Discurso al comité promotor del Index Thomisticus, 28 de mar. de 1981

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II AL COMITÉ PROMOTOR DEL “INDEX THOMISTICUS”
 Sábado 28 de marzo de 1981

1. Al agradecerle las corteses palabras con las que usted, venerado hermano, en su calidad de presidente del comité promotor del Index Thomisticus, me ha explicado las características de la obra y me ha presentado a sus artífices, estoy contento de dar la bienvenida a usted y al selecto grupo de personas que le acompañan en esta audiencia. Es para mí motivo de gran alegría poder recibir a los realizadores de una obra monumental, que durante decenios ha visto empeñados a especialistas de los diversos campos de la cultura, colaboradores generosos y solícitos, bienhechores muníficos, que tienen el mérito de haber sabido intuir el significado y la importancia de una empresa memorable. Durante el curso de más de 30 años, el saber teológico se ha dado la mano con la ciencia tecnológica más avanzada, para llevar adelante una investigación sobre los inmortales textos del Aquinate, que alcanza hoy felizmente su meta.

¿Cómo no tributar un homenaje de admiración y simpatía a los miembros del calificado equipo internacional que, a partir del ya lejano 1946, se reunió en torno al rvdo. p. Roberto Busa, s.j., que fue quien ideó y el incansable animador de la iniciativa? El pensamiento se dirige, ante todo, a los padres dominicos de la Comisión Leoniana para la edición crítica de las obras del Aquinate y al personal de la IBM, esto es, de ese fascinante mundo de la tecnología que, gracias a mecanismos tan misteriosos en su complejidad, como admirables en su perfección, llega a obtener resultados en otro tiempo impensables. Mención especial merecen también tanto la Asociación del Centro de automatización de análisis lingüístico, que se ha hecho cargo de la gravosa responsabilidad ligada con la gestión y el financiamiento de la empresa, como el comité promotor, que ha asegurado su indiscutible valor científico. A este respecto, me place recordar que fueron presidentes de este comité primeramente el entonces arzobispo de Milán, cardenal Giovanni Battista Montini, luego el patriarca de Venecia, cardenal Albino Luciani, mis venerados predecesores en esta Sede romana. Finalmente, el pensamiento se extiende a los numerosos colaboradores eclesiásticos y laicos, muchos de los cuales se reunieron en el colegio de iniciativa, a cuyo esfuerzo diligente se debe que el proyecto inicial haya podido tomar cuerpo poco a poco, completándose progresivamente en sus partes y alcanzando ahora su definitiva realización.

A todos la expresión de mi aprecio, de mi gratitud, de mi estímulo: aprecio por la aportación fundamental que esta obra da a la cultura; gratitud por el don de las 11 series de los últimos 25 volúmenes, que me apresuraré en remitir a las escuelas teológicas del Este europeo, a donde ya fueron destinados los primeros 31 volúmenes (una de ellas es la universidad de mi amada Cracovia); estímulo, finalmente, porque de las palabras de vuestro presidente deduzco que otros e interesantes proyectos se están ya haciendo en orden a trabajos análogos, que puedan permitir la compilación de un diccionario histórico del latín eclesiástico, de indudable utilidad para la futura investigación teológica.

2. Mientras tanto, nuestro espíritu se detiene complacido en admirar el resultado conseguido durante tantos años de ferviente esfuerzo: 56 volúmenes, casi 70.000 páginas, 21.000.000 de líneas, más de 1.000.000.000 de caracteres elaborados, organizados y fotocompuestos electrónicamente con las máquinas de la maravillosa tecnología moderna. Una obra maestra monumental, a la cual los ambientes científicos internacionales han reconocido una función precursora, es decir, la de haber llevado “the computers in the humanities”, mediante el esfuerzo de la automatización en la elaboración no sólo de números y cantidades, sino también de las palabras y de una lengua.

Quisiera poner de relieve lo muy significativo que resulta que el primer “libro electrónico”, en el que el pasado se une con el futuro, contenga el análisis de la obra de un Santo, que supo penetrar con extraordinaria agudeza en el secreto del ser contingente y recoger su riqueza íntima en una síntesis superior, iluminada por el reverbero de la Verdad eterna, subsistente en sí misma. ¿Cómo no ver en esto algo así como la indicación providencial del camino por el que deberá avanzar la investigación tecnológica del futuro, esto es, el camino de “distinguir para unir”, según el bien conocido aforismo en el que se inspiró todo el trabajo intelectual de Santo Tomás?

Y, además, no puedo menos de observar que vuestro trabajo concluye mientras están aún vivos los ecos suscitados por la celebración del centenario de la Encíclica Aeterni Patris, con la cual el Papa León XIII señalaba en el Aquinate al guía autorizado e insustituible de los estudios filosóficos y teológicos. Vuestro trabajo aporta una confirmación singular a la actualidad perenne de una enseñanza, que —para usar las palabras del inmortal Pontífice— saca su fuerza “de las esencias constitutivas y de los principios de las cosas, cuya virtualidad es inmensa, conteniendo, como en embrión, las semillas de casi infinitas verdades, que los futuros maestros han hecho fructificar después, en tiempo oportuno” (Leonis XIII Acta. Vol. I, pág. 273).

3. Lo que ahora se espera del Index Thomisticus es que, mediante los instrumentos que en él se ofrecen, los estudiosos puedan llegar a poner en evidencia nuevos aspectos, todavía inexplorados, del riquísimo pensamiento del “Doctor communis”.

En particular, el censo analítico integral del sistema de léxico, presente en la obra del Aquinate, puede ofrecer una documentación utilísima a la filosofía del lenguaje, demostrando cómo en el que razona está siempre operante “la lógica del ser”, la cual, gracias a un cierto número de conceptos primeros y de primeras certezas, lo pone en disposición de entrar en comunicación con los otros mediante la palabra.

Precisamente esta “lógica del ser” es necesario volver especialmente hoy, cuando, desde muchas partes, se lamenta justamente la falta de comunicación entre las diversas ciencias, y la pérdida de la unidad del saber. Descubrir de nuevo esta lógica significa recuperar un denominador común, sobre cuya base es posible hallar un punto de encuentro con los otros y abrir con ellos un diálogo constructivo.

A la luz de estas perspectivas e invocando sobre todos la protección de Santo Tomás, incomparable investigador de la verdad en cada uno de sus aspectos, os concedo de corazón a vosotros y a vuestros seres queridos mi bendición apostólica, como prenda de todo deseado bien celestial.

(http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/1981/march/documents/hf_jp-ii_spe_19810328_index-thomisticus_sp.html)

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