Juan Pablo II, Santo Tomás y los elementos no negociables de nuestro carisma

El Magisterio de Juan Pablo Magno es citado cerca de 1100 veces en nuestro derecho propio (Constituciones, Directorios y Reglamentos). Es por eso que su magisterio no es un elemento «decorativo» de nuestra legislación sino que por el contrario «anima» los aspectos fundamentales del carisma.

Estos elementos fundamentales fueron llamados por los padres capitulares “elementos no negociables” o esenciales, uno de los cuales es “la clara intención de seguir a Santo Tomás de Aquino, como manda la Iglesia”.

Reproducimos algunas páginas del libro Juan Pablo Magno del P. Carlos Miguel Buela, que tratan ampliamente este tema.

El Papa y nuestro derecho propio[1]

El Magisterio del Beato Juan Pablo Magno se haya citado 1.100 veces en nuestro derecho particular. Queremos ahora resaltar esta presencia, mos­trando cómo sus enseñanzas iluminan los elementos del carisma de nuestro Instituto que los padres capitulares (Capítulo General del año 2007)[2] señalaron como esenciales o «no negociables». Es decir el Magisterio de Juan Pablo II no es un elemento «decorati­vo» de nuestra legislación sino que por el contrario «anima» los aspectos fundamentales del carisma.

¿Qué se entiende por «elementos no negociables»?

Los padres capitulares señalaron que se trata de «realidades vi­vidas desde los inicios que de alguna manera nos han distinguido y que […] pertenecen al carisma de nuestra familia religiosa. Se trata de elementos que dan frutos sobrenaturales, que son contraco­rriente —por lo cual muchas veces generan rechazo—, y que nos han permitido presentar un cristianismo vivo, que se contra dis­tingue del mundo, y han sido fuente de vocaciones»[3]. Es decir son elementos que no pueden perderse sin grave perjuicio del mismo carisma, y que valorados y potenciados como conviene, son fuente perenne de fecundidad sobrenatural para nuestra pe­queña familia religiosa.

¿Cuáles son los «elementos no negociables»?

La lista no es exhaustiva y no impide que una reflexión más madura sobre el tema, permita discernir en el futuro nuevos ele­mentos.

Elemento esencial

Está plasmado en los nn° 30-31 de nuestras Constituciones: «Por el carisma propio del Instituto, todos sus miembros deben trabajar, en suma docilidad al Espíritu Santo y dentro de la im­pronta de María, a fin de enseñorear para Jesucristo todo lo autén­ticamente humano, aun en las situaciones más difíciles y en las condiciones más adversas.

Es decir, es la gracia de saber cómo obrar, en concreto, para prolongar a Cristo en las familias, en la educación, en los medios de comunicación, en los hombres de pensamiento y en toda otra legítima manifestación de la vida del hombre. Es el don de hacer que cada hombre sea “como una nueva encarnación del Ver­bo”[4], siendo esencialmente misioneros y marianos»[5]. […]

«Elementos no negociables adjuntos»

Después de determinar el «elemento no negociable» esencial, señalaremos los «elementos no negociables» adjuntos: […]

— «La clara intención de seguir a Santo Tomás de Aquino, como manda la Iglesia, y en este marco, a los mejo­res tomistas, como el p. Cornelio Fabro»[6]. «Santo Tomás tiene una importancia central en nuestra formación»[7].

–  «”Buscar la verdad, descubrirla y alegrarse de haberla encon­trado”, decía Juan Pablo II, “es una de las aventuras más emocio­nantes de la vida”[8]»[9].

–  «Ejemplo de esta búsqueda y paradigma del estudioso es la vida y la personalidad misma de Santo Tomás, “príncipe de la filosofía y la teología, como suelen llamarlo los Papas”[10]. “El Aquinate invita a todos los hombres a buscar incansablemente la verdad, porque solo investigándola con insistencia se llega a la comprensión de la realidad y de aquél que es su autor: ‘y así la mente humana debe siempre moverse más y más al conocimiento de Dios según su propio modo’[11][12]»[13].

–  «También en este sentido Santo Tomás se presenta como ejemplo del investigador: “Imitando el ejemplo de aquel que se preparaba para el encuentro con su Señor a través del ayuno, la penitencia y las lágrimas, todo buscador de Dios debe avanzar por el camino de la virtud y la contemplación, ascesis necesaria para educar la inteligencia y purificar las pasiones, con fidelidad, obe­diencia y ‘según el sentir de la Iglesia'”[14]»[15].

