CAPÍTULO XXII
Dios todo lo puede
Con esto queda claro que la potencia divina no está determinada a un efecto único.
Si crear es propio de sólo Dios, es necesario que cuanto no puede ser producido por otro modo de causalidad que por creación sea producido por El inmediatamente. Tales son todas las substancias separadas que no están compuestas de materia y forma, que se supone existen ahora; y lo mismo toda substancia corporal. Todos estos diversos existentes son efecto inmediato del poder antes dicho. Mas ninguna potencia que produce inmediatamente muchos efectos sin materia está determinada a un efecto. Digo “inmediatamente”, porque, si los produjese mediatamente, podría provenir la diversidad por razón de las causas intermedias. Y digo también “sin materia”, porque un mismo agente y con una misma acción puede causar diversos efectos en diversas materias, como el calor del fuego, que endurece el barro y derrite la cera. Así, pues, la potencia de Dios no está determinada a un efecto.
La potencia que es perfecta se extiende a todo aquello a lo que se puede extender su propio y exclusivo efecto; así como la de edificar, si es perfecta, se extiende a cuanto implica el concepto de casa. Es así que la potencia divina es causa esencial del ser, y el ser es su propio efecto, como consta por lo dicho (c. 21). Luego se extiende a todo aquello que no va contra la razón de ser; pues, si la potencia tuviese virtualidad sobre determinado efecto solamente, no sería causa esencial del ser en cuanto tal, sino de “este” ser. Ahora bien, a la razón de ser repugna lo opuesto al ser, que es el no‑ser. Luego el poder de Dios se extiende a todo lo que no incluye en sí razón de no‑ser, que es precisamente lo que implica contradicción. Luego el poder de Dios se extiende a todo lo que no implica contradicción.
Todo agente obra en cuanto está en acto. Por esto, según sea el acto de cada uno de los agentes es su potencia activa, pues el hombre engendra al hombre y el fuego al fuego. Pero Dios es un acto perfecto, que tiene en sí todas las perfecciones, según se ha probado antes (l. 1, c. 28). Es, por tanto, perfecta su potencia operativa, extendiéndose a todo lo que no repugna a su naturaleza, que es ser en acto. Tal es solamente lo que implica contradicción. Luego Dios puede hacer todo, excepto lo contradictorio.
A toda potencia pasiva corresponde una potencia activa, pues la potencia se ordena al acto, como la materia a la forma. Mas no puede el ser en potencia conseguir ser en acto sino en virtud de algún existente en acto, pues superflua sería tal potencia si no existiese la potencia activa de un agente que la pudiese actualizar, siendo así que nada hay superfluo en la naturaleza. Y de este modo vemos que todo lo que hay en la potencia de la materia de lo que se engendra y corrompe puede actualizarse por el influjo de un cuerpo celeste, que es primer actuante en la naturaleza. Pues así como el cuerpo celeste es primer agente respecto de los cuerpos inferiores, así Dios es primer agente respecto de todo ser creado. Por consiguiente, todo lo que está en la potencia del ser creado, todo esto lo puede hacer Dios por su potencia activa; y en la potencia del ente creado está todo lo que al ente creado no se opone, como en la potencia de la naturaleza está todo lo que no la destruye. Luego Dios lo puede todo.
Que un efecto no esté al alcance de la potencia de un agente puede ocurrir por tres razones: Primero, porque no tiene afinidad o semejanza con el agente, pues todo agente obra lo que le es en algún modo semejante. Por esto la virtualidad que hay en el semen del hombre no puede producir un animal o una planta, pero sí un hombre, por más que exceda en perfección a los dichos. -Segundo, por la excelencia del efecto, el cual trasciende la proporción con la potencia activa, como la potencia activa corporal no puede producir una substancia separada. -Tercero, por la imposibilidad que tiene de obrar un agente sobre una materia determinada a un efecto, como el carpintero no puede hacer una sierra, porque en virtud de su oficio no puede trabajar sobre el hierro, del cual se hace la sierra.
Pero de ninguno de estos modas se puede substraer efecto alguno al poder divino. Pues nada puede serle imposible por razón de la desemejanza del efecto; puesto que todo ente, en cuanto tiene ser, le es semejante, según se ha demostrado antes (c. 15). Ni tampoco por la excelencia del efecto, una vez demostrado que Dios sobrepasa a todos los seres en bondad y perfección. -Y por defecto de la materia tampoco, siendo, como es, causa de la materia, la cual no puede ser causada sino por creación. Además, Él, para obrar, no necesita materia, puesto que produce la cosa en el ser sin que prexista nada de ella. Y así, por defecto de la materia no puede impedirse que su acción produzca su efecto.
Luego es obligado concluir que la potencia divina no está determinada a efecto alguno, sino que lo puede todo, lo cual es ser “omnipotente”.
De aquí que también la divina Escritura nos enseña esto como cosa de fe, pues se dice en el Génesis por boca de Dios mismo: “Yo soy Dios omnipotente; anda en mi presencia y sé perfecto”; y en Job: “Sé que todo lo puedes”; y en San Lucas, por boca del ángel: “Nada hay imposible para Dios”.
Con esto se destruye el error de ciertos filósofos, que afirmaron que Dios produjo inmediatamente un efecto solo, como si su poder estuviese determinado a su producción; y que Dios no podía hacer otro sino en cuanto se lo permite el curso de las cosas naturales. De esto se dice en Job: “Como si nada pudiera hacer el Omnipotente, así tenían de él el concepto”.
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