán, y sin embargo este movimiento no le es natural según la razón de grave y leve, sino que proviene de que posee tal forma. Del mismo modo nada impide que el ani­mal, en cuanto tiene tal forma, tenga algún movi­miento natural; y el motor de este movimiento es eL que da la forma. Entiendo por movimiento natural del animal el movimiento que pertenece al corazón: pues según enseña el Filósofo en el libro sobre el Mov. de los Anim. es de suponer que el animal está organizado a la manera de una ciudad recta y legíti­mamente gobernada. Pues una vez establecido el or­den en una ciudad (o reino), ya no se precisa que el monarca solitario intervenga en cada uno de los asun­tos de gobierno, sino que cada uno se encarga de los que le corresponden, según está ordenado, y una cosa sigue tras la otra, por costumbre. Pero esto mismo se ejecuta por naturaleza en cada uno de los animales: pues teniendo cada uno de los componentes asignada su propia función, no es necesario que en cada caso intervenga el alma, es decir en cuanto es principio del movimiento, sino que basta que el alma viviente exista y dirija, desde el corazón, a los órganos que fueron destinados por naturaleza a ejercer su propia función.

Por consiguiente resulta que el movimiento del co­razón es natural y procede de la misma alma, en cuan­to el alma es forma de tal cuerpo, y principalmente del corazón. Y acaso en este sentido dijeron algunos que el movimiento del corazón era debido a la inte­ligencia, en cuanto sostenían que el alma procedía de la inteligencia: del mismo modo que el Filósofo dice en el libro 3º de Física que el movimiento de los cuer­pos graves y leves es debido al engendrador, en cuanto la propiedad y el movimiento corresponden o son pro­pios de alguna forma según la condición de la misma; como brota de la forma del elemento más noble, cual es el fuego, el movimiento hacia el lugar más noble, que está arriba.

Pero la forma más excelente entre los seres inferio­res es el alma, que tiene una enorme semejanza con el principio del movimiento del cielo. Y por lo tanto el movimiento que ella imprime, es muy semejante al movimiento del cielo: de suerte que el movimiento del corazón en el animal, es como el movimiento del cielo en el mundo. Sin embargo es preciso que tenga sus deficiencias el movimiento del corazón comparado con el movimiento del cielo, pues es preciso que lo que es principiado o causado tenga sus deficiencias comparado con el principio. El movimiento del cielo es circular y continuo; y goza de estas propiedades el movimiento celeste, en cuanto es principio de todos los movimientos del mundo, pues, por su acercamien­to y alejamiento, el cuerpo celeste impone a las cosas el principio y fin de su existencia, y por su continui­dad conserva el orden en los movimientos que no son siempre. Pero el movimiento del corazón es el princi­pio de todos los movimientos que se desarrollan en el animal: por lo cual, en el libro Sobre las partes de los Animal, dice que el movimiento de las cosas deleita­bles y tristes y por lo tanto todos los movimientos del sentido parecen arrancar del corazón y terminar en el mismo: de suerte que el corazón destinado a ser principio y fin de todos los movimientos que ejerce el animal, está dotado de cierto movimiento, que, por más que no sea circular, sin embargo se parece mucho al movimiento circular, por su mismo impulso y por su pasividad: por lo cual dice el Filósofo en el ÍIÍ Sobre el Alma, que el motor orgánico o el que mueve orgánicamente tiene por sede el lugar donde coinciden el principio y el fin. Pero todas las cosas se mueven por impulso y pasividad: por cuyo motivo es preciso que algo permanezca, como en el círculo, y que sea principio del movimiento.

Este movimiento es también continuo durante la vida del animal, excepto la pequeña demora que se­para la sístole de la diástole (la impulsión y la atrac­ción) , y en este sentido presenta su deficiencia respec­to a la continuidad del movimiento circular.