–  «En este sentido el Papa Juan Pablo II pone ante nuestros ojos la paradigmática figura de Santo Tomás: “Santo Tomás se interesó por todo lo que es útil para el espíritu y el alma. Utilia potius quam curiosa [antes lo útil que lo curioso], recuerda su lema. Se esforzó continuamente por captar la armonía entre la teología, la filosofía y las ciencias; y nunca elaboró una tesis a priori. Su investigación, siempre incompleta, era un diálogo incesante, no exclusivo, con los autores paganos y cristianos, de quienes sacaba lo mejor. También dedicó su atención a los diferentes campos de la investigación de las ciencias profanas. Sabía descubrir en el orden de la creación la presencia del Creador, causa primera y eficiente: todo es voz que habla de Dios (cf. 1Cor 14, 10). Muchas intuiciones, que manifiestan su interés por las realidades creadas, ocupan un lugar privilegiado en la investigación del Doctor angé­lico: el mundo es el lugar donde Dios se revela en cuanto agente primero (cf. S. Th. I, 8, 1). El hombre lleva en sí la imagen de su Creador que nada puede alterar totalmente (cf. S. Th., I, 93, 4). Cada una de las ciencias es un himno al Creador”[16]»[17].

–   «Debemos hacer nuestras aquellas palabras que dirigía Juan Pablo II a los dominicos: “Aliento hoy a los hermanos predicado­res… a convertirse en discípulos verdaderos de santo Tomás, ca­paces de afrontar las quaestiones disputatae, y a dialogar con cuantos están alejados de la fe y de la Iglesia, sin que ello signifique remplazar esta ciencia por excelencia, que es la teología, con una cien­cia profana. Gracias al estudio asiduo de la obra monumental del Doctor angélico, el pensamiento cristiano adquiere un método riguroso e instrumentos conceptuales que le permiten penetrar la profundidad de la doctrina sagrada y desarrollar una reflexión que tenga en cuenta la existencia y las perfecciones divinas, en el límite de lo que la razón humana puede llegar a conocer”[18]»[19]. […]

Terminamos citando un párrafo de las Notas del V Capítulo gene­ral. «En efecto, el carisma es susceptible de sufrir modificaciones o encontrarse en diversas situaciones a través de la historia en una familia religiosa, puede desarrollarse en sus virtualidades, expan­dirse, aplicarse a nuevas situaciones, pero también contraerse, anquilosarse, por ejemplo, cuando empieza a primar lo accidental sobre lo sustancial y no hay capacidad de adaptación; desvirtuarse, cuando hay un crecimiento pero no en la dirección que quería el fundador; o incluso perderse totalmente. Quienes gobiernan de­ben aprender a ser fieles al carisma y procurar que los demás sean también fieles. de ellos depende en gran parte este carisma en el futuro. Debe ser transmitido en una tradición viva, o como expre­samos en nuestras Constituciones, se debe “formar escuela”. De aquí la grave responsabilidad de quienes gobiernan un instituto: el carisma es un don de Dios a la Iglesia que está en manos de los Superiores»[20].

La Santísima Virgen, a quién el Papa tanto amó, nos conceda ser fieles al carisma que el Señor nos ha regalado y al legado del beato Juan Pablo Magno.



[1] Carlos Miguel Buela, Juan Pablo Magno, IVEpress, New York 2011, 517-540.

[2] Instituto del Verbo Encarnado. Curia Generalicia, Notas del V Capítulo general, Segni 2007, 15 pp. En la introducción del mismo se dice: «El presente documento recoge algunas anotaciones de los temas tratados durante el Quinto Capítulo General del Instituto, tenido en Segni (Italia) durante el mes de julio de 2007, y de las decisiones allí tomadas. No se trata de un documento oficial del Capítulo —para esto están las Actas, mucho más extensas, debidamente labradas y firmadas— sino de un documento del Gobierno General para uso de los miembros del Instituto. Su principal fuente son las mismas Actas del Capítu­lo» (p. 3).

[3] Notas del V Capítulo general, 4.

[4] Beata Isabel de la Trinidad, Elevaciones, Elevación n° 33.

[5] Instituto del Verbo Encarnado, Constituciones. Directorio de Espirituali­dad, Segni 2004, nn° 30-31, pp. 34-35.

[6] Notas del V Capítulo general, 4.

[7] Notas del V Capítulo general, 6.

[8] Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes en Kampala (6 de febrero de 1993).

[9] Instituto del Verbo Encarnado, Directorio de Formación intelectual, n° 5.

[10] Juan Pablo II, Carta con ocasión del 1° Centenario de la «Revue Thomiste» (11 de marzo de 1993).

[11] «[…] et sic etiam humana mens debet semper moveri ad cognoscendum de Deo plus et plus secundum modo» (In lib. Boetii de Trinitate, II, 1).

[12] Juan Pablo II, Carta con ocasión del 1° Centenario de la «Revue Thomiste» (11 de marzo de 1993).

[13] Directorio de Formación intelectual, n° 8.

[14] Juan Pablo II, Carta con ocasión del 1° Centenario de la «Revue Thomiste» (11 de marzo de 1993).

[15] Directorio de Formación intelectual, n° 28.

[16] Juan Pablo II, Carta con ocasión del 1° Centenario de la «Revue Thomiste» (11 de marzo de 1993).

[17] Directorio de Formación intelectual, n° 37.

[18] Juan Pablo II, Carta con ocasión del 1° Centenario de la «Revue Thomiste» (11 de marzo de 1993).

[19] Directorio de Formación intelectual, n° 51.

[20]Notas del V Capítulo general, 4.

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