Neoescolásticos II. Neoescolásticos del siglo XIX.
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Discípulos de Buzzetti fueron los hermanos Domenico y Serafino Sordi, ambos jesuitas, que contribuyeron poderosamente a la difusión del movimiento. El mayor, Domenico (1790-1880), fue en Nápoles el principal colaborador de Taparelli; no dejó escritos filosóficos.
Serafino Sordi n. en Centenaro (Plasencia) en 1793, fue profesor de Filosofía en varios centros de la Compañía de Jesús, provincial en Roma y redactor de “La Civiltá Cattolica”; m. en Verona en 1865. Entre sus publicaciones filosóficas destacan: Lettere intorno al nuovo saggio sull’origine delle idee dell’abate Antonio Rosmini-Serbati (Modena 1843); I primi elementi del sistema di Vincenzo Gioberti dialogizzati (Bergamo 1849). Dejó además inéditos un doble tratado de Filosofía (uno en latín y otro en italiano), algunas de cuyas partes han sido publicadas por P. Dezza: Ontologia (Milán 1941); Theologia naturalis (ib. 1945). Su actividad filosófica está inserta, como puede verse por las obras citadas, en un clima altamente polémico. La crítica a Rosmini y a Gioberti acertó a dar en la diana, hasta el punto de haber servido de base a toda la crítica posterior: justamente acusa a aquellos pensadores de desconocer que la idea no es propiamente el objeto del conocimiento intelectual, sino el medio en que se alcanza el objeto.
Luigi Taparelli d’Azeglio, S. J. (1793-186), enseñó Filosofía durante quince años en Palermo, y desde 1850, en que se fundó, fue uno de los principales redactores de la rev. “La Civiltá Cattolica”. Había sido rector del Colegio Romano (1824-29), donde intentó inútilmente restaurar el precepto de la Ratio studiorum jesuita que señala como maestros en filosofía a Aristóteles y S. Tomás de Aquino. Obras suyas son, entre otras: Ensayo teórico de derecho natural (5 vol. Palermo 1840-43; hay trad. castellana); Della nazionalitá (Génova 1847); Della sovranitá del popolo (Florencia 1849); Examen crítico del gobierno representativo en la sociedad moderna (2 vol. Roma 1854; trad. Madrid 1867); Las causas de lo bello, según los principios de Santo Tomás (Roma 1860; trad. Madrid 1879). Taparelli sigue sustancialmente las teorías de S. Tomás y de los teólogos juristas del s. XVI, pero desconfía más que éstos de la soberanía popular, por lo que rechaza que el poder político sea dado por Dios al pueblo.
Gaetano Sanseverino n. en Nápoles en 1811, y se ordenó sacerdote en 1834. Catedrático de la Univ. de Nápoles desde 1837, fundó en 1840 la rev. “Scienza e fede”, y seis años después la Academia de Filosofía Tomista. M. en su ciudad natal en 1865. Es quizá la figura más relevante de la Neoescolástica italiana del XIX. Escribió: I principali sistemi della filosofia sul criterio… (Nápoles 1853; 2a ed., muy aumentada, en 1858); Institutiones Logicae et Metaphysicae (Nápoles 1854); Philosophia christiana cum antigua et nova comparata (7 vol., Nápoles 1862-78: los dos últimos, póstumos); Elementa philosophiae christianae (4 vol., Nápoles 1864-70: los dos últimos, póstumos). Conoce bien Sanseverino el pensamiento tomista y los filósofos modernos, e intenta poner de manifiesto, a través de la crítica del racionalismo de éstos, el valor permanente de los principios básicos del tomismo.
Matteo Liberatore, S. J., n. en Salerno en 1810; enseñó filosofía en el Colegio jesuítico de Nápoles entre 1836 y 1849; desde su fundación en 1850, fue otro de los principales redactores de “La Civiltá Cattolica”; m. en Roma en 1892. Entre sus numerosas obras se cuentan: Dialogo sopra 1’origine delle idee (Nápoles 1843); Della conoscenza intellecttuale (2 vol. Roma 1857-58); Institutiones philosophicae (3 vol. Madrid 1860-61); Del hombre, o sea El compuesto humano (Roma 1862; 2,1 ed., aumentada, 2 vol. ib. 1874-75; trad. Barcelona 1882); De los universales (Roma 1883; trad. Barcelona 1888). Más suareciano al principio, acentuará luego su adhesión al tomismo; por lo general, además, es mesurado en sus críticas a las desviaciones del racionalismo y otras corrientes modernas.