Después de lo que acabamos de decir, nos será fácil resolver las objeciones que se nos ofrezcan. Pues no decimos que el movimiento del corazón sea natural al corazón en cuanto es grave o leve, sino en cuanto está animado por tal alma: y que los dos movimientos que parecen contrarios, son a manera de partes de un mismo movimiento compuesto de ambas partes, en cuanto presenta sus deficiencias respecto a la simpli­cidad del movimiento circular, al cual se parece sin embargo, en cuanto va del mismo hacia el mismo; y de este modo no hay ninguna dificultad en que en cierta manera se dirija a diversas partes, pues el mismo movimiento circular se encuentra, a su manera, en la misma condición. Tampoco es necesario decir que el movimiento del corazón sea provocado por la apre­hensión ni por el apetito, por más que proceda del alma sensitiva, pues el movimiento del corazón no es causado por el alma sensitiva mediante su propia ope­ración, sino en cuanto es forma y naturaleza de tal cuerpo determinado. En cambio, el movimiento pro­gresivo del animal es causado por la operación del sentido y del apetito: y por tal motivo, distinguen los médicos entre las operaciones vitales y las operaciones animales, y dicen que al cesar las operaciones anima­les permanecen las vitales, entendiéndose por vitales las operaciones que acompañan al movimiento del corazón. Todo ello es muy razonable, pues cuando las últimas operaciones cesan, cesa también la vida.

Pues, para los vivientes el vivir es su ser, según se afirma en el libro 1L Sobre el Alma; pero el ser, cada uno lo debe a su propia forma. El principio del movi­miento del cielo, y el alma, se distinguen entre sí, por­que aquel principio no se mueve ni por sí (directa­mente) ni accidentalmente (indirectamente, o a raíz de los objetos exteriores); mientras que el alma sensi­tiva, por más que no se mueva por sí misma directa­mente, sin embargo se mueve accidentalmente, en cuento es susceptible de diversas aprehensiones y afecciones. De donde resulta que el movimiento del cielo es uniforme, mientras que el movimien­to del corazón varía según las diversas afecciones y aprehensiones del alma: pues las afecciones del alma no son causadas por las alteraciones del corazón, sino que más bien las afecciones del alma causan las alteracio­nes del corazón: por lo tanto, en las afecciones del al­ma, como en el caso de la ira, lo que es formal es lo que proviene de la afección del alma, a saber, el ape­tito de venganza; mientras que lo que es material en la misma ira, pertenece al movimiento del corazón, como es el hecho de que arda la sangre en el corazón, Y como que, en las cosas naturales, no tiene por fin la forma a la materia, sino que por el contrario, según consta por el libro III de Física, en la materia está la disposición para recibir la forma; por consiguiente, na­die apetece la venganza por el solo motivo de tener ardiente la sangre en el corazón, sino que, estando al­guien alterado, está por lo mismo dispuesto a sentirse airado: pues uno se siente airado por el apetito de venganza. Pero por más que ocurra cierta variación en el movimiento del corazón, debida a diversas aprehen­siones v afecciones, sin embargo aquella variación de movimiento no es voluntaria sino involuntaria, porque no proviene de un mandato de la voluntad. El mismo Filósofo dice en el libro sobre la Causa del mov. de los anim., que a menudo se mueven el corazón y los órganos torpes, por la sola vista de algún objeto, y sin que el entendimiento intervenga; y asigna la siguiente causa: porque es necesario que los animales se alteren por alteración natural; y que una vez se han alterado, es necesario que esto aumente y que aquello decrezca, para que se muevan y haya intercambio entre los que son aptos para mutuas relaciones. Pero la causa de los movimientos del animal, es el estado de calor y frío debido al ambiente y a la complexión; esta causa pro­voca sin intervención de la razón los movimientos de las mencionadas partes, es decir del corazón y de los órganos torpes al provocar la alteración. Pues el en­tendimiento y la fantasía ocasionan la pasión, como la de la concupiscencia y otras por el estilo, median­te las cuales se enciende el corazón o se enfría. Lo que acabamos de decir sobre el movimiento del corazón es suficiente.

 

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Comments 2

  1. “ Las afecciones del alma no son causadas por las alteraciones del corazón, sino que más bien las afecciones del alma causan las alteracio­nes del corazón”, coincido plenamente, maravilloso resumen .

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