CAPÍTULOS LI Y LII: Razones para investigar de qué manera está en el entendimiento divino la multitud de los seres conocidos

CAPÍTULOS LI Y LII

Razones para investigar de qué manera está en el entendimiento divino la multitud de los seres conocidos

Para que la multitud de los seres conocidos no nos induzca a pensar que hay composición en el entendimiento divino, se ha de investigar ahora de qué manera son muchos estos seres conocidos.

No se ha de entender esta multitud como si tuvieran un ser distinto en Dios. Porque o serían seres idénticos a la esencia divina, y entonces la esencia de Dios sería múltiple, consecuencia que hemos demostrado por muchas razones ser falsa; o serían algo añadido a la esencia divina, y entonces se daría en Dios accidente, lo cual es imposible.

Tampoco se puede admitir que estas formas inteligibles existan de por sí. Platón, para evitar los inconvenientes anteriores, parece que admitía esto, introduciendo las ideas. En efecto, las formas de los seres naturales no pueden existir sin materia, como tampoco pueden ser entendidos sin ella. Pero, aunque se admitiese esto, no sería suficiente para decir que Dios conoce la multitud de los seres. Porque, existiendo estas formas fuera de la esencia divina, si Dios no puede conocer la multitud de los seres sin tales formas, como lo requiere la perfección de su entendimiento, se seguiría que su perfección intelectual depende de otro, y, por consiguiente, también su perfección esencial, pues su ser es su entender. Más arriba se ha probado todo lo contrario (c. 13).

Como quiera que Dios es causa de todo lo que está fuera de su esencia, según más adelante demostraremos (l. 2, c. 15), si las dichas formas existen fuera de Dios, necesariamente han de ser causadas por Él. Ahora bien, Dios es causa de los seres por entendimiento. Luego, según el orden de la naturaleza, Dios ha de conocer estos seres inteligibles para que existan. Por lo tanto, Dios no entiende la multitud por el hecho de que existan de por sí muchos seres inteligibles fuera de Él.

Lo inteligible en acto es el entendimiento en acto, de la misma manera que lo sensible en acto es el sentido en acto. Mas en cuanto lo inteligible se distingue del entendimiento, son los dos en potencia, como se ve claro en el sentido, pues ni la vista ve actualmente, ni lo visible es visto actualmente si la vista no es informada por la especie de lo visible, de suerte que la vista y lo visible se hagan uno. Si, pues, lo que ha de ser entendido por Dios se halla fuera de su entendimiento, se sigue que está en potencia su entendimiento, como también lo que ha de ser entendido por Él. Y, por lo tanto, necesitará un ser que le determine el acto. Pero esto es imposible, porque entonces este ser sería antes que Él.

Lo entendido ha de estar en el que entiende. No es suficiente, por lo tanto, admitir las formas de los seres existentes de por sí, fuera del entendimiento divino, para que Dios entienda la multitud de los seres, sino que necesariamente han de existir en el entendimiento divino.

Es evidente, por las mismas razones, que tampoco puede admitirse que la multitud de dichos inteligibles esté en algún otro entendimiento que no sea el divino: ni en el humano ni en el angélico. Porque entonces el entendimiento divino, para alguna operación suya, dependería de un entendimiento posterior, y esto es imposible. En efecto, proviene de Dios lo que está en las cosas, de la misma manera que los seres subsistentes en sí mismos. De donde se precisa el entender divino, por el que Dios es causa, a fin de que existan los dichos seres inteligibles en un entendimiento posterior.

Se seguiría también que el entendimiento divino estaría en potencia pues sus inteligibles no se hallan unidos a Él.

Así como cada uno tiene su propio ser, tiene también su propia operación. Es imposible, por lo tanto, que, por el hecho de que un entendimiento se disponga a obrar, otro ejecute la operación intelectual, sino que la ha de realizar el entendimiento que se dispuso, de la misma manera que todo ser existe por su esencia y no por la de otro. Es imposible, pues, que el entendimiento primero conozca la multitud, porque la multitud de los seres inteligibles existe en un entendimiento segundo.

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