Giovanni Maria Cornoldi, S. J., n. en Venecia en 1822. Explicó Filosofía en diversas ciudades italianas, hasta fijarse en Roma en 1871; allí m. en 1892. Son obras suyas, entre otras, Lecciones de filosofía escolástica (Florencia 1872; trad. Barcelona 1878); Prolegomeni sopra la filosofía italiana o Trattato della esistenza di Dio (Bolonia 1877); Il rosminianismo, sintesi dell’ontologismo e del panteísmo (Roma 1881); II sistema físico di S. Tommaso (Roma 1891). Cornoldi tuvo una peculiar preocupación por los problemas físico-cosmológicos. Es tal vez el más apologista de la Filosofía y Teología clásicas y el más crítico de la mera inmanencia de muchos pensadores modernos. Baste esta muestra: “La historia de las modernas filosofías no es otra que la de las observaciones intelectuales del hombre abandonado a los vértigos del orgullo; podría en propiedad intitularse: patología de la razón humana” (Lecciones de filosofía escolástica, 14).
Tommaso Maria Zigliara, O. P., n. en Bonifacio (Córcega) en 1833. Explicó Filosofía en diversas ciudades italianas, y finalmente en Roma. Cardenal en 1879, publicó, entre otras obras, Saggio sui principi del tradizionalismo (Viterbo 1865); Della luce intellettuale e dell’ontologismo (2 vol. Roma 1871); Summa philosophica in usum scholarum (3 vol. Roma 1876). Expositor fiel del pensamiento tomista en la línea tradicional, es quizá el menos formalista entre los escolásticos de su tiempo. Trata extensamente la problemática gnoseológica, y estima criterio supremo de verdad la evidencia objetiva.
Como puede observarse, los autores aludidos son eclesiásticos. Los neoescolásticos italianos se mantuvieron en general apegados a la actitud apologética, lo que no fue obstáculo para que, con excesiva frecuencia, resultaran los dogmas cristianos fundamento último de las soluciones filosóficas. Consecuencia de este enfoque de la filosofía “ha sido el ningún caso que han hecho los escolásticos italianos de la historia de la filosofía y por ende la falta de crítica histórica en materias filosóficas” (A. Gómez Izquierdo, o. c. en bibl., 463-64). “Otro de los caracteres del tomismo italiano es la falta de especialización en las investigaciones filosóficas. Sus trabajos son de conjunto, obras de texto principalmente… Finalmente, distínguese la escolástica italiana por el empeño en mantenerse ajena a las cuestiones que se ventilan fuera de su campo”: lógica inductiva, metodología, psicología, etc. (Ibídem, 466).
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Hemos aludido antes al foco de renovación que fue la Univ. de Cervera en el s. XVIII, y cómo desde allí irradió en dos direcciones: la italiana y la de Balmes. El impulso, sin embargo, no continuó en España sino en la medida en que las obras del filósofo catalán pudieran influir en sus lectores, cuestión necesitada de un estudio monográfico.
Zeferino González y Díaz-Tuñón, O. P. (1831-94; v.), explicó Filosofía y Teología en la Univ. de Santo Tomás, de Manila (Filipinas), y luego en Ocaña (Toledo), centro dominicano del qué fue rector. Procurador de la provincia de Filipinas, con sede en el convento de la Pasión, en Madrid (1871-74), obispo de Córdoba en 1875, arzobispo de Sevilla en 1883, cardenal al año siguiente, arzobispo de Toledo en 1885, y otra vez de Sevilla en 1886, renunció definitivamente a su sede tres años después. Fue académico de Ciencias Morales y Políticas desde 1874, y de la Española desde 1893. Entre sus numerosas obras se cuentan Estudios sobre la filosofía de Santo Tomás (3 vol. Manila 1864); Philosophia elementaria… (3 vol. Madrid 1868); Filosofía elemental, que no es traducción de la anterior (2 vol. Madrid 1873); Estudios religiosos, filosóficos, científicos y sociales (2 vol. Madrid 1873); Historia de la Filosofía (3 vol. Madrid 1878-79); La Biblia y la ciencia (2 vol. Madrid 1891).
