CAPÍTULO XXVI
El entendimiento divino no está limitado a determinados fines
Habiéndose demostrado ya que la divina potencia no se limita a determinados efectos y que por esto no obra por necesidad de naturaleza, sino por entendimiento y voluntad, para que no le parezca a alguien quizás que su entendimiento o ciencia sólo se puede extender a determinados efectos y que, por tanto, obra obligado por su ciencia, aunque no por necesidad natural, quédanos por demostrar que su ciencia o entendimiento no están coartados por limitación alguna proveniente de sus efectos. Pues:
Ya dejamos asentado antes (l. 1, c. 49) que Dios comprehende todo lo que puede proceder de Él, entendiendo su propia esencia, en la cual está todo en cierta semejanza, como los efectos están virtualmente en la causa. Luego, si la potencia divina no se coarta a determinados fines, como se ha mostrado (c. 23), es forzoso decir también lo mismo acerca de su entendimiento.
Hemos demostrado más arriba (l. 1, c. 43) la infinitud de la esencia divina. Nunca una adición de finitos, por numerosa que sea, puede igualar al infinito, antes bien el infinito excede a la mayor cantidad de finitos, aunque sea infinita en números, Ahora bien, consta que nada más que Dios es infinito esencialmente, pues todo lo demás, por razón de su esencia, está encerrado bajo determinados géneros y especies. Luego siempre la divina esencia sobrepasa a les efectos divinos, por más y más grandes que se supongan. Y así es como puede ser causa de muchas cosas. Por tanto, el entendimiento divino, que conoce perfectamente la esencia divina, según se ha demostrado (l. 1, c. 47), trasciende toda la finitud de los efectos. Y, en consecuencia, no se limita necesariamente a estos o a aquellos efectos.
Ya se probó (l. 1, e. 69) que el entendimiento divino es conocedor de infinitos. Por otra parte, Dios, en virtud de su entendimiento, produce las cosas en el ser. Luego la causalidad del entendimiento divino no se limita a efectos finitos.
Si la causalidad del entendimiento divino se coartase a algunos efectos, como quien obra por necesidad, esto ocurriría respecto de aquellos que son producidos por Él en el ser. Mas esto no puede darse, puesto que ya se ha demostrado (l. 1, c. 66) que Dios entiende también lo que nunca es, ni fue, ni será. Por consiguiente, Dios no obra por necesidad de su entendimiento o de su ciencia.
La ciencia divina se compara a las cosas producidas por Él como la ciencia del artífice a los productos del arte. Pero todo arte se extiende a lo contenido bajo la categoría que dicho arte comprende, como el arte de edificar se extiende a todas las casas. Es así que la categoría que comprende el arte divino es el ser, puesto que El mismo por su entendimiento es el principio universal del ser, según queda dicho (cc. 21 y 24). Luego la causalidad del entendimiento divino se extiende a todo lo que no se opone a la razón de ser, pues todas estas cosas están de suyo contenidas en el ser. El entendimiento divino, en consecuencia, no está coartado a ciertos efectos determinados.
De aquí que se diga en el Salmo: “Grande es el Señor y grande su poderío, y su sabiduría es inenarrable”.
Con esto queda excluida la afirmación de algunos filósofos, que dicen que, al entenderse Dios a sí mismo, fluye de El necesariamente tal disposición de las cosas, como si no circunscribiese a cada, cosa y lo dispusiese todo a su arbitrio, según declara la fe católica.
Hay que notar, sin embargo, que aunque el entendimiento divino no esté coartado a ciertos efectos, Él, no obstante, se señaló a sí mismo determinados efectos, para producirlos según su sabiduría, como se dice en la Sabiduría: “Todo lo dispusiste, Señor, con número, peso y medida”.
Si encuentras un error, por favor selecciona el texto y pulsa Shift + Enter o haz click aquí para informarnos.