CAPÍTULO XXVII
La voluntad divina no está coartada a determinados efectos
De aquí se puede demostrar también que tampoco su voluntad, por la cual obra, obra necesariamente determinados efectos. Pues:
La voluntad debe guardar proporción con su objeto. Pero el objeto de la voluntad es el bien entendido, como consta por lo dicho antes (l. 1, c. 72). Luego la voluntad se extiende naturalmente a todo lo que el entendimiento le puede proponer bajo la razón de bien. Por tanto, si el entendimiento divino no está coartado a ciertos efectos, como ya se sabe (c. 26), tampoco la voluntad divina produce necesariamente determinados efectos.
Ningún agente voluntario produce sin querer. Ahora bien, ya hemos probado que Dios, respecto a otras cosas distintas de sí, nada quiere con necesidad absoluta (l. 1, c. 81). Luego ningún efecto procede de la voluntad divina necesariamente, sino por su libre disposición.
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