González inició su actividad publicística con dos estudios de carácter científico, uno sobre los terremotos y otro sobre la electricidad. La concluyó con una obra sobre exégesis bíblica; lo último que escribió fue su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua, que no llegó a leer, y que versaba sobre “las relaciones entre el habla castellana y la mística española representada por Fray Luis de Granada y Santa Teresa de Jesús, y aun esto con respecto a la idea de Dios solamente” (cfr. Memorias de la R. Academia Española, Madrid 1896, VII,490-537).
No sólo expositor fiel de S. Tomás, mereció este comentario del hegeliano A. M. Fabié: “Tengo el deber de declarar, y lo hago con gusto, que no es el P. González un rezagado de la filosofía y de la ciencia, y, por tanto, que no es su obra, como algunos pudieran creer a primera vista, un mero extracto y exposición sucinta de las doctrinas de Santo Tomás…” (Examen del materialismo moderno, “Revista Europea” 3, 1874, 131). Finalmente, M. Menéndez Pelayo dice de la misma obra (los Estudios…) que “es la mejor de las exposiciones modernas de la filosofía escolástica que yo he leído”; y de su autor añade: “mi opinión es que tenía talento metafísico superior al de todos los otros neo-escolásticos” (Apostillas a los “Estudios sobre la filosofía de Santo Tomás…”, en Obras completas, ed. nacional, Varia, 11,385).
El propio P. Zeferino explica así su actitud intelectual, en el prólogo a la la ed. de Filosofía elemental: “… si se nos pregunta si [éste] es un libro de Filosofía escolástica, contestaremos afirmativamente, si por Filosofía escolástica se entiende la investigación libre de la verdad, realizada por la razón humana con subordinación a la Razón divina” (p. XI). “Excusado es añadir que esta subordinación a la Razón divina, sólo se refiere a las verdades, relativamente poco numerosas, que apellidamos misterios y enseñanzas de la fe católica…” (p. XII). “La Filosofía escolástica… abrigaba en su seno el germen fecundo del pensamiento filosófico y científico moderno, en lo que tiene de sólido, de cristiano y de racional” (p. XXII). Testimonio definitivo es el del P. Lagrange, O. P., verdadera avanzadilla de la exégesis bíblica católica: “Acudí al reciente libro del cardenal González… sobre La Biblia y la ciencia. ¡Qué profundamente sentida la necesidad de progreso! ¡Qué seguridad al distinguir entre el dogma y las opiniones fluctuantes!… Este espíritu de conquistador [en castellano en el original] frente a la rutina de otros, obstinadamente cerrada en su trinchera, no es todavía del gusto de todos. Lo era menos entonces” (M. Loisy et le modernisme, Juvisy 1932, 75 y 76).
González expone que la Filosofía es el “conocimiento científico y racional, pero relativamente general, de Dios, del mundo y del hombre, adquirido con las fuerzas propias de la razón humana” (Filosofía elemental, I,8). Debe dividirse en subjetiva y objetiva: la primera comprende la lógica, la antropología o psicología y la ideología; la segunda abarca la ontología, la cosmología, la teodicea y la moral (ib. 1,8-9). Los criterios de verdad son cinco: la evidencia, la conciencia, el sentido común, los sentidos y la autoridad humana (ib. 1,161-98).
La labor intelectual del P. Zeferino González no podía menos de tener amplia repercusión. Discípulos suyos en el convento de la Pasión fueron: Luis y Alejandro Pidal y Mons. Antonio Hernández Fajarnés, el futuro gran historiador Eduardo de Hinojosa (1852-1919), Juan Manuel Ortí y Lara, Francisco Fernández de Henestrosa, José Maria Quadrado Nieto, Carlos Maria Perier y Gallego (1824-93), luego jesuita, etc.
Juan Manuel Ortí y Lara n. en Marmolejo (Jaén) el 29 oct. 1826. Catedrático de Metafísica en la Univ. de Madrid, publicista y académico de la de Ciencias Morales y Políticas, m. en Madrid el 7 en. 1904. Polemista incansable en el plano filosófico y en el político, se enfrentó enérgicamente con el krausismo español. Son obras suyas, entre otras, El racionalismo y la humildad (Madrid 1862); Krause y sus discípulos convictos de panteísmo (ib. 1864); Lecciones sumarísimas de Metafísica y Filosofía natural, según la mente del Angélico Doctor Santo Tomás de Aquino (ib. 1887); Principios de derecho natural (ib. 1887); Relaciones entre la filosofía especulativa y las ciencias físicas y naturales (ib. 1899). “De temperamento rígido por naturaleza, y de miras algo estrechas, ha sido un propagandista incansable de las doctrinas de Santo Tomás, con celo y buena voluntad dignos de aplauso y admiración” (M. Arnaiz, La “Neoescolástica” al comenzar el siglo XX, 335-336, nota 1).
Alejandro Pidal y Mon (1846-1913), político y escritor, perteneció a la R. Academia de Ciencias Morales y Políticas desde 1887; su discurso de recepción trató De la metafísica contra el naturalismo. Publicó además Santo Tomás de Aquino (Madrid 1875).
Enrique Gil y Robles n. en Salamanca el 15 jun. 1849. Catedrático de Derecho Político de la Universidad salmantina, diputado a Cortes como miembro de la Comunión Tradicionalista y publicista, m. en su ciudad natal el 26 jun. 1908. Escribió, entre otras obras, Ensayo de metodología jurídica (Salamanca 1893); Tratado de Derecho Político… (2 vol. Salamanca 1899-1902). Se mueve intelectualmente en la línea jurídico-política de Taparelli.
Antonio Hernández Fajarnés n. en Zaragoza el 17 en. 1851. Catedrático de Metafísica de la Universidad zaragozana, pasó a la de Madrid, tras la jubilación de Ortí y Lara; en esta última fue luego titular de Lógica fundamental y Psicología. Senador por la Univ. de Zaragoza y académico de la Española m. el 26 mar. 1909. Escribió Estudios críticos sobre la filosofía positivista, I: La psicología celular (Zaragoza 1883); Principios de Metafísica (3 vol. ib. 1887-93); Principios de Lógica fundamental (Madrid 1906); El catolicismo y la ciencia (extensa obra inédita); etc. “Mantener las tesis cardinales de la metafísica escolástica enfrente y en contra de las doctrinas positivistas, ha sido, pues, la labor constante del ilustre maestro de la Universidad de Madrid” (A. Gómez Izquierdo, Necrología. D. Antonio Hernández Fajarnés (1551-1909), “Cultura Española” 4, 1909, 373). El ideal de Hernández Fajarnés está reflejado en estas líneas del prólogo a La psicología celular: “Creo en el progreso de las Ciencias sin temor por los principios que profeso, porque la Filosofía es mejor que los filósofos; y espero con fe inquebrantable el consorcio de la razón metafísica y de la experimentación científica, el advenimiento de la síntesis verdadera” (p. XXVI).
José Fernández Cuevas fue jesuita, m. en 1864; publicó Philosophiae rudimenta (3 vols. 1856-59); Historia Philosophiae (1858). Inicia la renovación suareciana, que defiende con firmeza, aunque con una cierta apertura a corrientes modernas y a las ciencias positivas.
José Mendive, S. J. (1836-1906), suareciano, publicó, entre otras obras, La religión católica vindicada de las imposturas racionalistas (Madrid 1883), réplica a Conflict of science and religión, de W. Draper (Nueva York 1875), traducida al castellano; Elementos de derecho natural (Valladolid 1884); Institutiones philosophiae scholasticae (6 vol. ib. 1886-87). El fondo y el estilo es notablemente arcaizante.
Juan José Urráburu, S. J., n. en Ceánuri (Vizcaya) el 20 mayo 1844. Profesor de Filosofía en la Univ. Gregoriana, m. en Burgos el 10 ag. 1904. Escribió unas amplísimas Institutiones philosophicae, en 8 vol. (Valladolid 1890-1900), resumidas en el Compendium philosophiae scholasticae (5 vol. Valladolid 1902-04). Fue intención de Urráburu construir la síntesis entre Santo Tomás y Suárez, para lo cual interpreta al primero desde el segundo incluso más allá de lo posible. Las Institutiones son un arsenal inagotable de materiales escolásticos, muy en la línea de la labor realizada por Suárez en las Disputationes metaphysicae. En el inmenso esfuerzo del filósofo jesuita hay sin duda un intento de actualización de la doctrina y una cierta atención al progreso de las ciencias. El estilo es sobrio y claro.
Antonio Comellas y Cluet n. en Berga (Barcelona) el 16 en. 1832. Ordenado sacerdote en Solsona a los 24 años, explicó Latín y Teología en el Seminario de esta ciudad desde 1859 a 1871; desde este último año vivió en su villa natal, dedicado al estudio, hasta su muerte el 25 jul. 1884. Publicó De mysterio Santissimae Trinitatis dissertatio (Solsona 1867); Demostración de la armonía entre la religión católica y la ciencia (Barcelona 1880); Introducción a la filosofía, o sea doctrina sobre la dirección al ideal de la ciencia (Barcelona 1883). Comellas “supera en erudición y cultura filosófica a todos los compatriotas de su tiempo” (A. Gómez Izquierdo, Un filósofo catalán, Antonio Comellas y Cluet, 12). La Demostración… es otra réplica al libro de W. Draper, antes citado; es la más valiosa de la media docena de amplias críticas que provocó la traducción castellana del libro. La Introducción… no es una de las propedéuticas elementales al uso entonces, sino “un estudio crítico del método, de las fuentes del conocimiento, de los criterios de verdad y motivos de certeza, el análisis, en una palabra, de las bases y elementos de la ciencia” (ib. 26). El fondo de la obra, por lo común, responde a las grandes tesis de la Filosofía escolástica, pero su técnica de exposición no es escolástica, sino más bien de corte hegeliano.
Los neoescolásticos españoles del XIX -buena parte de ellos, laicos- se caracterizan por su enfrentamiento polémico con el krausismo, por un cierto equilibrio entre tomismo y suarismo (más acentuado en España quizá que en ningún otro país), por una apertura de espíritu más vecina a la actitud francesa que a la italiana, por una interesante atención a la historia del pensamiento y a la historicidad misma del hombre, y por una peculiar conexión con la política cultural y aun con la mera política.
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La Neoescolástica francesa, que tantas figuras importantes habría de dar en el s. XX, carece en el XIX de nombres de relieve como los aportados por España, Italia o Alemania. Se caracteriza por el influjo recibido del espiritualismo, por su lógica actitud reactiva ante el positivismo, por la claridad y relativa modernidad de su lenguaje, “por una cierta independencia al interpretar las doctrinas de Santo Tomás”, por la tendencia a la monografía en sus publicaciones, “por el cultivo de la historia de la filosofía” y “por los esfuerzos por extender y vulgarizar sus ideas” (A. Gómez Izquierdo, o. c., 492-494). Destacan entre los neoescolásticos franceses:
Roux-Lavergne (1802-74), periodista antes y sacerdote después, profesor de Filosofía en el Seminario de Rennes, y autor de De la philosophie de l’histoire (París 1850).
Morin (1823-74), pensador y político, que escribió, entre otras obras, Dictionnaire de Philosophie et de Théologie scholastique (2 vol. París 1853) y Politique et philosophie (póstumo: París 1876).
de Margerie (1825-1905), prof. de Filosofía en las Facultades de Letras de Nancy y Lille, que publicó numerosas obras: La philosophie de saint Bonaventure (París 1855), De 1’histoire de la philosophie chrétienne (Nancy 1856), L’esthétique et la morale (Nancy 1860), La morale et la politique (Nancy 1861), Théodicée (2 vol. París 1865), Philosophie contemporaine (París 1870), etc.
Th. de Régnon, S. J. (1831-93), autor de La métaphysique des causes, d’aprés saint Thomas et Albert le Grand (París 1886).
Th. Coconnier, O. P. (1846-1908), fundador en 1893 de la “Revue Thomiste” y autor de L’áme humaine: existente et nature (París 1890).
Domet de Vorges, m. 1910, “uno de los más distinguidos campeones de la filosofía cristiana”, al decir de A. Gómez Izquierdo (o. c., 480), que escribió, entre otras obras, Métaphysique en presente de les sciences (1875), La constitution de Pétré (1886), Cause efficiente et cause finale (1889) y La perception et la psychologie thomiste (1892).
Farges (1848-1926), sulpiciano, rector del Instituto Católico de París, buen conocedor de la ciencia moderna, con abundante bibliografía: Théorie fondamentale de l’acte et la puissance (París 1890), Matiére et forme (ib. 1890), L’idée de Dieu (ib. 1894), La crise de la certitude (ib. 1907), etc.
Gardair, que explicó un curso libre en la Sorbona a partir de 1880, y cuyas obras, resultados de esos cursos, constituyen una exposición clara y fiel del pensamiento tomista: Corps et áme, La nature humaine, La connaissance, Les vertus naturelles, etc.
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Joseph Kleutgen, S. J. (1811-83; v.), explicó Derecho natural en Friburgo (Suiza) y Teología dogmática en la Univ. Gregoriana. Parece ser que redactó el primer esbozo de la enc. Aeterni Patris. Son obras suyas, entre otras, Institutiones philosophiae practicae (Friburgo 1837); La Teología antigua defendida (3 vol. Münster 1853-60); La Filosofía antigua defendida (2 vol. Münster 1860-63); La condena del ontologismo (Münster 1867); Sobre el “intellectus agens” y las ideas connaturales (Münster 1875). Kleutgen es, sin duda, el iniciador de la renovación escolástica en Alemania; son notables su vigor intelectual, su lucidez expositiva, su erudición, su capacidad de síntesis y su conocimiento del pensamiento tomista.
Franz Jacob Clemens n. en Coblenza en 1815; prof. de Filosofía en Bonn y Munich, m. en esta última ciudad en 1862. Escribió, entre otras obras, Giordano Bruno y Nicolás de Cusa (Bonn 1847); De scholasticorum sententia, philosophicam esse theologiae ancillam commentatio (Munich 1856). En fuerte polémica contra Günther, colaboró a la restauración tomista en Alemania.
Karl Werner n. en Hafnerbach (Austria) en 1821; prof. de la Univ. de Viena, m. en esta capital en 1888. Escribió algunas obras teóricas, pero destacó sobre todo como historiador del pensamiento, en particular del pensamiento medieval y de la Escolástica moderna: Francisco Suárez y la Escolástica de los últimos siglos (2 vol. Ratisbona 1861); La Escolástica de la Baja Edad Media (4 vol. Viena 1881-87); La filosofía italiana del siglo XIX (5 vol. Viena 1884-88).
Albert Stóckl n. en Móhren b. Treuchttingen en 1823; prof. de Filosofía en Münster y Eichstátt, m. en esta última ciudad en 1895. También su nombre está estrechamente ligado a la renovación escolástica; combatió ardientemente el materialismo y el liberalismo. Su Manual de Filosofía (Maguncia 1868) fue el primero de su género, entre los tomistas, en Alemania; había publicado además una Historia de la Filosofía (Maguncia 1859).
Tilmann Pesch, S. J., n. en Colonia en 1836, y m. en Valkenburg (Holanda) en 1899. Fue prof. de Filosofía en diversos centros de la Compañía de Jesús. Escribió varios manuales escolásticos entre 1880 y 1898, que se han seguido reditando, y además Los arcanos del universo (2 vol. Friburgo Br. 1883-84), en polémica con Haeckel. Mantiene el método escolástico, y busca en la ciencia moderna la confirmación de la cosmología aristotélico tomista.
Michael Glossner (1837-1909), prof. en Ratisbona y Munich, fue quizá el más intransigente de los tomistas alemanes. Son obras suyas, aparte de otras de carácter teológico: El idealismo moderno (Münster 1880); El principio de individuación en la doctrina de Santo Tomás (Paderborn 1887); Filosofía moderna (Francfort 1889).
Konstantin Guiberlet n. en Geismar b. Geisa (Turingia) en 1837; prof. en el Seminario de Fulda y canónigo de su catedral, m. en dicha ciudad en 1928. Fundador con C. Poble en 1888 y director de “Philosophisches Jahrbuch”. Buen conocedor de las ciencias matemáticas y físicas, “es de un fondo escolástico irreprochable, pero rejuvenecido y completado en lo posible por las ideas modernas” (A. Gómez Izquierdo, o. c., 506); en ocasiones, sigue a Suárez. Publicó, entre otros libros, un Manual de Filosofía, en 6 vol.; La ley de conservación de la energía y su relación con la metafísica (Münster 1885); El libre albedrío y su contrario (Fulda 1893); El monismo mecanicista (Fulda 1893); El hombre, su origen y su desarrollo (Paderborn 1896).
Georg von Hertling n. en Darmstadt en 1843, y m. en Ruhpolding (Baviera) en 1919. Prof. de Filosofía en Munich desde 1882 a 1912, fue jefe del gobierno bávaro en 1912 y canciller del Reich en 1917-18. Entre sus numerosas obras se cuentan Derecho natural y social-político (Colonia 1893); El principio del catolicismo y las ciencias (Friburgo 1899); y varios estudios monográficos sobre S. Alberto Magno (1880), Locke (1892) y San Agustín (1902); después de su muerte se publicaron sus Cursos de Metafísica (Kempten 1922). Polemizó ampliamente contra el idealismo y el materialismo.
Los neoescolásticos alemanes constituyen quizá el grupo más homogéneo y de mejor preparación entre todos los reseñados. De honda formación doctrinal, y con destacable conocimiento del pensamiento y la ciencia modernos, mantienen, como los demás, una actitud polémica con las corrientes predominantes en su país. Son ellos quienes inician el estudio del pensamiento medieval con criterio científico-histórico.
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Destaca en Bélgica la figura del futuro cardenal Desiré Mercier (1851-1926; v.), creador en Lovaina del Instituto Superior de Filosofía, de la Sociedad Filosófica de Lovaina y de la “Revue Néo-scholastique de Philosophie”.
Antonio del Toro.
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BIBL.: Además de la indicada en el art. anterior: A. MASNOVO, II neotomismo in Italia, Milán 1923; P. PIRRI, Intorno alle origini del rinnovamento tomista in Italia, “La Civiltá Cattolica”, varios arts. en 1927-29; G. SAITTA, Le origini del neotomismo nel secolo XIX, Bari 1912; A. WALZ, Il tomismo del 1800 al 1879, “Angelicum” 20 (1943) 300-326; V. DE LA FUENTE, La enseñanza tomística en España, Madrid 1874; J. M. ORTÍ Y LARA, La restauración de la filosofía cristiana en España, “La Ciencia Cristiana” 11 (1879) 562-568 y 651-660; P. NADDEO, Le origini del neotomismo e la scuola napoletana, Salerno 1940; P. ORLANDO, Il tomismo a Napoli nel secolo XIX, Roma 1968; M. PICAVET, Le mouvement néo-thomiste en Europe et en Amérique, “Rev. Philosophique” (1892) 281 ss.; ÍD, Travaux sur la scolastique et le néo-thomiste, “Rev. Philosophique” (1893) 394 ss.; Aspetti della cultura cattolica nell’età di Leone XIII, “Atti del Convegno di Bologna de 1960”, Roma 1961; C. BESSE, Deux centres du mouvement thomiste, Rome et Louvain, París 1902; P. DEZZA, 1 neotomisti italiani del XIX secolo (antología), 2 vol. Milán 1942-44; J. L. PERRIER, The revival of scholastic philosophy in the nineteenth century, Nueva York 1909 (con índice bibliográfico muy completo); M. ARNAIZ, La “Neo-Escolástica” al comenzar el siglo XX, Apéndice a Los fenómenos psicológicos, Madrid 1903, 291-347; D. DOMÍNGUEZ, El Neoescolasticismo y la Compañía de Jesús, “Estudios Eclesiásticos” 14 (1935) 318-332 y 540-554, y 15 (1936) 168-184; A. MASNOVO, Il Neotomismo in Italia dopo il 1870, “Riv. di Filosofia Neo-Scolastica” 16 (1924) 97-108; A. GÓMEZ IZQUIERDO, Historia de la Filosofía del siglo XIX, Zaragoza 1903; F. URALES, La evolución de la filosofía en España, 2 vol. Barcelona 1934; J. SERRA HUNTER, Las tendéncies filosófiques a Catalunya durant el segle XIX, Barcelona 1925; R. CEÑAL, La filosofía española en la segunda mitad del siglo XIX, “Rev. de Filosofía” 15 (1956) 403-444; J. J. GIL CREMADEs, El reformismo español. Krausismo, escuela histórica, neotomismo, Barcelona 1969; A. GEMELLI y OTROS, Indivizzi e conquiste della filosofía neoscolastica italiana, Milán 1934.
Gran Enciclopedia Rialp, Ediciones Rialp, Madrid 1991
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